El sábado 28 de abril de 2012, siete años y medio ha, publiqué en esta misma sección un artículo titulado “La broncemia”. Para que nadie se inquiete por el desconocimiento del término, diré que esa palabra no existe en el diccionario y que la enfermedad que describe es solo un constructo teórico que no figura en ningún manual de medicina ni de psiquiatría. Decía en aquel artículo que la broncemia es una enfermedad psicosomática de ficción que consiste en la cantidad de bronce que las personas afectadas tienen en la sangre. Decía también que tiene dos fases. Una que es “la importantitis” que lleva al broncémico a pensar que nadie hay superior a él y otra “la inmortalitis” que hace que se considere merecedor de tener una estatua de bronce que haga eterna su memoria.
Son síntomas de la enfermedadla diarrea verbal, que lleva al broncémico a hablar con orgullo y solemnidad de su valía, de sus logros, de su saber, de sus méritos o de cualquier otra cuestión que se presente, ya que piensa que sabe de todo y de todo mucho; la sordera interlocutoriaque le impide escuchar con atención a quien le habla pues considera que nadie le puede enseñar nada relevante y el reflejo cefalocaudal, que le hace caminar erguido, con la cabeza alta y con visible aplomo. En realidad, el broncémico, no camina, se desplaza majestuosamente. El primer síntoma que aparece, sin embargo, es la pérdida de la sonrisa. Quien padece la enfermedad piensa que la sonrisa es un signo de inmadurez y debilidad.
Citaba en el artículo al cirujano Francisco Occhiuzzi, médico cirujano de la ciudad de Córdoba (Argentina), a quien había escuchado hablar del tema en una conferencia on line. Él hacía referencia a sus fuentes, de más de treinta años de antigüedad: el Doctor Feijoo Osorio en segundo lugar y el profesor Nicolás Hernández en primero, ya que fue éste quien por primera vez acuñó el término.
Yo me había interesado por el tema en la ciudad de Rosario cuando alguien me dijo, antes de comenzar una conferencia que iba a impartir a los profesores más veteranos de la Universidad Nacional:
- Así que vas a dar una conferencia a los bronces.
Me quedé sorprendido por el término “bronces” y me interesé por él. Mi interlocutor, que era, si mal no recuerdo, el profesor Fernando Avendaño, me llevó hasta el concepto de broncemia, para mí completamente desconocido hasta entonces. Luego busqué y leí. Como, por aquel entonces, yo participaba en actividades formativas para tutores de medicina, pensé que había descubierto un filón de reflexiones didácticas.
Aunque el doctor Occhiuzzi piensa que la edad más propicia para contraer la enfermedad se sitúa más allá de los cincuenta años, he visto jóvenes profesores y jóvenes médicos, entre otros profesionales, con un proceso broncémico avanzado. Mirando a los demás por encima del hombro piensan que son más altos que nadie.
Sí estoy de acuerdo con Occhiuzzi en que, aunque durante mucho tiempo la broncemia ha sido una enfermedad propia de varones, los avances indiscutibles del feminismo han propiciado que algunas mujeres se contagien con facilidad.
En febrero de 2018, recibí un sorprendente correo de Francisco Occhiuzzi, en el que me comunicaba que había escrito un libro titulado “Broncemia”, que en él me citaba y que deseaba disponer de mi dirección postal para enviarme un ejemplar.
Recibí el libro, amablemente dedicado. (Por cierto, tengo una amplia sección en mi biblioteca doméstica que no obedece a ningún criterio clasificador temático, alfabético o cronológico. Son los libros dedicados por sus autores. Libros que estaban incompletos antes de la firma porque, como dice García Márquez, un libro no se acaba de escribir hasta que no se dedica. Éste ocupa un lugar destacado. Como otro que me dedicó Mario Vargas Llosa en un avión cuando entré con un ejemplar de “La fiesta del chivo” bajo el brazo, que él reconoció con una sonrisa, y ocupamos asientos contiguos en el vuelo. Otro de José Borrell (“La República de Taxonia”), enviado en intercambio después de una conversación aérea en un vuelo Barcelona-Madrid. Un tercero de Diego Galdino, un escritor y camarero italiano que leyó una cita que yo había hecho de su libro “El primer café de la mañana” en el blog al que está destinado este artículo… Y así podría seguir durante un largo rato.. Por cierto, quiero hacer mención a una dedicatoria del libro “Los niños y las niñas piensan de otra manera” de Francesco Tonucci, oportunamente acompañada de uno de sus personajes: “¡Gracias, Carla, de parte de FRATO!”. El motivo de la dedicatoria era claro: mi hija Carla había sido protagonista de dos viñetas de ese libro. Quizá algún día hable de esta curiosa historia de los libros dedicados). Vuelvo al tema. Perdonadme la excesiva digresión.
El libro de Francisco Occhiuzzi se titula “Broncemia” y lleva el siguiente subtítulo: “La soberbia en los médicos y en otros personajes de nuestra sociedad”. Está editado por Nuevos Editores y publicado en Argentina. Creo que ningún lector quedará defraudado después de leerlo. Es una creación ingeniosa y sugerente.
¿Por qué éste nuevo artículo sobre el tema? Porque hoy quiero plantear una cuestión importante que tiene que ver con la formación de profesionales de la enseñanza, de la medicina, de la abogacía, de la judicatura… Me refiero a la prevención de la enfermedad. ¿Cómo se puede evitar la broncemia?
El propio Dr. Francisco Occhiuzzi dice que no hay mejor forma de librarse de la broncemia que el espíritu de servicio. Distingue, con perspicacia y tino, qué es acto y qué es actitud. Una cosa es realizar un acto aislado de servicio y otra tener una disposición permanente para ayudar al prójimo cuando lo necesite: una actitud. He ahí, a su juicio y al mío, la clave.
Es en el corazón donde reside la solución preventina. Cuenta, para explicarlo, una hermosa historia. Un pintor organiza una exposición denominada “Las puertas del corazón”. Un visitante recorre la exposición deteniéndose en cada una de las puertas. Admira el colorido, el diseño y la elegante factura de todas ellas, pero hay algo que le llama la atención. Se dirige al artista y le dice:
– Señor, estoy muy feliz de haber venido a ver sus obras. Le felicito por su buen hacer. He admirado la belleza de las formas y de los colores pero soy cerrajero y he visto que en ninguna de las puertas hay un picaporte para poder abrirlas.
El pintor le explicó con amabilidad y simpatía cuál era la causa:
– Habrá visto usted que la exposición lleva por nombre “Las puertas del corazón”. Y debo decirle que las puertas del corazón solo se abren desde dentro.
En la misma intervención explica el autor que un médico le pregunta a tres jóvenes enfermos terminales qué es lo que les gustaría que dijese a los nuevos médicos a quienes va a impartir una conferencia. Le dieron la siguiente respuesta:
– Que llamen antes de entrar, que se despidan cuando se van y que nos miren a los ojos.
Lo que piden, en esencia, es que les traten con respeto y con afecto. No les piden que les curen (aunque eso se sobrentiende): solo demandan respeto y afecto.
Cuando alguien (un médico, un profesor, un juez, un político…) considera que el prójimo es alguien a quien amar, ayudar y servir será poseedor del mejor antídoto contra la broncemia.
Hay otro poderoso remedio preventivo, según el autor del libro, que también comparto con plenitud de convicción y sentimiento: el ejemplo que los mayores podemos ofrecer a los jóvenes. Les formamos como somos más que como les decimos que tienen que ser. No hay forma más bella y más eficaz de autoridad que el ejemplo.
Diré, para terminar, cuál es la cita del libro en la que el autor hace referencia a mi persona, como “periodista malagueño” (oportunamente le aclaré al Dr. Occhiuzzi que, lamentablemente, no lo soy): “Todo el mundo sabe que sobre la cabeza de muchos próceres depositan las palomas sus excrementos y en los pies que sostienen su cuerpo inanimado orinan tranquilamente los perros”.
QUERIDO AMIGO Y MAESTRO MIGUEL-ÁNGEL:
Una vez más, un abrazo y mi agradecimiento. Un saludo afectuoso y muy sentido para Carla y Lourdes, para tus lectores y lectoras.
Con el artículo que hoy nos regalas, nos deleitas, nos sugieres y nos sorprendes para bien. Y todo ello, articulando las certeras ideas que encierra el concepto de «broncemia», «leitmotiv» del artículo, mediante juegos de palabras y ejemplos o casos muy diversos, en especial, el de los «bronces» en la educación, en la medicina, en la judicatura y en la política. No solo. ¡Cuántos y cuántas ciudadanos y ciudadanas ponen cerraduras en las puertas de su corazón! Imagino que como en toda patología o trastorno habrá en la broncemia grados, intensidades y comorbilidades: broncemia leve, aguda y crónica. E incluso bronces con incapacidad permanente por las secuelas invalidantes de la enfermedad…
Me resulta original que el concepto y su caracterización se expongan en un libro: de nuevo, la importancia del lenguaje, de las palabras y de los mundos ficcionales (no tan alejados de la realidad tangible). El autor acuñó y creó el vocablo «broncemia» desde el juego de palabras y la ficción; pero el trasfondo del contenido, la idea que encierra el término (por analogía con «bronce») crece y se encuentra por doquier, en tantas situaciones, actos, actitudes y personas de todos los ámbitos que nos resultan detectables.
-Termino: Que no pongamos más bronce en nuestras vidas, pues enfermaremos de broncemia. Que tengamos un corazón de oro que palpite ternura, generosidad, delicadeza, buena voluntad…
¡Feliz fin de semana a todos y a todas!
Querido Carlos:
Da gusto leerte. Por lo que dices y por cómo lo dices.
Sí, el autor habla del comienzo de la enfermedad de la broncemia y dice que afecta en primer lugar a los pies, de manera que el broncémico comienza a caminar solemnemente. Luego va avanzando hasta la cabeza. Es entonces cuando aparece el deseo de la inmortalidad y la obsesión por tener una estatua de bronce.
Me ha preocupado en este artículo la dimensión preventiva porque creo que la curación del broncémico es muy difícil. He de confesar que he visto muy pocas recuperaciones completas.
Un abrazo enorme para los dos.
Y gracias a ti por leer y escribir ¡¡¡a esas horas!!! Tu comentario apareció a las 4.18 am. No hay lector más diligente y madrugador que tú.
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QUERIDO MIGUEL-ÁNGEL:
Un abrazo de nuevo. Te agradezco que me/nos ofrezcas la caracterización del broncémico, el proceso-progresión de los síntomas, etc.
¡Feliz fin de semana!
Resulta curioso, Miguel Ángel, que este fin de semana hables del sentimiento de superioridad a través del artículo ‘Prevenir la broncemia’ y mi hijo Abel, que está terminando filosofía (como puro placer, ya que él es físico y trabaja para una empresa alemana), me remita una ilustración en la que aparece una pirámide con el siguiente esquema: la cumbre está ocupada por los ‘filósofos’; debajo se encuentran los ‘activistas’; en un escalafón inferior, los ‘ciclistas’ y los ‘veganos’; más abajo, los ‘opinólogos de internet’, la ‘gente que lee’ y los ‘defensores de los animales’; y, ya en la base, la ‘vulgar e ignorante mayoría’.
Puesto que en la entrega anterior habíamos hablado del sentido del humor, invitaría a quienes siguen el blog que entraran en ‘cinismo ilustrado.com’, puesto que de ahí ha sacado Abel la ilustración comentada. Aparte, esta página digital tiene magníficas viñetas que, al menos, nos harán sonreír por la imaginación y la inventiva desplegadas.
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Francisco Occhiuzzi, según nos lo indicas, habla de la ‘broncemia’ dentro de la profesión médica. ¿No se le había ocurrido investigar en el profesorado de la universidad? Imagino que podría llevarse una gran sorpresa, puesto que comprobaría que ahí no era una enfermedad sino una auténtica epidemia.
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Tenía pendiente de explicar más detenidamente el caso de la camarera que conocí en Madrid y a la que le apasionaba la filosofía. Pues bien, ya ha aparecido en Azagala digital con el título de ‘Valerina, la camarera que leía filosofía’.
Pues bien, para quienes estén interesados en este caso (y en el del taxista al que le apasionaba la arquitectura contemporánea) adjunto el enlace, pues es posible que si padecemos algo de ‘broncemia’ ellos nos pongan los pies en el suelo y nos haga ver que no estamos en la cumbre de ‘la pirámide de la superioridad moral’, tal como se describe en la ilustración que os he citado.
http://www.revistaazagala.org/index.php/2019/09/20/valerina-la-camarera-que-leia-filosofia/
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Bueno, voy despidiéndome. Un abrazo para todos, y que leamos un poco de filosofía, que no viene mal para estos tiempos brumosos que nos tienen mareados.
Querido Aureliano:
Acabo de leer el estupendo artículo en el que hablas de Valerina y del taxista. Me ha encantado. También me he encontrado con personas de este tipo en mis viajes. De hecho, en el blog tengo un artículo titulado «El taxista de Granada». (Por cierto, en el título dejas fuera al taxista.Creo que el tema del artículo no es solo ella. Podrías haber titulado «El taxista y la camarera». O, de haber conocido y tenido autorización para citar el nombre del taxista, haber hecho referencia a los dos: «Valerina y Antonio». O bien: Arquitectos y filósofos de a pie. O podrías haber hecho referencia en el título a tu importante idea inicial: «Hablar con la gente». Es una tontería, quizás, lo que te digo. No siempre es fácil titular).
En cuanto a la broncemia, Occhiuzzi hace explícita su referencia a la Universidad como un lugar donde, con facilidad, suele darse la enfermedad. De hecho, dice: «La broncemia se desarrolla, sobre todo, en los ambientes de poder e intelectuales, siendo sus dos ámbitos más propicios la Universidad y la Política, sobre todo esta última, donde la arrogancia y la egolatría inyectan inmensas cantidades de bronce en la corriente sanguínea de los políticos, que desarrollan síntomas muy agudos de «soberbia» y «solemnidad», típicos de la enfermedad. Pero se han observado casos importantes en otros estamentos, como la medicina, la Justicia, el deporte y la empresa».
Entraré en cinismo ilustrado.com. Es bueno recibir sugerencias de este tipo que te llevan a lugares que no conocías anteriormente. Gracias.
Y gracias por la lectura y el comentario.
Un abrazo y buen domingo.
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Querido Maestro!
Buen y reflexivo comentario!
Nos da que pensar los cambios que genera en una persona los escaños que suben.
No hay nada peor que se te suban los humos a la cabeza.
Hay casos en todas las profesiones y en otros ámbitos.
Hay personas, que por suerte le van bien las cosas, porque el destino les aplana el camino y se creen dioses. No solo eso son capaces de mirar al prójimo con descaro e inferioridad.
Pero al fin al cabo no los veo felices algo en sus adentros no les funcionan.
No tengo esta enfermedad que describe y me siento afortunada en seguir teniendo afectos por todo.
Feliz semana!
Querida Loly:
Tienes razón, tú dices que no es bueno que se suban las humos a la cabeza, que es lo mismo que dice el autor de esta obra: no es bueno que se te llene la sangre de bronce. Metáforas para hablar de lo mismo.
Es la petulancia una actitud casi ridícula, que provoca más desprecio que admiración.
Como bien dices, la broncemia es una enfermedad que se puede dar en todas las profesiones. Una enfermedad de la que nadie está libre en principio. Tenga o no una profesión de prestigio. Puede haber un barrendero broncémico.
Ya sé que tú ni has padecido ni padeces esta enfermedad.
Besos y gracias por estar ahí cada semana.
Que lo puedas (y quieras) hacer muchos-muchos años.
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En todas las organizaciones existen, en más o en menos , personajes portadores – ya sea activos o pasivos- de estas bacterias, toxinas o tipos de virus letales….. incluso muchas instituciones se ven amenazadas por una verdadera pandemia de “broncemia”….. sus indicios y sintomas son muy faciles detectar; tal vez con más frecuencia de lo pensado polulan entre pasillos y despachos….me refiero a: “la importantitis”, “la inmortalitis”, “la diarrea verbal”, “la sordera interlocutoriaque” y “el reflejo cefalocaudal”… también hay otros signos no menores pueden ser: “la grandilocuentitis”, “la engreiditis”, “la arrogantitis”, “la pedanteritis” y “la sobervitis” con su poderoso nivel de propagación y contagio.
Coincido con Miguel Ángel que considerar al prójimo o próximo como “alguien” y no como «algo» o una “cosa” es el gran antídoto contra la “broncemia”; pienso además que un buen ejercicio preventivo podría ser la de repetir y repetir –una y otra vez- aquella frase atribuida al triple campeón mundial de ajedrez Bobby Fischer : “al final la partida, tanto el peón como el rey, regresan los dos a la misma caja”.
Saludos desde Argentina celebrando que las yemas explotan en una cautivante y floreciente primavera.
Horacio
Querido Horacio:
Desconocía el estupendo pensamiento de Bobby Fischer. Pero es muy hermosa y potente la metáfora.
Como dice Francisco Occhiuzzi la Universidad es una institución en la que es fácil contagiarse de broncemia. La institución por excelencia.
Sé que la primavera llega en Argentina como si nada estuviste sucediendo en la política.
No sé si conoces un librito mío que la Editorial Santillana publicó en Chile y que se titula VIVIR EN PRIMAVERA. EL VALOR DE LA EDUCACIÓN. El eje es el pensamiento de Neruda: el amor (dice Neruda, yo digo la educación) hace con las personas lo que la primavera hace con los cerezos.
Un gran abrazo.
Feliz primavera.
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Querido Miguel Ángel:
He tenido el gusto de leerme todos los artículos que tienes publicados en El Adarve (si se me escapó alguno, no deben ser más de cinco). Posiblemente (bueno, seguro) no los recuerde todos, pero de este sí me acordaba, y me sigue gustando mucho.
Tanto tú como los vecinos y vecinas que me preceden con sus comentarios habéis utilizado todo tipo de adjetivos que definen este tipo de personajes. El propio autor lo dice en el título del libro, LA SOBERBIA.
Yo no estoy pensando en las personas que sí podemos considerar que han hecho algo que no todos pueden hacer, que ocupan puestos importantes en lo suyo, que son expertos o eminencias reconocidos por la sociedad o parte de ella. Estos podríamos pensar que son los mejores candidatos para padecer de broncemia.
Yo estoy pensando en los míos, gente corriente de a pie, y que son firmes candidatos a padecer de broncemia si no la padecen ya. (Nunca me había dado cuenta o desconocía que la palabra pie diera lugar a tantas expresiones. “Besar los pies”. “A sus pies”. “Cojear del mismo pie”. Por supuesto, de nuevo no es lo mismo “con el pie derecho” que “con el pie izquierdo” ; ¿cuál será el de la buena y el de la mala fortuna?).
Ahora entiendo por qué esta gente levita. Porque nos quieren y nos respetan, y así, cuando les tengamos que besar los pies los tienen limpios. Porque caminar o estar a pie de obra es de gente vulgar.
Retomando y centrándome en el camino que había iniciado sobre el tema, me quedo con tu intención preventiva, con acto y actitud, con un corazón sano para tratar a todas y a todos con respeto y afecto.
Hagamos lo que hagamos, nos movamos en el ámbito que nos movamos (si es en educación no te digo nada), AMAR, AYUDAR Y SERVIR CON EL EJEMPLO.
(¿Te acuerdas del que quería cobrar un euro más que el que más cobraba?)
Abrazos y buena semana al mundo mundial.
Querido José Antonio:
Cada vez que escribes das un argumento nuevo a mis deseos de que sigas siendo un vecino de este barrio.
No creo que haya otro comentarista que pueda decir que lo que tú has dicho: que te has leído TODOs los artículos de un blog que ya tiene 808. Son más de dos mil páginas. No me digas que no es de admirar y de agradecer.
Respecto a la broncemia creo que es una enfermedad que afecta no solo a los profesionales de éxito en la sociedad. Como bien dices, también hay broncémicos en la gente que llamamos «de a pie».
Luis Vives sostenía que «La soberbia ataca con dos dardos: la ira y la envidia».
Balzac dice que el mal de nuestro tiempo es la superioridad: hay más santos que hornacinas.
Hay una cuestión que no se aborda en el libro: ¿cuántos broncémicos saben que lo son?
Un gran abrazo.
MÁS
Querido Miguel Ángel:
En realidad no me olvidé del taxista: dado que, en ocasiones, los artículos que escribo se publican en Azagala y en los trece diarios digitales de Andalucía, en mi tierra de origen apareció con el título de “Valerina, la camarera que leía filosofía” y en los diarios andaluces con el de “El taxista y la camarera que leía a Spinoza”.
La razón proviene de que en el primer caso me extiendo en lo que le indiqué a Valerina acerca de Extremadura y de Alburquerque. Esta parte en los segundos no la incluyo, y me extiendo más en la figura de Baruch Spinoza.
¿Por qué realizo esto? En el caso de los diarios digitales andaluces, con casi 500 artículos publicados, tengo que apuntar que el lugar en el que me más se me conoce es en Montilla, ya que en esta localidad cordobesa residí durante bastantes años, por lo que me relacionan como militante de izquierdas y miembro de Europa Laica. En Alburquerque, llevo unos 60 artículos publicados desde que decimos hacer la publicación digital, y allí, lógicamente, saben de mí desde que soy pequeño, aunque mi figura pública es conocida como arquitecto de la Asociación para la Defensa del Patrimonio.
Los lectores extremeños y andaluces son distintos: en el primer caso, interesan mucho los temas relacionados con el terruño y los de corte histórico; en el segundo, como trato diversas temáticas, la más seguida es la del estudio de los sentimientos y emociones de los escolares a través del dibujo de la familia.
Para que veas la diferencia que existe, te puedo indicar que el artículo que más lectores ha tenido en Andalucía fue “Fallece la madre”, ya que solo en Montilla Digital registró 15.000 entradas de lecturas; sin embargo, en Azagala fue el que menos interés despertó, quizás porque haya gente que lo asocie con un hecho luctuoso que no le interese recordar.
Volviendo al taxista y la camarera, te puedo decir que, en el primer caso, lamento no recordar su nombre, ya que me lo dijo en el momento de la despedida. Esto da lugar a que sea muy difícil que pueda tener de nuevo contacto con él, a pesar de que Flora y yo viajamos con mucha frecuencia a Barcelona; sin embargo, en el caso de Valerina, como sé dónde trabaja, en el siguiente viaje a Madrid me acercaré, pues me dará una gran alegría verla de nuevo y continuar con la charla, pues se me olvidó preguntarle qué había estudiado, aunque yo supongo que Filosofía o algo de Humanidades.
Voy cerrando: no dejes de entrar en ‘cinismoilustrado.com’, puesto que a ti, como gran amante del buen humor, te va a encantar y, más aún, cuando la imagen y la palabra se unen de modo tan inteligente.
Querido Aureliano:
Por lo que veo ya pusiste en práctica la sugerencia antes de habértela hecho: «El taxista y la camarera que leía a Spinoza».
Más que satisfecho con las explicaciones.
He entrado en cinismo ilustrado.com. Magnífico.
Mañana viajaré a Madrid para participar en dos experiencias de las que espero hablar el próximo sábado.
Un cordial saludo de Málaga a Córdoba.
MÁS
Creo que esa enfermedad existe, lo mismo que la vaciedad, el que uno se cree que no es nada y no comprende el porqué está en el mundo, como si fuese un error.
Siempre he entendido que esa enfermedad es, más bien, propia de ignorantes. El sabio es humilde, precisamente porque sabe mucho, y como tal, es consciente de que es mucho más lo que no sabe. El ignorante, con cuatro cosas que sabe, ya se siente todo un fenómeno.
El articulo lo considero una invitación a la humildad y sencillez pensando que el campo del saber es infinito y que nosotros abarcamos una pequeña porción, la mayoría, minúscula.
Un afectuoso saludo, Miguel Ángel, extensible a todos tus lectores.
Perfecto, Joaquín. Me gusta mucho lo que dices. Pero estoy pensando si no será el virus de esa enfermedad el que se va comiendo las luces que nos hacen ver lo insignificantes que somos en el universo. Algunos llegan a quedarse ciegos, por lo que no se ven, no ven lo ridículo de su comportamiento, ni de dónde vienen y a dónde van.
Un saludo.
Querido Joaquín:
Nicolás de Casa hablaba de la docta ignorancia. Efectivamente quien sabe mucho es consciente de lo muchísimo que desconoce.
El problema, creo yo, no la cantidad de conocimiento que se posee sino la actitud que uno tiene ante los otros. El broncémico piensa que los demás son «menos», que valen «poco» y que pueden ser tratados como objetos.
De ahí que propongo como solución el espíritu o la actitud de servicio.
Un abrazo.
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PD: Me alegró mucho verte en Barcelona, a pocos días de tu cumpleaños. Los llevas muy bien, pero que muy bien.
Apreciado Dr Santos, saludos y también a todos.
Me pareció excelente el abordaje de esta problemática que inició con la inquietud de leer la novela la Broncemia, el término no existirá en ningún diccionario, pero sí que existen personas así, que presentan los mismos síntomas. Con una actitud de superioridad, de merecer, una exhaberbada diarrea verbal de la persona que la padece, para promover su valía, de sus logros, de su saber, de sus méritos, sabe de todo y de todo mucho… y nadie le puede enseñar nada relevante. Pero justo, incluso la portada de la novela coloca al personaje con las gafas , pero sin apoyo a la vista. Por supuesto que todo pinta para pensar que se refiere a una persona narcisista, egocéntrico, que mata la inspiración y que si se da una relación será de humillación y violenta Dr. una pregunta a estas personas ¿Será necesario enfrentarles a su realidad respecto al efecto que tiene su autoestima con la convivencia y el producir felicidad? Esto, porque a veces presentan promedios altos en histeria y en lugar de apoyarles a la mejora, en ocasiones estallan como granadas o qué recomienda Dr.
Gracias Dr. fueron estupendos el artículo y los análisis.
Querida Lourdes:
Solo una precisión. El libro «Broncemia» De Francisco Occhiuzzi no es una novela. Es un libro de ensayo en el que aborda diferentes cuestiones sobre esta enfermedad que, como dices, describe muy bien a personas que manifiestan de forma persistente una actitud dd superioridad ante los demás.
El rostro de la portada creo que ha sido bien elegido para mostrar algunas características del broncémico.
Me haces una pregunta difícil de responder. No es fácil el proceso de curación. Muchos intentos resultarán vanos. Si analizan los efectos que tiene su actitud en la opinión de los demás, acabarían siendo conscientes de su equivocación.
El broncémico dice: yo soy muy humilde, como cualquier persona de excepcional valía.
Producen más pena que admiración.
Besos y gracias.
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Hola a todo el mundo.
Como algún comentarista ha dicho, no hay que preocuparse mucho por los broncémicos, al final la calvicie de dentro de 100 años nos coloca a todos en el mismo sitio. Cuando entra la aplicación perfecta del artículo 14 de la Constitución española, con la muerte, nos coloca a todos en igual rasero. No conozco aún a nadie que se haya escapado de tan igualitaria situación. Por otra, y escarbando más en el asunto, caigo en la cuenta de que de broncemia padecemos todos (Shopenhauer, la conservación de la especie). La aparatosidad de la enfermedad se evidencia más en los más torpes, éstos saben ocultar peor. Su teatralidad es más evidente, y por ello, su broncemia, hasta criticada por los que también la padecemos y la ocultamos mejor. La enfermedad es un rasgo de herencia antropológica. El más macho, el más listo, el más fuerte, era el que se apareaba con la mejor hembra, para así dar seguridad a la continuación de la especie. Claro, luego llegó el teatro del que sin ser el mas listo aparentó serlo, claro, es que aparearse y dejar descendencia parece que les gusta a todos. O el teatro del que sin ser el más fuerte aparentó serlo. Y nació el ego. Luego vino Narciso y se miró en el agua limpia y se vio magnífico, y se amó así mismo y para siempre como nadie llegó a amarlo. Luego también llegó el humilde que no cesaba de hacer ver su humildad cuando supo que humildad era sinónimo de valía; y humildad se convirtió en una infección que venía del patrón común broncemia. Luego nació Quintiliano de Calhorra, y más tarde Don Quintiliano que leyó al de Calahorra en Instituciones, que oculta su verdadero yo porque tal vez crea que ocultarlo es una forma de humildad, cuando, como he dicho antes, en su escala, humildad es una forma más de broncemia. La hipótesis final, por terminar, sea en consuelo del que lee y para evitar su dolor de cabeza, todos tenemos nuestra carga de broncemia, el exceso o en igual medida, la/tu incapacidad para ocultarla, es lo que se/te critica. Bueno, va.
Por segunda semana consecutiva, y sin que sirva de precedente, Sr. Guerra, mi especial enhorabuena por su artículo. Éstos, en este hilo, entiendo que son los que verdaderamente llegan a informar/conocer sobre el ser humano. Me parecen interesantísimos. Gracias.
Que tengan buena tarde.
Estimado Don Quintiliano de Málaga (lector del de Calahorra):
He tardado en contestar a tu comentario porque he estado dos días de viaje en Madrid (experiencia sobre la que escribiré la próxima semana).
Interesantes reflexiones sobre la humildad y la broncemia, la realidad y la apariencia.
¿Qué pensar del alardea de ser el más humilde de todos los mortales?
Y, en efecto, quién puede estar seguro de no tener un poquito de bronce en la sangre.
Muchas gracias por tus dos felicitaciones consecutivas. Y que sirvan de precedente.
Aunque recibirlas pueda ser una amenaza de broncemia.
Un cordial saludo.
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Soberbia (soberbio), pedantería (pedante), arrogancia (arrogante), orgullo (orgulloso), vanidad (vanidoso), altivez (altivo), altanería (altanero) engreimiento (engreído), petulancia (petulante), megalomanía (megalómano)… ¿Sigo?
Si nos fijamos, los términos entre paréntesis tienen sus correspondientes femeninos, excepto pedante y arrogante.
Por cierto, ¿estamos exentos de alguna de estas adjetivaciones?, ¿cuál de ellas nos asignaríamos, pues alguna nos puede tocar de cerca?… Cada cual que se la piense.
Querido Aureliano:
No veo clara la primera reflexión. Dices que los términos pedante y arrogante (entre paréntesis) no tiene su correspondiente femenino, pero creo que no es así, como sucede con pedantería y arrogancia. Pero tampoco veo claro a dónde lleva la reflexión.
Pues claro que no estamos exentos de algunos grados de estas calificaciones.Y el que lo negase del todo creo que sería un portador más potente de la enfermedad.
Un abrazo y gracias.
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Amigo Miguel Ángel: Respondo con cierta brevedad a los interrogantes que planteas.
He comenzado las clases con la propuesta hacia el alumnado de la lectura y comentarios escritos de dos artículos, que he publicado en los diarios digitales, referidos al dibujo infantil, y en los que se abordaban las emociones positivas y negativas (la felicidad y los celos), fuera en la infancia o en la edad adulta.
Al preguntar de manera abierta acerca de los sinónimos y antónimos, compruebo que sobre los sentimientos negativos salen muchos términos; no así con los positivos.
Es por ello que, en uno de los escritos que remití al blog, inicié la larga lista que puede hacerse de las cualidades negativas que salen a partir de la ‘broncemia’ (y que es posible continuar con términos populares con lo que se ampliaría considerablemente). Sin embargo, cuando hablamos de las virtudes humanas que se contraponen a esos valores negativos encontramos escasos términos: sencillez, modestia, humildad.
Así pues, ¿la dura realidad nos remite a la multitud de ‘broncemia’ que hay en la población y que esas virtudes positivas, en cambio, son escasas, por lo que con pocos términos se resuelve la cuestión?
Por otro lado, si indiqué que los términos en paréntesis tienen sus correspondientes femeninos -orgullosa, soberbia, altanera…- y pedante junto con arrogante sirven para el masculino y el femenino se debe a que les estoy corrigiendo gramatical y literariamente sus comentarios, de modo tengo que resolver los galimatías en que están inmersos cuando se les ha dicho que desdoblen los genéricos sin más consideraciones.
Resulta que, según el propio alumnado, quienes hacen esto no les corrigen los trabajos, dado que se los plantean de manera colectiva y se los devuelven sin haberles realizado ninguna observación.
Por mi parte, sé que la corrección gramatical y literaria es un trabajo arduo, pero, finalmente, me lo agradecen enormemente.
Bueno, voy cerrando. Mañana salgo para Alburquerque para estar presente en una asamblea de la Asociación para la Defensa del Patrimonio. Desde allí leeré lo que nos entregues el próximo domingo, que espero sean de gran interés, como sucede habitualmente.
Un abrazo.
Querido Aureliano:
No sabes cuánto me extraña que no haya ninguna pedanta en tú clase.
Ayer mismo he tenido una entretenida charla sobre el tema.
Buen viaje y que te diviertas.
Querido José Antonio:
Te remito al libro que he aconsejado a nuestro común amigo Aureliano.
Buen fin de semana.
Me voy a poner con el artículo de mañana.
Te anticipo el título: UN PUENTE DE PLATA AL PASADO.
Un abrazo.
MÁS
Querido Aureliano:
Tus interesantes disquisiciones sobre el lenguaje y las emociones me han llevado al libro de José Antonio Marina y Marisa López Penas titulado DICCIONARIO DE LOS SENTIMIENTOS (Anagrama, 1999).
Lo leí hace tiempo y recuerdo que me ayudó mucho a descifrar algunos códigos del lenguaje con el que describimos los sentimientos humanos. Muy aconsejable.
Buen viaje a tu tierra. Y éxito en la causa que te lleva.
Un abrazo.
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