De cárcel a rejuvenecido pasaje comercial

3 Feb

Antes de que los cargos electos entraran a pares en la prisión de Alhaurín de la Torre, mucho antes de que existieran la burbuja inmobiliaria, la ingeniería financiera y la doble contabilidad, Málaga tuvo una prisión en el corazón de la ciudad, justo a al lado de la casa del corregidor, que para eso tenía a tiro de piedra (casi sin levantarse de la cama) el edificio del Ayuntamiento.

Nos referimos a la cárcel de la entonces plaza de las Cuatro Calles, hoy de la Constitución, a la que fueron a parar delincuentes, herejes, presos políticos y otros tipos (penales) desde los tiempos de Carlos V hasta los de Isabel II reina niña.

El inmueble ocupó en un principio el sitio de unos antiguos baños árabes aunque más tarde fue ampliado. En sus iniciales tiempos no fue, precisamente, una prisión de alta seguridad, pues las crónicas cuentan que estaba construida con unos materiales tan cutres, que los presos hacían agujeros en las paredes y también se escapaban por el tejado. En la década de 1560 hubo que llamar a un cantero de Baeza para que construyera una cárcel en condiciones y dejara de ser un colador.

En todo caso, la cárcel de Málaga tendría la categoría literaria de mazmorra, con celdas muy parecidas a esa en la que el conde de Montecristo fue barruntando su venganza.

En 1833 una epidemia de cólera aconsejó desalojar la cárcel, que sería finalmente demolida. En esos terrenos Manuel Agustín Heredia, en la cima de su fama, tras demoler la capilla de Santa Lucía y San Crispín que había detrás construyó el pasaje al que le puso su apellido. Un complejo de viviendas con bajos comerciales, que forman una pequeña T, y en el centro colocó una fuente con un vaso de metal atado a una cadena para que los paseantes bebieran como las personas y no como los pavos (en nuestros días, la idea de un vaso con cadenita no sería desterrada por antihigiénica sencillamente porque el vaso duraría 30 segundos en la vía pública).

El paso feroz de los años dejó en este pasaje un ambiente de marquesinas y locales bastante alicaído, con el suelo tapizado por un mejunje de restos de mármol que daba dolor de cabeza contemplarlo y con unos escaparates clonados que escondían, ilógicamente, un tesoro en su interior.

Y es que las recientes obras de rehabilitación del edificio de Espejo Hermanos y el pasaje han dejado al descubierto las cerca de 70 columnas de hierro forjado de los altos hornos de Heredia, un espectacular regalo para la ciudad que ha dignificado y revalorizado este rincón.

La colocación de una artística verja en la plaza de la Constitución y los arcos con los nombres de Pasaje de Heredia realzan uno de los solares más históricos de Málaga, que no sólo conectan la plaza con las calles Granada y Santa Lucía sino además el siglo XIX con el XXI, algo que en nuestra ciudad es casi una proeza.

La huella danesa

Es tanta la novedad, que algunos juegos infantiles del Paseo de la Farola conservan pegado el albarán de entrega que informan de que han sido hechos en Dinamarca. Habrá que cuidarlos.

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