
No sabemos cuántos años ha cumplido a día de hoy el Hombre-masa, aunque estamos hartos de saber, por el Google, que los personajes de Barrio Sésamo han cumplido ya cuarenta años. Los echamos de menos, sin duda, pues, a su modo, de aparente simpleza, iniciaron una corriente de programas infantiles inteligentes que desarrollaban en los niños la agudeza, la creatividad y el espíritu crítico como más tarde, en ese clímax de movida constructiva, “La bola de cristal”, un espacio singular destinado a crear, entre las masas, niños singulares y que, dada la peligrosidad de su objetivo, salió de la parrilla por no haber de reparar, a la postre, daños mayores. Los niños singulares acaban por pensar, fermentar revoluciones y alterar el orden establecido. Y, en cualquier caso, de uno u otro modo, caen víctimas de sus propias tendencias extravagantes. Imaginamos, por ejemplo, cuán difícil hubo de ser la infancia del niño-lobo, quien, como cualquier chaval, intentaría emular los hábitos sociales de sus compañeros sin contar con que luego la originalidad de su propia naturaleza le saliese por peteneras. Sin duda que, al igual que un niño corriente, invitaba a un amiguito a merendar –ésa era su primera intención- pero, en estas, salía la luna llena y no le quedaba otra que merendarse al amiguito propiamente dicho. Trágico sino el del niño licántropo, singular como ninguno y más solo que la una.
En definitiva, es mucho mejor ser un ser ordinario que extraordinario. Antes de llegar a la inmortalidad –estado del que, por falta de datos, no tenemos claro que entretenga- el individuo singular se aburre a manos llenas. Puede que sepa un montón de física cuántica o de la sintomatología de las enfermedades exóticas, pero si no sabe de las últimas peripecias de Belén Esteban o de las vergonzosas derrotas del Real Madrid ante el Alcorcón, se quedará sin tema de conversación en las reuniones sociales; sin reuniones sociales y sin compañía. La criatura ordinaria, por el contrario, no pasa a la historia, pero se pasa una vida de aupa compartiendo compañía y tertulia con sus congéneres. Cuando no con la televisión que está llena de personajes ordinarios con los que empatizar. Un hombre masa será un cualquiera pero, en suma, tiene más probabilidades de ser feliz que el Hombre-masa. El Hombre-masa no ganaba para disgustos –ni para camisas- y a lo mejor ni le gustaba el fútbol. De gustarle, seguro que era del Atletic.
Pues si yo fuera del Real Madris, me pondría más verde que este menda.
el hombre-masa en la serie de televisión era interpretado por un tal «Lou Ferrigno»!…
http://www.louferrigno.com/
http://es.wikipedia.org/wiki/Lou_Ferrigno