Millás no bebe gin-tonic

13 May
Juan José Millás
Cuando crees que ya te lo han robado todo –los bancos, Hacienda, la plusvalía, el choricete a pie de calle- te resta el consuelo de pensar que, al menos, conservas el derecho inalienable de seguir siendo tú mismo. Privilegio cuestionable, pues desde que existe internet, a poco que te descuides, te roban también la identidad y tu yo con nombre y apellidos queda en manos de cualquiera. Ocurre, por ejemplo, que un mal día vas a hacer uso de tu correo electrónico de toda la vida con tu sólita clave y te dicen que no es correcta de modo que, después de emburrarte una y otra vez en el intento, te expulsan del Hotmail por falsaria. Acudes, pues, a la opción de ayuda, donde te piden una serie detallada de amplios datos que demuestren que tú eres tú y tu circunstancia, emplazándote a quién sabe cuándo para verificarlos con tan taimado celo que incluso empiezas a sentirte algo impostora de ti misma. Por no caer en la destructiva paranoia, te consuelas al amparo de los más que probables fallos técnicos, pero empiezas a tener pruebas fehacientes y aterradoras de que ese otro yo con tu nombre y apellidos actúa por su cuenta con tu cuenta, pues lo ves metido en el Messenger, mientras te desconcentras del trabajo en que te afanas. En un tecleo nervioso y angustiado, le mandas un mensaje, pero esa otra lolaclavero70, que creías ser tú desde siempre, se te va de díscola y, de repente, no quiere saber nada de ti. Entonces, entre el desasosiego y el desarraigo –fuese peor o mejor tu identidad, a la larga, te acostumbras a ella- te preguntas con qué sarta de barbaridades no te estará desprestigiando ese Mister Hyde que te ha salido como un grano en el culo, que se ha llevado por delante la memoria de toda una década de correspondencia virtual y te deshonra, sin duda, a los ojos de tus contactos con su pésima gramática y sus faltas de ortografía- un lado oscuro no tiene que ser sino medio analfabeto-. Por salvar la honra, después de crearte un nuevo correo, comunicas a la desesperada a amigos y deudos que esa lolaclavero70 que conocían ya es apócrifa y que la auténtica ahora se apellida live.com, mientras sospechas que tales misivas despiertan el recelo de una más que aparente esquizofrenia –a estos escritores, tarde o temprano, se les termina yendo la chaveta, pienso que piensan-.
Descarto la idea de volver a acudir al Departamento de Delitos Informáticos en Comisaría, del que ya soy una habitual –saludos a mi amigo Rafa- y me centro en tomarme la justicia por mi mano en persecución de la presunta suplantadora. En una de esas jornadas esquizofrénicas, espiando a la otra Lola a pie de ordenador, me encontré con Juan José Millás chateando consigo mismo. Era media tarde y no estaba tomando su gin-tonic, mientras escuchaba la conversación de la pareja de al lado, lo cual confirmaba ciertas sospechas que vengo arrastrando desde hace tiempo, así que me quedé allí esperando el desenlace. Uno de los “Millás” se llamaba “Yo soy Millás” y el otro “Más Millás soy yo”, por lo que era difícil discernir cuál de ellos era el verdadero o si alguno lo era del todo. Como ya estaba cansada de mi propia esquizofrenia, me intenté sumar a la de los pretendidos Millás con el nombre “Yo soy tan Millás como el que más”, pero los otros dos me expulsaron del chat de inmediato, alegando que, en la esquizofrenia, dos son compañía y tres son multitud. No me rendí, sin embargo, y, al rato, dije que era Borges con “el otro” y que podíamos desvariar por parejas, a lo que alegaron que para fantasmas ya tenían bastante con los suyos, de modo que decidí contarles la verdad de mi similar trasunto; que yo también era dos, pero una de ellas se me había escapado. No lo hice, porque me quedé enfrascada en su diálogo que parecía una justa de neurosis –a lo mejor, los dos eran Millás a partes iguales-. Un Millás decía que era abstemio, pero que no paraba de soñar cada noche que tomaba gin-tonics a media tarde y eso le daba unas resacas tremendas por la mañana y el otro que a él lo que le daba tremenda resaca eran las conversaciones de las parejas de al lado que cada vez traían más garrafón. De repente, sentí ciertos celos por la sincera camaradería con la que se trataban aquellos dos Millás y fui en busca de mi otro yo fugitivo para poder mantener alguna conversación edificante de tú a tú –o de yo a yo- pero los del Windows live ya habían decidido reestablecérmelo, admitiendo que al final mi identidad era mía –a quién le va a interesar una identidad que da tantos problemas-. Vuelvo a tener mi antiguo correo, pero ahora lo encuentro mustio, taciturno y como con barba de tres días. A saber qué ha estado haciendo por ahí. Por los nuevos contactos que ha agregado, sé que no ha andado en buenas compañías y se maneja con hastío de resaca. Después de todo, parece que la impostora –o impostor- era de garrafón.

P.D: El «Inventario de chistes malos» está resultando todo un éxito. Tanto que es sumamente difícil elegir el peor o el mejor, porque también los hay buenísimos. Pásate en cuanto puedas por la entrada y cuéntanos el tuyo. Como dijo aquel célebre terapeuta, que me acabo de inventar, el humor malo cura el mal humor. Te esperamos.
CHISTE DE LA SEMANA
De José Antonio Bernal
Un hombre está tan desesperado que comenta:
-El día que mi mujer se vaya con su amante, me voy yo con ellos.
No es malo, pero es memorable ¿A qué sí?
La próxima semana más…Besos a todos, sois unos máquinas.

6 respuestas a «Millás no bebe gin-tonic»

  1. Lola, creo que puedo darte alguna información sobre los que te robaron el correo y cómo. Francamente es un delito grave y podrías denunciar con éxito daños y perjuicios. Soy abogado y estoy dispuesto a asesorate gratis. Ya tienes mi correo, así que…

  2. Me admira el sentido del humor que le pone a la tremenda putada que le acaban de hacer, no sé si personas tan miserables, mezquinas y cobardes merecen tan buen artículo o siquiera más que el silencio de desprecio y la indiferencia como condena.

  3. Pues yo creo que esos -que son delitos- habría que denunciarlos y tener pena de cárcel pues, suplantando una personalidad, pueden arruinar la imagen de esa persona. Por lo demás, muy busno, Lola. Dentro de todo, me lo he pasado en grande, leyendo el artículo.
    Hay que ver qué vida tan pobre tendrán algunos para tener que ingeniárselas robando la de otro.

  4. la miseria moral se manifiesta de muy variado y diverso modo.que esos tipejos vayan luego dando clases…pues eso,qué clase de asqueroso hay que ser.y no vale eso de que estarán aburridos.plagiando a moncho alpuente:si quieren emociones que cacen leones a golpe de alfiler.si hay posibilidad de rastrear sus ip y localizarlos ¡a por ellos!
    y qué consuelo:el humor,la ironía,el sarcasmo,la guasa,el ruinazo.ríete del ave félix(sic,sí,sic).que nos van a tener que matar.suerte de topar con un mierda bárbaro y poder torearlo.

  5. Salvo por las molestias propias de la perdida de documentación valiosa, no hay por qué preocuparse porque a uno le roben la identidad o cuenta de correo electrónico. A cierta edad, las personas deben haber aprendido qué tiene importancia y qué no; en lo que a mí respecta, me trae sin cuidado todo lo no imprescindible, absolutamente imprescindible para la vida: aire, agua, alimentos, dignidad y, no sé si hay algo más. Besos

  6. suele ayudar en lo de pasar una vejez calma y serena dejar en paz a los demás,no entrometerse y no ser ni baboso ni pesado.dignidad y respeto a la intimidad(ajena y propia)de la mano van.otrosí la tranquilidad de no padecer procesos ni causas ni investigaciones.en serio,disculpar según qué cosas acaba llevando a justificar lo intolerable.

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