LLamar al tío

8 Abr

Ningún aparato es fácil de instalar, sobre todo para un español de edad mediana; criaturas que suelen demostrar especial dificultad tanto en el aprendizaje de los idiomas como de las tecnologías. En ciertas ocasiones, salen al mercado electrodomésticos de nombres sugerentes que nos hacen concebir ilusiones utópicas. Cuando lanzaron, por ejemplo, el llamado “robot de cocina”, a mí, miembro de una generación que soñó con un 2.000 de modernismo galáctico, se me hacía que tal invento consistía en un androide de complexión metálica, obediente y eficaz, al que se le encargaban de mañana unas croquetas con patatas y, sin más, te las tenía listas sobre la mesa al mediodía. Hasta que pude ver en televisión la demostración de uso de tal aparatejo, que defraudaba de todo punto tan altas expectativas. Así pues, la señora vendedora acudía a un hogar de cocina tan enorme como para albergar tamaño despliegue de medios –los accesorios de aquel electrodoméstico serían incompatibles con cualquiera de nuestras diminutas cocinas al uso- y se pasaba toda la tarde, pelando y picando junto a un matrimonio de lo más simpático. Aquellas escenas entrañables animaban al fomento de las relaciones sociales, aunque, sin duda, no dejaban entrever que tal electrodoméstico aligerase las tareas culinarias, pues, bien está que, al final, el susodicho robot freía, cocía o amasaba, pero también que hasta ese punto tanto el matrimonio como la vendedora habían trabajado como chinos. La pareja debió pensar lo mismo que yo, ya que, en definitiva, agradeció la grata visita de la vendedora, pero, decidió “pensarse” la compra del producto que, además, valía su descomunal peso en oro. Así y todo, quedaron como amigos, intercambiando teléfonos y besos al aire, lo cual demuestra lo ficticia de la situación, pues, en circunstancias reales, lo normal es que la vendedora hubiese mandado a los fallidos clientes al cuerno, después de hacerle perder la tarde. Así es la televisión, puro montaje, o más bien, digo “era”, porque tiempo ha que no la veo. Cierto es que como todo ciudadano español medio me compré el dichoso TDT y no menos que, fiel a mi genética patria, ando aún intentando descifrar las instrucciones. Antes entiendo, me pueden creer, un soneto de Góngora que estos sencillísimos manuales que, además, por eso de anunciarse como sencillísimos ponen en entredicho la autoestima del usuario. La pregunta es entonces, ¿Seré tan inútil de no poder descifrar el sencillísimo manual de instrucciones adjuntas? La respuesta dolorosa, clara y contundente, no se hace esperar; sí, lo soy. Manejar cualquier electrodoméstico fue en otro tiempo más fácil; los españoles de cierta generación nos habíamos habituado al siguiente proceder: ir al comercio, elegir el aparato con soltura feudal y esperar a que viniese el muchacho de la tienda a instalarlo, que nos diese la orientación tecnológica subsiguiente hábil a nuestras posibilidades –botón de encendido y apagado- para luego despedirlo con una propina. Pero ahora esos muchachos de la tienda, tan necesarios para la ciudadanía española, resulta que están en paro e impera la ley del “hágalo usted mismo”. Vale, sí, pero ¿cómo? De modo que nos pasamos la tarde y parte de la noche con el orgullo herido tecleando en vano cada botón del mando a distancia, mientras miramos de reojo la leyenda auxiliadora del manual “En caso de dificultad, consulte con nuestro servicio técnico”. Nos resistimos a caer en esa dicha dificultad que revelará nuestra total ineptitud, pero, derrochados todos los resortes de la paciencia, alguien ya resuelto y cejijunto toma la determinación que está en la mente de cada circundante, “creo que voy a llamar al tío”. Lo correcto sería decir “creo que voy a llamar al encargado del servicio técnico”, pero, a esas alturas, uno anda cabreado y tan necesario señor se convierte en “el tío” como un cabeza de turco al que necesitas hacer pagar por tanto tiempo de experimentación baldía. Lo llamas con ánimo de consultarle e incluso de matarlo, de ser posible, y te indican que todos nuestros operadores están ocupados y que permanezcas a la espera, lo que te da la idea de la cantidad de inútiles –como tú- que tendrán ocupados a los operadores y con ese mal de muchos y la melodía del Titanic que, al otro lado del cable amansa a la fiera que llevas dentro, te vas consolando. Hasta que, por fin, te atiende “el tío”, el operador, normalmente suspirando de anticipada fatiga ante la inutilidad del usuario al que ahora le toca atender. Se explica con tal minucia técnica que no le entiendes nada, pero, con suerte, después de media hora de diálogo de besugos, se hace la luz y suena la flauta casi por casualidad, aunque, en estas, también es posible que la conversación y la casa se queden en un cortocircuito. “El tío”, el operador, también tiene su corazoncito y, a lo mejor, va y te cuelga, después de alguna palabra gruesa.
Puedo renunciar a casi toda la programación televisiva, pero soy adicta al informativo de las nueve y nada es más difícil que romper una rutina. Una semana sin noticiero y varias veladas en la criptografía del sencillísimo manual de instrucciones, me han puesto en la picota. Sin más remedio voy a llamar al “tío”. Pobre hombre.

P.D: En la entrada «Inventario de tópicos machistas» ya ha sido publicado el nombre del ganador y los finalistas. Esperamos en breve el discurso del premiado…
A partir del próximo lunes, abriremos el próximo inventario «Inventario de resacas sonadas». Id preparando vuestros testimonios. No faltéis a nuestra nueva cita. Os necesitamos!!!

15 respuestas a «LLamar al tío»

  1. Con la misma facilidad que descifro a Góngora, puedo instalar, e incluso reparar, al más complejo de los electrodomésticos. ¿Quieres probarlo, Lola? Llámame, sin temor.

    PD
    Como (casi) siempre, magnífico artículo. Gracias.
    Un beso

  2. Yo también estoy seguro de que me voy a casr con Lola, tanto como de que soy Napoleón. Señor Holden, no ha pensado usted ir al psiquiatra. No, por nada…

  3. Pues a mí me parecía que la señorita periodista no estaba en una de esas páginas web para buscar novio. Lo mismo hasta que sabe escribir, siendo mujer y todo.
    Siempre la misma estúpida historia…

  4. He tenido el honor de resultar premiado en el concurso de «Tópicos machistas» En breve, presentaré mi discurso, lo cual supone una gran responsabilidad,esto, ejem…

  5. Gerardo, no creo que reconocer que la mayoría de las mujeres no sabemos arreglar un enchufe sea un tópico machista, como tampoco lo es decir que los hombres suelen ser bastante inútiles en la cocina – ¿excepto para la paella, quizás? ;). En fin, que dada la marcada división de roles en nuestra sociedad, lo realmente extraño sería que la mayoría de las mujeres españolas mostráramos de repente un gran interés por cómo funcionan los aparatos eléctricos!! En mi casa (como supongo en la de la mayoría de las mujeres) esa siempre fue la tarea de mi padre y mi hermano el mayor, así que yo como tú, Lola: que el funcionamiento de cualquier electrodoméstico es para mí todo un misterio… Un beso.

  6. Parafraseando al comentarísta «José Luís»…

    «Eso, a las mujeres siempre hay que arreglarles los enchufes.»

    mi pensamiento es (candidato para el «Inventario de tópicos machistas»):

    «¡Y enchufarlas!…»

    sí!..sí!…con doble sentido!…a pensar mal!…

    Nota: Se podrían recopilar de casi todos los comentarios del blog de Lola «tópicos machistas»…; algunos serios; otros inconscientes y la gran mayoría humorísticos!…

    ahora…

    ¿te casas conmigo?…

    o sea…

    ¿te quieres casar conmigo?…

    digamos…

    ¿matrimonio?…

    besos!…

    Ca?y Twój

  7. Gracias, Rosa, pero, la verdad es que, además de no saber arreglar un enchufe, tampoco soy precisamente un as en la cocina. Soy lo que se dice una inútil del todo,por lo que no entiendo ese interés en pedirme matrimonio. Besos.

  8. Lo que una mujer debe dominar con maestría es, ‘el placer de la conversación, y el silencio’. Y en eso, creo eres perfecta, ¿No te parece, Lola?

  9. ¡Pues viva la inutilidad, Lola! Sin ánimo de contrariar a tus más fervientes cortejadores, el no tener que depender de un marido para sacarnos las castañas del fuego ¡eso sí que es progreso! Así que benditos «los tíos» de los servicios técnicos, la RACE, el microondas y los pre-cocinados de El Corte Inglés.
    PD: Espero que no tarden demasiado en instalarte el dichoso TDT. Un verdadero fastidio, eso de estar sin poder ver tu informativo favorito.

  10. Estimada Rosa Montes, sin ánimo de fastidiarle la dieta ni su deseada y legítima libertad: los pre-cocinados de El Corte Inglés (ni de ningún sitio) no son recomendables si usted pretende vivir largos y dichosos años. (No usarlos, no restringe libertad alguna, esté tranquila) Un saludo

  11. Compré un aparato de TDT defectuoso -advierto, los venden a miles, lo cual provoca episodios de crudas desavenencias en el hogar- y no hubo modo, puesto que iba ya con tara, de instalarlo. De modo que hubo que devolverlo y comprar otro -más caro y marca Bostón,por si a alguien le es útil el dato-que se puso en marcha en un periquete. Cuidado con las ofertas, amigos, que ponen en entredicho la autoestima del usuario!!! We can!

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