Resulta dramático que una institución como la escuela, que pretende enseñar el camino de la felicidad, de la convivencia armoniosa y de la paz justa, se convierta para algunos alumnos y alumnas en un infierno. El sufrimiento se hace, a veces, tan insoportable que las víctimas se ven abocadas a tomar la decisión de quitarse la vida.
Es triste pensar en la noche de las victimas de acoso escolar, que se acuestan pensando en el horror del día que ha pasado y en las seguridad de que al día siguiente volverá a repetirse la tortura. Es probable, además, que el sueño se pueble de pesadillas. ¿Por dónde escapar?
Cuesta pensar en esa horrible sensación de tener que levantarse para ir cada día al potro de tortura. Con la angustita, el miedo y la impotencia grabados a fuego en la piel. Callando por el miedo a que redoblen las agresiones y a que se cumplan las amenazas de los torturadores. Callando porque sienten vergüenza de lo que les está pasando y no lo quieren contar.
– Como digas algo a tus padres o a los profesores, lo pagarás caro.
Hace unos días, la cadena de televisión Antena 3 estrenó una película francesa titulada ”El día que quemé mi corazón”, del director Christophe Lamotte. Una película que cuenta la historia real de un joven estudiante francés que se inmola a los 16 años prendiéndose fuego, como consecuencia de un acoso escolar de más de seis años.
– «El 8 de febrero de 2011, dice el protagonista de la historia, decidí acabar con todo. Compré un litro de alcohol, lo vertí sobre mi ropa y me prendí fuego».
La película se estrenó el año 2018 en Francia con motivo del Día Internacional contra el acoso escolar, que se celebra el día 2 de mayo desde el año 2011.
El caso de Jonathan Destin fue el origen de la primera ley francesa contra el acoso escolar en colegios e institutos de Francia. Fue necesario que un alumno se prendiera fuego para que se promulgase una ley, que llegó tres años después de la tragedia.
El autor del libro autobiográfico “Condamné à me tuer” (“Condenado a matarme”), Jonathan Dastin (interpretado en la película por el actor Martin Daquin) , nació en 1994. Tiene ahora 27 años, si no he hecho mal el cálculo.
Ese libro ha servido para producir la película, que comienza con unas dramáticas imágenes del joven rociándose con gasolina y pendiéndose fuego. La prensa se hace eco de la tragedia con el impactante lema de “La antorcha humana”.
– «Todo empezó cuando tenía 10 años, dice Jonathan. Durante todo ese tiempo me acosaron en la escuela. Me pegaban, me intimidaban, me decían que matarían a mis padres»,
La película, desde el punto de vista cinematográfico, no tiene nada especial. Es una película que está más centrada en el qué cuenta que en el cómo contarlo. Es una película correcta, sin alardes, con inevitables flash backs, con un lenguaje sencillo.
Nos cuenta las burlas, los chantajes, las humillaciones, los golpes, las amenazas con las que se ceban algunos compañeros y compañeras de colegio. Y también algunas escenas de la vida colegial en las que sufre, por ejemplo en las clases de Educación Física. Tiene que saltar el plinton, dar volteretas, suspenderse de barras, dar saltos… Lo que para los demás es algo fácil y divertido para él resulta imposible y, como consecuencia, humillante. Dada su constitución pícnica se muestra incapaz, despertando las risas de sus compañeros y, en algún caso, del profesor. En otra clase, después de recibir un golpe de una compañera se gana sin rechistar la reprimenda de la profesora. Él, como suele suceder en estos casos, no desvela quién ha sido la que ha desencadenado la disrupción. La compañera sonríe cínicamente, alegrándose del injusto reproche que recibe Jonathan.
Le quitaban diariamente los diez euros que sus padres le entregaban para el desayuno. En cierta ocasión le colocaron una pistola en la frente y le exigieron que les diera cien euros.
– Si no nos das el dinero te mataremos y mataremos también a tus padres.
Después de la autoinmolación pasa varios meses en coma, los médicos se plantean hacer alguna amputación porque en las aguas del canal quedó congelado. Ha sido sometido, según cuenta en su libro, a más de veinte operaciones y todavía sigue en terapia para superar aquella tragedia.
La película muestra a los protagonistas de la historia: el acosado, los acosadores y acosadoras, los testigos, la familia (padres y hermana) el profesorado, el jefe de estudios y el director del centro, los padres de los acosadores…
Los acosadores y acosadoras, en realidad, son unos cobardes. Eligen al más débil cono su víctima. Su dolor les divierte. Y se rodean de una camarilla de turiferarios que les ríen las gracias. Porque todas las vejaciones son consideradas graciosas.
El jefe de estudios, interpretado por el excelente actor Patrick Demarescau, que no sabe que su hijo es uno de los acosadores, es una persona cercana a los alumnos. Cuando se entera de lo ocurrido, acude al Hospital donde se encuentra encamado Jonathan, como una momia, completamente oculto por las vendas. Solamente se le ve la nariz y la boca. Permanece en estado de coma desde el día trágico en que tomó la decisión autolítica. Después de incendiarse, diversos recuerdos de la vida familiar le impulsaron a arrojarse a un canal después de recorrer doscientos metros.
El Director de la institución le exige a su jefe de estudios que exima al centro de cualquier responsabilidad. Es la imagen del centro lo que le importa.
– Ya sufría acoso antes de llegar aquí, dice el Director, tratando de eludir cualquier responsabilidad,
Su postura es realmente deleznable. No existe ni una pizca de compasión en sus palabras. Incluso desde el punto de vista profesional adopta una actitud inadmisible:
- No es mi trabajo saber si hubo acoso, dice enfadado.
Pues yo creo que sí es su trabajo. Más aún, debería saber cómo y por qué no se ha detectado. Y qué responsabilidad existe en el intento de suicidio de uno de sus alumnos.
Los profesores celebran una reunión para analizar los hechos. Es curioso observar la sorpresa de la mayoría. ¿Cómo es posible que no veamos nada de nada, que ni siquiera alberguemos una sospecha? ¿Cómo puede fraguarse la decisión de un suicidio después de años de acoso, como sucedió en este caso, sin percibir ni un solo signo de alarma? Alguno, sin embargo, había observado con más atención y reconoce que Jonathan no se comportaba de una manera espontanea.
Pienso también en el padre, la madre (interpretada por la actriz Camille Chamaux) y la hermana de Jonathan. Porque ellos tampoco se percataron de la tragedia que estaba viviendo Jonathan. Ni siquiera en los álgidos días en que se fragua la fatal decisión. Es más, cuando el padre es informado por su mujer de que su hijo era acosado, dice:
– Es imposible. Él es muy fuerte. Les hubiera dado una paliza a todos.
Es preocupante también la insolidaridad de todos los testigos. Los alumnos y alumnas conocen bien lo que pasa. Son testigos directos de los abusos. Pero se callan. Temen las represalias de los violentos. Saben que ellos pueden pasar a ser las víctimas si hablan.
Escuela y familia tienen una tarea educativa que debe estar encaminada a la prevención de este fenómeno (que hoy se ve agrandado por el uso nocivo de las redes sociales). Y que deben permanecer atentas (hay que educar los ojos para ver, hay que cuidar el corazón para que el otro importe) ante el sufrimiento de las víctimas.
Jonathan no solo ha escrito el libro para ayudar a descubrir y afrontar esta lacra. Imparte conferencias en Colegios e institutos, concede entrevistas (fue entrevistado en Antena 3 con ocasión del estreno de la película), hace campañas… No quiere que nadie viva lo que él tuvo que soportar y que todavía perdura (“Las secuelas psicológicas son las peores”, dice). porque considera que hay que evitar a toda costa esta tragedia.
El acoso escolar es un cáncer de las instituciones educativas. ¿Cómo es posible que nos pase inadvertido tanto dolor, tanta angustia, tanta desesperación? ¿Cómo no detectamos el sufrimiento de esos alumnos y alumnas que viven a la desesperada una vida infeliz, llena de miedo y de dolor?
Y los alumnos y alumnas tienen que saber que es una obligación moral delatar a los torturadores. El silencio les hace cómplices de la tortura. No son chivatos, no son acusicas. Es un error considerarse buenos compañeros porque no hablan. Tienen que ser buenos compañeros de las víctimas.
Muy buenas Miguel Ángel!
Hoy nos invitas a reflexionar sobre el acoso escolar, una realidad muy dura y nada agradable pero necesaria de tratar.
En Andalucia tenemos «papel» que se concreta en los protocolos de acoso escolar e incluso una comisión de convivencia obligatoria en todos los centros que puede y debe intervenir.
Es suficiente? Claramente No.
Las comisiones son más jarrones chinos ( preciosos pero inútiles) y sigue habiendo reticencias en abrir los protocolos…no vaya a ser que de mala fama al centro…más trabajo y papeleo..etc
Lo urgente en los centros se come lo importante y la administración sigue admitiendo planes de convivencia de corta y pega que además se evalúan al peso (cuanto más pese mejor).
Como muestra un botón. Como miembro del Consejo Rector del Observatorio para la Convivencia Escolar de Andalucía puedo afirmar que lleva más de cuatro años paralizado y sin reunirse.
En convivencia tenemos herramientas para trabajar pero el paradigma punitivo- reactivo se impone al paradigma preventivo- proactivo y al final llegamos tarde. Existen referentes y buenas prácticas y da muy buenos resultados trabajar con toda la comunidad. Sin espectadores pasivos que rían las gracias y callen…el acoso no existiría. Todas y todos o somos víctimas o acosadores o espectadores, nadie está al margen!
En fin, perdona por la chapa pero es un tema que me ocupa y preocupa. Te agradezco en el alma que compartas un artículo como el de hoy. Mil gracias.
Un fuerte abrazo sincero y gigante 3×3
Cuidaros que os queremos un montón!
QUERIDO MIGUEL, QUERIDA GEMA:
Sé que estáis comprometidos con le mejora de la convivencia.
No es ninguna chapa este comentario. Pone el dedo en la llaga. En la prevención, en el abordaje colegiado, en el trabajo compartido por la comunidad.
Y cuántos casos no habremos descubierto. Y cuántas víctimas anónimas siguen atravesando solas el calvario del acoso.
Me preocupa mucho este problema.
Gracias y UN ENORME ABRAZO FAMILIAR.
MÁS
Querido Miguel Ángel.
El acoso escolar está ahí, casi imperceptible, camuflado o enmascarado de tal manera que suele hacerse invisible a los ojos del profesorado o de las propias familias. Hablo en primera persona cuando una de mis hijas fue motivo de acoso en el instituto y fue bastante complicado que nos diéramos cuenta en casa de lo que ocurría… Las señales son muy leves y tenues, y como tú indicas, hay que estar muy atento para percibirlas; ya que la situación es bastante compleja, tal y como has descrito, sobre todo en adolescentes…
En la escuela empiezan a aparecer los primeros síntomas. Uno de ellos es «hacer el vacío», así lo llaman los escolares… ¡Qué doloroso resulta para el que recibe ese «vacío»!, ¡Qué solo y desarmado se siente! ¡Cuánta rabia contenida! ¡Cuántas noches de insomnio! ¡Cuántas lágrimas de impotencia! ¡Cuántas lágrimas ocultas!… En estas edades las señales suelen aparecer en forma de distintos tipos de dolores en diferentes partes del cuerpo (barriga, estómago, cabeza…) que sirven de pretextos para evitar ir al cole. Incluso, aún se puede contar a la familia lo que les sucede para alertarlas.
¡Qué difícil es discernir lo que es “cosa de niños o niñas” de una “tortura” continua!
Conforme los estudiantes se van haciendo mayores el acoso se va a haciendo más sutil e invisible, también más doloroso en una mente inestable en la etapa de la adolescencia.
La labor tutorial es necesaria y fundamental para ir detectando estas señales. Recuerdo cómo utilizaba el “cuaderno de los sentimientos” para que los niños y niñas del segundo ciclo de primaria escribieran sobre sus emociones respecto a los otros y se debatieran en clase esos sentimientos. Los debates resultaban estériles si no se escuchaba al otro u otra. Por ello, en los enfrentamientos cara a cara, indicaba a cada alumno o alumna que repitiera lo que le había dicho la otra persona, era la manera de evitar que cada uno se centrara de forma unívoca en sus argumentos sin haber escuchado antes la respuesta del otro. Pude comprobar, en alumnas de cuarto de primaria, como lloraban cuando exponían sus sentimientos y cómo las que escuchaban se mostraban totalmente insensibles a las muestras de dolor de sus compañeras… No fue fácil desarrollar la empatía y la asertividad entre todas. Costó tiempo de “terapia”, pero se lograron grandes avances en el entendimiento y en la convivencia de la clase. Estas terapias son necesarias para los que sufren como para el resto, puesto que todos aprenden.
Solo deseo que la vista no se nos nuble y, tanto como padres como profesores (en mi caso), podamos observar cualquier señal de acoso escolar.
Buena semana para todos. Un abrazo.
P.D. Para reflexionar lo que está ocurriendo en Cataluña con el acoso al alumnado y a sus familias que requieren una enseñanza bilingüe en castellano y en catalán…
Querido Juan Carlos:
Qué tremendo tu comentario. No hay nada más elocuente para hablar de un problema que haberlo vivido en la propia carne.
¡Una hija que ha sufrido acoso es un dolor que se borra difícilmente! Y más difícilmente si se es un maestro como tú.
De acuerdo en que al tener más edad, se hace más sutil, más imperceptible, más difícil de detectar el problema.
Y qué bueno hacer hincapié en algunos síntomas que nos pueden poner en la pista.
El caso del niño catalán de cinco años es muy especial: es de dominio público, participan en él los adultos e, incluso, las autoridades políticas. Además, el acoso se realiza no solo al niño sino también a la familia. Tiene, para mí, una gravedad inaudita. Es como legalizar y oficializar el acoso. Terrible.
Un gran abrazo.
Y gracias por el estupendo comentario.
MÁS
Querido Maestro:
Hoy con su comentario ha sentido pena en mi corazón.
¿Cómo se puede llegar a hacerse tanto daño a autolastimarse por las acciones y comportamientos de personas tan crueles?
Perdóneme, pero no entra en mi pequeña cabecita tanta maldad.
¿El daño físico es enorme, pero como se supera el daño psicológico, el daño de la mente?
¿Cómo ha cambiado la escuela y la sociedad en general que cierra los ojos a tanta injusticia?
Hay que actuar rápido y con eficacia para solucionar los problemas y que no lleguen a producir daños tan irreparables.
Todos podemos ser víctimas y verdugos.
Y hay que educar para reaccionr de inmediato ante la menor pesquisa de maltrato o de acoso.
Por nuestro bien y el de los demás.
¡Ayudemos al mundo a desprender amor y no maldad!
Ya sin más me despido con un fuerte abrazo para todos.
¡Qué la semana os sea leve y feliz!
Querida Loly:
Gracias por la fidelidad en la lectura y en el envío del comentario sabatino.
Es para estar agradecido por la perseverancia en este esfuerzo y en la generosidad de reflexionar para quienes entran en el blog.
Sí, todos necesitamos estar formados para evitar estos problemas. Para prevenirlos, para no dejarnos acosar, para no acosar a los demás, para informar de lo que está pasando, para intervenir cuando se conoce un caso de acoso…
Aquí si que hay que tener «tolerancia cero». No es aceptable que haya víctimas en la escuela. Y cuando los acosadores son los docentes, el problema es más grave y más doloroso. Porque la mano que golpea (aunque no sea de forma física) es la que tenía el deber de curar y proteger.
Besos.
Y buena semana también `para ti.
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El caso de este chico es impresionante.
Uno se pregunta hasta qué extremo se produce el dolor que lleva a tomar la decisión de no querer seguir viviendo. Él lo dice en el título de su libro: Condenado a matarme.
Deberían ver esta película en todos los colegios e institutos del país.
Es necesario conocer lo que pasa y tratar de evitarlo.
Mejor es prevenir que curar.
Gracias.
Querida Mariana:
Creo que la educación es el camino.
Hay que formar a las personas para que tengan empatía.
Y eso evitaría las agresiones.
Hay que formar en la solidaridad.
Y eso evitaría los silencios cómplices.
Hay que educar para resiliencia.
Y eso ayudaría a las víctimas a salir de su hundimiento.
Besos. Gracias.
MÁS
Importantísima historia.
No podemos cerrar los ojos ante esta dura realidad.
Eso significa que hay que concienciar a todos de la responsabilidad que tienenen dos sentidos:
a. Evitar dañar a los demás.
b. Denunciar valientemente a los acosadores.
Gracias por la información sobre la película y sobre el libro.
Estimado Juan:
Todos tenemos un compromiso moral para evitar el acoso.
Los políticos/as, los profesores/as, los padres y las madres, los alumnos/as…
Todos/as tenemos que empeñarnos en que no se produzca este tipo de tragedias precisamente en el lugar que está ahí para evitarlas.
Un cordial saludo y gracias por escribir.
MÁS
Querido maestro Miguel Ángel Santos Guerra:
Jonathan, logró hacer saber a la sociedad su dolor, su miedo e impotencia, no que sea la mejor manera pero encontró el modo de hacerse escuchar.
Que gran reflexión, aprender a escuchar los silencios, prestar más atención a los síntomas.
Todos tenemos una historia de vida, hay experiencias que nos marcan y nos hacen ser lo que somos…existen personas que nos impulsan a actuar correctamente, con justicia, con respeto, con honestidad, a actuar con amor, con humildad, con fe y sin embargo también encontramos personas que influyen para cambiar el rumbo…
En cada persona está la libertad para elegir, pero qué pasa cuando eres un niño y existe ese sometimiento emocional, psicológico que no te deja ver la salida, cuando ni las personas más cercanas son para ti un respaldo real, y cada día te sumerges más en esa soledad que asfixia y duele más y más que llegas al límite.
Cómo llegas a tener la fortaleza para resistir los golpes de la vida, para luchar y no rendirte, para vencer los obstáculos?
Cómo aprende un niño a lidiar con experiencias que humillan, someten, ridiculizan, que atentan contra la dignidad humana, que duelen y no cicatrizan porque son golpes recurrentes?
Y qué vivieron o no vivieron las personas que disfrutan el dolor ajeno?
Y qué hay de los testigos mudos?
Que tiempos más difíciles nos han tocado?
Que grandes responsabilidades tenemos ante situaciones que generan una destrucción a nosotros mismos, a nuestras familias y a la sociedad.
Hay esperanza en esta sociedad tan acostumbrada al yo, al tengo, al yo quiero, al yo necesito? y no al te comparto, te ayudo, te quiero, te abrazo.
Un abrazo a Jonathan, que Dios le de la fortaleza para vivir feliz, para no rendirse y cumplir con su gran misión de vida.
Maestro por los que logremos salvar cada día, empezando por nosotros mismos, por nuestros hijos, por los que nos rodean, cada quien desde donde está. Ánimo!!!
Siga escribiendo
Con admiración y respeto
Lily
Querida Lily:
Hermoso comentario, rico en sentimientos y en ideas.
¡Cuántas preguntas importantes!
Y cuántos deseos nobles que deberíamos hacer realidad.
Hablas de tiempos difíciles y de responsabilidades inexcusables.
Es tarea de todos y de todas proteger a los más débiles. Y especialmente en la escuela.
La educación es el eje de las soluciones.
Besos y gracias.
MÁS
PS: Comparto contigo la compasión y la admiración por Jonathan, que se dedica ahora a evitar que otros sufran lo que él sufrió.
Esta es una realidad en la que se repara cuando hay un caso como este.
Me pregunto por todos los casos en los que no se descubre a la víctima.
Seis años de tortura son muchos años. Sin verlo y sin sospecharlo en la familia ni en la escuela..
Hay que estar atentos al menor síntoma.
y tener sobre aviso a los alumnos y alumnas para desvelar algún caso que todos conoces, menos los profesores.
Veré la película. Gracias.
Querida Marta:
La lucha contra el acoso escolar tiene que ser constante. No hay que esperar a que aparezca un caso para reflexionar y trabajar en su prevención. Lo ideal sería que no hubiese que intervenir porque se ha erradicado el problema.
Esta tarea no es de una persona o de una comisión de convivencia sino de toda la comunidad educativa.
En un clima sano es más difícil que aparezcan casos de acaso, pero siempre hay que estar atentos. Hay que educar los ojos para ver lo que sucede detrasde las apariencias.
Gracias por tu comentario.
Besos.
MÁS
Si hablamos de casos de acoso no podemos dejar de lado el caso del niño catalán que está siendo objeto de un linchamiento social por los independentistas. Hasta las autoridades educativas lo persiguen.
Es un escándalo entona regla.
Ya sé que no es un caso típico pero, precisamente por eso, merece la atención de la sociedad.
Hay que defender a esa familia que solo quiere reivindicar sus derechos.
Querido Juan Luis:
Tienes razón. No es un caso típico de bullying. Creo que se trata de un caso especial en el que una persona (o varias, ya que es la familia la que está defendiendo su derecho a que el niño estudie en lengua española) está siendo ACOSADA por un sector de la sociedad catalana.
Es necesario, a mi juicio, defender a ese niño y a esa familia. Su postura está respaldada por la ley.
Las amenazas que están recibiendo son inadmisibles.
Un abrazo.
Gracias por tu intervención.
MÁS
Para Juan Luis:
Creo que este caso no tiene nada que ver con el caso de bullyng que presenta la película.
Sin embargo, me parece bien abordarlo ya que se trata de un verdadero acoso. Creo que el independentismo está impregnado de fanatismo.
En este caso no solo no se respeta un derecho, sino que se va en contra de una resolución judicial. ¿Qué democracias es esa?
Para colmo, sale la señora Ayuso e invita a todos los perseguidos de otras autonomías a vivir en Madrid porque allí podrán estudiar en castellano. No hay mayor demagogia.
Querida María:
Es cierto. El caso del niño de cinco años de Canet del Mar tiene poco que ver con el caso que describe la película El día que quemé mi corazón.
Es un caso que está en las televisiones, en las calles, en el Senado, en el Congreso, en muchas tertulias… Tiene una visibilidad extraordinaria.
Esas circunstancias exigen un tipo de intervención diferente.
Hay que ponerse de parte de la víctima, no solo de forma teórica, también en la práctica.
Besos. Gracias por tu opinión.
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El bullying tiene hoy una modalidad terrible que es el ciberbullyng. Es terrible porque así como el bullyng duro se puede detectar, el que se hace a través de la red es más difícil de detectar y de combatir.
Se puede hacer, además, en cualquier momento del día o de la noche.
Los profesores tenemos menos experiencia de de este tipo de acoso.
Estimado Juan:
Un amigo argentino, llamado Alejandro Santander, escribió hace años un libro titulado «Bullying duro, bullying blanco y ciberbullyng». Lo puyblicó la editorial Homo Sapiens (Rosario).
Es importante que la escuela no se desentienda del acoso a través de las redes.
Es preciso ayudar a que no se produzca. Para ello hay que intervenir sobre los potenciales acosadores y sobre las posibles víctimas.
Es preciso indagar, reflexionar e intervenir.
Saludos.Gracias.
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