Ya no quedan fachas como los de antes. Desvirtuado el término, hoy día, facha puede ser cualquiera. Cualquiera que critique o denuncie las actuaciones del Gobierno es “facha”.
Véase cómo los participantes de la manifestación masiva contra el decreto del sector público andaluz, convocada el pasado sábado en Sevilla, tuvieron que colocarse en el pecho un cartel con letras mayúsculas y bajo el lema, “No somos fachas”. Da igual, según el Gobierno, y más la Junta, “facha” es todo aquel que no participe de su pensamiento único y/o sus modos de gobernar. Hasta ahora, la fórmula ha funcionado; para un votante de izquierdas, la mayoría en Andalucía, el peor insulto es el de “facha” y, por no ser acusado de tal y, lo más terrible, que la derecha inequívoca de la gaviota ponga nombre de poder a nuestro feudo, hemos mantenido con el voto o la abstención a un supuesto gobierno de izquierdas que, con la prepotencia de su longevidad inquebrantable, ha caído en todos los vicios del fascismo; “o estás conmigo o estás contra mí. Si estás contra mí, eres un facha y atente, por ello, a las consecuencias”. Y así andamos, todos fachas de campeonato. Para el Gobierno, los fachas son los que los cuestionan y para los que los cuestionan, “facha” es el propio Gobierno, que, en su último tramo de mandato, acorralado, tanto parece haberse aficionado a los decretos-leyes, al impongo, ordeno y mando y tú te callas, olvidándose de aquellos felices tiempos en los que se nos proponía una era abierta a la tolerancia y al diálogo. Se acabó el diálogo, pues, lo que prima ahora es un monólogo totalitario que no admite fisuras, sino como síntoma de rebeldía punible e inadmisible.
Oigo las declaraciones de algún político de nuestro régimen, “quien no esté de acuerdo con la ley Sinde, que se vaya de España” y me parece ver uno de esos episodios de “Amar en tiempos revueltos”, en los que se nos muestra una época de dictadura opresora que, curiosamente, cada día es más similar a la actual. Mire usted, qué paradoja, estoy de acuerdo con la ley Sinde, pero no en que cualquier ciudadano que esté contra ella se vaya de España; ni contra la ley Sinde ni contra la ley antitabaco, ni contra las reformas que, sí o sí, hay que acatar con buena cara, no sea que vayan a llamarte “facha” y te echen de un país que hasta ayer mismo era democrático, lo que supone libertad de opinión y de expresión para todos los ciudadanos -ya que no se nos consulta, que, de paso, podría considerarse otra estrategia usual de un sistema democrático, si lo fuere-.
Por no consultar a la mayoría de los soldados rasos, por desoír las discrepancias, a favor del absolutismo incuestionable, el general pierde el control de sus tropas y acaba solo en la isla de Santa Elena. De los incondicionales adeptos a nuestros dirigentes, oigo argumentos tales como que el gobierno en nombre del bien común tiene derecho a proceder como estime, por encima del disgusto de los gobernandos. Justo lo mismo que argumentaban los incondicionales del PP, cuando Aznar nos metió en aquella guerra contra la que estaban la mayoría de los españoles. Y pasó lo que pasó; la tiranía no es buena convocatoria para el voto y es tarde para aplicar la teoría de Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, según la cual son los gobernantes ilustrados los que tienen que dirigir a ese pueblo zafio que, en el fondo, no sabe lo que quiere ni lo que hace. Lo sabemos todos de sobra, hemos llegado a un punto sin inflexión y no hay posibilidad de marcha atrás. Pero, ¿qué alternativa nos queda a los que seguimos con la sangre roja y el corazón a la izquierda? ¿Será ésta la oportunidad de que Gaspar se convierta en el rey Gaspar? Lo dudo. Como siempre, los próximos votos no serán a favor de un partido, sino contra otro.
Conclusión; los rojos somos fachas, el gobierno es facha, los fachas son más fachas que nunca, eso sí, con la ventaja de que ellos lo llevan con coherencia y, en estas, hasta echo de menos al facha de antes, al de toda la vida. No me refiero al del franquismo vigente que, por razones cronológicas, no conocí, sino al que quedó, como residuo, en la transición, cuando muchos despertamos a la vida y a la política. El facha entonces era ese individuo que, aferrado aún al águila imperial, esperaba que Franco resucitase al tercer día. El facha majarón y, hasta cierto punto, entrañable, bien representado en ese personaje “Martínez, El Facha”, cuyas historietas vuelven a ponerse de moda y, de existencia real, en nuestra geografía urbana. Giles que tenía un museo, frente a la comisaría central de policía, con toda clase de iconos de la dictadura; retratos del Generalísimo y José Antonio, el yugo y las flechas, uniformes de la legión y un llavero del Ché Guevara, que no sé qué pintaba allí. En tal entorno, dormía el hombre vestido de indio apache. Y, en Granada, aquel otro que, vestido de falangista, hacía la salve a los coches que pasaban por la calle Reyes Católicos y el que paseaba la bandera de España, asomada desde la ventanilla de su limusina. Eran lo que eran, chalados e inofensivos, y, ante ellos, al menos, una sabía a que atenerse. Bendita transición, qué fue de ti.
P.D: Este artículo va dedicado a Adolfo Suárez, al que atrapó el alzheimer, para que no pudiese enterarse del despropósito en que se ha convertido esa democracia española por la que tanto luchó y a otros políticos de peso, héroes de la transición, como Santiago Carrillo y nuestro añorado Marcelino Camacho.
También a Manuel Pimentel, opción real y tangible, al que seguiré votando, aunque no se presente.
Buen fin de semana y besos a todos.
sí
Princesita Lola, leídos los seis primeros renglones del artículo, tengo que parar para besarte. Después, cuando termine de leerlo, te comento, ¿Vale!
Te quiero.
Se habla de los fachas, pero, ¿ qué se hizo de aquellos anarquistas, de espesa pintada al grumo negro en Pasillo de Santa Isabel, a mediados de los setenta…? :“Votad todos; 35 millones de moscas no pueden equivocarse: ¡comed mierda!”. Luego, entrada la noche, pasaban los de FN de Plaza del Teatro para liarse a golpes con prostitutas, travestís e incipientes transexuales de la zona del mercado Atarazanas y Alameda. Siempre me llamó la atención la similitud en el colorido de las banderas de ambas formaciones: “le rouge et le noir”. Con todo, ninguna de ellas igualó en patriotismo a Manuel Fraga cuando, en el 76 y a grandes titulares afirmaba, rotundo: “La importación de turismos extranjeros, por parte de españoles, es un insulto para los obreros de la Seat!” Desde luego, eran otros tiempos.
Pero el maniqueísmo, Lola, ya estaba presente antes morir Franco. Decían los medios de entonces, tras los últimos fusilamientos de terroristas en septiembre del 75 (patriotas para un amplio sector del espectro político, de boquilla para adentro, que nunca se sabe. Se supo después, algo tarde y en plena democracia, que eran eso: terroristas, pero yo, claro, no era objetivo de ellos y no iban a venir a por mí. Viva la Sociedad del Bienestar o ándeme yo caliente y ríase la gente. Y aquí estamos, nosotros no matamos; el hoy es malo pero el mañana es nuestro, etc, etc. Hasta hoy mismo, en que ya, dioses al fin , atrapamos el “mañana” soñado… Bueno, dejémoslo ahí ) Digo que hablaban los “media” del auge de la izquierda española y de cómo se había batido el cobre allá en Ginebra, enfrentándose a la policía suiza en su intento de prender fuego a la embajada de España….Puturrú de Fuá; niente da fare. Allí no había un español con chupa de cuero y pañolito rojo al cuello en kms a la redonda. La mayoría, pijos y pijas de Suiza y algún francés, tal vez un alemán…Aunque, dicho sea de paso, cualquier cosa era válida con tal de que el régimen finiquitase.
Lo que no olvidaré nunca es el día que, en Martiricos, los antidisturbios de la época, aquellos maeros vestíos de gris, tras una pausa en la refriega con estudiantes, el capitán que los mandaba, altavoz mediante, se dirigió a estos últimos con aquel peculiar acento ¿granaíno? que tenía: “o zu dizorvéi o vorvemo a la carga, señore…” Quede para el recuerdo.
Un saludo
Princesita Lola, lo siento (ya sabes que las alabanzas debilitan), pero hoy no puede evitarlo, tu artículo es muy bueno y yo no puedo ensancharlo de ninguna manera, así pues, y a mi pesar, no puedo más que darte la razón y felicitarte.
Un beso, Te quiero.
Gracias Lola, por este gran y esclarecedor escrito.
Un saludo
PD
Qué frío hacía en Sevilla el sábado (manifestación 22 de enero), y qué bonito estaba el río.
Queridos amigos:
Gracias por vuestros comentarios. Creía que, después de publicar este artículo, me iban a mandar al paredón -no, precisamente, por faltar a la verdad, que es lo grave-.
Aún nos queda algo de democracia, si podemos compartir estas opiniones, “tranquilamente hablando”.
Si nadie se ha dado por ofendido es porque no hemos ofendido a nadie. Mejor que mejor, en estos tiempos en que la ofensa parece moneda inexcusable de cambio en cualquier intercambio de impresiones. Seguiremos en ello.
Besos a todos.
Ay Lola, cuánta razón tienes. ¿Veremos algún día esa democracia ‘de primera’ en Andalucía, en la que muchos soñaron (y por la que lucharon) durante los años de la transición? El panorama es desde luego desolador, aunque no faltan esos rayitos de esperanza que mantienen vivo el sueño…