Se venden santos

29 Jul
San Antonio de Padua
San Antonio de Padua

Todo vuelve; vuelven las estampitas de santos y las gafas de perilla. Esas gafas, ahora llamadas de aviador, que sacó Ray-Ban en los años setenta como ornato y seña de identidad de los potentados y maduros seductores que daban al rostro cierto aire de diabólico insecto y el susodicho pijo-pera acaballaba sobre su cocorota, normalmente algo rala, mientras dejaba derretir el hielo de su güisqui on the rocks sobre la barra de un selecto snack-bar junto a un paquete de cigarrillos rubios de importación. Como en esas décadas del desarrollismo anglófilo, vuelven las gafas de perilla y, de la mano de Operación Triunfo, la canción melódica al estilo del Festival de Benidorm con sus melifluos gorgoritos de solista rancio y cansino, rizando el rizo del empalago ñoño a base de mucho te quiero, vida mía y poco más. Después de cuarenta años de aquella primera –y por el momento última expedición lunar- cuando las producciones fílmicas de ciencia-ficción nos auguraban tras el 2000 la sustitución del chalé adosado por la nave espacial, la asistenta por horas por el robot doméstico y el rutinario trabajo de despacho por la lucha intergaláctica contra los extraterrestres, de piel porosa y verde y largas antenas, vuelven las chanclas hawaianas y hasta las estampitas de santos. Como objeto de uso común que ofrecer en las omnipresentes tiendas de los chinos, comercios que, por otra parte, recuperan el aire retro de aquellos bazares de pueblo abiertos a cualquier hora del día y su mestiza y amplísima oferta en la que abarcar desde la lata de chopped a la escobilla del wáter, el cuaderno escolar, la docena de huevos hasta la estampita del santo. En medio de nuestro siglo XXI y la noche oscura de la gran ciudad, siempre es factible el milagro de una tienda oriental abierta como oasis de luz que conforte cuerpo y espíritu por las pocas monedas que quedan en el bolsillo. Tres euros y te llevas a casa al momento la lata de atún y a San Antonio de Padua. O a San Pancracio o Santa Rita, patrona de lo imposible. Así andan los tiempos, nos volvemos santeros a fin de cuentas en el Apocalipsis del malogrado capitalismo. Lo que no han conseguido los obispos, lo logra la crisis; del banco, el pueblo vuelve los ojos al santo que no cobra mayor interés que la palomita flotando en aceite y alguna novena al caer la tarde. Desechando la creencia en la resurrección de la maltrecha economía a favor de la fe en el milagro, a precio de bazar chino, el ciudadano contemporáneo se redime del últimamente paganismo imperante y aboga por desempolvar el olvidado credo católico con todo su imaginero omnipotente. El ateismo es adecuado para momentos de boyancia material. Cuando se vive la vida tan ricamente, parece que trae al fresco que exista otra donde no está muy claro que haya televisores de plasma, jacuzzi y vacaciones al Caribe. Mientras la cuenta bancaria redunda de ceros el cielo puede esperar, pero no así si las cuentas no salen a fin de mes, entonces hay que poner al santo a funcionar y volver a recordar el Padre Nuestro. Será que sin que aún haya cuajado la polémica asignatura de “Educación para la Ciudadanía” que culmina el proceso de paganización de nuestra sociedad aconfesional, se nos llenen los hogares de imágenes sagradas y las iglesias de redimidos fieles. Las misas son gratis y el confesionario ha cumplido desde siempre, más o menos, la misma función que los careros psicólogos y psicoanalistas que, como todos sabemos, a fin de cuentas, no hacen milagros.

La crisis nos hace recuperar la fe en los santos y los viejos enseres del trastero; la sombrilla, las sillas plegables y la mesita, mobiliario que posibilita esas vacaciones familiares y económicas al borde del mar, cerca de casa. Y el Ayuntamiento fomenta el cine de verano gratuito, bravo por el Ayuntamiento. Ese cine de verano con sabor a antaño, como a revival de Cinema Paradiso, donde se mezcla aromático el olor a pipas, jazmín y dama de noche y se cenan bocadillos con la vista asomada a la fascinación de la gran pantalla y las estrellas. Nosotros, los de antes, volvemos a ser los mismos, componiendo esa estampa de algún episodio de la nostálgica serie “Cuéntame”. No hemos regresado al futuro sino al pasado. Después de todo, todo vuelve. La vida no es un camino, sino una rotonda.

3 respuestas a «Se venden santos»

  1. Curioso el artículo…es la primera vez que entro en este blog…soy de Argentina, Pcia de Córdoba, ciudad de Villa María. Digo esto porque aunque la crísis es fatal aqui, no nos percatamos ,tenemos un entrenamiento continuo, añoso, digamos que es un estilo de vida para la mayoría de los argentinos de trabajo.También digo esto, porque como toda regla tiene su excepción..LA CLASE POLÍTICA…
    Este preámbulo es para compartir que al contrario de allí, las Iglesias están cada vez más vacías…y en definitiva muchos creen que esto es un castigo divino..mi mail:noeliastang@hotmail.com

  2. Yo mismo tengo nombre de santo.Fijate,Lola,cómo el Niño acaricia la cara de su padre pensando en su madre,solo los niños y los locos dicen(piensan) la verdad.Perfectamente maquillado-a y con peluca

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