Pocos pondrán en duda la importancia que tiene la buena dirección de las instituciones escolares para conseguir los objetivos que se proponen en su proyecto educativo. Los fines compartidos y las actitudes cooperativas serán adecuadamente impulsadas desde una forma rica de entender la función directiva.
No me gustan mucho los siguientes verbos de la dirección: mandar, controlar, exigir, castigar, imponer, ordenar someter, silenciar, advertir… Me gustan más estos verbos: coordinar, dialogar, escuchar, aprender, estimular, pensar, aceptar, innovar, sugerir, investigar, proponer, crear, motivar, amar, hacer crecer…
No voy a plantear ahora cuestiones que considero importantes: por qué motivos quieren acceder algunas personas a la dirección, cómo se forman, qué tipo de tareas realizan, qué estilo de dirección asumen, qué sentimientos viven, qué conflictos tienen que afrontar, que signo (positivo o negativo) tiene su evolución… Voy a centrarme en una cuestión muy concreta y enseguida diré el motivo que me ha llevado a plantearla.
Mi entrañable amigo argentino Horacio Muros me ha sugerido varias veces la idea de hacer algunas reflexiones sobre la soledad que viven quienes dirigen las escuelas. Estoy seguro de que uno de los motivos por los que me ha hecho esa invitación es la vivencia de ese sentimiento en los más de veinte años que viene desempeñando el cargo.
La soledad tiene muchas caras, muchas dimensiones. Decía María Zambrano que “solo en soledad se siente la sed de verdad”. También es cierto lo que decía Ralph J. Bunche: “Me encuentro solitario cuando busco una mano y solo encuentro puños”. Cara y cruz. Haz y envés de la soledad. Habrá que reflexionar sobre el contenido psicológico y moral de esa singular vivencia-
Hay, a mi juicio, varios tipos de soledad en el ejercicio de la profesión directiva. El primero es la soledad física. El Director (siempre que hable de Director me estaré refiriendo a Directores y Directoras, a sabiendas de que el género es una cuestión fundamental en la consideración del poder en educación) está más solo físicamente que los profesores y las profesoras. Tiene un despacho en el que suele estar aislado (qué hermosa palabra). En la sala de profesorado están o pueden estar todos los docentes.
En mi libro “Las feromonas de la manzana. El valor educativo de la dirección” hay un capítulo titulado “La imagen en el espejo. El equipo directivo visto por el alumnado”. En él recojo varios testimonios de alumnos y alumnas:
– “Durante mi paso por el Colegio no recuerdo la figura del Director y después en el Instituto recuerdo al Director del centro, pero nunca he llegado a hablar con él. Lo recuerdo como una persona distante, siempre sentado en su despacho. Mi relación con los dos Directores durante mi experiencia ha sido casi inexistente, llegando al punto de que en bachillerato me enteré de quién era el Director cuando se jubiló y fue entonces cuando me enteré de quién era el viejo y el nuevo”
– “Al pedirme que relate mi historia acerca del Director y la relación que haya tenido conmigo me quedo en blanco, ya que en mi vida académica ninguno de los Directores o Directoras que he tenido en los centros donde yo estaba matriculada han tenido ninguna relación conmigo. Se puede decir que para mí la figura del Director tal y como me han hecho conocerla es aquella persona que sabías que existía por lo mucho que hablaban de ella, pero que permanecía en el despacho a puerta cerrada”.
– “Lo significativo de la figura del Director en el Colegio es que ni siquiera sabía quién era. Solo era una persona a la que teníamos miedo, pero sin rostro y te la imaginabas como un monstruo”.
Hay otro tipo de soledad que es la soledad emocional. El Director puede sentirse aislado. Unos se alejan de él por temor y otros por no ser tildados de sumisos, aduladores o interesados. Hay quien practica la crítica más cruel de manera virulenta. Se ensaña con todo tipo de discursos y comportamientos. Sea quien sea el Director. Hago lo que haga. Qué decir cuando en el seno de la comunidad hay una persona que aspiraba al cargo y fue relegado por quien hizo la elección o perdió en un concurso de méritos. Qué decir también de los grupos que ejercen una oposición sistemática.
Hay un tercer tipo de soledad a la que llamaré soledad decisoria. Me refiero a la necesidad de tomar decisiones en solitario. En España tenemos equipos directivos, de modo que muchas decisiones tienen carácter colegiado. Pero hay ocasiones en las que, por la urgencia o por las condiciones, el Director, como órgano unipersonal de gobierno, tiene que decidir sin poder realizar consultas ni llegar a una decisión compartida. Toda la responsabilidad descansa entonces sobre las espaldas del Director. Nadie le puede ayudar. Se encuentra solo ante deber de elegir, ante la necesidad de decidir. Con todos los riesgos y la angustia que eso conlleva.
Existe también, a mi juicio, a mi juicio, una soledad orgánica. El Director pertenece a la comunidad, pero es una parte distinta y visible. El Director tiene poder pero se trata de un poder institucional delegado. Está situado, en solitario, entre el poder y la comunidad. Puede decantarse hacia un lado o hacia otro. Puede sentirse más del poder o más de la comunidad. Puede querer agradar, sobre todo, al poder o a la comunidad. Pero está solo en el medio de ambas instancias.
Finalmente podríamos hablar de una soledad ontológica. Es decir una soledad que tiene que ver con la naturaleza misma de la función directiva. El Director está solo, es uno, es un cargo orgánico unipersonal. Puede tener equipo, puede evacuar consultas, pertenece a una comunidad pero, en última instancia, hay un Director que representa, se responsabiliza y ejerce su función en estricta soledad. Decía Schopenhauer que nadie puede salir de su individualidad. Joseph Conrad afirmaba: “Vivimos como soñamos: solos”.
Estas realidades producen estados de soledad, pero ninguno es igual que otro. Nunca se está solo de la misma manera. Es preciso recordar, por otra parte, que no es igual estar solo que sentirse solo.
Parte de la diferencia entre vivir soledad como un sentimiento destructivo o constructivo reside en la voluntariedad. Una cosa es estar solo por elección, como fruto de una decisión elaborada y otra estar condenado a una soledad que no se desea ni se ama.
Otra parte de la diferencia reside en el uso que se hace de la soledad. Un cuchillo puede utilizarse para herir o matar, pero también para liberarse de ataduras inmovilizadoras. Importa mucho la finalidad a la que conduce, lo que a la postre se hace con ella.
Finalmente, es decisiva la vivencia de la soledad. El hecho de que en ella nos sintamos felices o desgraciados. Lo que importa es cómo vivimos la soledad. El mismo hecho de estar solos o de sentirse solos a unos les reconforta y a otros les destruye.
La soledad puede estar teñida de muchos sentimientos: tristeza, angustia, temor, dolor, pesadumbre. Pero también de paz, seguridad, fortaleza, serenidad… Es muy importante reconocerla, sentirla, compartirla y trabajarla para ponerla al servicio del crecimiento personal y de la mejora de la comunidad. Decía Bodelaire: “Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo entre una multitud atareada”.
Mi querido maestro, como siempre, enciendes una luz con la que muestras un interior que desde otra perspectiva debe ser observado, comprendido, valorado, sentido, compartido, amado… ¡Qué difícil tarea la del director o directora! ¡Cuánta soledad alberga! A veces, como con tanta claridad manifiestas, necesaria, pero otras -más de las que debieran ser-, impuesta y, lamentablemente, a vista ajena, incluso merecida. Tras leer tus sentidas palabras desde y con el corazón, y en este preciso momento, me vienen al pensamiento muchos recuerdos de un gran ser humano y director que esta semana nos ha dejado físicamente. Lo recuerdo en su despacho, ocupado y preocupado, resolviendo con toda la premura posible las múltiples tareas vinculadas al gran número de personas que componían la comunidad educativa, dedicado en cuerpo y alma hasta su jubilación, pero también y sobre todo lo recuerdo aconsejándonos, guiándonos con mucha humildad y desde su vocación de servicio. ¡Cuánto esfuerzo y cariño puestos al servicio de los demás, dejándonos ser y actuar por nosotros mismos siempre que el fin fuera hacer crecer en el más amplio sentido a los pequeños!
Gracias siempre.
En memoria de D. Enrique Ortiz Díaz.
Querida Lidia:
Qué madrugadora.
En la mañana de un sábado ya estivas escribiendo a las 8. Eso es aprovechar el fin de semana. Gracias.
Me sumo al homenaje que rindes a D. Enrique Ortiz. Por lo que dices era un Director con autoridad, es decir con la fuerza necesaria para hacer crecer a la comunidad.Tú lo dices. con vocación de servicio. El Director es el que sirve, no el que se aprovecha de la comunidad.
Besos y…. ÁNIMO.
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Muchas gracias por tus palabras.
Muchos besos también para ti, para Lourdes y para Carla.
Querida Lidia:
Espero que tu estado de ánimo sea excelente.
Sabes que vales para esta tarea por tu capacidad, por tu actitud y por tu pasión.
LO podrán experimentar en el futuro tus alumnos y alumnas.
Mucho ánimo
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Si es un mal que aqueja a y que está al acecho de todos quienes tenemos esa responsabilidad, esa figura. No cayó a decir que no le he sentido. Claro que sí, a pesar de ser apenas cuatro años en el puesto. De hecho fue de las primeras sensaciones. Llegas a con los maestros y dejan de platicar, no te invitan a las reuniones después del trabajo, termina la jornada y todos se van…
Pero hay que descubrirla temprano a la soledad, cuando apenas si comienza a asomar su cabeza de demonio para decirte que no se irá.
Platicar diariamente con los alumnos, aprenderse los nombres de los más posibles y hablarles por él; visitar a los maestros sin hojas ni formatos en las manos, deambular por el receso en los patios y reír de los chistes de los jóvenes, ensuciarnos las manos plantando arbolitos con los alumnos y al final sentarnos en la sombra a tomar un refresco (aunque están prohibidos en la secundaria), echar la cascarita entre maestros y alumnos cada vez que haya tiempo, bailar con los jóvenes en los festejos…
Aunque parecen triviales, son pequeñas muestras para esa traviesa soledad, que nos suele jugar malas pasadas y hacernos creer que ya estamos condenados a vivir así, solos. Sólo cambió nuestra clave de cobro, pero seguimos siendo maestros de corazón y un maestro así… nunca estará solo.
Gracias Miguel Ángel Santos Guerra, por tan buena reflexión.
Estimado Miguel:
Fui director de un colegio de 1700 alumnos y alumnas durante cuatro años.
Procuré hacer lo que comentas: hablar, escuchar, estar en los patios, ir a las aulas y, sobre todo, dar algunas clases. Siempre quise tener algunas horas de clase. Nunca fui un director de despacho.
De eso hablo en mi libro YO TE EDUCO, TÚ ME EDUCAS en el que cuento mi experiencia del primer año de dirección.
Hay mucho escrito PARA directores y poco POR directores.
Tuve que tomar decisiones comprometidas como sucedió el dia 21 de febrero cuando se produjo el golpe de estado y elegí seguir con la actividad en lugar de pedir a las familias que viniesen a recoger a sus hijos… Salió bien pero , ¿qué habría pasado de haber salido mal?
Un cordial saludo.
Y gracias.
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Querido Maestro!
La función de ser director es de bastante complejidad y una ardua tarea.
En mi vida he tenido experiencias variadas con directores diferentes.
Directores que amaban la comunidad educativa y ponían su alma en el ejercicio de su profesión dándoles a cada uno el lugar que le corresponde.
Otros con un apego al poder que los convertían en egoístas y malignos seres sin escrúpulos que diferenciaban las clases sociales y pisotean manipulaban y estorsionaban a los más indefensos.
Otros con una calidad humana que todavía mantengo contactos afectivos con ellos a pesar del tiempo y la distancia.
¡Hay de todo en la viña del Señor!
La Soledad les afecta como a todos.
¡Pero los que se muestran más amables cercanos,solidarios, receptivos ,humanos ,afectivos reciben más de lo que dan,la ley del karma, querido amigo!
Sin más con la gratitud de recordar sobre todo los que han engrandecido mi vida me despido de todos hasta la próxima.
¡Que sean felices!
Querida Loly:
Siempre he pensado que resulta sorprendente que, con la misma ley, haya una diversidad tan grande de Directores y Directoras. También aquí se puede decir que hay dos tipos de directores: los inclasificables y los de difícil clasificación.
Respecto a la soledad, además de la que conlleva el cargo existe la disposición de aquellos que pretenden aislarse y de los que quieren estar cerca de la comunidad.
Besos desde Santiago de Chile. Acabo de alojarme en la habitación del Hotel Diego de Almagro. Mañana empieza una intensa semana de trabajo en varias ciudades (Valparaiso, Concepción, Nacimiento…).
Gracias por tu comentario.
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Querido amigo y entrañable maestro; gracias por abordar este tema tan propio de nuestra función directiva y tan poco abordado por los teóricos de la gestión.
He experimentado muchas veces todos los distintos tipos que has caracterizado y no es algo para nada grato, sobre todo cuando de la decisión del director depende la trayectoria escolar de un alumno que repercutirá de manera significativa e inexorable en su propia vida, como también en la de toda su familia.
También he experimentado la soledad de la ducha matutina cuando se engendra una idea de proyecto innovador, o encontrar la forma de poder recrear aquella vieja rutina institucional, o venirse a la mente una solución posible y realista a ese problema que tanto aqueja a toda la institución, o bien simplemente pensar en una manera para ayudar a un colega.
Gracias Miguel Ángel por tus reflexiones y por tus iluminadoras palabras; estoy seguro que más de un colega se habrá sentido identificado con ellas y seguro fortalecerá desde ellas su gestión directiva.
Creo que la soledad nos acompaña siempre de una u otra manera como directivos, también creo que la clave de este tema es aprender desde la cotidianidad a gestionarla.
Te mando un sentido y afectuoso abrazo.
Horacio
Querido Horacio:
Te escribo desde Santiago de Chile, ciudad a la que acabo de llegar después de un vuelo de casi catorce horas.
Bien sabes que fue tu sugerencia la que ha provocado este artículo, como digo al comienzo el mismo.
Parte de las reflexiones han surgido de mi propia experiencia como Director de un centro escolar en Madrid durante cuatro años.
Es importante describir y analizar esta sensación, pero es más importante aprender a manejarla de forma positiva.
Un gran abrazo.
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Totalmente identificada con su escrito.
Llevo 2 años en el puesto de directivo por exámen y el primer año fue muy abrumador, todos esperando algo de mi, comparando con la directora jubilada y hablando entre pasillos de mis decisiones.
Mi mente muy agobiada desde la ducha hasta la cama, tratando de ver todas las opciones antes de dar una indicación.
Extrañando el compañerismo durante el receso escolar, comiendo sola y sin plática amena en los pasillos.
No todo es malo, pero acostumbrarte a la soledad del puesto conlleva un proceso.
Querida Juany:
Me ha emocionado tu comentario.
Creo que tienes por delante un interesante y arduo proceso de adaptación a la nueva tarea, tan interesante como compleja.
Estoy seguro de que con esfuerzo y espíritu de superación podrás ser una directora magnífica.
– Sé una profesional de la observación, de la escucha y del compromiso.
– Conoce bien la cultura de tu institución.
– No te aisles en el despacho.
– Dialoga todo lo que puedas.
– Ayuda a crecer a tu comunidad.
– Disfruta de tu tarea.
– Trata de ser feliz.
Muchos besos y muchas gracias.
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Me ha gustado mucho este artículo.
No había pensado nunca en esta cuestión. Y veo que es cierto.
Yo tengo un director al que algunos le están haciendo la vida imposible.
Está siempre solo. Y no sé cómo ayudarle.
Saludos.
Querida Rebeca:
Pues sí, hay directores que se aislan y hay otros que son aislados por la comunidad.
En cualquier caso la soledad es un tributo que tienen que pagar.
Lo importante es que sepan sacarle partido a la situación para que no les haga daño y que esa soledad no vaya en detrimento de una buena comunicación.
Besos y gracias.
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Mi querido Miguel Ángel, siempre un placer leerte.
Desde mi Justo Daract, San Luis, Agentina, te abrazo a la distancia con mi deseo de volver a encontrarnos en el alma de nuestra escuelita, con mis compañeras docentes, para compartir tantas experiencias que hemos transitado en estos dos años que no nos hemos encontrado personalmente.
Un saludo especial de mi niña Josefina.
Con todo mi cariño Bibi, la Direct de la Escuela 429 Gregorio Agüero.
Querida Bibi:
Me acuerdo muy bien de ti, de tu hija Josefina y de tu querida escuela.
No sabes qué alegría me has dado al volver a saber de ti.
Sería estupendo volver a compartir ideas, experiencias y emociones.
Estoy en Madrid camino de Argentina.
Esta vez voy a estar en Mendoza.
Ahora organiza mis viajes la Editorial Homo Sapiens. Es todo un poco más racional.
Muchos besos.
Saludos para los docentes de tu escuela a quienes recuerdo el lema que tanto aprecio: QUE TU ESCUELA SEA MEJOR PORQUE TÚ TRABAJAS EN ELLA.
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Estimado Profesor: un placer leerlo en este espacio.
Estoy transitando una tesis de maestría sobre el Liderazgo Pedagógico de los Directores de Escuela Primaria.
En un apartado estoy abordando la Soledad del Director.
Su escrito me ha sido de «relevante importancia». Quisiera saber como citarlo en mi tesis. Recurrí al capítulo de «La imagen en el espejo» pero no encontré estas palabras textuales.
Gracias por ayudarnos a consolidar nuestra tarea con enseñanzas tan practicables y precisas. Ud. ha sido y será parte de nuestras prácticas pedagógicas.Saludos
Querida Sandra:
El capítulo La imagen en el espejo está en mi libro LAS FEROMONAS DE LA MANZANA. EL VALOR EDUCATIVO DE LA DIRECCIÓN ESCOLAR. Págs. 107-129.
Editorial Homo Sapiens. 2013. Luego se publicó en la Editorial Gráo. Y se tradujo al portugués en la editorial Manuel Leao.
Gracias por interesarte por mis trabajos.
Besos.
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Muchas gracias por responder!Saludos