Marina tiene que cometer cuatro pecados en el plazo de veinticuatro horas. Se acerca su Primera Comunión y su preparador de catequesis, asimismo que padre confesor, le tiene encomendados estos raros y estrictos deberes; cinco pecados, ni más ni menos. Ni la corta biografía de esta niña de diez años ni su condición de angelote tímido y retraído dan de sí para tanta maldad. Si hasta el día de hoy no ha cometido más que un pecado, cómo le será posible añadir otros cuatro en una sola jornada. Asunto de tamaña gravedad – ya que es nada menos que su Primera Comunión la que anda en juego- la tiene estresada, pues, además, el sacerdote instructor no ha especificado si esos cinco pecados han de ser mortales o veniales, en cuyo caso cabría la posibilidad de conmutación en la suma. A saber; resulta plausible que un pecado mortal valga por cuatro veniales, con lo cual si es capaz de perpetrar una acción del todo atroz en el transcurso de un día, tal vez solventará el asunto en un periquete. ¿Qué ha de hacer pues? ¿Blasfemar? ¿Asaltar un banco? ¿Asesinar a un prójimo? Un pecado mortal son palabras mayores y cualquiera de las cuchufletas que se le ocurran no pasarán sino por falta menor. A no ser que su solo pecado, el único con el que cuenta, valga por cinco, aunque, por otra parte, también quede la posibilidad de que este mismo, su único pecado original, no haya sido más que una errata atribuible a la propia Providencia que no la hizo nacer en el momento debido. Así pues, Marina concentra toda su presunta maldad en hacerle la vida imposible a una hermana mayor que, en justicia, según ella, tendría que haber sido la pequeña. En el propio pecado lleva la penitencia, pues, por perrerías que se le ocurran, a la Madre Naturaleza nadie le enmienda la plana y, cuando una es la hermana menor, no le queda otra que serlo de por vida. Lo sé por experiencia y añado –por que Marina tome nota y se relaje- las grandes ventajas que ello conlleva. La hermana mayor es considerada responsable, de modo que, en caso de perpetrar cualquier calaverada conjunta, no hay más que cerrar la boca en plan de ingenua criaturilla y esperar a que ella se lleve los palos. Yo tuve la suerte de tener una hermana mayor que, pese a ser un pedazo de pan, iba de rebelde reivindicativa como la Inés del “Cuéntame”, lo que me fue abriendo muchos caminos en la trasgresión, sin hacer más que dejarme malear de muy buen grado, mientras ponía ojitos de pequeñuela indefensa, sacando partido a dos bandas a cuenta del vil peloteo. Confieso.
El pecado de Marina no es siquiera un pecado original; pues, en los albores de cada cultura, de cada mitología, siempre hay una historia de rifirafe entre hermanos y quién sea Caín o Abel o quién debería haber estado a la derecha del padre, es algo difícil de determinar. A cuenta de ello, convendría releer “Al este del Edén” de John Steinbeck y ver la homónima película de Elia Kazan con ese malo entrañable, encarnado por James Dean, abordar la novela “Caín” de José Saramago o el escandaloso último libro de Philip Pullman, “The good man Jesús and the scoundrel Christ”, según el cual, María no engendró a un hijo sino a dos; Jesús, saludable, carismático y sincero y su gemelo, Cristo, enfermizo, libertino y manipulador. Valga todo ello al servicio de la simbología aunque, en el orden cotidiano y terrestre, no soy partidaria de establecer clasificaciones maniqueas. La rivalidad entre niños, entre hermanos, casi siempre viene fomentada por las preferencias, no siempre bien disimuladas de los mayores, y las comparaciones odiosas de las que hay que irse desmarcando, al paso de la madurez, por buscar ese auténtico espacio que a cada uno nos corresponde. Por lo demás, Marina, cuatro pecados o incluso cinco no son tan difíciles de cometer de aquí a mañana, si contamos con los de pensamiento y omisión. Te lo dice tu tía que, antes que articulista, quiso ser santa y llevaba estas cosas a tal perfeccionismo de no salir del confesionario:
-Señor Padre, me confieso de haber tenido un duro y no dárselo a un pobre (pecado de omisión.)
-Señor Padre, me confieso de que he pensado darle un guantazo a mi hermano.
-Pero ¿Se la diste o no se lo diste?
-Claro que no.
-Pues entonces no es pecado.
-¿Cómo que no? Es un pecado de pensamiento. En el “Yo, pecador” se dice “me confieso a Dios de haber pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
El señor confesor, que, dada su ancianidad y su sordera, tenía poca paciencia, terminó despachándome con cajas destempladas:
-Mira, niña, cuando tengas que contarme un pecado en condiciones, vienes.
Creo que nunca llegué a cometer ese pecado en condiciones, pero, aún así, la Primera Comunión la tengo hecha. Ánimo, Marina, ya verás que también a ti el señor confesor te termina haciendo la vista gorda.
P.D: No olvidéis que nuestro «Inventario de tópicos machistas» -una entrada más abajo- sigue esperando vuestras aportaciones ¿Quién dará más?
20 respuestas a «Los cinco pecados de Marina»
Me temo que a esa niña ya no la salva ni Dios -de la Primera Comunión-.
Querida Lola, tu amigo invisible me recuerda que como el mayor pecado del mundo es haber nacido, esa sobrinita que se parece a ti misma de chica, (yo no te vi de chica, y creo que la única vez que te vi ha sido cuando te dieron hace días el Premio Ateneo-UMA) por rasgos de la cara y el pelo, sólo tendrá que cometer tres pecados. ¿Qué te parece darle el consejo de que cometa uno rodeada de espejos, y así se les multiplican?
Enhorabuena por tu entrada: ingeniosa, divertida, y que a algunos nos hace retroceder años y años y algunas leguas a tiempos pasados. ¿Tan igual sigue lo de las primeras comuniones y los pecados? ¡Santo Cielo, no me llegan los pies al suelo!
Un saludo cordial y ya tendrás el «caso machista» que te prometí.
Tener la cómoda tan recargada con periódico, fotografías, figurillas y demás; podría ser un pecado, ¿No? (es broma) Por cierto ¿Es una foto fin de carrera la de ese hombre de azul? Y, ¿El gato tiene obesidad o es lo foto? En serio, parece enorme; aunque también limpio y esponjo; pero de estar gordo habría que hacer algo, ¿verdad? Por demás, magnifico y divertido artículo, Lola. Y, la niña sin duda se parece a ti; es monísima. Un beso
Hola soy Marina la de la foto con el gato de mi abuela y por cierto Jorge a mi si me va a salvar Dios al que no te va a salvar es a ti por decir esas cosas.
No te enfades, Marina, Jorge sólo quería hacer una broma ¿a que sí? Como todos han podido ver por tu foto -si es que la cara es el espejo del alma- Dios no sólo te salva sino que además te pone en un retablo de alguna iglesia de Florencia.
P.D :Perdón por el pecado de vanidad que supone pavonearme de tener una sobrina tan bonita y gracias por encontrarle parecido conmigo. Es un orgullo.
Edipo, el gato de la foto, lleva a dieta mucho tiempo, pero parece que el pienso para gatos obesos le engorda más aún. Quizá porque quintuplica las raciones. No sabemos, en todo caso, si, tal vez, en vez de un gato, es un cachorro de tigre o, simplemente, que los mimos de la abuela Fina y la vecina María lo han criado con opulencia de obispo. Su pecado es la gula. Aunque, gordito y todo, no me direis que no es una pasada de gato. «Dame gordura y te daré hermosura».
Gracias por el beso princesita Marina. Y, di a la abuela que no eche tanta comida al gato; o, que le busque una novia, ya verás cómo adelgaza (por su bien). De cualquier forma, es una pasada de gato, desde luego. Un beso
La Iglesia siempre tan obtusa y tan hipócrita con lo que está cayendo en contra suya por sus propios pecados, sí, ya se ve a los niños siempre están dispuestos a pasarles la mano…
Me ha divertido mucho tu artículo, Lola ¡Ya me habría gustado a mí que el cura me hubiera encargado algo parecido para mi Primera Comunión! Importante cometido, aprender a pecar, pero difícil para todos los de nuestra generación ¿no crees? ¿Será ésta una señal de que la Santa Madre Iglesia comienza a entrar en razón?
Holden, creo -casi seguro- que Rosa manejaba la ironía. Los de otras generaciones hemos vivido en el excesivo miedo al pecado, con el peso de una culpa que muchas veces ni existía, mientras ahora, de modo contrario, la ausencia de remordimientos y concepto de culpa, está engendrando monstruos entre niños y adolescentes, aunque se entienda que no todos lo son. Como en todo, no hay otra que buscar el término medio. La paz esté con nosotros…
Agradezco la aclaración, Lola, pero había distinguido la ironía, me paso la vida practicándola, y sufriendo sus inoportunas consecuencias. Simplemente me pareció oportuno añadir el comentario. Un beso y gracias.
Me temo que a esa niña ya no la salva ni Dios -de la Primera Comunión-.
Querida Lola, tu amigo invisible me recuerda que como el mayor pecado del mundo es haber nacido, esa sobrinita que se parece a ti misma de chica, (yo no te vi de chica, y creo que la única vez que te vi ha sido cuando te dieron hace días el Premio Ateneo-UMA) por rasgos de la cara y el pelo, sólo tendrá que cometer tres pecados. ¿Qué te parece darle el consejo de que cometa uno rodeada de espejos, y así se les multiplican?
Enhorabuena por tu entrada: ingeniosa, divertida, y que a algunos nos hace retroceder años y años y algunas leguas a tiempos pasados. ¿Tan igual sigue lo de las primeras comuniones y los pecados? ¡Santo Cielo, no me llegan los pies al suelo!
Un saludo cordial y ya tendrás el «caso machista» que te prometí.
Tener la cómoda tan recargada con periódico, fotografías, figurillas y demás; podría ser un pecado, ¿No? (es broma) Por cierto ¿Es una foto fin de carrera la de ese hombre de azul? Y, ¿El gato tiene obesidad o es lo foto? En serio, parece enorme; aunque también limpio y esponjo; pero de estar gordo habría que hacer algo, ¿verdad? Por demás, magnifico y divertido artículo, Lola. Y, la niña sin duda se parece a ti; es monísima. Un beso
Hola soy Marina la de la foto con el gato de mi abuela y por cierto Jorge a mi si me va a salvar Dios al que no te va a salvar es a ti por decir esas cosas.
No te enfades, Marina, Jorge sólo quería hacer una broma ¿a que sí? Como todos han podido ver por tu foto -si es que la cara es el espejo del alma- Dios no sólo te salva sino que además te pone en un retablo de alguna iglesia de Florencia.
P.D :Perdón por el pecado de vanidad que supone pavonearme de tener una sobrina tan bonita y gracias por encontrarle parecido conmigo. Es un orgullo.
Edipo, el gato de la foto, lleva a dieta mucho tiempo, pero parece que el pienso para gatos obesos le engorda más aún. Quizá porque quintuplica las raciones. No sabemos, en todo caso, si, tal vez, en vez de un gato, es un cachorro de tigre o, simplemente, que los mimos de la abuela Fina y la vecina María lo han criado con opulencia de obispo. Su pecado es la gula. Aunque, gordito y todo, no me direis que no es una pasada de gato. «Dame gordura y te daré hermosura».
un beso para Lobo Estepario(l):P
Gracias por el beso princesita Marina. Y, di a la abuela que no eche tanta comida al gato; o, que le busque una novia, ya verás cómo adelgaza (por su bien). De cualquier forma, es una pasada de gato, desde luego. Un beso
PD
¿(l):P?
Esta niña parece que tiene carácter. Confiemos que no sea feminista ¿verdad, Lola?
Era broma Marina, no te enfades conmigo, ¿vale?
Besos.
Hola Lola, aunque este fuera sigo leyendo tus articulos.
Impresionante los cinco pecados de Marina….
El carácter es de familia, eso sí que lo ha sacado de su tía
Muy mona la niña y el gato. Enhorabuena!!!
La Iglesia siempre tan obtusa y tan hipócrita con lo que está cayendo en contra suya por sus propios pecados, sí, ya se ve a los niños siempre están dispuestos a pasarles la mano…
Me encantan tus artículos. felicidades Lola!
¿Quiere acusar otra vez a la Iglesia? ¿Qué tiene que ver este artículo con la pederastia? ¿O es que quiere dar ideas?
De verdad, que no es mentira. De acuerdo con lo uno y con lo otro. ¿De qué hablan, por cierto?
Me ha divertido mucho tu artículo, Lola ¡Ya me habría gustado a mí que el cura me hubiera encargado algo parecido para mi Primera Comunión! Importante cometido, aprender a pecar, pero difícil para todos los de nuestra generación ¿no crees? ¿Será ésta una señal de que la Santa Madre Iglesia comienza a entrar en razón?
Entendiendo por pecado infringir cualquiera de los diez mandamientos, pienso que enseñar a pecar a los niños no es una buena lección. Un saludo.
Holden, creo -casi seguro- que Rosa manejaba la ironía. Los de otras generaciones hemos vivido en el excesivo miedo al pecado, con el peso de una culpa que muchas veces ni existía, mientras ahora, de modo contrario, la ausencia de remordimientos y concepto de culpa, está engendrando monstruos entre niños y adolescentes, aunque se entienda que no todos lo son. Como en todo, no hay otra que buscar el término medio. La paz esté con nosotros…
Agradezco la aclaración, Lola, pero había distinguido la ironía, me paso la vida practicándola, y sufriendo sus inoportunas consecuencias. Simplemente me pareció oportuno añadir el comentario. Un beso y gracias.
Ana creo que en ese comenario a habidoun poquito de ayudita ¿no?