Quiero compartir con mis lectores y lectoras una inquietud que me asedia desde hace tiempo. Me refiero al hecho de aceptar invitaciones a impartir conferencias, seminarios o talleres en Congresos de forma gratuita.
Por una parte pienso que el conocimiento y la experiencia que se han adquirido en la vida deben compartirse con los demás porque, aunque nadie te haya regalado nada, lo cierto es que las circunstancias de la vida te han facilitado o puesto al alcance de la mano una formación que otros no han podido tener. Es un deber compartirla. Esta forma de entender el problema ha dado pie a la primera parte del título: generosidad.
Por otra parte pienso que si un Congreso cobra a sus asistentes, debe remunerar a los conferenciantes. Aceptar la invitación de forma gratuita se correspondería con la segunda parte: estupidez. Por dos motivos que considero complementarios. Primero: la experiencia acumulada, la preparación del encargo solicitado, la exposición pública, el tiempo empleado, la ausencia de la familia, el cansancio y los riesgos de los viajes, merecen una recompensa económica, no meramente nominal o afectiva. Segundo: el trabajo intelectual debe ser valorado económicamente. A nadie se le ocurre pedir un televisor en una tienda y pensar que será suficiente para llevárselo con dar las gracias.
No se valoran adecuadamente los bienes inmateriales. He escrito 74 prólogos para libros de otros autores y autoras. Todos, menos uno, de forma gratuita. Me han pedido algunas veces la corrección de tesis o trabajos de investigación y a nadie se le ha ocurrido que ese tiempo y ese esfuerzo merecen una recompensa económica. Nadie piensa, por el contrario, que el fontanero o el electricista que realizan una tarea en la casa lo tengan que hacer de forma gratuita. A mí no se me ocurre ir al dentista y decir: “mire usted, como yo no cobro las conferencias, tampoco le voy a pagar a usted la extracción o el empaste”.
Contaré algo que me ha sucedido recientemente, sin mencionar el país, la institución ni el Congreso al que fui invitado. Cuando pregunté por las condiciones de la participación (fechas, viajes, tiempos, tema, formato de las intervenciones y honorarios) me dijeron que no estaba contemplado por la organización el pago de honorarios. Ante mi sorpresa, en un primer momento, solicitaron que hiciera una propuesta de honorarios pero, a las pocas horas, me dijeron que habían decidido no hacer conmigo una excepción, ya que de los 15 conferenciantes convocados ninguno había pedido remuneración por su trabajo. La injusticia, a mi juicio, hubiera sido no pagar honorarios a otro ponente que lo solicitase haciéndolo conmigo. No veo agravio en que a quien acepta hacer el trabajo gratis no se le pague y al que lo solicita sí. Lamenté no poder aceptar la invitación. ¿Hice bien?, me pregunto.
Cada uno es libre de hacer un regalo a la persona o a la institución que desee pero lo que no me parece acertado es que se imponga, que se exija o que se invite a hacer ese regalo indicando, además, que solo tú te niegas a hacerlo.
Es preciso aclarar, y ésta no es una cuestión menor, que había sido la organización quien se había puesto en contacto conmigo para invitarme. Nunca he pedido a nadie formar parte del equipo de conferenciantes o panelistas de un Congreso. Es decir, que era a la organización a quien le interesaba contar conmigo, no a la inversa.
Otro asunto es la cantidad que se negocia. He visto comportamientos de todo tipo. Desde quien dispara la demanda de manera casi obscena hasta quien tiene como único criterio el aspecto comparativo (“pido un euro más que el que más cobre”, exigió un conferenciante norteamericano para asistir a un Congreso que se iba a celebrar en el Levante español). Ya digo, he visto de todo: Desde el que impone una cantidad de forma rígida hasta el que acepta cualquier limosna.
Bien es cierto que no es igual una institución que otra. No es igual una Organización de eventos multitudinarios que hace negocio con el cobro de inscripciones que una asociación benéfica, un Movimiento de Renovación Pedagógica que ofrece gratuitamente la formación o una escuela humilde que no dispone de recursos.
Tampoco es igual, creo yo, la aportación de un joven recién licenciado que la de una persona que tiene una larga experiencia, un sinnúmero de publicaciones y un prestigio ganado a lo largo de una extensa vida profesional. No se paga igual la obra de un pintor que la de otro y no se contrata por el mismo dinero a un jugador que a otro.
Hay instituciones públicas con unas tarifas por hora que convierten en afortunados a los más modestos mecánicos, a los electricistas de a pie o a los fontaneros sin mucha cualificación. Este proceder no deja muy alta la valoración del trabajo intelectual.
Me contó José Manuel Esteve Zarazaga (querido amigo y compañero ya fallecido a quien un día propuse que escribiésemos un libro sobre las aventuras y desventuras de los conferenciantes pedagógicos) que en una ocasión, después de impartir una conferencia (“no habíamos hablado nada de honorarios”, me dijo) se le acercaron los organizadores al coche cuando ya se despedía y le recompensaron con una caja cuyo contenido desconocía. Al llegar a casa, abrió el paquete y se encontró con una docena de magdalenas de un conocido supermercado.
Le he oído decir a Manuel Alcántara, que ha estrenado recientemente sus flamantes 90 años, que tiene más plumas que una tribu apache, refiriéndose al pago de conferencias a través de los socorridos regalos para la escritura. A mí me obsequiaron en cierto país, después de impartir una conferencia, con una voluminosa imagen de la Virgen María (¡!). Tengo una colección de objetos de lo más pintoresco: desde unas espuelas a un busto del prócer de la ciudad donde impartí la conferencia. Alguna vez, antes de estampar mi firma bajo el epígrafe “el interesado”, he colocado delante de esa palabra el prefijo “des”.
Hay planteamientos difícilmente comprensibles acerca de la organización de estas actividades. Me refiero, por ejemplo, al pago de gastos de desplazamiento. Hay instituciones que no pagan el desplazamiento, con lo cual, ya no solo es que no ganes sino que pierdes dinero por el trabajo. En otras solo se paga el transporte público. Un planteamiento irracional. ¿Cómo se va desde Málaga a Cádiz, por ejemplo, en transporte público? ¿Cuánto se tarda? ¿A qué hora hay que salir y a qué hora se llega? ¿No es más económico y más sencillo utilizar el vehículo propio y pagar el kilometraje? Hay normas que parece que tienen un planteamiento sádico. ¿Cómo hacerlo más difícil?
Hay otra cuestión que quiero plantear al respecto. Me refiero al control que se ejerce para la justificación del pago de una cantidad mínima: acreditar que la cuenta del banco es tuya, envío de la copia del carnet de identidad, firma de declaración jurada… Siempre que esto sucede me pregunto cómo es posible que con estos controles escrupulosos para cantidades insignificantes puedan desaparecer diez mil o veinte mil millones de euros sin que nadie se entere. Se conoce que mientras todos vigilan esa pequeña grieta en la pared, nadie mira la puerta abierta de par en par. En definitiva, que el control siempre es descendente, no ascendente.
Ya sé que no ha de ser solo el dinero el motor de las decisiones (¿cuánto me pagan?). Hay otras cuestiones de más calado o, al menos, no de menor calado: ¿de qué institución se trata?, ¿qué finalidades busca?, ¿qué piden por las inscripciones?, ¿en qué localidad se va a realizar el evento?, ¿quiénes son los organizadores?, ¿de qué ayudas disponen? El dinero no da la felicidad pero permite elegir la desgracia que más nos guste.
Lo que deseo subrayar en estas líneas es la necesidad de valorar los productos intelectuales frente a los materiales. Aquellos no han de ser de menor valor que estos. Lo que quiero, en definitiva, es reivindicar la valía del quehacer intelectual, artístico o poético. Y una forma de hacerlo es remunerarlo de forma conveniente.
Totalmente Maestro. Nada es fruto del azar en la formación intelectual de una persona. Y en el campo de la docencia es muy desalentador ocuparte con brindar lo mejor de tu cosecha en conferencias que no valoran tu esfuerrzo y generosidad puesta al servicio de los demás.
Querida María Teresa:
Choca el tratamiento que se hace con las conferencias de carácter cultural o educativo con las que imparten algunos políticos renombre por las que cobran cantidades increíbles.
Me sorprende que algunas organizaciones pretendan realizar grandes congresos si no tienen medios para hacerlo.Y lo hacen a costa de quienes acuden de manera gratuita a impartir las conferencias.
No es justo que no se valore la preparación y el trabajo intelectual. A nadie se le ocurre llamar a un fontanero y decirle:nosotros no tenemos presupuesto para pagarle a usted ni un céntimo.
No se puede olvidar que los viajes generan gastos, a veces se reciben multas de tráfico y se asumen riesgos…
Gracias por tu comentario y la previa lectura.
MAS
Estimado MAS:
No puedo estar más de acuerdo con tu reflexión de esta semana. Los dos sustantivos que lo encabezan ejemplifican bien claramente cómo nos deberían ver -no siempre es así- cuando entregamos «gratis et amore» los frutos de nuestro trabajo intelectual (generosidad), y cómo nos vemos -no siempre- a nosotros mismos al hacerlo (estupidez).
En mi modestia, y un montón de niveles por debajo, entiendo bastante bien de lo que hablas. Citaré un par de ejemplos de mi propia cosecha:
Hace tiempo tenía un vecino que era «mecánico». Un día vino a mi casa a pedirme que le echara una mano a su hijo, que no entendía bien los contenidos de lengua para un examen que tenía al día siguiente. Con mucho gusto, fui a su casa y dediqué un par de horas largas a explicarle al chaval lo que no entendía. Otro día, me pidió ayuda para que enseñara a su hija a manejar el flamante ordenador que le habían traído los Reyes. Con mucho gusto, dediqué otro par de horas largas a configurar el ordenador, instalar unos cuantos programas y explicarle a la chica los rudimentos del manejo de su nuevo PC. Otro día, fui yo el que tuvo un problema mecánico. Le pedí ayuda a mi vecino. Después de dedicar menos de tres cuartos de hora a solucionar mi problema, le pregunté si le debía algo. El me contestó con una sonrisa amable que, por ser para mí, «solo» me cobraría 50 euros. Te puedes imaginar la cara de estúpido que se me quedó después de pagarle religiosamente.
En mi casa tengo también, seguramente no tan amplia como la tuya, una buena colección de recuerdos y gadgets varios (diplomas, marcapáginas, pisapapeles, etc) en recompensa por charlas y conferencias varias.
Hace algunos años, después de participar en una mesa redonda en una televisión local, se me acercó un responsable de la emisora y me propuso encargarme de una sección fija en un programa diario sobre el tema en el que se me consideraba «experto». Me tendría que desplazar a diario a las instalaciones de la emisora, puesto que el programa se emitía en directo. Cuando pregunté si tendría alguna compensación económica, me miraron con cara de extrañeza y me dijeron que no tenían presupuesto para pagar a los «colaboradores». Yo pretexté falta de tiempo y me ofrecí a encontrar a alguien que pudiera hacerlo. No me costó trabajo encontrar un querido y admirado colega que se ofreció a hacerlo «gratis et amore» y, encima, agradecido.
Ya para terminar, como no me ha gustado nunca dar «clases particulares», se me ocurrió que una forma elegante de disuadir a quienes me las solicitaban sería pedir una cantidad extravagante muy por encima del «precio de mercado» por mi hora de trabajo. Aun así, me quedaba muy por debajo los honorarios de un médico por una consulta privada. Pues bien, al saber que cobraba muy caras las clases, mucha gente, en lugar de disuadirse, se animaba.
Conclusiones:
1. No se valora lo que es gratis o cuesta muy poco.
2. El trabajo intelectual y la formación están muy claramente infravalorados.
3. Los primeros que tenemos a aprender a valorar nuestro trabajo somos los «generosos» que estamos acostumbrados a regalarlo.
Saludos cordiales a patrón y marineros
Estimado Antonio:
Ya te echaba de menos. Me gusta verte por estos pagos.
Cuando la ausencia es fruto de una decisión personal, nada tengo que objetar. Me preocupa que quienes participan de forma asidua, dejen de hacerlo por cuestiones de salud (sobre todo, si se trata de problemas graves). Ya sé que hay temas de mayor y de menor interés. Y otros de ninguno. ¿Cómo no lo voy a saber? Con unos se puede estar del todo de acuerdo (no se escribe) y otros con los que se están en desacuerdo que se considera inútil entrar a debatir.
Los ejemplos que aportas no pueden ser más contundentes (y, el primero, irritante).
Las conclusiones, inobjetables.
Un gran abrazo y muchas gracias.
MAS
Nota: He recuperado tu comentario del casillero de spam. De vez en cuando compruebo si se ha colado alguno. Por eso ha aparecido más tarde.He visto que lo mandaste hacia las 11 de la mañana. Yo lo he visto casi a las 9.3o de la noche. Lo siento.
Querido Miguel Ángel, me ha sorprendido este artículo por lo planteado y, digamos, por la humildad de plantear al público estas cuestiones que muy pocos conferenciantes creo que expongan.
Ya que pides nuestra opinión, te diré que la mía es muy clara:
Me sorprende que se ponga en tela de juicio el cobrar por un trabajo realizado, sea intelectual o material. En lo material nadie lo pone en duda. A mí me arreglan el coche, tengo que pagar el arreglo, etc.
A mí me alimentan intelectualmente, debiera pagarlo, bien yo, si voy a una conferencia o bien los que la convocan, si no quieren cobrarla a los presentes.
Una conferencia exige unos estudios previos que han costado un dinero, exige una preparación que cuesta un tiempo de dedicación, exige un traslado, pernotación, quizás, abandonó familiar por un tiempo. Manutención por el tiempo que se está fuera.
¿Es que todo esto no es dinero? Creo que lo único que no se debe cobrar es aquello que se hace de modo altruista para conseguir un dinero para una determinada causa.
Las cantidades los conferenciantes sabréis de eso. Yo, de oídas, sé lo que dicen que cobran algunos políticos por unas conferencias, que son cantidades que asustan.
En definitiva, en nuestro mundo capitalista, las conferencias se cobran; y las que da Miguel Ángel, que he asistido a varias, aunque yo no he pagado nada, bien se merecen una buena recompensa económica.
No me imaginaba que anduvieras por el mundo repartiendo tu sabiduría, como quien dice, de gratis.
Claro, que visto de otra manera, Jesucristo, nunca, que sepamos,cobró por sus sermones. El que quiere ir por el mundo predicando gratis también lo puede hacer. Es su opción.
Saludos a todos.
Querido Joaquín:
Es que me han pasado muchas cosas en este asunto. Me ha llevado a un país durante años una Consultora que hacía sus contratos con Ministerios y Organizaciones que yo no conocía. No sabía lo que pedían por mis conferencias. Al final he roto ese vínculo porque tuve noticias de que no estaba claro lo que pedían para ellos y lo que me pagaban a mí. Podría suceder -y sucedía- que a veces sus beneficios eran más altos que los míos. Pero los Organizadores podían pensar que era a la inversa.
Ya sé que estas cuestiones pareces muy pedestres pero he creído oportuno hacerlas públicas. A mí me cuesta un mundo negociar estas cuestiones y, ALGUNAS VECES, llega el momento de viajar, imparto la conferencia y es entonces cuando me entero de que no han contemplado pagar honorarios.
La familia tiene tambIén un papel importante en esta cuestión: no les puedes decir que vas a dar tu tiempo y tu trabajo al prójimo dejándola a ella sin tu compañía y tu apoyo. He tenido problemas con Carla por mis largas ausencias. Un día, cuando tenía 7 años, me dijo:
– Papá, tus viajes me van a arruinar la vida.
Tienes razón:no se valoran los trabajos intelectuales en comparación con los materiales. A nadie se le ocurre ir a cortarse el pelo y largarse sin pagar después de dar las gracias (o sin siquiera hacerlo).
A mí han pedido la corrección de trabajos de más de 500 folios (no solo son horas, es que hace falta conocimientos para corregir y asumir el riesgo de la corrección) sin recibir el lógico agradecimiento. Es que no se valora ese trabajo.
Ya sé que son temas que parecen poco elevados, pero creo que es conveniente pensar en ellos. Forman parte de la realidad.
Gracias por tus palabras. Gracias por tu comentario.
Un gran abrazo.
MAS
Está bien airear estas cuestiones, cuando algunos políticos s llevan una pasta gansa con cualquier intervención ante los palmeros. Un poema en el que hablaba de recuerdos, pensamientos y conocimientos, terminé con estos dos versos de ética desinteresada: «echando de más las flores, sin echar laurel de menos».
Querido josem:
Tus dos versos resumen muy bien lo que he querido decir en el artículo.
Ya he hecho referencia a esas intervenciones de miles de euros que hacen los políticos y los expertos en economía. Parece que este quehacer nuestro es de muy escasa valía.
Creo que debemos reivindicar el valor del pensamiento ym, concretamente, del pensamiento pedagógico.
Gracias por tu aportación, querido vate.
Saludos cordiales.
MAS
NOTA: Leí tu estupenda noticia sobre la biblioteca turca montada con los libros arrojados a la basura.
Es cierto, Miguel Ángel, que en Universidad pública española hay muchas grietas que, en algunos casos, se transforman en problemas endémicos que parecen difíciles de resolver.
Mientras las universidades privadas van viento en popa (si no estoy mal informado, en la actualidad son unas treinta), la institución pública parece una honorable y vetusta dama que se acicala para disimular los deterioros que le deja el paso del tiempo y que no desea afrontarlos, puesto que considera con algunos maquillajes se puede “tirar para adelante”.
Sobre el tema que abordas en esta semana, me gustaría centrarme en uno solo: en un momento hablas de correcciones de tesis. Pues bien, algo que siempre me ha parecido un auténtico abuso es que a los miembros de tribunales de tesis doctorales que no son de la Universidad convocadora no se les pague nada por su trabajo (claro, se les abona los gastos, pues sería el colmo que encima lo tuvieran que pagarlos de sus bolsillos).
Aquí quiero apuntar que quienes se toman en serio este trabajo afrontan la lectura y corrección de una tesis doctoral con buen tiempo de trabajo. Y, en el caso de la Universidad de Córdoba, se tuvo la “ocurrencia” de que los miembros invitados, aparte de ser doctores y preparados en el tema de la tesis, tenían que cumplir varios requisitos de investigaciones muy actualizadas. Vamos que, encima de que vienen haciendo un favor a la Universidad que convoca, se les plantea exigencias que en alguna ocasión me ha supuesto sentirme avergonzado, pues invitaba a catedráticos/catedráticas que en esos momentos que cumplían esos requisitos.
***
¡Ay, la Universidad española!: José Antonio en algún momento me indicó que “atizara”. La verdad es que podría estar todo el día “tirando tizas”, pero es que uno tiene que vivir impregnado de un “optimismo de la voluntad”, para empujar este enorme paquidermo.
Así, y a modo de ejemplo, ¿alguien se imagina que en una Universidad pública el día de San Antón (20 de enero) se invite a los dueños de mascotas para ser bendecidos por un cura en el propio Rectorado?
Pues bien, eso ocurre en Córdoba, territorio de un inefable obispo, el señor Demetrio Fernández, que está dispuesto a “recristianizar” nuestro país. Ahí dejo el enlace del artículo “Santos en la Universidad” que he publicado en los diarios digitales, para quienes tengan interés de ver qué aires corren por los espacios universitarios.
http://www.montilladigital.com/2018/01/aureliano-sainz-santos-en-la-universidad.html
***
Hace unos días, estuve charlando en la cafetería de mi Facultad con Juan Pablo Bellido, periodista y profesor universitario que, aparte de ser un gran amigo, es el director de los diarios digitales en los que participo como miembro del consejo de redacción, y en los que publico todos los domingos.
Pues bien, me indicó que en una Universidad privada de los jesuitas (no diré cuál, ni la ciudad) participaba en un máster sobre medios de comunicación. La matrícula del máster: ¡48.000 euros!
Juan Pablo me indicaba que el contenido de lo que impartía en este máster era el mismo que desarrollaba en la Universidad pública en la que está contratado a tiempo parcial (de ahí que pudiera ejercer también su función de periodista). Bien es cierto que, tal como señaló, el alumnado de esta Universidad privada hacía las prácticas en empresas en las que finalmente quedaban empleados.
Me pregunto: ¿Qué hijo o hija de una familia media o trabajadora de este país puede recibir de sus padres esa cantidad para hacer ese máster, siendo ellos excelentes estudiantes?
Supongo que esto queda para Froilán (tipo inteligente donde los haya) y gente como él que pertenecen a familias de “alta alcurnia” o “buen linaje”, cuyos genes son especiales, tal como apuntó año atrás el presidente del Gobierno.
***
Para cerrar, si algún día, Miguel Ángel, te invita una Universidad privada, no te quedes corto y pon una cifra mareante, ya que pueden pagártela. No seas ingenuo, que estamos en una sociedad de capitalismo galopante.
«Santos en la Universidad». Miguel Ángel, no sabía que bendijeras animales 😉
Querido Juan Carlos:
Son las maravillas del lenguaje. Ahí me tienes recibiendo,acariciendo y bendiciendo a las mascotas en el templo del saber.
Ironías del destino.
MAS
Estimado Aureliano:
Tú sabes bien lo que es dirigir una tesis. No solo por el trabajo que conlleva. Horas y horas. También por el riesgo que asumes. Cuando el tribunal juzga el trabajo, hace la valoración de lo que ha hecho el doctorando y también de lo que ha hecho el director. Si le llama la atención por no haber citado autores relevantes que han trabajado ese tema, de alguna manera le dice también al Director que no se los ha exigido leer o que no se los ha aconsejado. Hace poco dirigí la tesis a una doctoranda chilena. Leyò la tesis en la Universidad de Alcalá de Henares. Pues bien, el Director, si quiere asistir (debe hacerlo) tiene que pagarse el viaje de su bolsillo.
Lo de la bendición de los animales en la Universidad es un escándalo. No sé cómo puede suceder ese tipo de cosas en una organización que se dedica a la ciencia. Pero claro, ¿de qué extrañarse si el el curriculum de las Facultades de Ciencias de la Ciención debe incluir por concordado la asignatura de religión?
Hay que proponer la beatificación en vida de Don Demetrio. Qué personaje.
Qué brutalidad el precio de esos master. Y lo malo es que por ser caros se considera que son buenos.
Enhorabuena por tu artículo y gracias por tu comentario.
Un abrazo.
MAS
Querido Miguel Ángel.
Mi centro, a través de mi persona, te invitó a impartir una conferencia con motivo de la inauguración de unas nuevas dependencias del mismo. Ya en aquella ocasión me dijiste algunos argumentos de los esgrimidos en este artículo con motivo de los haberes percibiste por tal acto.
Efectivamente sería estupido venir desde El Rincón (más de 200 kilómetros de Jaén) , dedicar una tarde y noche entera de tu vida (viaje y conferencia) por amor al arte.
Y fuiste muy generoso por aceptar la invitación, regalarnos un libro y mostrar lo mejor de ti para encantar con tus relatos a los asistentes. Nadie quedó defraudado.
Como bien dices, no es lo mismo quien organiza un acto. Para un centro educativo de primaria, como es el mio, supuso un gran esfuerzo (mereció la pena -como te decía-), no creo que sea el mismo que para un instituto, un cep, o la universidad… Ya no te digo cuando se trata de un congreso en donde se suele cobrar un buen dinero por la asistencia.
Dicho ésto, también el altuismo (quizás estupidez) se puede llevar a cabo en la sociedad del conocimiento. Como sabes bien, dirijo una revista a la que le dedico mucho tiempo sin percibir nada (dinero) a cambio. Bueno sí, se reciben muchas sastisfacciones. Por ejemplo contar con la colaboración y en muchos casos la amistad de mis colaboradores. También son múltiples las muestras de afecto de los lectores…
Creo que entre la generosidad y la estupidez pueden intercalarse otros matices…
Un abrazo y feliz fin de semana para tí y para los comentaristas del barrio…
Querido Juan Carlos:
Por supuesto. Hay otras recompensas que no son de dinero. Tú mencionas alguna.
He vivido esas satisfacciones algunas veces.
Lo que pasa es que la iniciativa de la generosidad tiene que partir del interesado. NO te la pueden imponer.
Recuerdo la preciosa experiencia en tu colegio aquella tarde-noche…
Gracias.
Un gran abrazo.
MAS
Estimados lectores y lectoras:
Acabo de recordar algo que pasó al comienzo de este nuevo curso escolar. Durante 10 meses del curso anterior envié, de forma gratuita, un artículo mensual a un periódico digital. Ellos me pidieron la colaboración y ellos me fijaron el calendario. Pregunté si la colaboración tenía algún tipo de remuneración ya que se trataba de una colaboración programada y de una invitación (no de una solicitud que yo hubiera hecho). Me dijeron que no había presupuesto para las colaboraciones, aunque fuesen periódicas y solicitadas.
Al finalizar la vacaciones se me volvió a enviar un nuevo calendario de fechas para el curso. que empezaba (10 meses, salvo julio y agosto). Pregunté de nuevo y me volvieron a decir que no era posible pagar nada. Me gusta escribir y estuve a punto e aceptar, pero pensé que esa no era una forma de revalorizar el trabajo de la escritura,
No se trataba de una invitación del tipo: «Manda algo si quieres» sino de una programación con fechas prefijadas. Dije que no.
Sé que la postura tiene pros y contras. Por eso he planteado la cuestión en el articulo de este sábado. Me gustaría contar con opiniones, razonamientos y puntos de vista diversos.
Un cordial saludo.
MAS
Parece increíble que te pidan 10 artículos así, por la cara.
Todo el tiempo que dedicas a la tarea lo restas de estar con tu familia o de hacer otras cosas o de descansar.
Y vuelvo a lo que ya varios comentaristas han dicho: no se plantearía algo similar si se tratase de objetos o de cosas materiales.
El caso que cuenta Antonio de su vecino mecánico es bien elocuente. Las clases no valen nada, la ayuda con el ordenador no vale nada pero la solución de un problema metálico vale 50 euros (y, además, haciendo un favor).
Creo que es muy oportuna y muy justa la llamada de atención de MAS en este artículo. Hay que defender el valor de lo intelectual, de lo que es material.
Gracias.
Saludos.
Buena semana.
Querida Luisa:
Ya sé que, como dice Don Quintiliano, algunas veces lo que ofrecemos en las conferencias no vale gran cosa. Pero la comparación que hago entre la remuneración de lo material y de lo intelectual habría que realizarla en condiciones de similitud. Es decir, que puede ser que la conferencia sea un desastre, pero también te pueden ofrecer un coche de segunda mano averiado o vender una televisión defectuosa. Y también puede hacer una conferencia extraordinaria. De lo que m3 quejo es de que no se valore el esfuerzo, el trabajo y la aportación profesional.
Gracias por leer el artículo y gracias por tu comentario.
Besos.
MAS
Hola a todo el mundo.
1.- Sr. Guerra, me has dejado en un intringulis con lo de la Virgen que te regalaron. ¿Qué hiciste con ella?. ¿La tienes en casa rodeada de velas?. Quizá la conferencia era sobre la bondad y la santidad de la Virgen María. Quizá el responsable del evento te tomó por un santo y creyó en aquel regalo como lo más acorde a tu devoción. Quizá en honor a tu segundo nombre y primer apellido. Claro, menos mal que no fui yo el de hacer honor a tu apellido, hubiese sido por el segundo y te hubiese regalado un machete o un fusil.
2.- Y el de las magdalenas (difunto, descanse en paz, con el debido respeto). Quizá la conferencia fue sobre literatura, sobre Marcel Proust y quiso hace honor al conferenciante por lo más recordado de Proust. Además amplificado hasta una docena de veces, pues la caja contenía 12 y Proust solo hablaba de una. Tal vez el hombre te lo contó en tono poco pensado sin caer en la cuenta del agudo organizador donante de tan al hilo recuerdo.
3.- Sírvase lo dicho como apéndice para decir que todo depende del contexto situacional. Lo que está claro es que el artículo de esta semana tiene mucho que ver con la versión del buenísmo, o no, del ser humano. El ser aprovechado, “gorrón”, geta, caradura, siempre lo he considerado una más de las evidencias del ser humano. En el ámbito de la intelectualidad y por ende en las conferencias, más de lo mismo aplicado específicamente a la situación.
4.- Sepan mis millones de seguidores, que yo dejo caer por aquí mis inigualables -por nefastas- sentencias de forma totalmente gratuitas. Que ni el Sr. Guerra me paga un céntimo, no creo que haga falta que lo jure, aunque alguna vez creo que me pagaría por dejar de decirlas, ni nadie del periódico se ha puesto en contacto conmigo para pagarme nada. O si ha intentado la puesta en contacto conmigo no lo ha conseguido. Que si participo por aquí, es entre otros motivos, es por animar el fuego de la inquietud con la que nací en esta vida.
5.- Dicho lo cual, totalmente de acuerdo contigo, Sr. Guerra, en todo lo que planteas. Insisto, todo depende del contexto de la situación. Ello, sin dejar de decir que he asistido a alguna conferencia, pagando, y que después de empezar la misma, hubiesen tenido que pagarme una buena cuantía para mantenerme en el sitio. Vamos, una estafa en toda regla.
6.- Lo que afirma el Sr. del Pozo, respecto la opinión de que lo caro es lo bueno, lo dice con otras palabras. No sé. Todo depende. En Francia casi se matan hace unos días porque redujeron el precio de la Nutella en un 70 %. En mi pueblo dicen ese médico es buenísimo, cobra la consulta a 150 euros. Y aquel es malísimo, cobra a 20 euros la consulta. Y lo curioso es que basan la capacidad profesional del médico en el precio de la consulta. Cuando yo me dedicaba en el sector privado a la defensa de los derechos humanos y de los otros, a pesar de que el Colg. Profesional tenía unas tablas establecidas, yo andaba siempre con ese dilema. Si cobras lo que dice el Colegio, no entra ni Dios, literalmente. Si tienes gratis la consulta, los gorrones te absorben todo tu tiempo. No me era fácil, había que tantear al personal. Había clientes de todos los tipos y colores. Algunos te cuestionaban que le cobraras un 25% de lo estipulado por solo hablar y mover papeles. Otros, le cobrabas lo estipulado y además te forzaban a coger una generosa propina. Llegué a la conclusión de cobrar lo que me parecía oportuno, pero siempre por debajo de lo regulado. También había clientes que aunque le hubieses cobrado cuatro veces más de lo estipulado, te quedaba la sensación de lo barato que habías trabajado; porque estiraba y estiraba y te daba tantísimo la lata y era tan pesado que al final te entraban ganas de pagarle porque se llevase sus papeles. Por no decir de los que te atrapan en el bar, y si es cuando estas comiendo es para pegarse un tiro, y te espeta sus problemas sin venir a cuento.
7.- En mi fundamental actividad, la que me eleva a categoría de Don, la agricultura, eso sí que tiene migas. Si no tienes vallada la finca, a “puñaito a puñaito”, uno que pasa, y otro, y otro, te despluman la fruta. Si la tienes vallada, el que pasa, anda deme “ugted” un limón para el camino -de Santiago, pasa por mi puerta-. Tome Ud. tres, Sr. y buen camino. Gracias, muchas gracias, me dice. Luego está el “geta” que pasa y te pide una “bolsita de limones”, le echas cinco o seis. Te dice, ¿sólo estos?. Sigue refunfuñando, y le digo, mire Ud. cuando llegue la hora de pagar la electricidad de riego, de podar, de arar, de fumigar, que es casi todos los días, se viene ud. por aquí y me echa una mano. Seguro que se lo agradezco más que Ud. a mí. En fin, para qué seguir contando.
Tengan un buen día.
Estimado Don Quintiliano:
Después de tus dilatadas «vacaciones», me ha alegrado mucho volver a verte por aquí. Ya sé que de forma gratuita (pero voluntaria). Y el mejor modo de valorar la presencia es releer el magnífico comentario que has hecho, lleno de ingenio y de cordura.
Los dos primeros puntos son extraordinarios en contenido y forma. No olvidaré nunca la entrega de aquella imagen, recogida en presencia de cuatro mil profesores de las escuelas católicas de Argentina (lo que en España es la FERE). No sabía si meterla debajo del brazo o levantarla en señal de alborozo.
El Segundo comentario haciendo referencia a la magdalena de Proust es francamente estupendo. Bastaba una, por eso la generosidad de los organizadores, después de tu comentario, puede considerarse extrema. Recordado José Manuel.
Cómo no voy a saber que algunas conferencias no solo no merecen ser escuchadas sino que merecerían una lluvia de tomates. Lo sé. Tendríamos que pagar a los asistentes por la tortura. Pero, claro, como le digo a Luisa, hablo de buenas conferencias que hay remunerar como hay que pagar buenos productos cuando se compran.
Lamentablemente he visto ese curioso fenómeno que consiste en valorar como bueno lo que es caro. Si se pide mucho es que lo que se ofrece es bueno. No siempre es así.
Por lo que veo, también en cuestiones materiales hay gente que tiene cara de feldespato.Te piden una bolsita de limones y te reprochan que no sean suficientes. Increíble.
Cordiales saludos.
Muchas gracias.
MAS
Es curioso.
Parece que día pudor hablar de estos temas crematísticos. Como si fueran mezquinos, como si fueran vergonzosos. No lo veo así. Y mía parecido bueno que lo haya traído del autor del blog a nuestra consideración esta semana.
En esta sociedad comercial lo que no se paga no se valora. Lo que no cuesta dinero no tiene valor alguno.
Me ha gustado el ejemplo que plantea Antonio con su vecino el mecánico. Es paradigmático. Es probable que ni cayese en la cuenta de que lo que hacía su vecino por sus propios hijos tenía un valor que se traducía en remuneración. Con un simple gracias, basta.
Antonio también podría haber dicho que gracias por el arreglo y al ser requerido para el pago podía haber dicho que se lo descontase de las clases.
Un saludo afectuoso.
Querida Carolina:
Gracias por tu comentario.
Me viene como anillo al dedo ya que haces referencia en él a la experiencia del profesor Antonio del Pozo. Te digo esto porque acaba de salir de casa mi esposa (que es psicóloga y orientadora) para atender una consulta de una amiga cuyo marido es mecánico. Ha tenido que dejar la casa, coger el coche y trasladarse a su domicilio. Hace días tuve que llevar mi coche para pasar la ITV y acudí al taller. Tuve que ir yo, como es lógico, le hicieron una revisión al coche y, al final, no se me ocurrió irme sin pagar. Estoy seguro de que hoy mi mujer vendrá a la casa con un te en el cuerpo, varias horas «perdidas y la cabeza a punto de estallar. Pero, ¿por qué son así las cosas? ¿Por qué no se valora económicamente una actividad y sí se valora otra?
Eso es lo que he querido plantea en mi artículo.
Besos y gracias.
MAS
1.- Como han dicho todos los participantes que me anteceden, yo también estoy totalmente de acuerdo con lo expuesto por miguel Ángel. Nadie debe trabajar gratis. Todo (lo que se considere) trabajo ha de ser remunerado. De lo contrario, estaríamos hablando de esclavitud. Y el pago de ese trabajo ha de ser justo, sino estaríamos hablando de lo mismo.
Con lo que he dicho anteriormente todo el mundo podría estar de acuerdo. El problema viene cuando hay que definir qué es y qué no es trabajo y cuál sería la retribución justa. ¿Quién y cómo pone valor a las cosas? Y aquí, por supuesto, entra todo lo intelectual.
2.- Yo no acabo de cogerle el tranquillo al verbo invitar utilizado en estos eventos académicos. Me recuerda a un compañero que me invitaba a ir al bar a tomar una cerveza pero que siempre se le quedaba la cartera en casa, que le hiciera un préstamo, que ya me lo devolvía mañana. Me invitaba a invitarle. Es decir, me gratificaba con el honor y privilegio de poder invitarle, lo cual no podía hacer todo el mundo.
Siempre me he preguntado si en la tele o en la radio, cuando se tienen “invitados” que van a promocionar su película, su libro, su disco, su partido político, sus ideas, siempre me he preguntado si les pagan por estar en un programa que existe para ganar dinero (aunque tenga también otros objetivos), o si son ellos los que pagan por tener ese espacio para conseguir también sus objetivos. Puede que se asocien en perfecta simbiosis y ambas partes salgan ganando. Habrá que tener en cuenta quién da más prestigio a quién, valorar quién saca más beneficio.
A lo que iba, que me enrollo. Si alguien requiere de los servicios de un profesional, entiendo que lo contrata, no lo invita. Porque los profesionales cobran. Invitarte es como hacerte un favor, un agradecimiento, tener una consideración hacia tu persona.
– Te invito a que vengas mañana a recolectar fresas a mis invernaderos.
– Te invito a reformar mi cocina.
– Te invito a asistir al próximo partido del Barsa, previo pago de la entrada.
Hay invitaciones que es mejor rehusar.
Querido José Antonio:
Tienes razón. He aquí un verbo-trampa.
Yo te invito a que pongas tu tiempo, tu saber y tu esfuerzo para que nosotros tengamos el beneficio. Una trampa.
Ya sé que las generalizaciones son peligrosas.
Hay quien te llama y lo primero que te dice es: quiero saber cuáles son sus honorarios. Dando por supuesto que todo trabajo -como dices- ha de tener su remuneración.
Pero hay quien cree que te hace un favor invitándote a viajar o a exponer tus ideas. Hace poco me invitaron de una Universidad de Costa Rica y me dijeron que no disponían de honorarios. Es decir, que ellos pensaban que te hacían un favor brindándote la oportunidad de viajar y de participar en el Congreso. Rechacé la invitación.
Lo que creo necesario es que las cosas estén claras desde el principio. Y si quien recibe la invitación quiere aceptar las condiciones, que las acepte.
Ahora bien, lo que he querido subrayar en el artículo es la necesidad de valorar los trabajos intelectuales frente a los materiales.
Ahora te voy a dejar porque está llamando a la puerta el electricista. Cuando se vaya le preguntaré: ¿Qué le debo?
A los 12,30 me van a hacer una entrevista de una radio gallega (Tui). Estoy seguro de que será gratuita. No se pregunta si se cobra. Y si tú demandas algo quedas como un «pesetero» (y ahora con el euro, ¿cómo se dice?. )Esa es la cuestión. Hablaré sobre la participación de las familias en la escuela.
Un gran abrazo.
Y gracias por escribir.
MAS
“Pesetero” (y ahora con el euro, ¿cómo se dice?).
Al más puro estilo Luis Piedrahita, yo propongo eurosurero, y quedaría tal que así:
EUROSURERO, RA.
Del lat. eurum más usurarius.
1. Adj. despect. Dicho de una persona o entidad de la zona euro, que en sus contratos o negocios, también llamados invitaciones, obtienen un lucro desmedido.
2. Congreso organizado (con el pretexto de generar conocimiento) con el claro objetivo de amasar riqueza, cobrando un alto precio por las inscripciones e invitando (a modo de favor) a generosos conferenciantes que se llevan los bolsillos llenos de gracias y aplausos.
3. Autentico especialista en montarse la fiesta a costa de los demás.
Esto sería eurosurero, ra.
Querido José Antonio:
Se diría que eres un miembro de la Real Academia.
Habrá que estudiarlo EUROSURERO O EUROUSURERO.
En el segundo caso hay cierta reiteración porque incluye los conceptos de pesetero y de usurero.
Lo que creo que caracteriza al «pesetero» no es que gane mucho sino que tiene el dinero como principal objetivo de sus acciones, que solo se mueve por dinero…
Ya ves que todo aboca al lenguaje.
Saludos y gracias.
MAS
Con mi muy poca experiencia pero con el interés a todo lo que vibra mi corazón para poder impartir una conferencia más, comparto sus comentarios Miguel Angel y si bien estoy de acuerdo con la remuneración de nuestros servicios en cada caso particular, pienso que en un principio de nuestra aventura frente a auditorios es importante hacerlo por la sola y única intención de adquirir experiencia y compartir conocimientos.
Y como dijo José Martí «Hombres Haga Quien Quiera Hacer Pueblos».
Gracias.
Saludos desde Chiapas, México.
Estimado Alberto:
No creo que el criterio de la edad o de experiencia tenga que ser tan determinante.
Volviendo a la comparación que muchos hemos hecho hecho entre el pago del trabajo material y el intelectual, no creo que al fontanero joven no le tengamos que pagar por ser joven o por tener poca experiencia.Tendrá que hacer bien su trabajo y tendrá que pagársele.
Otra cosa es la cantidad. Creo que hay que tener en cuenta quién es el organizador, qué posibilidades tiene, si cobra o no a los asistentes…
No rechazo el planteamiento generoso, pero el que trabaja tiene que vivir de su trabajo.
Un cordial saludo.
MAS
Me parece un tema de gran interés porque nunca se hace explícito, porque nada se suele plantear públicamente sobre él, porque da cierto pudor abordarlo.
Lo cierto es que el trabajo intelectual está devaluado frente a los que se valoran las cosas materiales.
Los ejemplos que se han dado no pueden ser más clarificadores. Lo material tiene un valor y lo intelectual no lo tiene o lo tiene en menor cuantía.
Creo que el artículo es muy pertinente para reclamar esta importancia que se le niega en la sociedad mercantil.
Querida María:
Es cierto. Da pudor.
A mí es lo que más me cuesta cuando cierro acuerdos para alguna participación.
Es más fácil cuando te dicen: le pagamos «tanto» por su trabajo. Nunca he dejado de ir a un lugar porque paguen poco. Lo que no acepto algunas veces es que te impongan que NO HAYA NINGÚN TIPO DE HONORARIOS.Hay un pago para conferenciantes jóvenes que es hacer curriculum.
Es otra forma de ver las cosas.
Saludos y gracias por leerme y por escribir.
MAS
Estas cuestiones quedan casi siempre en el silencio más completo. Nadie sabe lo que se paga o se cobra.
Tn malo es pasarse como no percibir lo que se justo.
En esa valoración hay que tener en cuenta mucho cosas, tanto de quien contratada como del contratado.
No me parece mal que estas cuestiones sean transparentes.
Creo que ha sido oportuno abordar una cuestión de este tipo, que pocas veces es tenida en cuenta.
Por amor al arte, es una expresión con tantas connotaciones que a mi juicio merece un documental como poco 🙂 En fin… Saludos maestro.
Buenas tardes,
Estoy total y plenamente de acuerdo con usted, y en general, y hace muy bien…
Generosos sí, estúpidos no… y dejando al margen esta sociedad hostil y pobre espiritualmente, hay mucho espabilao…
Yo también me dedico a la docencia… Y me gustaría dejar el mundo un poco mejor de como me lo encontré. Es un arduo reto y ,uy ambicioso, pero soy una docente y guerrera consciente versus una princesa:jejeje.
Saludos cordiales,