Reírse horrores

23 Dic
Balada triste de trompeta
Ya sabíamos que una mala película de terror podía dar mucha risa. De lo que puede hacer reír un Frankestein mal zurcido o un Drácula, reumático, y con la capa roída de mugre, ya se hizo eco la genial película de Tim Burton sobre Ed Wood, el peor director de cine de terror de todos los tiempos, y, en general, tantísimos filmes que aún nos intentan aterrar con toda clase de monstruos deformes con sus voces de caverna, sus manidos efectos especiales, tontuelos incluso en 3D, y sus excesos de ketchup rancio por todas partes. Una mala película de terror puede ser una buena película de humor, ya lo sabíamos; lo que no sabíamos es que una película de humor podía aterrorizar tanto. Obsérvese que digo película de humor y no “buena película de humor”, ya que todavía no estoy muy segura de si “Balada triste de trompeta”, el último estreno de Álex de la Iglesia, es una buena o mala película –y de humor, casi tampoco-; sólo que te deja con tal pellizco de horror en el estómago, que aún, no puedo recordarla en estas líneas, sin que me tiemblen un poquito los dedos. De hecho, creo que a este impacto sobrecogedor del filme aguantan pocos espectadores. Se trataba, por lo oído, de una comedia y, sin embargo, no creo haber escuchado ni una carcajada en la sala; de lo acojonados que andábamos todos, supongo.
Todo lo ingenuo, cándido y entrañable que toca al mundo infantil, nos eriza el vello cuando, en maligno, se vuelve del revés. Nos asustó de lo lindo, la niña diabólica de “El exorcista”, el niño perverso de “La profecía” y la tremenda tropa infantil de “El señor de las moscas” y todavía nos seguirían asustando a base de niños maléficos, de no ser porque, de sacarlos tanto a colación, por abusar tanto y tan mal del recurso, hemos terminado de ellos hasta los pelos.
De ahí, el hecho de que los payasos, que también pertenecen a ese mundo entrañable de la infancia, de tan tiernos y afables, se conviertan en sanguinarios asesinos; nos congele la risa del horror, que es como uno se queda después de ver la historia de payasos de Álex de la Iglesia.
Lo más aterrador, no obstante, es que la trama tejida por el director vasco, pese a su aparente inverosimilitud, está basada en hechos reales; la biografía del malvado John Wayne Gacy, contratante de una empresa de albañilería, amable ciudadano y esposo que, en algunos ratos libres, se disfrazaba de payaso “Pogo” para hacer las delicias de los niños del vecindario y, en otros, bajo la excusa de una entrevista de trabajo, iba asesinando brutalmente a todo joven varón que se le presentase hasta llegar a enterrar treinta y tres cadáveres en su jardín, sin levantar mayor sospecha- de no ser por el mal olor que, desde su casa, iba tumbando de fetidez a todo el barrio-. Del psicópata se sabe que, detenido y enjuiciado, recibió inyección letal en 1994, que sus últimas y célebres palabras fueron, “bésame el culo”, que, ante este sesudo epitafio y sus ejemplarizantes hazañas, dejó una inquietante turba de admiradores, de su misma talla intelectual, e inspiró una novela de Stephen King que fue, llevada al cine, con el nombre de “It”; la historia de un monstruo, venido del más allá, que, bajo la pacífica forma de un payaso aprovechaba la ocasión para zamparse a todo quisque y, en especial, a los niños con patatas. Como el Coco, pero con la gracia en el culo. A partir de ahí, se abrió la veda en las grandes pantallas a los payasos maléficos; los hubo de todos los colores y en cada tono de la maldad; torturadores, violadores, individuales y hasta en grupo como los “Payasos asesinos del espacio exterior”, que eran unos extraterrestres cuya misión consistía en exterminar la raza humana.
Y, sin embargo, ninguna de estas versiones antecesoras, siendo del género del terror, ha estado tan cargada de sangre como la comedia de Álex de la Iglesia. Un baño de sangre que vende bien por lo de la catarsis colectiva –la sangre siempre ha sido, del gusto público, desde la tragedia griega a los dramones románticos y el llamado cine de acción- pero ya canta demasiado, a troche y moche, unida, a la vez, a la transmisión de valores transversales como la crítica al régimen franquista y la violencia de género. Al final será que la cosa tenía mensaje, pero si esto es un cuento de Navidad, que venga Dios y lo vea.
Puede que el director vasco haya querido decir algo con tanto despropósito, aunque todavía no sé qué –y sospecho que él tampoco-. Desde “El día de la bestia” soy una seguidora de Álex de la Iglesia, de su modo de hacer tan corrosivo como personal y brillante, pero esta vez me ha sobrepasado. Se ha pasado, diría yo.
Por mi parte, diré que, por toda gracia, ha sacado a la niña que hay en mí y me la ha jiñado de miedo. Si los niños de hoy día se ríen con esta clase de payasos, voy a empezar a preocuparme.

P.D: Os mando una felicitación de Navidad, pinchando en esta dirección. Un abrazo a todos.

7 respuestas a «Reírse horrores»

  1. Feliz Navidad, princesita Lola.

    Te quiere
    Holden Caulfield

    PD
    Bonito vídeo, pero los títulos créditos van demasiado rápido, y siempre he odiado eso.

    Sobre el artículo no se me ocurre nada, ni siquiera ir a ver la película.

  2. Feliz Navidad, princesita Lola.

    Te quiere
    Holden Caulfield

    PD
    Bonito vídeo, pero los títulos de créditos van demasiado rápido, y siempre he odiado eso.
    Sobre el artículo no se me ocurre (decir) nada, ni siquiera ir a ver la película.

  3. Antoñito, me gusta el cine y también el artículo. Releo mi comentario y no aprecio la ambigüedad. Un saludo y felices fiestas.
    Paco, no se lo digas a nadie, pero a mí tampoco me gustan las navidades impostadas. Un saludo

  4. pésima película la de Aloex de la Iglesia
    Reiterada recreación morbosa en la violencia y en la sangre
    Qué pena de dinero gastado en ésta bazofia de película con las necesidades que pasa muc ha gente que están en paro o que tienen trabajos precarios
    Señor Alex de la Iglesia pida perdón por la pésima película, muy penoso confundir modernidad con bodrio

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