La naturaleza de la función docente es de extraordinaria importancia y complejidad. Muchas personas, lamentablemente, entienden que para ejercerla, solo hace falta dominar el campo de conocimiento que se pretende enseñar. Y ni siquiera eso. Sin embargo, para que se produzca el aprendizaje no basta con que alguien pretenda enseñar sino que es imprescindible que alguien quiera aprender. Y ahí esta la cuestión: ¿cómo despertar en los alumnos y alumnas el deseo de aprender?, ¿cómo suscitar la pasión por el conocimiento?, ¿cómo ayudar a que el saber se convierta en sabiduría?, ¿cómo acompañar al aprendiz en la búsqueda de la libertad y de la felicidad?, ¿cómo conseguir poner el conocimiento adquirido al servicio de la sociedad?
Frente a la desafección reinante e, incluso, frente a la agresividad de algunos, contra quienes se dedican a la enseñanza, quiero dedicar estas líneas a rendir un sincero elogio a quienes, de forma humilde, paciente y generosa dedican su trabajo y su vida a cultivar la mente y cuidar el corazón de sus alumnos y alumnas. Creo que la sociedad no valora de manera justa el trabajo de la enseñanza. No valora en la medida necesaria a los profesionales de la educación.
No hace mucho tiempo, conocí el caso de una familia cuya hija había obtenido una nota de 13.75 en las pruebas de acceso a la Universidad (el máximo es 14). Al conocer la voluntad de su hija de hacer la carrera de Educación Primaria, le recriminaban su escasa ambición. Con esa nota podía elegir una carrera más importante, de mayor estatus, de más proyección, de mayor remuneración.
Alguna vez he contado, no sé si en este espacio, que una maestra argentina me dijo en cierta ocasión que tenía una alumna que iba a casa todos los días con la misma cantinela:
– Mamá, no veas qué maestra más inteligente me ha tocado este año, pero qué inteligente…
La madre, haciéndose eco de ese estado de opinión que menosprecia o minusvalora a los docentes, le contestó un buen día, cansada de la insistencia:
– Mira, hija, no insistas. No será tan inteligente si es maestra…
La madre quería decir que si de verdad fuera inteligente, sería médica, o arquitecta, o ingeniera, o informática, o farmacéutica, o astronauta, o abogada…
Michel Serres fue un filósofo e historiador de las ciencias, miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes y de la Academia francesa. Fue también profesor de historia de la ciencia en la Universidad de París. Un personaje de tan alta cualificación profesional dice lo siguiente de la tarea de enseñar. “Si usted tiene un pan y yo tengo un euro, y yo voy y le compro el pan, yo tendré un pan y usted tendrá un euro. Esto es, A tiene un pan y B tiene un euro. Y después de la transacción, a la inversa: A tiene un euro y B tiene un pan. Es un equilibrio perfecto. Pero si usted sabe un soneto de Verlaine o el teorema de Pitágoras y yo no los sé. Y ahora usted me los enseña, al final de ese intercambio, yo sabré el soneto y el teorema de Pitágoras pero usted los habrá conservado. En el primer caso, hay equilibrio. Esto es, mercancía. En el segundo, hay crecimiento. Esto es, cultura, educación”.
No olvidemos que, en una sociedad en la que todo el mundo sabe que quien tiene información tiene poder, el profesor o la profesora dedican su vida a compartir el saber que poseen y ayudan a los alumnos y alumnas a buscar por sí mismos el conocimiento.
Uno de los caminos que lleva de forma rápida y fácil a la valoración de la enseñanza es la manifestación gratitud y admiración que hacen los alumnos y exalumnos a quienes les han enseñado. Tengo una colección casi interminable de testimonios famosos. Y estoy seguro de que existe infinidad de experiencias de este tipo que podría contar la inmensa mayoría de los docentes de a pie. Uno de los más elocuentes que recuerdo es el de Albert Camus a su maestro, el señor Germain, cuando su alumno recibe el premio Nobel de Literatura.
Dice en la carta que le dirige: “Esperé que se apagara un poco el ruido que ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.
En su novela póstuma titulada “El primer hombre”, Camus quiso inmortalizar el recuerdo de su maestro y escribió unas bellísimas páginas en las que recuerda la increíble y gozosa aventura que eran las clases del señor Germain. Escribe Camus: “Después venía la clase. Con el señor Germain era siempre interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo… En la clase del señor Germain, por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más especial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso. En las clases del señor Germain sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se les juzgaba dignos de descubrir el mundo”.
Le he oído a Irene Vallejo hacer un elogio apasionado de la profesión docente en estos tiempos de pandemia.. Me gustaría trascribirlo íntegramente porque no tiene desperdicio. Solamente haré referencia a un pasaje que ella lee entresacado de uno de sus libros.
“Aprendemos la lengua materna siendo muy pequeños, recién llegados al mundo. Sin embargo, las palabras que empezamos a decir con torpe lengua de trapo son muy antiguas, algunas milenarias. Nosotros estrenamos la vida y los nombres de las cosas, pero el idioma tiene una larga historia. Si nos detenemos un instante para interrogar a las etimologías, descubrimos significados asombrosos que nos interpelan desde el pasado. Al indagar el origen del término “ministro”, topamos con una de esas sorpresas. Deriva del latín “minus”, es decir, “menos”. El ministro, según nuestros antepasados, es quien se ocupa de las minucias, o sea, de administrar asuntos más bien incordiantes que esenciales. En cambio, lo fundamental, lo que realmente importa, lo más —en latín “magis” — es la tarea del “magister”, del maestro. Esta es la antigua idea plasmada en las palabras que, sin saberlo, utilizamos hoy: hace algo más grande quien se dedica a enseñar que quien gobierna. La voz del pasado nos dice que la educación es, más que ningún otro oficio, el territorio donde soñamos y creamos el futuro. Una profesión que merece gratitud, no solo en latín sino en todos los idiomas. Quizá convenga repensar nuestras nuevas ideas: ¿qué valoramos más como sociedad, a quiénes encumbramos? Las etimologías responden: pasar de un ministerio a una escuela supone un ascenso”.
Hay quien piensa que las vacaciones de los maestros y de las maestras son excesivas, pero no piensan en todo el tiempo que se necesita para preparar las clases, para formarse, para fortalecerse anímicamente. Un banquero cierra la puerta de su oficina y se va para casa sin tener que llevarse tarea al domicilio. Pero un maestro tiene que prepararse, tiene que leer, tiene que planificar y tiene que evaluar, fuera de las horas de clase. Se es maestro de manera ininterrumpida.
En tiempos de pandemia, la docencia ha sido un faro en la noche, ha sido un referente no solo para las mentes sino para los corazones de los alumnos y de las alumnas. Y también de las familias. Además, en las etapas de enseñanza presencial, ha cuidado también de la salud de todos los integrantes de la comunidad educativa. Dice Irene Vallejo en un mensaje en el que desea felices vacaciones a los docentes: “En estos tiempos de borrascas, de nieblas y de rutas inciertas, la educación ha sido nuestro refugio. Quienes os dedicáis al antiguo oficio de la enseñanza habéis protegido frente a la amenaza, las claves para imaginar el futuro”. Larga vida a los docentes y unas vacaciones felices que ayuden a fortalecer la pasión por la enseñanza.
Muy buenas Magister!
Me uno de todo corazón al reconocimiento de la labor docente y de su profesorado.
Como parte de nuestra sociedad que no es docente profesional considero de vital importancia la Educación. Necesitamos con prioridad buenas maestras y maestros. Tengo la inmensa fortuna de conocer y tener amistad con algunos que se dejan la vida en ello con pasión, dando todo lo mejor de sí mismos. Son auténticas luces, pero porqué luces en la oscuridad? porque tanta tiniebla de mediocridad? Cuando nos tomaremos en serio la formación inicial de los más importantes para nuestra Sociedad?
Por qué no seleccionamos a las mejores?
Creo que la responsabilidad es social y compartida, si de verdad nos interesase socialmente la Educación como el deporte…campos y estadios aplaudiendo actuaciones educativas de éxito… jeje sería inimaginable.
Tarde o temprano llegaremos no solo al pan y circo.. sino también a Salud y Educación.
Vamos por buen camino de curarnos de la asignaturitis, la notitis, el ombligismo educativo…etc. y para ello contamos con Santos doctores de la pedagogía. Gracias por facilitarnos la labor, no sabes cuánto!
Mil besotes y abrazos a Lourdes, a Carla (la lectora en inglés), a Miluca, a los guardianes de tus libros y en especial al sabio que ronda esa biblioteca. Nos veremos pronto!
Querida familia viajera:
Da gusto veros (mejor dicho, leeros) en esos viajes en familia rastreando la cultura, leyendo y hasta comentando artículos. Admirables y “queribles”.
No hay calidad del sistema educativo sin profesionales bien formados, bien seleccionados y bien organizados. Lo digo en masculino y en femenino. De hecho, el miércoles voy a cambiar el título por este otro: MAESTRAS Y MINISTRAS.
Seleccionar y formar, esos son cometidos fundamentales. Luego organizar buenos equipos (y estables) para buenos proyectos. T seguir formándose siempre, porque nadie es maestro o maestra para toda la vida.Alguna vez he dicho, medio en broma, medio en serio que los títulos deberían tener fecha de caducidad.
Un abrazo enorme desde Málaga a Almería.
Lleno de gratitud y afecto.
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Querido Miguel Ángel:
No encuentro palabras hoy para explicar la belleza de tu artículo, estas palabras escritas por la personau a a la que todos sus lectores sienten como su maestro.
Conociendo como conozco el sentido de la idea que tan bien expresas y que se resume en “el que vale vale y el que no, para magisterio” me parece maravilloso que personas de la talla de Albert Camus hayan tenido la generosidad de expresar su gratitud a dos personas importantes en su vida: su madre y su maestro. No conocía este detalle y, ciertamente, me ha emocionado solo el hecho de pensarlo ( puedo imaginar lo que pensó su maestro cuando recibió esas palabras).
Pues si, es un orgullo ser docente y muy gratificante encontrarte por la calle, pasados unos años, a esos alumnos y alumnas que te saludan con alegría y te recuerdan con alguna anécdota de clase, lo que has significado para ella en algún momento de su vida.
Un abrazo grande
Mariangeles Pelaez
Querida Mariangeles:
Sé que eres de esas maestras que no se olvidan. Recuerdo hor el hermoso libro NADIE OLVIDA A UN BUEN MAESTRO, de Raul Cremades.
Sí, la carta de Albert Camus es admirable. También es magnífica una carta de Simón Bolívar a su maestro. Y tantas otras.
Pero hacer bien en subrayar la cosecha de gratitud que reciben muchos maestros y maestras cuyos alumnos no han alcanzado la fama y que son igualmente admirables.
Te remito a un artículo anterior quepis mal no recuerdo, se titula Tantos hermosos milagros cotidianos. Es una carta de mi médica a su antiguo profesor de Lengua. Una maravillosa carta.
Besos y gracias.
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Siete de agosto, sábado…. Mi esposa, docente y directora de un centro de primaria está en el apartamento organizando el inicio de curso. Yo te leo desde mi sombrilla…. Necesitará más días para prepararlo todo… Le digo que desconecte…
En mi caso, como secretario de mi centro, estoy (estamos) atentos a Séneca (la plataforma educativa de la Junta de Andalucía) para ver novedades, del correo corporativo del centro por la misma razón… También se aprovecha para leer esos libros sobre educación que no han podido mirar durante el curso,… En fin, que un maestro/a nunca desconecta del todo, menos aún si se trata de un miembro de un equipo directivo.
Desde mi sombrilla leo semanalmente las reflexiones que Miguel Ángel nos ofrece en este blog. Indudablemente, eso supone una impagable formación continua que repercute en mi práctica docente ¡Ya quisieran mil cursos de los centros de profesorado impartir una formación de tanta calidad como la que nos ofrece el maestro (que no ministro) Santos Guerra!
¡Ya me hubiera gustado ser alumno suyo en la Universidad de Málaga! ¡Cuánto hubiera disfrutado y aprendido! Por ello, querido amigo, cada semana me empapó de tus artículos para compensarlo.
Sigo disfrutando del mismo mar que compartimos…
Un abrazo!!!
Querido Juan Carlos:
Tu sombrilla veraniega es ya un icono de este blog.
Es verdad que un maestro, una maestra nunca descansan. “Esto para tal actividad”, “esto para tal día”, “esto para tema”, “esto para comentar en una reunión”…
Se es maestro siempre. Porque tienes también ese instinto del ejemplo.¿Qué pensarían de mí mis alumnos y alumnas si me vieran tirar una botella de plástico en la playa?…
Y todo se multiplica en los matrimonios pedagógicos como el vuestro que, además, están metidos en la responsabilidad de un equipo directivo. ¿Hay quien da más?
Un abrazo que por la costa mediterránea lleno de gratitud afecto.
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Querido Maestro.
Estoy de acuerdo en que se es maestro en cualquier momento de la vida.
Y fundamental ser agradecido a todos aquellos que han pasado a formar parte de nuestro espacio de aprendizajes.
Es de una belleza impresionante la carta que dirije Albert Camus a su maestro de primaria Germain.
Que hallamos sembrado algunos cimientos de amor y complicidad con los alumnos/as, sería tan importante como un milagro.
Y yo creo en el poder inmesurable de la palabra, la conección ancestral de los sentidos, el amor inmenso por los seres humanos, el interés por la transmisión de los conocimientos, la vocación innata de ser maestro.
Yo creo que desde pequeña tuve la sensación de serlo.
Y hoy por hoy, no me arrepiento.
! Es una de las profesiones más bellas del universo!
Porque se lleva incrustada en el alma y la llevas siempre metida en tu cuerpo.
Quizás sea una de las cosas más importantes en mi vida y de la que no me arrepiento.
Ahora la sigo ejerciendo con la trasmisión de mis vivencias y conocimientos, sobre todo con mis nietos.
!Y me siento feliz y realizado mis sueños!
Ya sin más por hoy me despido con un cordial abrazo para todos.
Que la semana os sea leve, disfrutéis de las vacaciones y de el buen tiempo.
Querida Loly:
Estoy seguro de que, como buena persona y buena maestra que has sido, has realizado sementeras que darán lugar a cosechas generosas.
Unas se producen de forma inmediata y otras tardan mucho en llegar.
Respecto a tu condición de abuela, leí no hace mucho en un libro de Salazar este pensamiento: “Estoy seguro de que el mundo sería mejor si antes de ser padres pudiéramos ser abuelos”.
Sé que ejerces de maravillosa abuela. La editorial Graó publicó un libro escrito por abuelos docentes y le puso un título fantástico: NO SE LO DIGAS A MAMÁ, frase que dicen tanto el nieto como la abuela.
BESOS Y GRACIAS.
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Profesor, gracias por iluminarnos con tu conocimiento.
Eres inspirador
Querida Marité:
Muchas gracias por tu breve y generoso mensaje.
La gratitud es mía por haber leído el artículo y haberme hecho partícipe de tus sentimientos.
Besos.
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Querido Miguel Ángel:
Tu amor y pasión por la educación es bien patente en este artículo y en tantos otros, en tus conferencias, en tus numerosos libros, en definitiva, en el devenir de toda tu vida.
Para mi las tres profesiones más importantes son en este orden: educación, sanidad, investigación. Todas tienen su importancia y necesidad social, pero por el fin que persiguen no todas son iguales.
El elemento más noble es el ser humano, enseñarle a crecer, a juzgar, a valorar, a ser feliz, en definitiva, a desarrollar su vida en respeto y amor a sus semejantes, no tiene parangón como profesión.
En este ejercicio, yo creo que no se trata si es más listo el que está en la universidad o el que está en primaria. Se trata de que uno se sienta realizado donde está. Quizás en este sentido sigamos el principio de Peter, que dice que cada uno tendemos a desarrollar nuestra profesión hasta llegar al nivel máximo de incompetencia.
Es muy noble la profesión de maestro, pero también puede ejercerse del modo más innoble. Qué educación han recibido los que son capaces de apalear o matar a un semejante por tener tendencias sexuales diferentes o un color de piel diferente o manifestar cualquier otro tipo de diferencias?
Yo creo que un principio educativo universal debiera basarse en el respeto a las diversidades, y democráticamente, la aceptación del deseo de las mayorías en el libre ejercicio de todas las opiniones.
En fin, la educación recibida está grabada en nosotros de por vida, pero también podemos desgrabar y grabar otras cosas. Somos maleables.
Un cariñoso abrazo, Miguel Ángel, maestro de maestros. Saludos a todos.
Querido Joaquin:
Cómo se nota que hablas desde dentro de la profesión docente.
A mi me parece decisiva la etapa de infantil. Hay un libro de Robert Fulgun que se titula así: TODO LO QUE NECESITO SABER EN LA VIDA, LO APRENDÍ EN EL PARVULARIO. Es una etapa muy plástica, de grandes influencias, de intensos afectos…Muchos alumnos de Universidad ya tienen cristalizado sus sistema de creencias… En cualquier caso, cada etapa tiene sus potencialidades educativas.
Comparto la importancia que das al respeto a la diversidad: “Yo creo que un principio educativo universal debiera basarse en el respeto a las diversidades, y democráticamente, la aceptación del deseo de las mayorías en el libre ejercicio de todas las opiniones”.
Un gran abrazo.
Y muchas gracias por estar siempre ahí, en la brecha.
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Estimado Miguel Ángel, leo cada semana el contenido de este blog después de una de sus conferencias en la que usted lo mencionó.
Comparto hoy que para enseñar no basta dominar el campo de conocimiento, el cómo enseñar es muy importante , el afecto, la pasión por lo que se hace. Ante esto me permito reflexionar, me cuestiono ¿habré desarrollado la habilidad para despertar el deseo de aprender en los estudiantes?
Considero que despertar el deseo por aprender en los estudiantes es lo difícil de la profesión y es el premio del docente si se logra.
Querida María Rosa:
Juana María Sancho escribió hace algunos años un libro titulado: “Para enseñar, no basta con saber la asignatura”.
La pregunta que te haces es el camino adecuado para mejorar la práctica. Quien no se lo pregunta, no buscará nunca la respuesta.
Gracias por leerme desde aquella conferencia. Y, ahora, por escribir este comentario.
Muchos besos.
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Marstro le escuché en el 2do Congreso de emociones en el aula, y haz hecho que vuelca a escribir con buena letra, a querer tomar notas e investigar porque haz explicado con fluidez lo que siempre he pensado en cuanto a educar con el corazón a acariciar el alma de mis estudiantes, a aprender con ellos y de ellos, mis mekores maestros…. haz dado razón a ña rabia e impotencia que siento al ver que esta pandemia ha hecho con los mercenarios de la educación quienes han progresado en sus negocios propios dando minucias a quienes les deben la razón de ser y existir como maestros. Gracias por hacerme sentir que estoy desubicada… que puso en el camino que debo ir.
Gracias Maestro… me hubiera encantado que seas mi estuduante… me hubieras enseñado a ser mas humana.
Jacky
Docente de Preoa
Cuenca-Ecuador
Querida Haqueline Bernal:
Muchas gracias por leer el artículo y por escribir este interesante comentario.
Siempre hace más el lector por el autor que a la inversa.
Y a mí me hubiera gustado tenerte como profesora.
Escribí en 1980 un libro titulado “Yo te educo, tú me educas”.
Besos.
Gracias.
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Estimado amigo.
Gracias por compartir tu artículo donde se valora y agradece la tarea de los que nos dedicamos a la tarea docente de trabajar con las mentes y corazones de los alumnos/as. Que alegría poder leer este blog cada semana que nos hacen reflexionar y van propiciando la cultura y el crecimiento personal, como bien afirma el filósofo Michel Serres. Compartes tus conocimientos, tus opiniones y anécdotas que tanto nos gustan. Por eso siempre recomiendo a mis colegas de profesión la lectura de este blog así como de tus libros.
Enseñar requiere despertar la curiosidad. Ya lo decía Sócrates el filósofo de la antigua Grecia cuando afirmaba que “la educación es encender una llama, no llenar un recipiente”. Nuestra sociedad no valora el trabajo docente en general aunque hay excepciones. En mi familia, mi mujer, mi suegra y un yo somos Maestros/as de profesión y en ocasiones escucho muchas veces decir a mi mujer y a mi suegra que no tenía que haber elegido este trabajo, no porque no le guste dedicarse a los alumnos/as y no tenga vocación sino por la falta de valoración social y el poco reconocimiento a esta tarea de muchas familias en el día a día.
Que bonitas las palabras de Albert Camus a su Maestro. Creo que todos hemos tenido algún Maestro/a que nos ha marcado en nuestra infancia. Yo tenía a Don Diego al que le tengo mucho cariño y siempre le estaré agradecido por su trabajo y dedicación. También ha sido una pieza clave en mi formación. Para mi sigue siendo Don Diego.
En cuanto a las vacaciones de verano de los Maestros/as, soy de los que afirma que son necesarias porque los que nos dedicamos a esta profesión donde tenemos que planificar, buscar información, formarnos en los CEPs, repasar, corregir, transmitir, valorar materiales, evaluar el proceso, cambiar metodología, rellenar documentación, informar a las familias etc… terminamos el curso muy agotados mentalmente. Como bien dices, no descansamos por las tardes ni tampoco los fines de semana… No podemos desconectar de los problemas de nuestros alumnos/as… O al menos yo no puedo.
Termino con los conocidos de Ronda. A Jose Luís del Río y Mª José Aguayo no tengo el gusto de conocerlos aunque por supuesto me suenan mucho los nombres. A quien sí conozco bien es a Estefanía Almenta pues en el curso 2004-2005 fui su Maestro tutor de prácticas en el CEIP. Martín Pinzón de Ronda dentro de la especialidad de Lengua Extranjera Inglés. Ya la he visto el alguna foto contigo y me he alegrado mucho por ella.
Bueno, termino sin más. Un abrazo como siempre desde la tierra de D. Francisco Giner de los Ríos.
Saludos desde Ronda.
Fdo. Juan Francisco.
Querido amigo rondeño:
Siempre me alegra recibir tus mensajes, no solo por el estupendo contenido sino por el lugar desde donde llega el comentario. Tengo un especial afecto a la ciudad en la que vives.
Ha sido una agradable sorpresa saber que conoces a mi amiga Estefania. Le dirigí la tesis y la tuve como becaria en mi grupo de investigación. Una gran mujer.
Tenemos que seguir formándonos cada día (también en vacaciones) porque el conocimiento se multiplica, las personas cambian y las exigencias se renuevan.
Un gran abrazo.
Y gracias desde este Rincón de la provincia.
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Merecido elogio de la profesión docente.
Debería suscribirlo todo el mundo.
Los políticos.
Las familias.
Los alumnos.
Los ciudadanos de a pie.
Porque la educación es un asunto de todos.
Gracias a todos los comentaristas y, sobre todo, a MAS
Querida Marta:
La educación, efectivamente, no es un asunto que importe solo a las familias que tienen hijos en edad escolar. Es una asunto de todos y de todas.
Por eso coincido contigo en la idea de que el elogio a la profesión docente debería ser de toda la sociedad.
Besos y gracias.
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He visto que has cambiado el título y que has sustituido el masculino por el femenino tanto en lo relacionado con Ministros como con Maestros. Me ha parecido estupendo. Entre otras cosas porque hay más maestras que maestros. Todavía no hay más ministras que ministros. Pero llegará.
Felicidades por el estupendo artículo.
Querida Marina:
Pensé en titular así desde el comienzo. También pensé en utilizar Maestros/as y Ministros/as.
Luego me decidí por dejar unos días el primer título y luego sustituirlo.
Cuando se han escolarizado a la vez niños y niñas, las niñas han tenido mejores resultados. Cuando vamos venciendo el sexismo habrá más ministras que ministros. Por pura lógica.
No hay que decir que si hay una ministra debe ser porque vale y no porque es mujer, hay que decir que si hay un ministro varón, tendrá que ser porque vale y no porque es varón. Lo digo por la estadística del existo cuando hay igualdad de condiciones.
Besos y gracias.
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Buenas Miguel Ángel, primeramente te quería felicitar por esta fantástica y emotiva entrada.
Como bien has dicho, la labor del docente está infravalorado. Quienes opinan que la gente que estudia educación es porque es “lo más fácil”, que los maestros tienen muchas vacaciones, que su trabajo es sencillo y encima tienen un buen sueldo… quienes opinan esto deberían enfrentarse a una clase. Dedicarse a la educación no es solo saberte la materia e impartir esa asignatura, es acompañar al alumno, comprenderlo, ayudarlo, hacer todo lo que esté en tu mano para que surja ese esperado aprendizaje, trabajar de lunes a domingo, por la mañana ir al colegio y por la noche preparar la clase siguiente.
En ocasiones pienso que el educador aprende más que el educando, por ejemplo, manejando situaciones a las que no se había tenido que enfrentar y recibiendo lecciones de los más pequeños que te enseñan lo verdaderamente esencial en la vida…
De nuevo, enhorabuena y un abrazo.
Querida Carmen:
Muchas gracias por tus palabras.
Si estaré de cuerdo contigo que hace años escribí un libro titulado YO TE EDUCO, TÚ ME EDUCAS. Se ha traducido al portugués.Como ves, pienso que también nosotros aprendimos y somos educados por nuestros alumnos y alumnas.
Esta es la profesión más importante, más difícil y más hermosa que se le ha encomendado al ser humano en la historia: trabajar con la mente y el corazón de niños/as y jóvenes.
Besos.
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