En estos últimos días he conocido varios tipos de muerte. Bien distintas. Bien distantes. En la ciudad toledana de Mocejón, un niño de 11 años, llamado Mateo, ha sido absurdamente apuñalado por un vecino de veinte años. Un comisario de policía de Cataluña, ya jubilado, ha matado a su actual pareja y a su ex mujer con arma de fuego. En Francia, el famoso actor Alain Delon, ha muerto a la edad de 88 años, después de una intensa y exitosa vida dedicada al cine. El padre de una amiga de mi hija Carla ha fallecido en su casa, víctima de una fibrosis pulmonar devastadora.. En Madrid, mi querida tía Carmen ha fallecido cuando le quedaban unos días para cumplir 102 años. En la franja de Gaza una madre ha sido asesinada con sus seis hijos, el menor de año y medio, el mayor de 15 años, en un bombardeo israelí producido en una escuela de Deir Al Balá. Y miles y millones de muertes cotidianas, cerca y lejos de nuestro entorno. Alguna, consecuencia de un suicidio.
La muerte es un hecho que a todos y a todas nos interpela. No solo por la injusticia, la crueldad o la absurdez de muchas muertes sino por la inexorabilidad de su llegada a la vida de todos los seres humanos. Somos seres mortales, pero vivimos como si no lo fuéramos. Si hay una verdad incontestable en la vida es la de que vamos a morir. Es un fenómeno sobre el que se piensa muy poco. La muerte es el tabú del siglo XXI. Es el más importante hecho de rabiosa actualidad. Pero parece existir una consigna soterrada: ignoremos la muerte, olvidémonos de la muerte.
Un grupo de profesores y profesoras de la Universidad Autónoma de Madrid y de otras universidades nacionales y extranjeras, coordinados por el profesor Agustín de la Herrán, me ha pedido el Prólogo para un libro titulado Perpecives on the Death Education and Pedagogy of Death que van a publicar en la prestigiosa editorial inglesa Rourledge. Un libro que es fruto de un trabajo continuado que vienen desarrollando desde el año 1997 en la Universidad Autónoma madrileña,.
He pasado unos días en el pueblo que me vio nacer. Un hermoso y pequeño pueblo de la provincia de León, llamado Grajal de Campos. Un día sonaron las campanas de la Iglesia “tocando a muerto”. Enseguida supimos, a través del lenguaje de las campanas, que se trataba de una mujer. La iglesia se llenó de feligreses para el funeral y en la comitiva que acompañaba al cadáver, caminando hasta el cementerio, estaba prácticamente todo el pueblo. No sucede lo mismo en las ciudades. Los coches fúnebres se camuflan en el tráfico diario, no hay campanas que toquen a muerto, no hay comitiva que acompañe al difunto, no hay presencia de la muerte. Vivimos como si no existiera. Solo a través de los medios conocemos noticias sobre muertes notorias. No es el hecho de la muerte lo que es noticiable: es el nombre del fallecido o la forma en la que ha muerto. Son hechos excepcionales, no naturales.
Además, al haberse prolongado tanto el tiempo de vida, la muerte se nos aleja del momento presente. Cuando yo era niño una persona de 60 años era un anciano que estaba viviendo sus últimos días, hoy consideramos que una persona de noventa tiene porvenir.
¿Qué concepción tenemos sobre la muerte? Una amiga me decía que su hijo de diez años, hablando sobre estas cuestiones, dijo: Si me muero, yo no aguanto. Este niño, como tantos otros, no sabe lo que es la muerte. Pues bien:
La muerte es ineluctable: Nadie puede librarse de ella. Es imposible enfrentarse y luchar contra ella hasta vencerla. Todos los seres humanos tenemos, de momento, principio y fin. No sabemos cuándo vamos a morir, desconocemos el dónde y el cómo, a no ser que decidamos suicidarnos o planificar la eutanasia.
La muerte es definitiva: Solo se muere una vez y se muere uno para siempre. No se muere nadie de forma provisional. No hay ensayos. No es cuestión de aguantar inmóvil lo que se pueda o se quiera, como piensa el niño al que he hecho referencia.
La muerte es impredecible: Nadie conoce la hora, el día y la forma de su muerte salvo que se trate de un suicida que haya decidido cuándo, cómo y dónde morir. Es probable que el lector conozca esta leyenda persa. Un jardinero, adolescente aun, suplicó a su príncipe.
- Encontré a la muerte esta mañana. Me amenazó. Salvadme de ella. Quisiera encontrarme lejos, quisiera encontrarme esta misma noche en Ispahan
Magnánimo y afectuoso, le proporcionó su caballo más veloz. Al día siguiente el caballero se encuentra con la muerte.
– ¿Por qué, le pregunta, hicisteis ayer un gesto de amenaza a mi jardinero?
– No fue tal gesto de amenaza, responde la muerte, sino de asombro. Porque lo veía lejos de Ispahan y yo debía raptarlo en Ispahan esa misma noche.
La muerte es individual: Aunque mueran muchas personas en una catástrofe, en una guerra, en una epidemia, cada una tiene su propia agonía, su propia muerte. Nadie puede morir en lugar de otro. Nadie puede morir con otro. Cada uno muere solo.
- La muerte es única: Solo se muere una vez. Decía Jean de la Bruyére que “la muerte no viene más que una vez, pero se siente en todos los momentos de la vida”. Nadie muere dos veces. El paso del tiempo nos acerca inexorablemente a la muerte, que solemos situar en la vejez. Cada instante de la vida es un paso hacia la muerte. Baltasar Gracián decía que “para los jóvenes la muerte es naufragio y para los viejos, tomar puerto”.
En el Prólogo citado hablaré de la muerte desde una perspectiva laica, en el buen entendido de que para el creyente la muerte tiene una dimensión transcendente que no se puede ignorar, pero que no se debe imponer a nadie. Entiendo que una escuela laica, como ha de ser la escuela pública de un país democrático aconfesional, tiene el deber de plantear este momento tan importante como el final de la vida y no como el inicio de una vida nueva.
La escuela prepara para la vida, para el trabajo, para la socialización pero no para la muerte, ni la propia ni la de los seres queridos. Y una de las razones es que no se sabe mucho sobre cómo se puede realizar una didáctica de la muerte, a pesar de los avances que ha supuesto, desde los primeros años del siglo pasado, la llamada death education.
Muchas veces eludimos las preguntas de los niños y de las niñas. Cambiamos de tema, contestamos de cualquier manera o mentimos con una facilidad asombrosa…
¿Por qué tenemos que morir?
¿Dónde se ha ido el abuelo?
¿Qué hay después de la vida?
La escuela no puede sumarse a ese silencio ominoso, a ese olvido planificado. Hay que incorporar al currículum escolar, de forma transversal, elementos que contribuyan al desarrollo integral del individuo como son los relacionados con la pedagogía de la muerte.
Cada uno tiene también su tarea, ante este hecho inexorable.
– Es preciso vencer el miedo. Escribía Antonio Machado: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y, cuando la muerte es, nosotros no somos”.
– Hay que vivir teniendo presente que la muerte pondrá fin a nuestra capacidad de disfrutar de las cosas: no tiene sentido esforzarse para ser la persona más rica el cementerio.
– La filosofía del carpe diem, de aprovechar el momento, encaja muy bien en la conciencia de nuestra finitud, en la seguridad de que tarde o temprano llegará la hora de la muerte.
- Es preciso afrontar la solución de la eutanasia. Saber que la vida está en nuestras manos y que somos los dueños de nuestro destino.
– Conviene hacer un proyecto de vida que le confiera sentido. Sería deseable que al finalizar el paso por el mundo se pudiera decir: el mundo es ahora mejor porque yo he estado viviendo en él.
- No nos vendría mal un poco de humor sobre la muerte. Un condenado a muerte va camino del patíbulo, le ofrecen un cigarrillo y lo rechaza diciendo que está dejando de fumar. Uno se puede reír de la muerte.
Pensar en la muerte es potenciar el carpe diem. Existe una leyenda, persa también, que habla de un viajero que llega al cementerio de Kammir, en el que solo ve lápidas que indican los años, meses y días de vida del difunto. Sorprendido ve que ninguna de las lápidas muestra una vida superior a 10 años.
El visitante pregunta al cuidador del cementerio si solo se entierra a niños en ese lugar. Y recibe esta curiosa explicación:
- En Kammir tenemos una costumbre. Al llegar a los 15 años se le entrega a cada ciudadano una libreta. En ella cada uno va anotando el tiempo en que es feliz. Cuando muere se hace la suma de ese tiempo y esa suma es la que figura en la lápida.
¿Cuántos años, meses y días indicaría nuestra lápida?
Querido Maestro:
Hoy toca un tema difícil de comprender y de llevar.
!Hay muertes y duras muertes!
Algunas difícil de comprender, como la de Mateo y las de la familia de Gaza y las de las mujeres asesinadas, sólo por ser mujeres.
Cómo bien dices , el tema muerte lo tenemos desechado de nuestro lenguaje habitual.
Aunque cuando vas sumando años, sientes que te aproximas más a ella.
Hay muertes tristes, cuando mueres en la más profunda soledad, dejado a la mano de Dios.
Yo llegaría a hacer un pacto con el diablo para que mi abuela no se hubiera muerto nunca.
Poco a poco, conforme pasa el tiempo, me voy dando cuenta que la muerte es no vivir la vida.
! Qué es triste llegar a ser el más rico del cementerio!
Es muy difícil ponerse al lado de la muerte , pero es necesario esperarla de la mejor manera cuando llegue.
Si vives acorde a tus sentimientos, queriendo hacer el bien, regalando momentos, repartiendo sonrisas, tendiendo manos, disfrutando de instantes, las cosas te irán mejor.
Es cierto, que nadie quiere que llegue ese momento tan trágico, pero hay que pasarlo, y hablar de ello quizás nos quedaría más claro.
En los pueblos se vive ese momento de otra manera, porque casi todos nos conocemos.
Es muy ingrato, que tengamos ese punto y final y no nos demos cuenta de lo importante de estar vivo.
Este tema que tan bien ha planteado, me está enseñando a querer disfrutar más y a querer vivir.
Siento mucho y de corazón la muerte de su tía Carmen, que seguro que ha disfrutado de sus 102 años.
Y ya sin más me despido con un abrazo infinito.
!Qué la semana os sea feliz y leve!
!No sé olviden de vivir que la muerte nos hacecha a todos!
Muchos besos.
Querida Loly:
Es bueno tu consejo: no se olviden de vivir porque la muerte nos acecha a todos. Sí, es un consejo muy atinado.
En efecto, mi tia Carmen vivio una larga vida llna d felicidad, rodeada de sus tres hijas que la han cuidado con un amor infinito. Y ha vivido con buena salud y la mente despejada hasta el final de sus días.
No sé si eres creyente porque quien lo es, tiene una visión diferente de la muerte. Es el comienzo¡, no el final. Es pasar a otra vida mejor.
Los monjes trapenses se saludan diciendo:
– Hermano, morir habemos.
A ese recordatorio responde el otro:
– Ya lo sabemos.
Creo que debemos vivir de forma honesta y pasar por el mundo haciendo el bien.
Besos y feliz semana y feliz verano y feliz vida.
Gracias por abrir esta semana la puerta de los comentarios.
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PD: He tardado en contestar porque he viajado hasta mi pueblo sito en la provincia de León. Se llama Grajal de Campos.
No sé si me has oido decir que la torres de la iglesia tiene cinco esquinas y si se añadiera una más, solo tendría cuatro.
Besos.
Buenas Miguel Ángel!
Gracias por el artículo, nos lo hemos pasado de muerte leyéndolo.
Sin llegar al nivel de Paco de Asís que para él la muerte era su hermana creo que sería es necesario terminar con el tabú y afrontar con normalidad una realidad tan “viva” en nuestra vida diaria,
A mí personalmente tener esta certeza (que tengo muy presente) me ayuda a ser menos imbécil…y esto no es cosa baladi.
Cuando me ponga “el pijama de madera” o sea acompañado por las valquirias, Caronte, Anubis o un lobo (Sigo siendo Ibero) sabré que no podré llevar nada y que morirse con dinero es un error de cálculo.
Me encantaría leer tu prólogo, traducido claro, porque yo soy más de lenguas “muertas” que de vivas.
Un placer leerte en este verano tan activo y viajero que has tenido.
Nos vemos pronto!
Abrazos y besos para Carla y su Papi.
Queridos amigos:
Algunas veces pienso que merece la pena escribir el artículo para recibir comentarios como este tuyo (y el de cada sábado que llega sin esperar mucho)
Le he dicho a Loly por qué he tardado en contestaros esta semana.
Le contado a ella la costumbre de los trapenses al saludarse, lo ue no k he dicho es lo que le respondió uno al que no le gustaba tanta reiteración-
– Hermano, morir habemos.
– Jódete y no haber nacido.
En el Prólogo (que te enviaré traducido) hablo del humor sobre la muerte y cuento algunas historias muy simpáticas. Unas anteriores a la muerte y otras posteriores.
Solo una:
Se muere la esposa y el marido va al periódico para poner una esquela.
– ¿Qué quiere poner?
– LO mAs sencillo, lo más barato: MARTA, MUERTA.
– Cinco palabras valen igual que dos, señor. Algo podrá decir sobre ella.
– Pues entonces ponga lo siguiente: MARTA, MUERTA. VENDO SEAT PANDA.
Creo que el humor reduce el miedo.
Un abrazo desde Grajal de Campos.
Gracias por el regalo semanal.
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Querido Miguel Ángel:
Tema extraño el que nos traes hoy, extraño porque no se suele abordar, y muy de actualidad porque cada día los medios de comunicación nos sirven una ración buena de muertes, para mí las más penosas las de Gaza y Ucrania, pero hay otras muchas del mismo estilo silenciadas.
Lo que no gusta se suele ignorar, es una defensa psicológica de la persona. Con qué ganas iríamos a una fiesta, reiriamos con los amigos, viviríamos ilusionados por tantas cosas si estuviéramos pensando todo el tiempo en ese hecho inevitable que trunca todo nuestro quehacer en la Tierra?
Para mí, como ser creyente desde niño, me encantaría que se investigase seriamente si tenemos futuro después del paso por este mundo. Se habla de apariciones, de ouijas, de cosas extrañas. La aspiración de los seres humanos es saber la verdad de todo, y no las apariciones medievales de las que ya sabemos que el hambre hace ver visiones.
El pensamiento de la muerte como algo humano e inevitable no hay duda de que ayuda a relativizar todas las cosas, pues como dice el dicho popular “no hay mal que dure cien años”.
Lo importante es que cuando eso ocurra se diga de nosotros: “que lástima esa perdida” y no, ” el mundo ahora es mejor”.
Un gran abrazo, Miguel Ángel, y saludos a todos.
Querido Joaquín:
Muchas gracias por encontrar en pleno verano un hueco para leer y para escribir en el blog. Sin vosotros no existiría esta lugar de encuentro y de reflexión.
Sí, este tema, como tú dices es extraño. Y es muy significativo de él lo que decimos. Quizá no haya otro más seguro y más definitivo. Casi siempre está silenciado. Vivimos como si nunca fuéramos a morir. No es fácil abordarlo con hondura. No es igual ma muerte de Mate, el niño de años asesinado que la muerte e mi tía Carmen a los 102 años.No es igual el duelo por una muerte que por otra.
Ahí está otra faceta importante de este tema apasionante. Una cosa es la muerte de la persona y otra la forma en la que quienes nos quedamos hacemos el duelo por los fallecidos.
Qué importante lo que dices. ojalá que cuando no vayamos o, mejor dicho, cuando nos echen, el mundo sea un poquito mejor porque nosotros hemos vivido en él.
Un gran abrazo desde Grajal de Campos.
Que disfrutéis del verano.
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Estimado Miguel Ángel:
Muy buenos días, te saludo desde acá Chile.
Las paradojas de la vida, no había podido escribir dado que curiosamente “la Sra. Pelada” como le llaman coloquialmente por nuestras tierras, ha rondado fuerte. Como si se activara nuestra neurona espejo y dado tu artículo inmediatamente me conecto con todas las muertes cercanas a mi entorno, que han ocurrido.
Pero también hubo algunas fintas de buen torero, que ilusamente uno piensa que le ganó a la muerte, partiendo por una afección personal que me tuvo a mal traer un par de semanas, o mi jefe que aun permanece en la UTI, o mi suegra aun convaleciente, en fin un sinnúmero de aquellos que han estado complicados pero no era su hora. Como tu muy bien lo relatas, la muerte sólo es, cuando tiene que ser, ni antes ni después.
En mi época de ejercer la medicina, tuve muchos episodios donde uno fue el instrumento para salvar vidas, casos como el de Claudio 1, Claudio 2, Eddi, Natalia, Noni, y tantos otros, personas que una etapa de mi vida pasaron y como no era su hora sortearon esa valla que se atravesó en su camino. En esa oportunidad me toco a mí ser el que prestó auxilio, en innumerables otras veces han sido otros nombres , pero el factor común, siempre es y será, no es el momento.
Un día 15 de agosto me tocó ver a mi madre, ella silenciosamente había soportado un dolo por mas de 1 año, nunca una queja, nunca un aviso para los demás y menos para mí, la idea era no preocuparme. Ese mismo día que la examiné, supe que había llegado la hora, pero junto a mis hermanos, realizamos todo lo que estuvo a nuestro alcance para que no llegase el día fatal, desde los tratamientos convencionales de la medicina, pasando por tratamientos alternativos y otros que rallaban en lo esotérico, queríamos a toda costa, prolongar la vida de nuestra madre por años. En ese entonces, yo estaba soltero, varios de mis hermanos muy imberbes, unos bastante menores, cada uno desde el observador que era, rogaba porque nunca llegara el día final. Sin embargo, la Sra. Muerte, inexorablemente llego antes de 3 meses y un 03 de noviembre nuestra madre partió.
Que exacto es este análisis que tu relatas, nacemos para morir, la gran certeza de la vida, el mayor signo de Esperanza es acostarse, pensando que amaneceremos vivos, pero es sólo eso, un acto de Fe inmensa, nadie puede asegurar que despertará.
Entonces he aquí las grandes verdades que resulta de este análisis, cual es el propósito de nuestras vidas, luchar para prolongar nuestra existencia, en circunstancias que las variables por las cuales uno puede morir son tantas e incontrolables, que escapan a nuestro control, no se será entonces que lo trascedente es como vivimos, ¿Somos actores principales de nuestra vida?, ¿somos protagonistas de nuestra historia?, ¿ somos fermento en la masa? o simplemente somos ovejas acarreadas por algún pastor.
Indistintamente de si se es creyente o no, lo fundamental es pasar por esta vida dejando huella, trascender, sembrar, aportar, entregar, donar, sólo así se escribirá en nuestras lápidas un nombre, un epitafio, una frase, la que reflejara lo que hicimos por un otro, por la sociedad, por el querer aportar a construir un mundo mejor.
Por último recordar a García Lorca, “La muerte es una vida vivida”
Que la muerte sea eso una vida vivida, una donación de si mismo para los otros, lo que nos permite salir del anonimato, lo que hace que realmente experimentemos el AMOR, que es lo opuesto a la muerte, ya que sin vida no hay sentimiento.
Dejemos al mundo Neoliberal que viva de la muerte, con su negocio de Parques, Crematorios, Carruajes, Urnas y otros, lucrando con el dolor, nosotros sembremos conciencia de que la oportunidad es mientras respiro, mientras estoy y mientras tengo oportunidades a cada instante de hacer algo por alguien, como por ejemplo en la docencia, donde la oportunidad está en cada instante.
Ojala se pueda escribir en todos los epitafios lo que dice Amado Nervo:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino”
Un fuerte abrazo Miguel Ángel.
Saludos
Enrique Pérez H.
Querido Enrique:
Qué interesante comentario.
Veo que utilizas la estupenda metáfora del toreo para hablarnos de esos pases artísticos que han permitido a varios seres queridos esquivar el encuentro con la señora Pelada. Me legro mucho por ello. Hay que seguir toreando con inteligencia y maestría.
Ta veo los esfuerzos que hicisteis para prolongar la vida de vuestra querida madre. Unos esfuerzos que, como dices, buscaron todos los posibles recursos para salvarla de la muerte, que al fin llegó, dejando un enorme vacío que habéis llenado con los recuerdos y la gratitud.
De tu etapa como médico guardarás el recuerdo de las numerosas ocasiones en las que salvaste al paciente de una muerte segura. Qué hermoso y qué meritorio conseguir ese éxito ante la muerte.
Hermosas reflexionas sobre el sentido de la vida. Creo que es muy importante esa pretensión de pasar por la vida haciendo el bien.
Gracias por recordarnos el epitafio de Amado Nervo.
Te envío un fuerte abrazo con mu alegría por haber superado esas semanas inciertas.
Gracias por tu comentario.
NÁS
Hola querido amigo:
Que tema !! ,hasta no hace mucho tiempo esto era un tema de muy poca importancia para mí,nunca me he preguntado porque? Cabe pensar que hasta cierta edad uno ve lejana la muerte como si hubiese un parámetro de edad para ello no? , tambien en ese correr por conseguir,perseguir,dar , recibir ,soñar ,crecer,criar y tantas cosas más , el tiempo pasa volando dejando poco espacio para detenerse a pensar justamente en aquello que te impediría todo lo anterior.
Pero hace unos años atrás en un momento donde la vida me obligó a frenar ,dándome la oportunidad de mirar hacia atrás y al voltear mi rostro se manifestó ante mi lo más parecido a la muerte!!!, me asustó,sentí temor por un largo periodo,hasta que comprendí que la muerte sólo tiene importancia en la medida que nos hace reflexionar sobre el VALOR DE LA VIDA!!!.
Y LA PUCHA QUE VALE LA PENA ESTAR VIVO!!!!.
BESOS.
Querida Laira:
Qué hermoso comentario.
Y que magnífica conclusión.
Gracias por compartir tu experiencia, tan significativa,
Es un magnífico ejemplo del Carpe diem.
No hay nada más estúpido que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.
Besos y…gracias.
MÁS
Impresionante artículo porque impresionante es el tema del que trata.
Necesitamos hablar y pensar más en la muerte.
Tenemos que dar sentido a la vida porque después de la muerte nada podemos hacer.
Tendríamos que pisar más los cementerios.
En ellos está nuestra casa del futuro.
Saludos y gracias.
Querida Remedios:
Hoy, precisamente, he visitado el cementerio de mi pueblo.
Ahí están enterrados mis antepasados, aunque no mis padres.
Es aleccionador leer las esquelas y los epitafios.
Allí piensas inevitablemente en la fugacidad de la vida.
Precisamente ayer leí la noticia de la muerte de dos jóvenes cuando regresaban de una fiesta que habían preparado para celebrar que les había tocado la lotería.
¿Quién se lo iba a decir a la ida?
Cada ve pienso más en lo certero del consejo latino: Carpe diem.
Besos y gracias.
MçAS
La expresión del niño no tiene desperdicio. Es muy reveladora de lo que piensa sobre la muerte.
Cada uno tiene una concepción y una forma de afrontar este hecho inexorable: unos tienen miedo, otros nunca piensan en ella, otros creen que nunca van a morir…
Lo cierto es que a todos nos llegará la hora. ajena a la voluntad de los humanos.
Yo no creo que esté fijada la fecha ni el modo de morir de nadie.
Querida Marta:
Existe una creencia de que cada uno tiene fijada la hora de su muerte. De hecho muchas personas dicen cosas de este tipo:
– no le había llegado la hora
– las personas mueren cuando Dios quiere
– no estaba de Dios
– se ve que no era el momento que tenía fijado
No creo que haya ningún determinismo, ni un plan fijado para cada persona.
Solo cuando decidimos suicidarnos o acogernos a la eutanasia tenemos un plan que se cumple.
Besos y gracias.
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