La juventud de Ayala

5 Nov
Francisco Ayala
Francisco Ayala
Con ciento tres años cumplidos, en plena juventud, muere el escritor Francisco Ayala. Se envejece, dice nuestro Manolo Alcántara, cuando se pierde la curiosidad, por eso Ayala nunca hubiera llegado a viejo ni en el caso de haber vivido otro par de siglos. Su tremenda inquietud por asomarse cada día al mundo –no pasó mañana en que no leyese el diario-y tomarle el pulso, le impedían traspasar el umbral de la ancianidad; ese estado estanco del alma en el que el humor se pone mustio y se reniega del presente a favor de la apatía vegetativa en el que caen algunos apenas cumplida la treintena cuando creen que ya han hecho todo lo que tenían que hacer y así se instalan para siempre en el rencor o la añoranza del pasado, demonizando ese tiempo inútil y hostil del que sólo toca lamentarse. Ayala, sin embargo, hombre con la vista siempre puesta en el futuro, nunca tuvo tiempo para el lamento ni el victimismo que también envejece lo suyo, ni aún en el exilio, después de haber perdido a su padre y su hermano entre el amasijo de incoherencias y barbarie que supuso aquella horrenda Guerra Civil, materia que en plumas de menor talento hubiera caído en el tópico de la literatura panfletaria y revanchista y que él, sin embargo, supo trascender más allá del facilismo maniqueo sin buscar culpables concretos sino ahondando con sabia objetividad en el sinsentido de las guerras que primitivizan y animalizan a las personas por encima de cualquier credo ideológico. Así lo explica en una de sus obras más celebradas, “La cabeza del cordero”, donde aprovecha el telón de aquel estado de destrucción para construir una vez más la explicación de la condición humana, verdadera obsesión del intelectual granadino, y un modo de arte, como le es propio, revolucionario y singular, pura experimentación en línea constante de crecimiento que, bien fundamentada en el conocimiento de los clásicos, no se abandona al mero exhibicionismo de un virtuosismo hueco. El vanguardismo de Ayala, presente ya desde sus primeras creaciones (“El boxeador y un ángel”, “Cazador en el alba”) es consecuencia de un genio ya latente o patente en el surrealismo de las novelas ejemplares de Cervantes, la sátira grotesca y deformadora de Quevedo y el esperpento de Valle-Inclán. Todo escritor talentoso es vanguardista en la medida en que va por delante de su época. De este modo, tampoco valdría encasillar a Ayala como la consecuencia de una moda aprendida en la juventud, inspirada en la llamada “Deshumanización del arte” que prescribió Ortega y de la que el propio autor de “Erika ante el invierno” se desmarca según propias declaraciones. La técnica de Ayala se renueva de continuo precisamente porque está viva; esto es, se hace mayor y no envejece como lo hacen las modas. Tal vez para entender a don Francisco haga falta cumplir un siglo más, sobre todo en este país tan apegado aún a la tradicional narrativa decimonónica. Sin duda, Ayala ha sido un autor demasiado joven para su época, un escritor del futuro -qué clásico no lo es- que sólo puede explicarse desde el futuro mismo. Así que pasen cien años, por lo menos. Pero, ni atendiendo a estos criterios formales, basados en la lectura superficial y los prejuicios de rancios manuales, podremos tachar la prosa de Ayala de deshumanizada, estando impregnada de humanismo por los cuatro costados. Creo que ningún escritor, después de Gracián, el bien llamado Nietzsche español, se ha interesado de forma tan intensa por indagar en la condición del género humano; en su flaqueza, su codicia, su cobardía, su egoísmo, con la misma perspectiva pesimista del autor barroco, pero con una luz de esperanza al final del túnel, la posibilidad de redención en la vuelta al paraíso primigenio, “El jardín de las delicias”.
En Ayala es elogiable su aguda capacidad para la crítica y su modo de ejercerla, desde la objetividad ecuánime, gracias al distanciamiento del humor, la superposición cinematográfica de tramas y planos y la ocultación del autor bajo el juego metaliterario de los narradores apócrifos que permite denunciar las situaciones más duras y miserables sin provocar antipatía y burlando a la censura, lo mismo la Guerra Civil, “Los usurpadores”, que las dictaduras latinoamericanas “Muertes de perro” y “El fondo del vaso”. El autor se jactaba de no haber tenido que silenciar ni un renglón de lo escrito –pero qué censor a la altura iba a atreverse a prohibir lo que no entendía-.
De toda la obra de Ayala, inmensa entre artículos, narrativa y ensayos, por el momento yo me quedo con “El hechizado”, la historia de un poeta tan mediocre como henchido de ego que busca los laureles del éxito en la corte depauperada de Carlos II; lectura imprescindible y ejemplificadora para aquellos-pretendidos- artistas que, inconscientes de sus grandes limitaciones, se quejan de no ser besados por el oropel y la fama sin ofrecer al panorama intelectual mayores dotes que su afán de notoriedad. El escritor de raza, como Ayala, no se hace por casualidad sino por alimentar su talento con formación, constancia y no dejar jamás envejecer a su musa sobre los laureles. Por dedicar una vida de larga juventud a la siempre infinita largura del arte. Precisamente, a Ayala, ese joven centenario, sólo los homenajes le hacían sentirse un poquito viejo.

Una respuesta a «La juventud de Ayala»

  1. http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Ayala

    http://es.wikiquote.org/wiki/Francisco_Ayala

    Francisco Ayala García-Duarte (Granada, España, 16 de marzo de 1906 – Madrid, España, 3 de noviembre de 2009). Escritor, ensayista y traductor español.
    [editar] Citas

    * \"Una vida sin literatura no es una vida humana\".
    * \"Ciertos improperios clásicos que en el honesto ambiente burgués de mi familia resultaban malsonantes (aunque hoy día, con el paso del tiempo, suenan sin escándalo en las bocas más inocentes), eran dirigidos por mí en las peleas pueriles a otros chicos de mi edad, o incluso a mis propios hermanos. \’¿De dónde has sacado tú esas palabrotas?\’, me preguntaba con asombro mi madre. Y se quedaba desconcertada al saber que provenían nada menos que de las páginas de la obra magna de la literatura universal…\"
    o Fuente: diario El País
    * \"La literatura es lo esencial. Todo lo que no sea literatura no existe. Porque, ¿dónde está la realidad?\".
    * \"La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente\".
    * \"Los políticos de hoy no tienen la trascendencia que tuvieron los del pasado.\"
    * \"La patria del escritor es su lengua.\"
    * \"Nosotros los jóvenes somos así\".
    o Nota: En la víspera de su 102 cumpleaños.
    * \"Yo no me pongo límites, hay muchos que ponen límites; 102 años. ¡No está mal para empezar!\"
    * \"La \’seta\’, quién me lo iba a \’desí\’.\"

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