El futuro en el bote

7 Abr

Pronto el hombre será una mera reminiscencia del pasado; una criatura en vías de extinción por innecesaria. Incluso para la fecundación, ya que, según dicen, se están fabricando en laboratorios, unos espermatozoides de lo más mono y eficaz, que podrán comprarse en bote de farmacia y conservar en el refrigerador para cuando la mujer del futuro quiera ser madre.
Esa mujer del futuro que por resultados académicos y profesionales, según los sociólogos, aventaja al varón de dejarlo en la cuneta, podrá por su imbatible omnipotencia, manejar el mundo por si sola sin sombra masculina que la amilane ni fuera ni dentro del hogar.
Y así, cuando “arrive” a casa, después de una dura jornada en la que no haya parado de tomar decisiones de estado y atender a chiquicientas ruedas de prensa, podrá encontrar en la calma de su nido unifamiliar, ya a salvo de las molestas emisiones de fútbol a todo volumen, todo lo necesario en la nevera para su reposo de guerrera. También el bote de espermatozoides junto a las cervezas, por si ese día le apetece tener una velada íntima, como postre a la suculenta cena que le habrá de preparar algún robot solícito y masoca, que, a tal efecto, deben estar ya fabricando en alguno de esos laboratorios feministas. Se supone que la mujer del futuro, agotada de tan laboriosas y enjundiosas tareas a lo largo del día, cenará abundantemente, como poco, un buen plato de huevos fritos con chorizo, que se podrá permitir, pues, al no tener ya que seducir al varón con la esbeltez de su silueta, quedará exenta de dietas –eso sí que será un avance ventajoso para el presunto mañana galáctico-. De modo que, en la sobremesa, después de eructar – ya tampoco tendrá que adoptar cortesías o remilgadas actitudes femeninas- pensará si esa noche le pide el cuerpo montárselo con su bote de espermatozoides, sin que sea necesario estimular la cosa con melosas canciones de The Platters o Elia Fitzgerald en el equipo, dejar el dormitorio a media luz o enfundarse en sofisticada y sugerente lencería. El bote de espermatozoides no exige tanta milonga y se le puede entrar a saco, sin que, por ello, se le parta el corazoncito. Como lo más seguro es que la mujer del futuro tenga que madrugar para seguir manejando el mundo al día siguiente, irá con prisas y directamente al lío, no obstante el asunto funcionará, pues a los espermatozoides del bote, para mayor celeridad y eficacia, no hay que buscarles el punto g ni susurrarles al oído. Lo suyo es salir corriendo a la voz de ya a por el óvulo como el perro de caza por la perdiz.
A mí, como mujer romántica, no sé si me atrae este futuro desangelado de la mujer del futuro. Será que los espermatozoides de bote funcionan, pero, para mí que no hacen mucha compañía. Y es que una todavía cree que los hombres, aparte de la función fecundadora, tienen la función de acompañar y compartir los sentimientos. Me refiero a los hombres sensibles, sin afán de dominación, que, por escaparse de los clichés del sexismo politizado, se suelen omitir del discurso. Como mi amigo Ángel que, siendo representante de un organismo cultural, ha participado como jurado en tantos de esos certámenes de relatos sobre la violencia de género, ahora tan en boga. Muy horrorizado por las tramas de los textos; con mayor éxito cuanto mejor representasen al macho cual cabestro brutal, sádico golpeador y fiera corrupia. “Todos los hombres no somos así”, se atrevía a comentar con su habitual timidez. Y, en efecto, él no es así. Comprensivo y apacible, ha sido dominado e incluso maltratado por las mujeres que han pasado por su vida; no muchas, la verdad, ya que, dado su carácter, ha tenido poco éxito con las féminas. La erótica del hombre bueno resulta nula frente al inmenso atractivo que todavía atribuyen las mujeres al varón agresivo y dominante.
Me habla una chica, de conocida militancia izquierdista, del arrobo que le ha producido un señor que acaba de conocer. Un hombre con mucho poder, bajo cuyo mando enérgico, los subordinados se repliegan, por el sortilegio del terror, a la obediencia más perruna. Actúa con aparente crueldad -¿qué será aparente crueldad?- pero, en el fondo, tiene su corazoncito. Eso sí, por lo que me cuenta, bajo más capas que la cebolla. Lo que me hace recordar la desconfianza de mi amigo David hacia las personas que “son buenas en el fondo”, ya que consideraba que una de las consignas de la bondad era estar a flor de piel para no dar a la gente tanto trabajo.
David era otro buenazo que, de puro bueno, tampoco se comía una rosca con el otro sexo.
En definitiva, existiendo hombres como Ángel y David, no habría que optar por la brusca determinación de sustituir a todo el sexo masculino por un bote de esperma. A la mujer del futuro, en el futuro, le iría mejor sólo con cambiar de gustos.

7 respuestas a «El futuro en el bote»

  1. Princesita Lola, tienes razón, no parece que el (buen) futuro vaya a estar en el bote, pues creo que éste (espermatozoide de bote: autónomo y, sin duda menos placentero) va a ser un paso más hacia el individualismo y la soledad, o sea, hace el subdesarrollo, la pobreza (global), y la extinción.
    Por demás, princesita, sabes que quiero casarme contigo, y confío en que no cambies de gusto, quizá así, yo tenga una oportunidad.

    Te quiero

  2. Conviene no olvidar, cara Lola, que el espermatozoide de referencia vendrá de un frío laboratorio y llevará su tiempo adaptarlo al ámbito humano, a la intimidad femenina; ese quiero y no puedo…Creo que lo tenía más fácil aquél que inmortalizó La Trinca en su sevillana: “…que vivía satisfecho, un ratito en el izquierdo y un ratito en el derecho…”, hasta que, un buen día, lo lanzan al fondo de una probeta y a esperar el deshielo, que, por otro lado, no solía tardar, por aquello de la novedad y la gran demanda… Un cuarto de siglo, ayer mismo, vaya, y ya surcan la galaxia. En realidad, nunca dejaron de pertenecer a ella, siempre fueron ga – lácticos, lácteos, laxos; y ya, apurando, lacios, lelos…

    También tienen su gracia. Contaban las malas lenguas que, en época de gran carestía, cierta familia numerosa de tierra adentro no disponía para cenar sino de unos puñados de arroz. Entonces, uno de los lampantes se acordó del viejo loro, que un tío lejano había traído de ultramar, y se le ocurrió pensar en voz alta: “pueee podríamos matar al loro y asín comemos arroz con carne…”. El loro, que se las sabía todas y las cogía al vuelo, inmediatamente respondió con sorna: “¿y por qué no me dais mejor un buen meneíto y os jartáis de arroz con leche…?”

    Qué cosas, lo que hace la lucha por la supervivencia, aunque no sé si tendrá relación, que a uno le debe pasar un poco como a los chicos que nombras, que siempre (pocas veces) lo ligaron. Y decir eso en este país fue, hasta no hace tanto tiempo, sinónimo de, pues eso, buenazo, confiado, despistado, no-estar-en-el-mundo, escuchar decir, maliciosamente, “vamos a lo que vamos”, aunque eso no vaya contigo, que sigues pensando, “malgré tout”, que, “per fare tutto, ci vuole un fiore”… En fin, afortunadamente para mí, algo verían las personas “afortunadas”.

    Un saludo para ti, Lola. Buenos días a tod@s.

  3. Me parece que usted, señora Lola, sigue INSULTANDO AL FEMINISMO. SI SIGUE ASÍ, Le vA A ir MAL, MUY MAL…ATENGASE A LAS CONSECUENCIAS de su machismo paleolítico

  4. Si en el futuro de la vida de la mujer fuese así..sería muy triste y solitario…no creo que la mujer quiera eso para el día de mañana..tan malos no somos los hombres….les damos a las mujeres algunos disgustos y trabajo pero también muy bueno momentos que..en esta soledad que aquí definen, no tendrían…la mujer asi se volvería fria y ya no sería humana….o eso pienso yo

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