No digo invidentes, digo invisibles. Porque no se les ve. Porque es como si no existieran. Por eso no se piensa en ellos, no se tienen en cuenta sus dificultades, no se atienden sus necesidades más apremiantes.
Los ciegos tienen los mismos derechos que los demás ciudadanos y ciudadanas pero, por ejemplo, no pueden leer los libros en los que se desarrolla el curriculum, no pueden pasar el semáforo cuando lo necesitan porque ninguna señal acústica se lo facilita. Tienen pleno derecho a saber a qué precio se venden las naranjas de un supermercado, pero no pueden leer los carteles que lo anuncian. Necesitan leer la carta que ofrece un restaurante, pero no les es posible la lectura en el único código que se presenta. Un código que solo pueden descifrar los videntes.
Hace algún tiempo, circulando en dirección al aeropuerto, escuché en la radio una entrevista a un niño de 11 años llamado Francisco Manuel que estaba acompañado de su madre. Un niño con discapacidad visual importante: solo tiene un dos por ciento de visión.
El periodista le preguntaba por una iniciativa que había puesto en marcha en Cádiz y provincia. Contaba el niño que un día había ido a un bar y se había encontrado con la carta escrita en braille. Había sentido, por primera vez, que existía en un bar. Sin necesidad de ayuda podía saber lo que quería pedir, lo que podía comer o beber.
Entonces se le ocurrió traducir la carta de todos los restaurantes para que cuando fuese una persona con ceguera pudiese sentirse como se sintió él en aquel bar.
Lleva ya hecha la traducción al braille de la carta de más de cien restaurantes. Muchos de ellos en la ciudad de Cádiz. Otros en San Fernando, en el Puerto de Santa María, en Jerez de la Frontera, en Chiclana… Y decía que deseaba seguir extendiendo la iniciativa por muchos más restaurantes…
La madre era una colaboradora necesaria porque tenía que leerle el texto de las cartas para que él pudiera traducirlas al braille. Le acompañaba orgullosa porque había sido su hijo quien tuvo la iniciativa y quien estaba más empeñado en extenderla.
Todavía recuerdo emocionado una visita que hice siendo estudiante de Pedagogía a un colegio de niños y niñas sordociegos en Madrid. ¿Somos capaces de meternos en la piel de un niño, de una niña que no oye y que no ve?
Fui durante dos años profesor de Psicología General en el Centro de Estudios Universitarios de Madrid (CEU). Organicé los dos años un Seminario sobre la ceguera. El seminario iba acompañado de varias actividades. Una de ellas era una entrevista a un amigo ciego que se sometía a un proceso de tercer grado con los estudiantes de mi clase. Había perdido la vista como consecuencia de un fallo médico en una operación cerebral. Nunca he visto una persona con más entusiasmo, con más empatía, con más fuerza vital. Trabajaba como telefonista en el BBVA. Aquellos jóvenes universitarios se sentían impresionados por aquel adulto ciego que veía la vida con más optimismo y coraje que los que ellos, videntes y jóvenes, tenían.
Una segunda actividad era la lectura y análisis de la excelente obra de José Saramago “Ensayo sobre la ceguera”. Esa estremecedora novela que nos mete en las profundidades de la plena oscuridad. Aun recuerdo las vibrantes emociones que suscitaban los comentarios y las vivencias que había suscitado la lectura.
Otra iniciativa consistía en realizar una experiencia encaminada a suscitar empatía con las personas invidentes. Cada uno tenía que pasar veinticuatro horas con una venda en los ojos que le privase completamente de visión. Y luego teníamos que escribir un informe sobre lo que habíamos descubierto en esa situación de no poder ver y, también, en el momento de recuperar la visión. En una larga sesión compartimos las vivencias que habíamos tenido: la inseguridad, las restricciones de movimiento, la hipertrofia de los sonidos, el miedo a los peligros, la necesidad de ayuda… Uno decidió acudir solo al cine, una mamá cuidó a su bebé en condiciones muy precarias debidas a la ceguera temporal, yo estuve en la casa caminando a tientas, escuchando la televisión y comiendo lo que pude.
Ya sé que esta experiencia es relativa y parcial. No es igual ser o quedarse ciego que “hacerse el ciego” durante un tiempo sabiendo que vas a volver a la normalidad cuando finalice la experiencia. La “ceguera temporal” es solo un atisbo de lo que puede ser la condición de ser ciego. Dice Asimov: “Si cada año estuviéramos ciegos un día, gozaríamos en los restaurantes trescientos sesenta y cuatro”.
Cuánto le falta a nuestra sociedad para que se muestre sensible a las necesidades de las personas con alguna discapacidad. Es como si no existieran, como si no importaran. ¡Un solo bar con carta que pudieran leer los ciegos! ¿Cómo se pueden enterar entonces?
Se construyen las ciudades con el patrón de un individuo que responde a las características de la mayoría: adulto, sano, varón, vidente, apresurado, autónomo, conductor, rico, oyente… No se piensa en las minorías, que quedan excluidas de la mayoría de los servicios y que se sienten lógicamente en constante peligro.
Mi querido amigo Francesco Tonucci dice que si la ciudad se construyese con el parámetro de un niño, todos podríamos sentirnos seguros y tranquilos en ella. De otro modo, los enfermos, los ciegos, los sordos, los paralíticos, las mujeres embarazadas, los niños y las niñas no podrán moverse con seguridad en ella. Así lo explica en el libro “La ciudad de los niños” y así lo hace en ambiciosos proyectos de diversas ciudades del mundo en los que consulta a los niños y a las niñas sobre lo que desean encontrarse en la ciudad. En alguna de estas experiencia, Tonucci preguntaba a los niños por sus deseos. Uno de ellos dijo:
– Queremos jugar gratis.
Nos cuesta meternos en la piel del prójimo, en la mente de quien no es como nosotros. Nos cuesta ser empáticos. Pensemos en una persona ciega que sale a la calle en una gran ciudad. ¿Cómo se desenvuelve sola?
Nos falta sensibilidad para gobernar, para vivir, para compartir la vida con personas que tienen alguna discapacidad. El problema se ha resuelto de una forma cruel o de una forma caritativa.- – – Que se las apañen como puedan.
O también:
-¡Es una pena!
Durante el vuelo fui pensando en ese pequeño niño casi invidente al que bastaba mirarse a sí mismo para saber que las personas ciegas no pueden decidir de forma autónoma qué es lo que desean comer en un restaurante porque no pueden leer el menú. ¿No tienen derecho a saberlo?
Pero tampoco pueden leer otras cosas: los números del ascensor para poder elegir el piso al que desean llegar, las indicaciones de salida de un cine o de un aeropuerto, la hora que marca el reloj, el nombre de la calle por la que caminan o a la que desean llegar, o el nombre de la tienda en la que quieren comprar algo.
La inclusión pasa también por dotar a las personas ciegas de la tecnología necesaria. No es justo construir una sociedad en la que las minorías estén excluidas. La tecnología se ha convertido en una herramienta necesaria, en la situación actual, para realizar muchas tareas presentes en el día a día de una persona ciega, con deficiencia visual o con sordoceguera. Internet y algunas plataformas digitales han facilitado la conexión a entornos educativos, laborales, de cultura, ocio e información, permitido leer un libro digital, hacer la compra, comunicarse con un grupo de amigos, gestionar citas médicas o cuentas bancarias, desarrollar un trabajo profesional, etc.
Hay que dar visibilidad a las personas ciegas. Hay que incluirlas plenamente en la vida de la ciudad. Hay que felicitar a las personas que, como el niño Francisco Manuel, toman iniciativas que hacen el mundo más habitable para quien no puede ver.
Muy buenas Magister!
Entrañable y emotivo artículo que nos hacer sentir y ser ciegos de la ceguera y sordos de las necesidades de las minorías.
Que buenas experiencias nos cuentas y el chaval de Cádiz un auténtico crack.
A veces los últimos de los últimos o como nos dice nuestro amigo Galeano «Los nadies» podemos influir para que se organice en nuestro pequeño centro de más de mil alumnas y alumnos una semana de la inclusión. Poco a poco el profesorado se ha venido arriba en esta I Semana de la Inclusión que celebraremos en febrero… ya tenemos una jartá de actividades y me encantaría incluir para las tutorías la reflexión de tu precioso artículo. Gracias por ponermelo a güevo.
Es de agradecer como las Asociaciones se implican cuando simplemente se las invita a entrar e a nuestros castillos de poder educativo… Abrir las puestas que sencillo y qué difícil a la vez…
Desde el bloque II de salud mental por un mundo más humano, Equitativo y justo (hoy he podido salir un rato) te mandamos un súper abrazo inclusivo. Gracias por hacernos ver nuestra ceguera y darnos además el código braille para entender el mundo que vivimos.
Te queremos y nos encanta comprobar que estás en buenísima forma.
Abrazos 3×3!!
Querido y admirado Miguel, querida y preciosa Gema:
Gracias por vuestras palabras. Sé que, en vuestro caso, las semillas, aunque sean pobres, caen en tan buena tierra que siempre fructifican.
Qué buena idea la de la Semana de la Inclusión. Es una forma de llamar la atención sobre esta tremenda realidad. Hay minorías que tienen muy recortados los derechos.
Es necesario pensar en ellas, comprometerse con sus derechos, hacerlos visibles y trabajar por la inclusión.
Ya veo que seguís al pie del cañón.
Yo escribo y vosotros hacéis. Me lleváis una buena delantera.
Un abrazo en el que quepamos todos y todas.
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Querido Maestro:
Hoy el tema de su comentario me toca de lleno.
No ver, es de las cosas más duras que una persona puede sufrir.
Hace un tiempo sufro de cataratas en ambos ojos que me impide ver de una forma clara.
Así que me pongo en el lugar de ese pequeño del que habla. Y lo mio tiene solución. Estoy esperando que mi oftalmologa me quiera operar.
Lo peor viene de mi rara enfermedad que me está dejando sorda.
Ya perdí el oído izquierdo completamente y en el derecho, gracias a Dios, aún conservo audición.
Claro que conozco y vivo lo que es una discapacidad, en este caso sensorial.
Ahora con las mascarillas puestas se tiene muy pocas posibilidades de leer los labios para entender los mensajes.
Es vivir en el silencio, en querer buscar respuestas en las miradas, en interpretar los gestos, es desafíar la usencia de las palabras para ensalzar con abrazos cualquier encuentro y sentirse cerca del que habla.
Si le digo, que cuesta mucho trabajo que las gentes sientan empatia por las personas ciegas y sordas.
Tengo por suerte una amiga mía, intérprete y mediadora de lengua de signos en centros educativos que me ayuda y me ánima.
Me ha dicho muchas veces que hay que ser y pensar positiva y yo hago.
También he trabajado con niños con diferentes capacidades y le puedo asegurar que fue la mejor experiencia de mi vida.
Mis discapacidades las asumo con la mayor de las esperanzas y pensado que tengo muchísima suerte porque podría ser peor.
Ya para despedirme, les mando a todos mis mejores deseos de paz, amor y felicidad para estas próximas fiestas de Navidad.
¡Que los afectos os llenen el corazón ❤!
¡Que la semana os sea feliz y leve!
Besos.
Querida Loly:
Una cosa es reflexionar sobre la discapacidad desde fuera de ella y otra, como es tu caso, desde dentro.Tener dificultades visuales y auditivas permite experimentar la dificultad.
Ojalá que esos problemas no te cierren en ti misma.
Tanto quienes convivimos con personas con discapacidad como los ciudadanos y ciudadanas en general tenemos que ser sensibles y tenemos que preocuparnos por su inclusión.Es fácil olvidarse de las minorías que no tienen acceso a todos bienes de la cultura.
Una sociedad democrática tiene que ser responsable con y sensible.
Besos, gracias y ánimo.
Feliz Navidad.
Feliz 2022.
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Hola Miguel Ángel.
Hoy tocas un tema bastante interesante, no sólo desde el punto de vista educativo sino desde cualquier orden de la vida, como es la de inclusión, escolar o social.
Lo has querido centrar en los invidentes, pero tu subconsciente te ha traicionado en algunas partes del argumentario y has citado a sordos o los que tienen dificultades en su movilidad. Porque, aunque tú has querido centrar la atención en una discapacidad sensorial, esta reflexión podría haberse aplicado a cualquier otra, ya sea de carácter físico o psíquico.
Cualquier minoría, sea por la circunstancia que fuere, no suele partir en las mismas condiciones que la mayoría. Por ejemplo, en el caso de una de mis hijas es celiaca y no veas qué problemas tiene para ir a un restaurante en donde se apliquen medidas para evitar la contaminación entre alimentos con y sin gluten. Este caso es ínfimamente menos complejo que el del invidente, o el de un paralítico para el que un par de peldaños supone un muro casi infranqueable, o la tortura de una larga parrafada para un Síndrome de Down, o el sonido estridente de una sirena de colegio para un autista,…
En el plano escolar, la eliminación de los obstáculos en los elementos de acceso al currículo, como es el uso de braille en el caso de ciegos, se va llevando a cabo con cierta eficacia, al menos eso parece, aunque me imagino que aún habrá colegios sin ascensores para facilitar el tránsito de las sillas de ruedas, o sin micrófonos con altavoces para el profesorado que trata con alumnos con hipoacusia (sordos).
Otra cosa es que este alumnado con necesidades educativas especiales se incluya con el resto de sus compañeros y compañeros, la indiferencia o incomprensión de éstos o la propia automarginación de los otros pueden llegar al aislamiento del discapacitado. De ahí que la intervención educativa del profesorado especialista en PT y AL, y sobre todo, del resto, sea fundamental para facilitar que esa inclusión sea real y efectiva.
Si el alumnado «normal» se sensibiliza y aprende en la escuela a convivir con estas personas «especiales», no cabe duda, que en el futuro, las barreras y el aislamiento social que estos últimos pueden padecer irán desapareciendo y la inclusión será algo NORMAL. Porque de eso se trata de la atención a la diversidad de normalizar dicha diversidad. Para ello aún queda mucho por hacer, desgraciadamente.
Como tú dices… “Nos cuesta meternos en la piel del prójimo, en la mente de quien no es como nosotros. Nos cuesta ser empáticos”… Vivimos ensimismados en nosotros mismos y no nos importan los demás. Y qué me dices de los gobiernos, que gobiernan para la mayoría como si eso se tratara de impartir igualdad, cuando en muchos casos crea más desigualdad. Pienso, por ejemplo, en el medio rural que también es invisible. ¡Cuánta invisibilidad!
Buena semana para ti y para todos los que nos lean…
P.D. Como miembro de mi revista te envié una postal por email. No sé si te llegó. Mira en la bandeja de spam.
Querido Juan Carlos:
Es verdad. He elegido una discapacidad pero, en realidad, me refiero indirectamente a todas.
Incorporas al debate varias dimensiones muy importantes. Una se refiere a la actitud de los compañeros y compañeras. Tan importante.
Otra cuestión es la intervención de los especialistas, que resulta tan decisiva.
Planteas también la sensibilidad de los políticos para legislar teniendo en cuenta las minorías.
Claro que, cuando se tiene el problema en casa, te haces más consciente de la dificultad que tiene la inclusión. Tu niña tiene a toda la familia pendiente de su necesidad. Pero, ¿fuera de ella? De ahí la importancia de cultivar la empatía.
Un gran abrazo y gracias por el estupendo comentario.
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PD: Recibí la felicitación de tu Revista. Creí que había contestado dándote las gracias. Aprovecho momento para hacerlo. Me pareció una estupenda iniciativa.GRaCIAS.
En tiempo de tantos insultos, está bien que el planeta se llene por unos días de buenas palabras.
Es muy importante que pensemos en las minorías, en aquellos grupos que tienen dificultades para disfrutar de lo que los demás disfrutan.
Me ha gustado conocer la iniciativa de ese chico por traducir al braille los menús de los restaurantes. Gratis el amore. Por pura solidaridad. Ojalá tuviéramos esa actitud todas las personas.
Enfrascados en nuestras preocupaciones, pensamos poco en quienes necesitan de nuestra solidaridad para vivir felizmente.
Lo que se dice en el artículo para los ciegos podría aplicarse para otro tipo de discapacidades.
Una sociedad que se precie de ser democrática tiene que pensar en las personas discapacitadas.
Querida Raquel:
De acuerdo con lo que dices en tu comentario.
Es necesario pensar en quienes, por tener alguna discapacidad, no pueden acceder a los beneficios que se brindan a los considerados «normales».
Los más débiles deberían ser los privilegiados en una sociedad verdaderamente democrática.
Besos y gracias.
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Tenemos que hacer un esfuerzo para pensar en los otros. Tenemos que tener empatía.
No es justo vivir bajo el lema «el que venga detrás que arree». Porque entonces no estaríamos viviendo en una sociedad sino en una selva.
Gracias por esta llamada de atención que, a mi juicio, tiene una especial relevancia en estos días de Navidad.
GRACIAS.
Estimado Javier:
Gracias por participar. Y por leerme, claro.
Sí, tenemos que alejarnos del espíritu de la selva, es decir de una convivencia regida por el egoísmo y la competitividad.
Conseguir una sociedad democrática exige preocuparse por las minorías.
Un cordial saludo.
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Querido Miguel Ángel: estoy muy de acuerdo en las carencias que manifiestas en relación con los invidentes, pero creo que esas carencias existen también en otros grupos humanos como los parapléjicos y tantos que necesitan de nuestra ayuda.
Si bien quedan cosas por mejorar, no podemos ignorar los grandes avances realizados en apoyo y consideración de nuestros hermanos más necesitados. Eso indica que a pesar de los pesares vamos avanzando como raza humana.
Cuando veo excrementos de perros en las aceras siempre pienso en los invidentes. Cuántas maldiciones silenciosas y justificadas habrán lanzado sobre los comodones inconscientes!
Qué hermoso ejemplo de sensibilidad de poner en braille la carta de los restaurantes. Pequeños gestos que nos hacen más humanos.
Hoy en Cataluña se está haciendo La Maratón para obtener recursos sobre las enfermedades mentales. Estás ideas nos deben de llenar de orgullo como seres humanos.
Gracias por dar un aldabonazo a nuestras conciencias sobre estos temas. Un gran abrazo y saludos a todos.
Querido Joaquín:
Es cierto que, como el problema de la disparidad visual, podría haber reparado en otras discapacidades. Tú citas algunas. Y tienes razón. Pensé en esta porque recordé la hermosa y generosa iniciativa de un niño para ayudar a los invidentes.
Una sociedad democrática gana en calidad moral en la medida que se preocupa de las minorías desfavorecidas.
Creo, por otra parte, que estas fechas de Navidad, son propicias para cultivar de forma más intensa la solidaridad y la equidad ( y me refiero por igual a creyentes y no creyentes ya que todos tenemos la condición de seres humanos).
Comparto contigo el sentimiento de que vamos avanzando y haciéndonos más sensibles.
Te envío un enorme abrazo y te reitero mi gratitud por la participación en el blog.
MÁS
Querido Miguel Ángel:
Por mucho que te lea, no deja de sorprenderme la sensibilidad de tu mirada hacia cualquier tema que abordes en tus artículos semanales. Y en el que nos ocupa esta semana, además, incluyendo no solo a las personas ciegas, sino a todas aquéllas que presenten cualquier tipo de dificultad que las diferencie de lo que se denomina «normalidad», como bien señala algún lector un poco más arriba.
Pero ciertamente, considero la ceguera como algo muy duro de vivir. Es por eso que me emociona especialmente la actitud positiva e ilusionante de ese niño que, con la ayuda de su madre, quiere ayudar a otras personas que puedan estar en su misma situación. ¡ Qué ejemplo de generosidad nos está transmitiendo!
Muchas gracias por estar siempre atento a lo necesario, por ponerle voz a esas situaciones de la vida que serían visibles para todos si no estuviera esa mirada tuya tan humana y certera.
Un beso grande.
María Ángeles Peláez
Querida María Ángeles:
Gracias por tus generosas palabras.
Me emocionó escuchar la entrevista a la madre y a su hijo. Y ver la ilusión del niños en seguir ampliando y extendiendo la iniciativa a un mayor número de restaurantes. Y ahí está la clave. ¿Por qué no todos tienen una carta en braille? ¿Por qué la sociedad está organizada solo para el prototipo del individuo normal?
Y, como en esta discapacidad, podríamos pensar en muchas otras.
La calidad de una democracia se ve en cómo atiende a las minorías.
Besos y gracias, querida amiga.
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Querido Maestro:
Hace unos años llegue a una Escuela Primaria en la que conocí a J. C. y a su hermana A., ambos con ceguera, cursaban el segundo grado; ante este gran reto nos organizamos el personal de educación especial y los docentes de la primaria y acudimos a un Curso de Braille y de Estenografía que impartía un maestro con ceguera y, más tarde, sólo el personal de educación especial, al Curso de un software llamado Jaws para que pudieran usar la computadora, el cual compartió un maestro de la Casa de Cultura, el motivó mucho a nuestros alumnos y acudió varias veces a la Primaria, lamentablemente años más tarde falleció cumpliendo su misión de vida.
Cuando lograron culminar la Educación Primaria, en la Ceremonia del término del Ciclo escolar A. leyó el discurso en Braille y en la Ceremonia de egreso de sexto grado su hermano J.C. leyó el discurso.
En la telesecundaria se realizaron pláticas de información y sensibilización al personal de supervisión, docentes, padres de familia y alumnos.
El Supervisor en una visita en la clase de inglés nos comentó que se sorprendía cómo podían tomar sus apuntes y que al pedirles que leyeran lo que escribieron en Braille lo pronunciaron mejor que muchos de sus compañeros.
En algunos temas para que pudieran llegar con conocimientos previos la docente de educación especial les grababa los temas para que ellos los escucharan en casa.
Antes de continuar quiero comentar que en la Semana que se organizaba para sensibilizar se invitaban a las escuelas a personas que tenían alguna discapacidad y ellos platicaban sus experiencias.
Una de esas pláticas la realizó una chica con ceguera que estudiaba psicología y desde la primaria estuvieron motivando a los alumnos de ahí que estos niños quisieran seguir estudiando.
Al egresar de la telesecundaria dejaron un año sin estudiar y aunque ya no eran alumnos nuestros seguíamos insistiendo a los papás para que los apoyaran, finalmente al siguiente año ingresaron al Telebachillerato que estaba en un pueblo cercano al suyo y lo hacían caminando entre veredas y un camino de terracería.
Un día cuando J.C. regresaba de clases falleció, al parecer su corazón no resistió. Acudimos al sepelio y me atreví a hablar a los niños y a los jóvenes que nos acompañaban para que reflexionaran sobre lo que J. C. hizo para seguir estudiando y a la vez animar a su hermana para que continuara sus estudios. Fue muy triste para nosotros sus maestr@s, para todos los que lo conocimos.
Hace poco me visitó una amiga y le pregunté que sabía de A. me dice que termino el Telebachillerato y que ahora ella es la invitada en la Semana de la discapacidad, que alegría me dio saber esta noticia.
Son gratos recuerdos y grandes retos los que enfrentan las personas con alguna discapacidad o condición y todas las acciones que la Comunidad Educativa emprenda para promover la inclusión les ayudará a tener una mejor calidad de vida, una esperanza.
Maestro por eso le decía en el correo que le escribí que llegar a Educación Especial me cambio la vida.
Mi reconocimiento a las maestras, al Director de la Primaria y al personal de educación especial porque con sus acciones beneficiaron no solo a los alumnos sino a toda la Escuela.
Para la sociedad seguimos pidiendo que haya respeto, tolerancia, empatía; a las autoridades que apoyen para que haya más escuelas inclusivas, a los padres de familia que sean fuertes y hagan lo necesario para que sus hijos tengan una vida digna y a las personas con discapacidad que no se rindan, que luchen cada día.
Maestro Usted lo describe muy bien, que sensibilidad en cada artículo, cómo nos guía en cada escrito, cuán necesario es que ningún alumno sea invisible ni se sienta invisible.
Siga escribiendo.
Con admiración y respeto.
Lily
Querida Lily:
Qué precioso y emocionante comentario. Qué magnífica experiencia.
Gracias por compartirla con los lectores y lectoras del blog.
Tus planteamientos son a la vez lógicos, sensibles y éticos. Apuntas el camino de la escuela inclusiva como el adecuado para abordar con eficacia la discapacidad.
Comprender, sentir, amar y atender la diversidad es la base de una escuela inclusiva.
Qué importante la empatía en todos los miembros de la sociedad, desde los políticos a los ciudadanos de a pie. Y especialmente de los educadores.
Muchos besos.
Muchas gracias por tus palabras.
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Aunque el artículo se centra en la discapacidad visual creo que es válido para cualquier otra.
Creo que es importante que una sociedad democrática incluya a a las minorías, del tipo que sean.
La empatía que siente el niño por quienes son como él, es un magnifico ejemplo de lo que tenemos que hacer. ¿Qué podemos hacer en favor de la inclusión? Es cierto lo que se dice en el título, que las personas con discapacidad son invisibles.
GRACIAS POR EL ARTÍCULO Y POR LOS COMENTARIOS.
Querida Mónica:
Yo te doy las gracias a ti por la lectura y por el comentario.
Comparto lo que dices. Fue la iniciativa del niño lo que me hice dedicar el artículo a las personas ciegas.
Creo que la sociedad tiene que aumentar la sensibilidad y la empatía hacia las personas con discpacidad.
Besos.
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HAY QUE PENSAR EN TODOS AQUELLOS QUE ESTÁN EXCLUIDOS POR SU IDENTIDAD,
SEA CUAL SEA LA NATURALEZA DE LA MISMA.
ME IMPRESIONA MUCHO PENSAR EN LAS PERSONAS SORDOCIEGAS. NO SÉ CÓMO PODRÍA COMUNICARME CON ELLAS.
NO SOMOS CAPACES DE METERNOS EN LA PIEL DE LAS PERSONAS QUE NO SON COMO NOSOTROS.
Y SOLO DESDE LA EMPATÍA PODEMOS INTERVENIR DE MANERA EFICAZ.
Estimado Javier:
Yo tuve esa misma sensación cuando visité el colegio de niños sordociegos en Madrid. No sabía cómo llegar a ellos. Aun recuerdo la cara de algunos de aquellos chicos.
Es necesaria la empatía que nos hace capaces de meternos dentro del sentir, del pensar y del actuar de las personas con discapacidad.
Y de haí tiene que surgir el compromiso de la inclusión.
Un abrazo y gracias.
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Saludos
Apreciado Dr. Santos Guerra, comentaristas y lectores
Leí con interés el análisis que hace en su columna Dr. Santos Guerra, así como cada una de las reflexiones y respuestas que daba a las mismas. Me gusta leerle, volver a repasar las líneas que escriben una y otra vez, porque todo hace me mucho sentido. Al respecto, me hizo recordarme de Fernanda, una chica invidente, estudiante, me llamaba la atención que era muy tenaz, yo pensaba que por su mamá o por alguna meta. El caso es que cuando iniciamos la historia de vida tanto la que nos grabó la madre de Fernanda y ella, misma era impresionante lo desconsiderados que somos, aunque pesamos que somos gentiles. Lo que falta es no asumir lo que necesitan los demás, es escucharles. Algo que recuerdo, es que decía es que la mayor prueba fue en la secundaria, donde se la paso muy complicada, pero ella pensaba que debía seguir, pero era porque a ella de niña cuando nació, tomando en cuenta que los avances médicos eran otros, que no podría más que estar en una cama y sería muy cara su educación porque no podía ver. Dice que su mamá no acepto ese diagnóstico y que ella le compró material con mucho esfuerzo y luego ya en la secundaria, ella me comentó que era muy complicado porque no la hacían parte del grupo, era como hacer equipos, pero ella decía “más a fuerza que por ganas”. Ella decide seguir a media superior y ello implicó cambiar de plantel, que además quedaba lejos, su madre trabajaba desde temprano, era casi seguro que no podría continuar, pero ella le dijo a su madre que le mostrará sobre el número de cuadras en que debía subirse al camión, me repetía muy calmada que su madre tenía más miedo que ella, pero Fernanda acentuó pausadamente que de alguna manera o alguna iba a tener que moverse para llegar a algún lugar y en este caso, a la escuela y no era un autobús, eran dos y pues dice que tenía que estar preguntando cada vez que llegaba a las paradas si le decían sobre el letrero a donde se dirigía, dice que una vez si se perdió, pero que se bajo y de una tienda pidió que llamaran a su madre, en ese momento es cuando uno piensa no solo es que el plantel este acondicionado para recibirles, es cómo sabe que llegan los estudiantes con casos como el de ella, eso es algo que me impresionó. Ella es muy valiente y más fuerte que lo que muchos resistirían. Algo que me impresionó fue cuando dijo la materia de mecatrónica, los profesores decían que todos eran iguales, y me decía, pero yo no podía pasarla, hablan de muchos tecnicismos, es mucho material que tenía que sentir y también, acentuó que a veces, todos hablaban en esa clase y era muy prudente, decía es que entiendo, pero yo quería escuchar al profesor porque era el medio para entender, pero ese ruido me lo hacía difícil. También expresó que su intento era doble porque yo llegaba a casa a tratar de que le describieran qué era ese concepto tan abstracto que decía el profesor y a veces no entendía, o que los profesores se comían palabras o se iban a señalar algo, ella suponía que con dibujo, dejando la oración incompleta. Justo es algo que me llamó la atención era que Fernanda, tenía un lenguaje elevado, pausado, muy ordenado, muy congruente e incluso fue por ello que pensé en ella para congreso, ahora entendí la razón, porque cuando se lo comenté y me dijo ahh es que yo tengo que ser muy clara para darle las indicaciones al ordenador y si no pues, me hace las acciones equivocadas y no permite avanzar. Y pensé que maravillosa, lección de vida me dio y yo pensando que era para ella una oportunidad. El caso es que en su lenguaje que se distinguía, muy completo, muy organizado. Gracias por tan necesarios análisis y porque necesitamos escucharlos más. Gracias Dr.
Querida Lourdes:
Me he alegrado al ver tu nombre de nuevo por aquí. Espero que todo te vaya bien.
Impresionante el caso de Fernanda, su esfuerzo, su deseo de avanzar.
Gracias por compartirlo con todos los lectores y lectoras de este blog.
Es importante enseñar desde el cerebro del que aprende.
Un fuerte abrazo y muchas gracias.
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