Seguidos y perseguidos

10 Sep

El matrimonio Obama
El matrimonio Obama

La grandeza de un ser humano se mide por su capacidad para tener amigos, pero, no menos por su tendencia a generarse enemigos. “Quien no tiene enemigos, tampoco suele tener amigos”, como bien apuntaba Gracián o sencillamente es un olvidado de la Fortuna, según observaba con no menos perspicacia Thomas Fuller. La valía del gran hombre –y la gran mujer- puede medirse a lo largo de la historia por el fervor y la cuantía de sus seguidores pero, sobre todo, por la pertinacia y el volumen de sus detractores quienes, por causar la ruina del grande, en su demencial torpeza, los catapultan a la gloria en la memoria de los siglos. La envidia de los peores ha ido siempre asociada al mayor nombre de los mejores como una lacra imprescindible de la fama. “Pocos o ninguno de los famosos varones que pasaron, dejó de ser calumniado de la malicia”, dice Cervantes en ese recetario de sabiduría que es “El Quijote” y, de ejemplos concretos, se nutre el memorial de nuestra humanidad, metaforizados en las leyendas de nuestras particulares mitologías y religiones a cada lado del planeta. Para que resucitase Osiris en toda su grandiosa magnitud de Dios, hizo falta la mezquindad de su hermano Set, envidioso y asesino, y, por la persecución insidiosa de traidores, fariseos e ineptos caudillos, Jesucristo, una vez sacrificado, pasó al tercer día, más allá del reino de los hombres al reino de los cielos como icono sagrado de la civilización occidental. El mediocre, aún verdugo del héroe en algún tramo del relato, acaba siempre aplastado por la grandeza del grande, transcendiendo incluso la barrera de la muerte y consumido en sus propias bilis. Es el argumento de “Amadeus”, de todas las tragedias de Corneille y el irreversible sino de la condición humana. Quien no tiene enemigos, es que jamás dijo la verdad o amó la justicia, sentenció Ramón y Cajal, y, quien se arriesgó a la aventura de beneficiar los intereses colectivos y arrojar, desde la ciencia, la equidad o la utopía, alguna luz sobre esta estrella sin luz propia que es el mundo, nuestro pequeño mundo, acabó ahojado y perseguido por los ciegos odios de una masa miserable y anónima; en el tribunal, en la cárcel, en la hoguera, sospechoso por no alinearse en los ritos de adulación preestablecidos junto al sistema de poder que castra cualquier iniciativa de progreso, toda idea innovadora; la más nimia posibilidad de ver más allá de sus narices.

Mimado y publicitado por todos los medios, bendecido por casi todas las opiniones en casi todos los estados; excepto aquellos que el orden imperante y sus portavoces de prensa, adiestrados en edulcorar los altares del poder, toman por casos perdidos; Chávez y compañía, no me ha pasado Obama como héroe, sino más bien como uno de esos productos de antigua receta que, de repente, vuelven a salir al mercado con la etiqueta de “nuevo”, siendo más de lo mismo. Su condición de afroamericano, pura circunstancia genética, tan cacareada como condición revolucionaria hasta hoy no ha parecido dar más de sí que la pintoresca superficie de las fotos. Por lo demás, el panorama internacional no ha cambiado de decorado en sustancia. La presión del tío Sam sigue sobre Oriente próximo y aunque ahora se llame labor pacificadora y democratizadora y que Obama “tiende la mano”, el fuego sigue abierto y, pese a la crisis, aumenta el gasto en armas. Las armas que con Bush cargaba el diablo y ahora van cargadas de razón. La guerra que con Bush nos atrevimos a llamar guerra y ahora es, sí, una misión humanitaria. Pero quién piensa sino en comentar la bella estampa que hacen la pareja Obama en la Casablanca, el talle de él, la elegancia de ella, el atrevimiento de sus vestidos con los brazos desnudos, la campechanía y dulce intimidad de su hogar, lo mucho que se quieren. La crónica rosa destiñe a la crónica negra y, donde antes hubo hiel, ahora hay sólo almíbar.

Mientras que a Obama no le crezcan en torno sino aduladores, creeré que no es más que un poderoso, un emperador con la imagen maquillada por las semblanzas de sus trovadores de palacio. Sólo cuando los detractores aparezcan y cunda la voz de alarma de algún frente enemigo, podrá pronosticarse que este presidente ha puesto en marcha algo nuevo y anuncia cierta revolución. Por eso, tal vez me alivia saber de la polvareda que, entre los ultra conservadores, ha levantado su discurso dirigido a los estudiantes en su primer día de curso. No es para menos; Obama les pide que tomen en serio su preparación académica y a sus profesores, invirtiendo esfuerzo en aprender. A lo mejor, en contra de las últimas tendencias que adocenan al alumnado en la ignorancia y así la docilidad a la manipulación, el nuevo presidente pretende que las nuevas generaciones incluso aprendan a pensar por sí mismas y cambien de una vez el triste y uniforme panorama mundial. Si lograra tal objetivo, podría cuadrarme por fin como ese revolucionario; ese héroe al que sus probables enemigos no permitirán llegar a viejo.

 

Una respuesta a «Seguidos y perseguidos»

  1. lo de obama como más de lo mismo pero suavizando la foto es un acierto completo.en cuanto a lo de amigos y enemigos como contrapunto personal no sé qué decirle.conozco a quien sólo encuentra enemigos y será culpa suya.complicado tema.

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