Es frecuente que el poder se rodee de aduladores. Se cierra así una relación que satisface a ambas partes. Quienes ostentan el poder ven agrandado su ego y los aduladores y aduladoras disfrutan sirviendo a quien admiran o temen. Y, sobre todo, a alguien de quien esperan gratificaciones y prebendas. O, quizás, la evitación de castigos, reproches y desprecios.
El turiferario del poder maneja el incensario con habilidad y constancia. No es difícil encontrar incienso. La naveta siempre está llena. El humo que desprende el incensario es de olor agradable para quien tiene `poder y, además, le crea una cortina que no le deja ver la realidad.
La tienda de incensarios está siempre abierta. Los precios están muy rebajados. En algunas épocas los descuentos son espectaculares. Esos puntos de venta de hermosos y grandes incensarios pertenecen a la cadena de la Baja Austoestima. Manejando bien un botafumeiro se puede conseguir mucho y se puede llegar lejos. Claro, hay que dejar en el camino la dignidad. Pero, ¿eso qué importa si se consiguen los fines?
Los turiferarios están muy preocupados por agradar a sus jefes, pero muy poco atentos a las necesidades de quienes tienen al lado o de los que tienen debajo. Esas actitudes, exentas de autenticidad y valentía, envilecen a las personas. A quienes se someten y adulan de manera vergonzante y a quienes se benefician del servilismo para conseguir información, elogios o aplausos.
Al turiferario le gusta reírle las gracias al jefe, aunque no tenga maldita la gracia lo que dice o lo que hace. Un empresario reunió a sus trabajadores a una comida de fraternidad. A la hora de los postres se puso de pie, pronunció un discurso y, entre otras ideas, contó un chiste. Los trabajadores se rieron de forma exagerada, con grandes y ostentosas carcajadas. Todos, menos uno que permaneció serio y callado. El empresario, que sabía que no era sordo, se dirigió a él y le preguntó:
- ¿Es que a usted no le ha hecho gracia?
Y él contestó:
- Mire usted, a mí me ha hecho la misma gracia que a todos los demás, pero es que yo me jubilo mañana.
Reírle las gracias al jefe es un modo de hacer méritos. Pero no es el único. Tratar de protegerlo, de evitarle cualquier peligro, cualquier problema, cualquier sinsabor. Ese pretendido cuidado ha de ser conocido por el jefe porque si es anónimo no puede ser reconocido ni premiado. Lo explicaré con una anécdota.
Don Manuel, un rico terrateniente, estaba en la plaza del pueblo. A sus pies, un hermoso perro. Entre las personas que rodean al poderoso, un labriego dice con evidente entusiasmo, dirigiéndose aduladoramente al dueño del mastín:
- Qué hermoso ejemplar. Será un estupendo cazador.
- Pues no lo sé, contesta displicentemente el interlocutor, quitando importancia al halago.
- Es un perro de una estampa increíble. Habrá costado una fortuna, insiste el labrador.
- No tengo ni idea. El perro no es mío.
Al oír la respuesta, el labriego increpa al animal, dándole una patada en el lomo:
- Chucho, fuera, que vas a morder a Don Manuel.
Los elogios se manifiestan de forma clara y persistente. Nadie hay comparable al jefe. Es inteligente, ingenioso, hábil, bondadoso y magnánimo. Se lo dicen de forma reiterada y, muchas veces, hiperbólica.
En la etapa de Stalin, cuando eran citados los secretarios del partido y el líder pronunciaba un discurso, nadie quería dejar de aplaudir el primero y se producían aplausos de más de tres cuartos de hora.
Una de las formas de servilismo consiste en llevar al jefe los chismes de colegas y adversarios. Hacen méritos actuando de correveidiles. Uno de los factores que aportan un plus es la rapidez. Nadie puede adelantarse. Y otro es la importancia del contenido y de los protagonistas.
Le oí contar a mi amiga Lola Alcántara, que ha heredado de su padre, a partes iguales, ingenio y sabiduría, la exclamación de uno de estos personajes cuando ve a una chica preciosa paseando por la calle:
- Qué hermosa criatura para mi jefe.
También me contó la historia de un fiel criado que acompañaba a su amo a una cacería. En un fatídico accidente, recibió un disparo en un ojo. El dolor era insoportable. Tenía la seguridad de que sería para siempre un tuerto. Y tapándose con la mano la horrible herida sangrante, dijo con hondo pesar:
– Lo que más siento es estropearle este hermoso día a mi amo.
Cómo no recordar al personaje estremecedor de “Los santos inocentes” (obra genial de Miguel Delibes llevada magistralmente a la pantalla por el director de cine Mario Camus en 1984) interpretado por Alfredo Landa, rastreando a cuatro patas la pieza con su olfato para servir eficazmente a su dueño. ¿Quién no ha visto esa misma estampa metafóricamente encarnada en pasillos de instituciones, en salones de empresas, en mansiones de poderosos, en palacios reales?
El servilismo es un hierba que crece en los aledaños del poder. Se riega cada día con elogios desmedidos, con silencios engañosos, mendigando una sonrisa o una prebenda, doblando el espinazo…
Existen, a mi juicio, tres tipos de servilismo: uno de naturaleza íntima que surge de la baja autoestima, del endiosamiento del otro, de la inseguridad propia, de la comodidad intelectual, de la relación patológica de sumisión. Quien piensa con la cabeza de otro, no se equivoca. Quien sigue la moral que otro ha marcado no se siente responsable de las opciones que hace. La definición de verdad tiene una peligrosa dimensión jerárquica: verdad es lo que el jefe dice que es verdad.
El segundo tipo es de carácter estratégico. Con él se busca, a través de la adulación y del servilismo, el pago de servicios, la prebenda, el privilegio, la palmada en el hombro. A quien practica este tipo de servilismo no le importa padecer la sensación de ridículo que provocan sus frases zalameras, su sonrisa forzada en la prensa detrás de la fotografía del jefe, su adhesión tan irracional como inquebrantable.
También existe un servilismo impuesto. Es el que imponen los jefes que desean sumisión, silencio y miedo a su alrededor. No me gusta estar rodeado de personas que me adulen. “Quiero gente que me diga la verdad, aunque esto les cueste el puesto”, dijo ladinamente Sam Goldwin (según nos cuenta Eileen Shapiro en un libro de inquietante título: “Las verdades indiscutibles son trampas para el éxito”). Y es que, como dice Bernstein, “hay muchos modos de hacernos inofensivos. Ser fusilado no es el único”.
La práctica generalizada del servilismo envilece a una sociedad, no solo a sus protagonistas. Lejos de considerarse progresivamente personas libres y responsables, iguales en dignidad y derechos, unos sienten la condición de súbditos y otros la de jefes, como si fueran marcas genétivas. Esa jerarquización de la sociedad es, a mi juicio, uno de los mayores enemigos de la democracia, entendida esta no tanto como un sistema formal sino como un estilo de vida.
La función de la escuela es formar ciudadanos, no clientes para el mercado, ni simples súbditos que callan y obedecen sin rechistar. Los súbditos orbitan sobre la esfera del poder, de tal manera que se ven constreñidos a rendir a los supriores (qué sucia palabra) el tributo de la adulación y el servilismo. El cliente orbita sobre la esfera del dinero. La pretensión última es atesorar grandes cantidades de forma fácil y rápida. El ciudadano orbita sobre la esfera de la dignidad: piensa críticamente, eleva la voz, participa en la vida pública, se agrupa, exige sus derechos, se informa, es solidario, es compasivo, cumple con sus deberes…
El ciudadano bien formado se relaciona con el poder de forma digna, sin servilismo y sin desprecio. Sin adulación y sin odio. Con respeto y con valentía cívica. El ciudadano salido de la escuela con formación cívica exige con rigor, critica con discernimiento y participa con responsabilidad.
Muy buenas Miguel Ángel!
Chapó! Es lo mejor que he leído sobre servilismo. Felicidades y Gracias.
Todo un GIS..Gracia, Ingenio y Sabiduría.
No sigo, aunque sería justo, para no caer en la adulación exagerada. Menos mal que no eres mi jefe….
El efecto colateral del poder es la babosidad del servilismo y encima lo fomentamos.
En política, cuando hay disciplina de voto y sobretodo listas cerradas, todo depende de quien tiene el poder. La vida política depende del jefe. Personalmente los identifico como grandes Budistas, es decir, como Grandes “Lamas”…todo el día lamiéndole el….al jefe.
Lo que más me irrita es el lameculetes gratuito, que no gana nada, pierde la dignidad y perjudica a los compañeros..y los hay.
En fin,.mil gracias por el artículo.
Hoy me he adelantado a la tertulia…jeje.
Un fuerte abrazo a toda la familia.
Querido Miguel, querida Gema, querida familia (porque así os siento):
Como tú tampoco eres mi jefe, me permito agradecerte el comentario, el ingenio, la generosidad y la prontitud. A las 8.56 ya estaban volando tus opiniones. Y antes habías tenido que leer…
El servilismo no se produce solo en la política. Recuerdo una profesora que era tan aduladora del jefe de Departamento que antes de que este emitiera su opinión, ella decía que estaba de acuerdo. Era tan escandaloso que un día le dijo:
– Espere usted a que diga lo que pienso…
Tú apuntas otro rasgo inquietante, que es el daño que muchas veces sufren los compañeros del turiferario porque en su afán de adular sacrifica los intereses y las personas de quienes dependen del mismo jefe.
El vicio es tan miserable y estúpido que, como dices, hay lameculos que no es que no reciban ni esperen nada del jefe, sino que aceptan los desprecios y el ninguneo del adulado.
Cuánta tarea para la educación.
Un abrazo.
Hermoso y feliz día.
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Querido Miguel Ángel:
A mi modo de ver, magnífica descripción sobre la adulación. La adulación no mira los valores que pueda tener la persona, sólo mira el beneficio personal que le pueda proporcionar una persona.
Un aspecto triste de la adulación no recae sólo sobre el adulador, sino sobre el adulador que termina creyéndose el no va más, un superhombre. Son esos creídos que se creen por encima de todos. Están endiosados.
Reconocer los méritos de una persona que se los merece, no es adulación, a menos que en ese reconocimiento merecido no se filtre un deseo de ser premiado.
Solo decir, como dice el pueblo, “has planchado el tema”. Y lo has adobado con graciosas y aclaradoras anécdotas. Chapeau.
Un gran abrazo y saludos a todos.
Querido Joaquín:
Aunque no de forma única, veo en la política este fenómeno de manera muy preocupante. Todos vimos la soledad en la que se quedó el señor Pablo Casado cuando fue defenestrado por la señora Ayuso por denunciar un posible caso de corrupción del hermano de esta mujer. Todos le aplaudían en el Congreso y fuera del Congreso. Me impresionó cómo, de la noche a la mañana, cayó en el olvido e, incluso, en el desprecio y todos los aplausos se dirigieron al nuevo líder que era quien, a partir de ese momento, podía repartir cargos y prebendas. El periodista malagueño Pablo Montesinos, que no gozaba de mi simpatía por sus ideas, se ganó mi admiración y mi aprecio por su lealtad. Él permaneció al lado del árbol caído y sigue manteniendo una buena relación con el antiguo líder. Pero la desbandada fue vergonzosa.
La adulación se da en todos los ámbitos. Yo he vivido un caso especial. Ayudé a un profesor en toda su carrera: tesina, tesis, titularidad, cátedra… Una ayuda incondicional. Y, cuando consiguió la cátedra, si te he visto, no me acuerdo.La ayuda fue total durante muchos años. Teníamos entrevistas casi constantes. Hasta fui a su casa a redactar las conclusiones de la tesis.
Gracias, amigo, por tu fidelidad en el seguimiento del blog.
Un gran abrazo.
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Corrijo: sino sobre el adulador.
Debe ser sobre el adulado.
¡Enhorabuena Miguel Ángel yo me jubilo dentro de 9 años pero comparto al igual que el señor de la empresa de su brillante artículo el no reír los chistes de los jefes cuando no tienen gracia, como Usted bien dice es cuestión de Educación!
Muchísimas gracias por hacernos disfrutar y aprender con sus artículos.
Reciba un cordial saludo.
Estimado Mille (tocayo de nombre, aunque no sé si de oficio):
Muchas gracias por leer el artículo (sé que no hay tiempo para todo) y por enviar este interesante comentario.
Cuántas tareas para la educación.
Un cordial saludo.
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Querido Maestro:
El tema que hoy trata del servilismo está a la orden del día.
Nunca me he dejado amedrentar por nadie que ejerciera su poder sobre mí.
!Siempre me he defendido como gato panza arriba!
Y en este preciso momento, en el que la vida me ha enseñado sus garras, ocupó mi tiempo en poner a los desalmados en el lugar que se merecen.
He aprendido que nunca debes llenar tu corazón ni tu mente con pensamientos negativos, que no llevan a ningún sitio.
Si no estoy de acuerdo con algo, como ciudadana de este mundo, ofrezco a la otra persona la posibilidad de que escuche lo que opino.
!Con toda la educación posible!
Pero no lleno mi alma de desenfreno, de odio, de recarcoma, de desprecios.
Soy capaz con empatia,de exponer mis opiniones, de exigir mis derechos.
Porque la dignidad de las personas es el más grande de los derechos.
He sentido muchas veces algo de miedo.
Quizás pensaba que la gente actuaría cómo yo me comportaba. !Y eso no es cierto!
La corrupción, la maldad, el maltrato tienen la capacidad de doblegar a las personas más bondadosas e influir en su autoestima.
Y así lograr alejarlas de su círculo más íntimo y que se sientan serviles e innecesarias.
Pero la vida da muchas vueltas y en una de ellas encontré las fuerzas suficientes para que nadie me callara la boquita y manifestar mi opinión sobre cualquier tema.
Y ya sin más me despido con un cordial abrazo para todos.
!Qué la semana os sea feliz y leve!
Muchos besos.
Querida Loli:
Algunas veces la adulación procede de las exigencias de un jefe déspota. En ese caso hay que vencer el miedo.
En otras, esa actitud servil nace del súbdito, que espera conseguir alguna prebenda. En este segundo caso hace falta tener dignidad.
Sé que la vida te ha ido enseñanza, dando lecciones.Y tú has aprendido a ser una ciudadana buena y valiente.
Ojalá hubiera muchas personas como tu.
Besos y gracias.
Feliz semana, COMO TÚ NOS DESEAS SIEMPRE.
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Ayer vi en la Sexta un debate sobre las residencias de ancianos en la comunidad de Madrid.
Se proyectaron imágenes sobre la comida que se sirve en algunas residencias. Estaba en el plató un señor mayor contando la experiencia de su mujer en una de ellas. Pues bien, una señorita de la que no voy a dar el nombre defendía la actuación de l presidenta de la comunidad hasta unos extremos irracionales. ¿Cómo es posible afirmar que su líder hace las osas perfectas cuando se está viendo tan clamorosamente las deficiencias? Da vergüenza ajena el elogio desmedido cuando se hacen las cosas bien pero, cuando se hacen tan mal, la adulación resulta indecente.
Querida Marta:
Vi ese programa (lo suelo hacer todos los sábados que puedo).Dijeron que con 4.60 euros se sirven las cuatro comidas de las residencia. Me hubiera gustado proponer que la señorita defensora de la señora Ayuso y la misma presidenta estuvieran comiendo un mes con ese presupuesto.
¿Tanto cuesta reconocer que ese trato es inhumano? ¿Cómo se puede mejorar lo que se hace con ese nivel de estupidez y de indecencia? Las fotos que proyectaban provocaban náuseas.
La servil tertuliano defendía la política de la presidenta, decía que había controles y que la crítica era una politización del problema. Un argumento cargado de cinismo. ¿Una crítica es verdadera o falsa. ¿Qué quiere decir que es política? Porque política es la gestión de las residencias. Política es la defensa de lo indefendible.
Muchas gracias por leer el artículo y por enviar este comentario.
Besos.
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Yo también vi ese programa. Me resultó vomitivo toda la defensa de es persona. No recuerdo el cargo, ni quiero. Pero estaba bien escogida. Miraba con displicencia o cómo decimos por aquí: Por encima del hombro. No he visto a nadie defendiendo lo imposible. Mintiendo más que esa persona y mira que los hay, que dan vergüenza ajena. Será que siempre he tenido carácter o sí se quiere, personalidad. Nunca he peloteado, nunca si estaba segura de mis opiniones y derechos, me he callado. También es cierto que en mi trabajo (funcionaria), no se me despediría a no ser cosa grave. Pero también es cierto, que se me podía hacer la vida imposible. Pues ya jubilada, me siento orgullosa de haber sabido defender mis opiniones. Estoy en contra de las injusticias, tanto mis compañeras, me llamaban: La defensora de los pobres. En plan de broma. No se tome en serio, ni yo me pongo medallas.
Cuando el servilismo se extiende en una sociedad, se envilece. Porque el servilismo se asienta en la cobardía y en la falsedad. Lo único que importa es el beneficio que genera por parte del poder, aunque solo sean una migajas.
Algunas personas serviles son despreciadas por sus jefes. Como la dignidad no existe para los aduladores, no se sienten humillados.
Querida María:
Has utilizado una palabra clave: DIGNIDAD.
Las relaciones serviles deshonran al adulado y al adulador, por motivos antagónicos.Esas relaciones adulteradas tiene lugar en todos los ámbitos: en la política, en la academia, en la empresa, en el deporte y en la vida en general.
En las dictaduras, el nivel de adulación es feroz.
Gracias por leer y por escribir este comentario.
Besos.
MÁS
Que buenas anécdotas. La verdad es que me he divertido mucho al leer el articulo.
La que se refleja en el titulo es magnífica. Y también me ha gustado mucho la del chucho. Es un buen modo de hacer visibles y claras las ideas.
También me ha gustado mucho la idea de los turiferarios.
Gracias por escribir cada sábado.
Estimado Mario:
Me alegra que te hayan gustado las anécdotas. Me gusta usarlas en las conferencias y en los escritos.Creo que tienen un elevado contenido didáctico.
Es muy plástica la metáfora del incensario. Los turiferarios del poder emplean su tiempo y sus desvelos en hacer visible su admiración al líder.
El humo del incienso crea una atmósfera que le impide al líder ver lo que pasa. Le aísla de lo que pasa cerca.
UN ABRAZO Y GRACIAS.
MAS
Hola a todo el mundo,
Los tallos de la adelfa son rectos. Estos tallos, cuando tienen entre uno y dos años, entre nudos, dan una longitud de entre 50 y 80 centímetros, y un grosor de entre uno y dos centímetros de diámetro. Las más pequeñas, las cogíamos de niños, las secábamos, les insertábamos un clavo sin cabeza en un extremo y en el otro plumas de gallo de corral debidamente cortadas al efecto, y puestas en un arco de madera, también de adelfa, hacíamos de las varas una terrorífica arma muy superior a cualquiera de las películas de indios de los sábados por la tarde.
Don Antonio, que tenía una oreja muy grande y la otra enorme, le daba otra utilidad a las varas de adelfa. Siempre estaba el pelota (ahora se dice adulador) de turno que se las proporcionaba, ya sin piel, secas, blancas como la leche. Don Antonio, preguntaba la tabla de multiplicar, y ante el error, la vara de adelfa salía al escenario en forma de contundente varazo en la mano del niño culpable, que venía con el seso inmaculado de limpio en las tareas de multiplicar desde casa. Ahora pienso que D. Antonio debía estar algo amargado por las burlas que hacíamos de sus orejas.
Así, más o menos, fue como en aquella época, con entre 8 y 13 años, yo aprendía algo de botánica, algo de matemáticas, y también algo de psicología. Desde entonces detesto a los pelotas. Eso no me excluye de tal comportamiento, dígase por ejemplo de mis excesivos agasajos por aquí al Sr. Guerra y a algún que otro contertulio. Luego, soy pecador. Siempre erramos, por más que reconozcamos nuestros errores. Y es que la adulación (hacer la pelota) es tarea tan extendida en nuestra sociedad, que se contagia con facilidad y, eso, el que esté libre que tire la primera piedra.
De otra, intuyo, puedo errar, que el Sr. Guerra, está tan decepcionado con el comportamiento de la izquierda política, que se ha impuesto a modo de cilicio el atacar al plato fuerte de la derecha española (Ilma. Sra. Doña Isabel Natividad Díaz Ayuso); así quizá se cumpla su deseo de que le vuelva aquella pasión inusitada por la izquierda.
Gracias por sus artículos, Sr. Guerra. Me lo paso muy bien leyéndole, no siempre. También disfruto leyendo a las y los comentaristas.
Que tengan buena tarde, puedo asegurar que es un deseo verídico. Lo prometo.
Estimado Don Quintiliano:
La felicitación sincera y desinteresada no es adulación. Esto entiendo por adular: alabar de forma exagerada y generalmente interesada a una persona para conseguir un favor o ganar su voluntad. Hacer la pelota, como se suele decir, es elogiar en exceso para conseguir algo, aunque solo sea la buena estima del adulado.
Yo elogio tus dos primeros párrafos porque son ingeniosos y están bien escritos. Da gusto leerlos. Cuando digo esto no creo que se me pueda etiquetar como adulador, como pelota.
Tú tampoco esperas nada de mí porque nada te puedo dar. Creo que el servilismo se produce preferentemente ante personas que tienen poder.
Pues sí, algunas veces me decepciona la izquierda, com o ha sucedido con la ley del sí es sí o con la resistencia a unirse frente a la amenaza del gobierno de la ultraderecha. Cuando critico a la señora Ayuso procuro fundamentar mi postura. Porque pienso que criticar es discernir, no demoler. No me parece razonable que diga que las empresas que llegan a Madrid lo hacen por su política y las que se marchan lo hacen por la política del gobierno. Ahora mismo estoy viendo sus declaraciones sobre la apóstol evangélica que bendijo a su partido. Dice que el acto fue un éxito y que esa señora no es del PP. He sentido vergüenza de esas compañías. Dicen que unos gobiernos son guiados por Dios y otros por el demonio, que la ciencia mata y la oración cura, que quien te debe abrazar es el Espíritu Santo, que la homosexualidad se cura rezando… Pero, por Dios, en qué compañías anda. Bueno, pues con las mismas que tenían Bolsonaro o Donald Trump. Muy triste.
Gracias por valorar algunos textos (sé que no todos son iguales).
Un cordial saludo.
MÁS
Estimado maestro
Gracias por su artículo : Sin duda que el servilismo resulta censurable. Aparte de la exposición que realiza en el artículo me gustó mucho el párrafo final en el que enfatiza que los ciudadanos que nos relacionamos con jefes o autoridades debemos mantener una posición digna y respetuosa a la vez, sin servilismo pero también sin odio Creo que los empleados debemos ser capaces de opinar, disentir y ejercer una posición critica cuando sea necesario , sin caer tampoco en el revanchismo y odio que algunos empleados practican contra sus jefes. En mi trabajo en la escuela no me ha gustado ser un profesor adulador o cepillo de las autoridades, pues creo que la mejor forma de defender mi trabajo es ejerciendo mi profesión de manera responsable. Lamentablemente hay muchos directores que no les gusta cuando alguien opina diferente a ellos y que creen que el mejor maestro es el que obedece a ciegas sus mandatos aunque no esté de acuerdo con ellos., Hay jefes que como Usted lo señala les gusta rodearse de aduladores.. Gracias maestro por su reflexión y por el chsiste de: yo me jubilo mañana . Muy oportuno.. Saludos desde Quito.
Querido Eduardo:
Hay que combatir la adulación y el servilismo. Y eso se puede hacer desde arriba y desde abajo. Es decir, que los jefes no tienen que buscar ni aceptar ni exigir actitudes serviles. Tienen que propiciar y aceptar la crítica sincera. También se puede hacer desde abajo: los súbditos no deben practicar actitudes serviles ni obedecer de una forma irracional. La relación entre autoridades y súbditos debe estar regida por el respeto.
Muchas gracias por tus palabras.
Un gran abrazo desde Málaga hasta Quito.
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La exageración en los elogios y el ánimo de conseguir algún beneficio son los dos principales rasgos de la adulación.
Creo que el origen de esa actitud es la baja autoestima. El adulador se anula y se convierte en una peana para el adulado.
Algunos adulados buscan esos elogios e, incluso, los exigen.
Por eso, para acabar con el servilismo tienen que darse las buenas actitudes en unos y otros.
Querida Sandra:
Es muy importante cultivas la buena comunicación entre las personas: relaciones auténticas, llenas de respeto a la dignidad propia y a la dignidad del otro. Sin dominación por una parte y sin servilismo por la otra.
También existe el servilismo sentimental. Hay maltratadores psicológicos que propician el servilismo de la pareja. Se produce como un síndrome de Estocolmo. Por mucho que el maltratado haga, nunca llega a satisfacer al verdugo. Es preciso salir de esa txrampa.
Besos y gracias.
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Mi estimado Dr. Santos Guerra, justo estaba hablando con un colega sobre la adulación excesiva que reciben nuestras autoridades educativas, sin haber hecho hasta ahorita nada digno de admiración. Me sorprende el narcisismo de la clase política, que solo quiere cerca a las personas que los adulen constantemente, pero más me sorprende que existan personas que a través de intereses propios y/o ajenos, venden su dignidad por algún favor. No deberíamos de aplaudir al que no es digno de ningún tipo de reconocimiento. Al contrario deberíamos exigir un mejor desempeño. Estamos viviendo en nuestro estado, momentos de mucha incertidumbre política, economica y educativa, producto de la mala administración, pero muchos no dicen nada y solo se congratulan en el aplauso y la adulación. No hace mucho dije en una reuniónmiesntras todos aplaudían al rector de las Escuelas Normales en nuestros estado, que necesitábamos mejorar la administración de los recursos y ser más estratégicos en el ejercicio financiero. Yo nunca he aplaudido lo que está mal, al contrario he sido muy crítico al momento de externar mi opinión, siempre con la visión de mejorar. Como era de esperarse, lejos de tomar a bien lo que dije, al mes me separaron del cargo de directivo y pusieron a otra persona que sin aplaude, que si adula y por supuesto que no dice nada de las injusticias que se cometen.
Estar al frente de una institución, estar al frente de un grupo de alumnos, es una responsabilidad muy grande, pugnamos por una educación sustentada en el pensamiento crítico, pero negamos esas mismas enseñanzas cuando permitimos que nuestra dignidad se subaje al aceptar o ser cómplices de malas acciones por algún favor.
Tenemos que ser responsables del ejercicio de nuestra profesión y honrar nuestra enseñanzas en cualquier lugar y en cualquier momento, porque es ahí donde lo que enseñamos cobra más valor.
Muchos profesionales de la educación saben perfectamente lo que está mal, pero deciden callar y aplaudir las desiciones que se toman y adular a las personas que claramente se están equivocando, porque si no lo hacen de hace manera, los cambian de puesto o les quitan su contrato. Queremos formar seres pensantes, críticos y análiticos, pero solo para cuando nos tengan cosas bonitas que decir… así no funciona o no debe funcionar la educación.
Un abrazo mi estimado Dr. Gracias por tomarse el tiempo de escribir y compartir sus ideas.
Querido Misael:
Excelente comentario.
He dicho alguna vez que una institución en la que los aduladores prosperan y los críticos son perseguidos o condenados al ostracismo, está instalada en la corrupción.
Es una torpeza y una indignidad que las autoridades educativas no admiten la crítica, Porque contradice lo que planteamos respecto a la educación de niños y jóvenes.
Lo que cuentas de tu experiencia es muy significativo. Te castigan por querer mejorar y los que aplauden son recompensados con el beneplácito de la autoridad.
Lo más grave es que las autoridades quieran rodearse de una corte de aduladores que les aplauden lo que hacen y lo que hacen mal.
Si eso pasa en el área de educación, nos encontramos con un ejemplo deleznable porque el aprendizaje vicario es muy poderoso.
Un cordial saludo.
Y muchas gracias por tu colaboración semanal.
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Que precioso artículo. Las anécdotas son magnificas, sobre todo la que ha dado titulo al texto. M he divertido mucho leyendo.
Y también me ha hecho pensar. Los pelotas siempre me han producido un profundo rechazo.
Creo que tienen complejo de inferioridad.
Tampoco me gustan aquellas personas que necesitan tener aduladores alrededor. y que les digan a todas horas lo maravillosos que son.
Querida Marta:
Muchas gracias. Eres muy generosa. Me alegro de que te haya divertido la lectura.
Y también me gusta que te haya ayudado a pensar.
Ninguno de los dos papeles es positivo. El servil porque se degrada éticamente y el que busca y exige actitudes serviles porque genera a su alrededor un clima lleno de falsedad.
Hay que cultivar relaciones sanas entre personas.
Besos.
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Hola Miguel Ángel.
Otra vez llego algo tarde. Ya sabes lo ocupado que estoy…
Es curioso que cuando leía esta frase “Chucho, fuera, que vas a morder a Don Manuel.” me estaba acordando de la película “Los santos inocentes”, y poco después haces tú referencia a ella… ¡Pobre Paco (Alfredo Landa) cuando se cae y rompe una pierna! Dejó de ser útil al amo, aunque hizo todo lo posible por contentarlo… Y qué me dices del “tonto” de Azarías (Francisco Rabal), quizás era el único que tenía algo de cordura en esa historia de opresión, servilismo, resignación e incultura.
En esta película el servilismo se basa en la jerarquización social, en el abuso de poder del que está en la cúspide y en la incultura de los humildes que llegaban a resignarse ante las continuas humillaciones. Pero más delito tiene cuando en una sociedad donde esta jerarquización se va reduciendo se sigue siendo un servil, a pesar de que se ha ganado en cultura, o eso creo…
En ocasiones las buenas personas pasan por pelotas o por serviles ante los ojos de otras personas no tan “buenas”… Porque hacer algo por amor al arte, sin ánimo de lucro, sin pedir nada a cambio, puede ser malinterpretado también. Así se podría oír: “Míralo, algo andará buscando”. Y es que a las buenas personas se le tratan como Azarías, como “tontos”.
Mañana regreso a mi playa. No sé si con o sin sombrilla, depende de los vientos, de su dirección y de su fuerza… Así que el sábado te leeré mirando al Mediterráneo.
Que pases una buena SEMANA, SANTOS. 😉
Un abrazo.
Querido Juan Carlos:
Tú nunca llegas tarde.
Me parece muy interesante tu idea de que la cultura debería ayudarnos a sacudir el servilismo. En otras épocas había quien pensaba que las personas tenían diferente categoría. Había personas de primera clase y de segunda.Hoy hemos avanzado. Sabemos que todas las personas son iguales en dignidad.
También me parece interesante resaltar que hay quien piensa que todas las personas generosas esconden intereses egoístas. Probablemente por aquello de que piensa el ladrón que todos son de su condición.
Sabiendo tu novel de ocupaciones, agradezco más el tiempo que le dedicas al blog.
Que disfrutes de la semana mirando al Mediterráneo. Yo lo tengo delante todos los días. Nos vemos en el mar.
Un abrazo. Buen descanso.
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