Personajes de London en el parque del Oeste

6 Feb

Siberia se ha dejado, supuestamente, la ventana abierta y estos días sopla una fresca que deja a los malagueños con la piel de gallina, mal acostumbrados a unas temperaturas invernales que otros países disfrutan en verano.

No es tanto el frío como dicen pero algunos autóctonos se exhiben en la calle totalmente emborrizados de tela, como personajes de Jack London a punto de partir con su trineo al corazón de Alaska.

Desafiando el llamado frío polar, el firmante recorrió el jueves tarde de la semana pasada el jardín escultórico del Parque del Oeste, que no pierde su encanto en esta estación, en teoría, tan desabrida.

Justo en una de las entradas de la calle Luis Barahona de Soto se encuentran dos enigmáticas estatuas del malagueño nacido en Baviera Stefan von Reiswitz. Lo de enigmáticas no es una licencia de un servidor pues una de ellas es una esfinge, retrepada sobre un imponente pedestal y que, da la impresión, está a punto de saltar sobre el ignorante que no conteste a sus preguntas. Enfrente, el enigmático conjunto, sin cabeza, de Tello y Tagzona, los amantes de Antequera que con su salto dieron para siempre su nombre a la peña de los enamorados.

Pero hablando de conjuntos y muy cerca de este dúo aguarda el más imponente de las obras de Stefan, una pirámide escalonada coronada por una hormiga alada, con el cuerpo de una máquina de coser Singer, escoltada a su espalda por columnas con caracoles estilitas y delante por un grupo de músicos con cabezas de animales que tocan los platillos para una danza enloquecida y pagana, propia del sueño de una noche de invierno. La pirámide escalonada se ha convertido en lugar de reunión y descanso y la vigilancia evita que el botellón inunde este bucólico rincón del parque.

En el estanque, los patos, reunidos en una isleta artificial, contemplan ateridos de frío sus dominios, mientras el viento cabrillea las aguas. Al lado, un paseo con ficus hace ya difícil verlos por separado, pues sus copas comienzan a entrelazarse como en los más tupidos árboles genealógicos. Al otro lado de este paseo aguardan otras dos esculturas del bávaro, El pacificador, un guerrero del Mundo Antiguo con el brazo extendido sobre el que se ha posado, en lugar de un fiero halcón, un ave exótica con tupé tropical y cerca de esta obra, la empiringotada marquesa de Chinchón, de paseo con su perro-insecto.

Pasar bajo el puente vecino, todo un rito, conlleva que una célula active un pasaje de la Música Acuática de Haendel, complemento sonoro a la escultura Tierra y Agua de Sandra Martínez, que es un gigantesco pentagrama de la música del genial compositor.

Muy cerca del zigurat, donde en el cielo se perfila una bandada escultórica de pterodáctilos, un niño cabalga sobre una llama de Stefan von Reiswitz, mientras pregunta inseguro a su madre: «¿Mamá, esto es para subirse?». Acertó.

El cielo parece pintado con densos pegotes de azul oscuro. Hace frío, sí, pero rodeado de árboles y esculturas, si bien la temperatura no asciende sí lo hace el ánimo. Ni comparación con la Alaska de London. Eso sí que es estar más frío que una llave.

2 respuestas a «Personajes de London en el parque del Oeste»

  1. Magnífico. Quienes te hayan leído en este apunte de un paisaje urbano, seguro que son ya capaces de ver el Parque del Oeste con ojos nuevos. La literatura, en su conjunto, ¿no es acaso un mirar el mundo siempre con ojos nuevos? Y cuando no lo es, lo intenta. Gracias por tus escritos. Seguimos en deuda contigo, sí señor.

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