Probablemente, no hay partido más liberal que el PP. Bajo esas siglas, cada uno va por libre. Algunos, de libres, están que se salen. Como Álvarez Cascos que, en su marcha, ha arrastrado al 25% de los militantes populares en Asturias para engrosar las listas de ese nuevo partido que acaba de fundar con el propósito de presentarse como candidato a las próximas elecciones en el Principado. De gaviota a ave fénix, este bravío Don Pelayo, resurge de sus cenizas para cabalgar de nuevo y devolver a la sede del rancio reino, todo el esplendor de antaño con la consigna de crear, por si fuesen pocos, otro nuevo nacionalismo; el nacionalismo asturiano. Para que alguien pueda tomarse en serio este proyecto, el siguiente paso de Cascos, tendría que ser componerle un nuevo himno a su pretendido feudo. Va a dar muy mala impresión, francamente, que los mítines de esta facción asturianizante pongan como broche final el canto coral de “Asturias, patria querida”, del que ya se han apropiado los beodos como grito de juerga. Se pierde en la memoria de los tiempos, la identidad del primer borracho que utilizó este himno como elogio de la ebriedad, pero tal ha sido su asociación a la exaltación de la cogorza en fase aguda en el inconsciente de la masa que es escucharlo y pensar más en la coña marinera que el fervor patriótico. No será, sin embargo, la falta de creatividad o de salidas la que arrugue a este rebelde guerrillero astur que está que se sale no sólo de su partido mentor sino hasta del mapa. Pero para ir por libre no hace falta llegar al extremo de abandonar las filas populares, donde, de tan liberales, cada cual, hace de su capa un sayo sin esperar a que el presunto líder venga a coartar la iniciativa personal de sus presuntos subordinados. Por libre, Francisco Camps se autoproclama candidato a la presidencia de la Comunidad Valenciana, sin pararse a considerar lo mucho que esta decisión espontánea contraría a la cúpula directiva de su propio partido, pues, su implicación pendiente de juicio en la trama Gürtel, no proyecta la mejor de las imágenes para un primero de fila en las filas de la gaviota, cuyo supuesto vuelo hacia el Gobierno, siempre será más bajo con el lastre de candidatos que pongan en entredicho la honestidad de los futuros gobernantes y dé más argumentos al enemigo socialista para cargarlos a la contra. Es lo que, con toda lógica, piensa Rajoy, a su modo gallego e implícito, y Dolores de Cospedal, explícita de salirle sapos y culebras por los ojos y echársele al cuello al autoproclamado candidato metepatas.
Si hablásemos de un partido de izquierdas, llamaríamos a este mal disimulado rifirafe, disensión interna, pero tratándose de un partido tan liberal como el PP, sólo cabe hablar de libertad; una libertad inmensa que no sólo abarca la libertad de acción sino la de expresión, que siempre han ejercido tan bien los populares para demostrar públicamente sus diferencias, los unos contra los otros, por más que ello pueda dañar sus propios intereses. Divididos, a veces, pero nunca hipócritas, qué caray, cada cual se expresa por libre, sin cortapisas. Por eso, si a Esperanza Aguirre le parecía Álvarez Cascos el mejor candidato para la presidencia de la Comunidad Asturiana, aunque se presente en contra de su propio partido, lo dice y ya está. Sea contra quien fuere, Gallardón, Rajoy o toda la cúpula de su partido en pleno, Esperanza no siempre ha pensado lo que ha dicho, pero siempre ha dicho lo que piensa. Y nadie puede con ella. Ni el cáncer. Por eso, desde la otra orilla de las ideologías, admiro lo que representa; una mujer valiente. La he visto salir indemne de mil batallas hasta salir sonriente de un helicóptero donde por poco se parte la crisma, pero sin duda esta penúltima hazaña suya me ha acabado de conquistar el corazón, cuando, con lágrimas contenidas, decía tener un cáncer, pero “un cáncer de nada” y que, en dos semanas, se reincorporaba a la campaña electoral. Qué valor.
Esperanza Aguirre es una dama de hierro con apariencia de algodón y realmente necesaria en la debilitada y paniaguada vida política de este país. Y conviene incluso como adversaria. La valía de los enemigos multiplica la brillantez y el mérito de las victorias, así lo decía Julio César en sus diarios de guerra, donde alababa la bravura de sus contrincantes como valor añadido a su triunfo.
Con motivo de la conmemoración del 23-F, he visto reunidos a dos viejos enemigos que, desde sus respectivas orillas, se admiraban. Ambos valerosos como sólo puede comprobarse en situaciones extremas; Carrillo quien permaneció inmutable en su escaño con las pistolas de los golpistas en la coronilla y Fraga que, abriéndose la chaqueta, les grito, “ya no aguanto más, dispárenme a mí”.
El verdadero valor de los políticos –y de todas las demás personas- es el de conservar el valor, incluso a costa de su propia vida. Hace falta Esperanza.
P.D: Este artículo va dedicado a Esperanza Aguirre a quien, desde la distancia ideológica, admiro como política y, sobre todo, como persona, deseándole una pronta recuperación. Ni el cáncer podrá contigo.
Princesita, Te quiero, ¿Qué más podría decir(te)?
Te quiero.