Siempre me ha sorprendido el escaso uso que se hace de los resultados de las evaluaciones para realizar aprendizajes encaminados a la mejora. Se pone un gran énfasis en la forma de conseguir rigor en la comprobación de la adquisición de los aprendizajes pero no tanto en el valor que encierra esa información para comprender lo que se hizo y mejorar el trabajo posterior.
La evaluación se suele entender como la culminación de un proceso, como un punto final y no como unos puntos suspensivos que invitan al diálogo y al debate. El resultado se cierra sobre sí mismo, sin provocar mucha reflexión sobre el proceso de aprendizaje evaluado y sobre la repercusión en las nuevas prácticas. Es más, algunas veces se utiliza de manera interesada para mantenerse en la rutina.
He visto muchas evaluaciones que han finalizado en el momento de conocer o comunicar el resultado. No se ha explicado el porqué del mismo, incluso en los casos en que se haya producido sorpresa, discrepancia y sensación de injusticia en los evaluados. No se ha producido un diálogo sobre la lógica y la ética del resultado y sobre los sentimientos que han provocado.
Cuántas veces he visto a los alumnos asomados a las cristaleras en las que antes se exhibían las actas con las calificaciones y cuántas veces los veo ahora consultar en internet los resultados sin que medie palabra entre evaluadores y evaluados. Las valoraciones, los comentarios, las reacciones se quedan ahí, en la intimidad del evaluado y, a lo sumo, en los comentarios con los colegas, amigos y familiares.
– Esta es su nota, se dice como si no pudiera ser otra y sin que el evaluado sepa por qué es precisamente esa.
La dinámica del proceso corresponde a esta declaración consecutiva: Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Y no a esta otra: Palabra de humano. Dialoguemos, hermano.
Me sorprende el poco diálogo que existe entre evaluadores y evaluados. Y, en esta fase que ahora comento, en especial. Bien es cierto que, algunas veces, el evaluado no demanda información o diálogo, sea por escepticismo, sea por temor a represalias.
– Fui a reclamar cuatro décimas y salí sin cuatro puntos, le oí decir a un alumno después de la revisión de un examen.
A las familias se les entrega el informe de la evaluación y, en último extremo, se les pide que acusen el recibo a través de la firma. Es necesario solicitar una entrevista en horas de tutoría para poder dialogar sobe esos resultados. Lo habitual es que no lo haya.
Pero aquí me estoy refiriendo más al aprendizaje que a la calificación buscada. Más al aprovechamiento didáctico que al pragmatismo de la subida de nota. Me refiero al hecho de que se desaprovecha ese momento para saber qué es lo que ha pasado, qué se hizo bien y qué hay que mejorar.
No existe una reflexión sistematizada en la fase de las calificaciones. Teniendo en cuenta que el aprendizaje no sería solo para los alumnos sino que también afectaría a los docentes. En mi libro “La evaluación como aprendizaje” hay un capítulo titulado “La evaluación de los alumnos, un proceso de aprendizaje para el profesorado”.
Recuerdo que, en una clase sobre evaluación pedí que levantasen la mano todos aquellos alumnos que hubiesen tenido sensación de injusticia al recibir las calificaciones. Casi todos levantaron la mano. Les pedí, a continuación, que lo hiciesen quienes hubieran solicitado una entrevista y no hubo casi ninguna mano alzada. Solamente dos o tres. Al preguntar por qué no lo habían hecho, dieron explicaciones relacionadas con el conformismo (no vale para nada) y con el miedo (es peor).
Me parece preocupante que alumnos que esperaban obtener una buna calificación hayan suspendido y que otros que esperan suspender hayan obtenido una calificación sobresaliente. ¿Cómo no interesarse por esas discrepancias? ¿Por qué desaprovechar ese caudal de conocimiento?
Hace años realicé una experiencia en la clase. Pedí un voluntario, que salió sin vacilaciones. Dibujé en su presencia una diana (un blanco en algunos países) en el encerado. Le vendé los ojos y, después de darle algunas vueltas sobre sí mismo, le entregué unos pequeños trozos de tiza y le dije:
– Vas a intentar impactar en el centro del blanco. Yo evaluaré el acierto con una puntuación que oscilará entre 0 a 10.
Disparó hacia el encerado y, una vez reconocido el lugar del impacto (les hice observar que solo yo veo y doy por bueno el lugar) le asigné una puntuación: 7, por ejemplo.
Él no sabe por qué ha obtenido esa cifra. Por no saber, no sabe si la escala se ha construido dando 0 a la mejor puntuación y 10 a la peor o a la inversa.
Le pedí que volviera a intentarlo. Entonces pregunté al grupo:
– ¿La puntuación asignada le ayudará a mejorar el impacto?
Todos respondieron a coro:
– ¡No!
Efectivamente, por mucho que repita los intentos, las puntuaciones obtenidas no suponen una información significativa. Porque no sabe por qué motivo se le han asignado, porque no sabe dónde han impactado los proyectiles.
¿Sirve esa forma de evaluar para aprender a hacerlo mejor? Está claro que no. Pero sí serviría para comparar a unas personas con otras, para seleccionar a quienes obtengan las mejores puntuaciones, para eliminar a quienes las tengan peores, para hacer una clasificación con todas ellas…
Entonces le quité la venda de los ojos y negocié con él la escala.
– ¿Te parece bien que 10 sea la mejor puntuación (impacto en el centro) y 0 la peor (la más alejada)? Hay un acuerdo que le permite interpretar la puntuación.
Cuando hizo el primer impacto le pedí que dijera dónde se había producido. Ya no soy yo solo quien decide. Luego le invité a decir cuál creía que sería la puntuación merecida. Y la negociamos.
Esa puntuación sí le sirve para hacerlo mejor. Porque permite orientar según ella el nuevo impacto. Puede ser que no lo consiga a la primera, pero lo hará casi de forma irremediable en las siguientes. T así fue.
Al final les hice una pequeña broma. Borré la diana del encerado. Y les dije que yo, como profesor, iba a enseñarles a efectuar disparos certeros. Lancé el proyectil, señalé el lugar del impacto y allí situé el centro de la diana. Lo hice una o dos veces más. Siempre con la máxima puntuación. El truco era bien sencillo: colocar la diana, después de disparar la flecha y de que ésta haya producido el impacto..
Esa experiencia ha dado título a un libro sobre evaluación, editado por la editorial Narcea en España (Una flecha en la diana. La evaluación como aprendizaje) y por la editorial Bonum de Buenos Aires. Como en Argentina no existe la palabra diana salvo cuando se aplica a la diosa, el subtítulo pasó a ser el título. El libro fue traducido al portugués por la editorial ASA de Oporto (Uma seta no albo). En la edición de 2015 la Editorial Narcea me sugirió que colocase en el título el subtítulo de la primera edición. Y quedó así: “La evaluación como aprendizaje. Cuando la flecha impacta en la diana”. En el prólogo hago referencia a esta experiencia que acabo de contar y que pretende avivar la reflexión sobre esa parte del proceso, casi siempre simplificada, que encierra un gran potencial de reflexión y de mejora de la práctica.
La «broma» de colocar la diana después de disparar la flecha… hay que tomarselo en serio. De broma nada. Estamnos obsebsionados con las escalas, con la aparente «objetividad» de de los resultados. Tanto es así que se habla de estándar de aprendizaje con el fin de unificar criterios de evaluación en todo el estado. ¿Acaso preocupa el nivel académico de los alumnos, que el diploma que se les otrorgue sea en base a la consecución de los mismos logros, o lo que realmente interesa es lo que el alumno aprende en función de sus propias posibilidades, que no son las mismas de los demás?
A través del conocimiento del error está basado algunos sitemas de aprendizaje (ensayo error, pro ejemplo), si le privamos a los alumnos este conocimiento también le estaremos privando del correspondiente aprendizaje.
Que el centro de la diana sea el propio alumno posiblemente haga que cada uno mejore en función de susn posibilidades. ¿Qué más nos da si aprende más o menos que el de al lado? Lo que nos interesa es que aprenda. No todos aprenden al mismo ritmo ni de la misma forma.
Algo tan sencillo de explicar qué complicado es de llevarlo a la práctica…
Buen fin de semana a todos y a todas.
Hoy comentaba yo esta idea que planteas a un profesor de Viana do Castelo (Portugal): con lo evidente que es el hecho de que cada alumno es distinto, ¿cómo es posible que todos y todas tengan que aprender lo mismo,de la misma manera, en el mismo tiempo…? Tienes razón. Con lo fácil que es entenderlo, ¡qué difícil es aplicarla!
Un abrazo y gracias el comentario.
MAS
Disculpad los errores de tecleo. Tengo unos dedos muy gordos par alas teclas del móvil 😉
https://t.co/RtcazmrQG2
He leído el texto que adjuntas. Inquietante actitud la de esta maestra. Es triste que sienta una marioneta. HABRÍA QUE PENSAR EN CÓMO REACCIONAR ANTE ESA SITUACIÓN QUE DESCRIBE.
UN abrazo.
MAS
Gracias por el magnífico artículo! Tras su lectura me entran ganas de «empapelar más de un colegio».
La evaluación es esa arma de poder de las distintas instituciones que no hace más que nublar las experiencias de aprendizaje y enseñanza.
Hace unos días, una compañera comentaba lo satisfecha que había salido de una de sus clases porque les había puesto «un examen sorpresa» y «los había pillado»; además, a las pobres criaturas les cayó una buena reprimenda por no «estudiar» todos los días (mejor dicho, por no estar preparadas para las «sorpresas»). Con qué emociones vendrán al colegio al día siguiente? Qué se busca con eso? Se aprende mejor desde «el miedo»?
Así formamos una ciudadanía activa y responsable?
Yo no lo creo.
Un abrazo, Ana.
Querida Ana:
Pues yo tampoco lo creo.
Es preocupante esa actitud que describes. No me gusta, claro está. El «los pillé<" siempre me ha parecido una actitud muy negativa, muy triste, muy desmotivadora.
Hay muchas cosas que mejorar en la evaluación de los aprendizajes.
Eso pretende el artículo.
Gracias por leerme y por escribir.
Besos.
MAS
A vece, con gran satisfacción, hay que mover la diana. Mejor dicho, hay que hacer zoom a la misma y al mejorar la resolución incrementar el valor del resultado. Voy a relatar una anécdota real que me contó un alumno mío.
«Alberto, un alumno genial, tiene un hermano igualmente genial. Esta familia parece agotar el frasco de la genialidad. Pero hay que ser justos, como decía el conocido inventor Thomas Alva Edisón «El genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración», «el secreto consiste en trabajar de firme» ¡Y en esta familia se trabajaba mucho!
Me lo contaba el pequeño Alberto, que ha sacado esta evaluación todos sobresalientes (y aseguro que merecidamente):
– Profe, mi hermano Rodrigo sacó un año un 12 en un examen.
– ¿Cómo puede ser eso -repliqué yo- si los exámenes son sobre 10 y sólo hay 10 preguntas?
Mi alumno sonrió y mirándome pícaramente contestó:
– Había estudiado el examen y se lo sabía muy bien. Lo terminó enseguida y como se aburría se inventó preguntas y las fue respondiendo, así hasta que recogieron. Cuando el profesor lo vio le puso dos puntos más por las preguntas añadidas.
¡Bravo por el hermano y por su profe!
Hermosa iniciativa la del alumno y también la del profesor. Qué diferencia a la actitud de esos profesores que dicen que el 10 es para Dios, 9 para ellos y a parir de ahí para los alumnos…
Pues sí, hay que mover la diana.
Pero no como yo digo el artículo (en beneficio del profesor) sino en beneficio del alumno.
Un abrazo.
MAS
Quiero resaltar el siguiente párrafo del artículo.
» He visto muchas evaluaciones que han finalizado en el momento de conocer o comunicar el resultado. No se ha explicado el porqué del mismo, incluso en los casos en que se haya producido sorpresa, discrepancia y sensación de injusticia en los evaluados. No se ha producido un diálogo sobre la lógica y la ética del resultado y sobre los sentimientos que han provocado.»
Y lo hago porque son ya varias veces las que Miguel Ángel trata el tema de la evaluación y, naturalmente, lo hace en consonancia con la trascendencia que tiene para ajustar el proceso educativo, pero también para el futuro del propio alumno. Recuerdo su análisis del concepto de «competitividad» en una antigua entrada en la que analizaba el anteproyecto de la nefasta LOMCE. A la sombra de su argumentación escribí un artículo en mi blog sobre la publicación de los listados de las calificaciones de las pruebas de Primaria en el curso 2008/09. Incido sobre» la lógica y la ética de los resultados obotenidos y sobre los sentimientos provocados» con datos reales de mi propia experiencia (villancico incluido, que por entonces, se aproximaba la Navidad). En esta dirección tenéis la entrada sobre «Los fusilamientos (perdón sobre la evaluación) del 11 de diciembre de 2008».
http://imagenx1000palabras.blogspot.com.es/2012/12/los-fusilamientos-del-11-de-diciembre.html
Querido Jesús Marcial:
Ayer no tuve tiempo de letra enlace. Hoy lo he hecho. Y comparto al cien por cien tus preocupaciones.
El titulo de tu artículo me parece magnífico. Es lo que es.La cultura de los titulares. La comparación de lo incomparable, La evaluación como competitividad, como arma arromadiza. Describes muy bien la repercusión de los hechos: lhenseñanza pública fustigada, las causas supuestas,las agresiones infundadas…
La letra del villancico, tan ingeniosa como inquietante.
Ya veo que me citas en tu artículo. Ha criticado la LOMCE como «ley cruel». No solo es que se preocupa más de pesar aplomo que de engordarlo, es que a los pollitos que no dan el peso, los elimina…
Muchas gracias por tus reflexiones.
Vuelvo una y otra vez al tema de la evaluación porque se convierte muchas veces es un arma contra los más desfavorecidos, contra la escuela pública y contra el aprendizaje.
Un abrazo.
MAS
El tema de la evaluación siempre me ha parecido fundamental. Porque tiene mucho que ver con la calidad de la enseñanza. En realidad la condiciona y la promueve o la bloquea. Porque los alumnos buscan el éxito y lo alcanzan a través de la evaluación.
La participación de los alumnos en el proceso es fundamental. En todos los momentos. Pedro este que se indica en el artículo es especialmente importante. Y, sí, pocas veces se convierte en un momento de diálogo y de comprensión.
Saludos y gracias ala autor y a los comentaristas.
Estimada Marta:
Hace años (1993) escribí un libro titulado «La evaluación, un proceso de diálogo,comprensión y mejora». En elemento de la notificación de las calificaciones las tres partes del título tienen una especial importancia.
– Diálogo entes evaluadores, evaluados y familias.
– Comprensión de los procesos de aprendizaje desarrollado
– Mejora de los nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje
Gracias por tu aportación.
Besos.
MAS
Hola, maestros y aprendices (en una misma persona) de El Adarve. Hola, Miguel Ángel.
1.- Primero, viendo las noticias, preocuparme por tu situación y la de tus vecinos, por la de todos los que padecen las consecuencias de semejantes riadas de agua, que siempre viene caída del cielo, pero si lo hace en las dosis (Quintiliano) inadecuadas, pasa lo que pasa. Desde luego, parece que alguien le haya dado la vuelta al mapa de España.
2.- Segundo, pedir disculpas a quien se sintiera engañado por mí la semana pasada. Desde luego, no era esa mi intención. Miguel Ángel ya os ponía sobre la pista, pero luego empecé a preocuparme un poco. Menos mal que vino Juan Carlos a echarme una mano, y, la verdad, me sentí aliviado. Ya estaba dispuesto a cantar para que no hubiese malos entendidos y la bola de nieve no creciese.
3.- Esta semana, la evaluación. Nada que decir. Todo demasiado técnico y profesional, y demasiadas veces leo, con toda la razón del mundo, que han de ser los profesionales, los que más saben de un determinado ámbito del conocimiento, los que han de estudiarlo, analizarlo, mejorarlo, etc, etc, etc.
Yo soy PADRE de dos chicos en edad de escolarización obligatoria. Y desde esta posición, quiero aportar como datos para los que los que estáis en el trabajo diario con ellos, en cuanto a todo el proceso de enseñanza y aprendizaje, lo que puedo observar y lo que me cuentan de forma directa o indirecta. Téngase en cuenta que me creo un firme defensor de todos y todas las docentes en cualquier nivel. Defensor ante mis hijos y ante cualquier persona que me habla mal de ellos. Tan defensor, que a veces lo hago con críticas.
Mi hijo pequeño, y sus compañeros también, lo primero que hace muchos días cuando lo recojo en el patio del colegio, es decirme: “He sacado un (nota numérica, que incluso puede tener dos decimales) en (asignatura)”. Eso es lo que me cuenta de lo que hace, de lo que aprende.
“Cuando le da la gana”, no si le pregunto, cuenta cosas de su vida en el aula. Son muy pocas veces para mi gusto, para mi curiosidad e interés de ayudarle a entender. Pueden ser cosas propias o de compañeros. Por desgracia, suele ser para quejarse.
– Tal profesor o profesora es muy malo/a. Dice… y luego hace o dice…Mi compañero casi llora.
– Yo le contesto: “No será malo/a, será exigente.”
Entiendo que él me comenta las cosas desde su punto de vista, pero me las dice como las siente, como las interpreta. Y eso es digno de pensar y analizar, si se quieren mejorar las prácticas y las relaciones personales y el clima del aula. A veces me ponéis difícil defenderos. Y no me refiero al típico caso de que tal o cual me tiene manía. Este es muy sencillo. Pero hay algún otro que no sé qué hacer. Me lo argumenta demasiado bien, y no creo que le ayude si le digo que tiene razón. Pero lo contrario, pues, no sé.
4.- Demasiado difícil de entender para mí. (Junto con temas que traen consecuencias todavía más graves. Suicidio. Todos los días delante de todas y todos nosotros. Padres y resto de familiares, docentes y toda la escuela. Nadie nos percatamos (acoso). Nadie se da cuenta de nada. ¡Cosa de críos! Tiene que ser bien complicado).
¿Conseguiremos alguna vez, en la escuela, en sus vidas, que lo importante sea lo importante?
¿Qué es lo importante en la escuela? ¿Es 7,75 el reflejo de lo importante? Padres e hijos parecen pensar que sí. ¿Quién les ha enseñado esto?
Me gustaría que alguna vez los niños y niñas puntuaran, con nota numérica y dos decimales por aquello del rigor, las clases que reciben, la labor de sus educadores. Pero claro, para qué. ¡Si no son profesionales! Y, además de no saber, son vengativos.
Un fuerte abrazo, familia. Se os quiere. Y soy consciente que lleváis a cabo una labor muy complicada. Como dice Miguel Ángel en un comentario, yo os doy las GRACIAS por todo lo que hacéis, por todo lo que trabajáis y os preocupáis por “EL FUTURO”.
Querido José Antonio:
1. Las inundaciones han causado daños en razona donde Carla tiene el Colegio.Hoy y mañana no tiene clase. Me preocupa que se ponga tan contenta. Hachado una tromba de agua tremenda.La mayor de la historia de la ciudad. 150 litros por metro cuadrado en dos horas. Y más 600 rayos en la tormenta eléctrica.Nada estaba previsto. Es lo que me sorprende, porque ahora la metereología es una ciencia más precisa. Gracias por el recuerdo.
2. No has engañado a nadie.Ese recurso es interesante y lo deberíamos utilizarás frecuentemente. Meterse en la cabeza de los alumnos y tratar de pensar en lo que ellos comprenden y sienten.
3. Me parece estupenda tu postura de padre respecto al apoyo al profesorado. «No es malo,es exigente».Per,sí, a veces lo ponemos MUY difícil.
4. Lo importante es lo que aprenden,no la nota.Lo que trato de decir es cómo utilizar la evaluación y el resultado PARA APRENDER.
UN GRAN ABRAZO DE SUR A NORTE.DE MOJADO A SECO.
MAS
Hola a todas las personas,
Hoy NO he ido a regar. No hacía falta. Se va a oxidar la bomba del pozo de tan poco usarla. Se van a pudrir las raíces de mis limoneros. Mira por donde por aquí ha sacado el Sr. Guerra el verbo más usado de la humanidad. Más que el verbo comer, más que el verbo orinar, que ya es decir en las señoras embarazadas. Ha sacado el verbo evaluar, si conocen algún verbo que se use más, sáquenme de mi opinión, por favor. Claro, el Sr. Guerra habla de la necesidad de evaluación expresa. Yo no creo que sea tan necesaria, o quizá sí en las edades tempranas, pero no tanto en los mayorcitos, por los siguientes motivos. Porque si se trata de una prueba de ciencias exactas, dígase reglas de ortografía, dígase de matemáticas, dígase de química, casi con toda probabilidad el examinando podrá autocorregirse con los resultados correctos en la mano, resultados que podrá obtenerlos la inmensa bolsa de datos que circulan por todos lados. Si se trata de una prueba, digamos de ciencias de lo subjetivo, un amigo mío las llama “ciencias del hambre”, por lo poco que según él contribuyen a paliar tan necesaria necesidad. Dígase de estas, filosofía, psicología, pedagogía (bueno pedagogía puede que no sea ciencia del hambre), humanidades, etc.; eso, que en éstas últimas hay una gran carga subjetiva tanto del examinante como del examinando. ¿Cuál es la respuesta correcta?. ¿Cuál es el método científicamente comprobado como más eficaz?, ¿Cuáles son los parámetros o patrones o escalas idóneas sobre lo que hay que corregir?. ¿Acaso es falso lo que dice el alumno?. ¿Acaso es más cierto lo que dice el profesor?. ¿Quién es feo?, ¿Quién es guapa?……
Cómo iba diciendo, el verbo evaluar es el más usado por la humanidad. Antes de nacer ya te están evaluando tu tamaño por el bombo que tiene tu madre antes de dar a luz. Tu carácter por las patadas que das aún en el vientre. Cuando naces, enseguida te evalúan por el primer grito que das aún cubierto de manteca materna, cuando te limpian, por el parecido con tu padre o tu abuelo, aunque a lo más parecido que eres es a un perrillo recién nacido. Cuando llegas a casa, por los berridos que das pidiendo teta, por las noches sin dormir de tu papá y mamá pendiente de ti. Cuando empiezas a ir al cole, la maestra, por los mocos que le haces limpiarte, por las patadas y gañafones que das a otros niños. Cuando te haces adolescente, te evalúan, ignorancia incluida ya que esta es otra forma de evaluación, por todas las niñas adolescentes del colegio. Cuando empiezas a salir con una chica y vas a su casa, por la futurible suegra, anda que vaya evaluación que te hace la futurible suegra. Claro, no es una evaluación expresa, será tácita, sopena de caer la susodicha en un descaro descomunal. Pero ay –sin hache- de esa apreciación de la suegra, eso sí que es evaluar….En el trabajo, siempre, más de lo mismo. Hasta cuanto estás nonagenario en la cama apelando a tus últimos, te calificarán –evaluarán- por lo que das o dejas de dar por saco. Y cuando ya por fin te vayas a criar malvas, los que se acuerden de ti, para bien o para mal, seguirán evaluándote. Ay, dichosa evaluación, y mientras más de esta haya, más evidencia será de que has vivido. Bueno, va, ya me cansé….eso, mis mejores deseos de que sean ustedes siempre muy evaluados…..
Tengan un buen día.
Estimado Quintiliano:
Me he alegrado de que ayer no hayas tenido necesidad de regar. Así le has dedicado unos minutos más a tus sabias reflexiones. Eso tiene la experiencia cuando se ha convertido sabiduría y no en mera acumulación de datos.
Es cierto lo que dices, que se evalúa sin cesar. De manera tácita muchas veces.
Lo que es más preciso (lo digo muchas veces) no es evaluar mucho, ni siquiera evaluar técnicamente bien sino saber a quién beneficia y a quién perjudica la evaluación, qué valores sostiene y qué valores destruye.
La evaluación es como un cuchillo. Puede cortar las cuerdas que te privan de la libertad y pueden causarte heridas de muerte.
Por eso yo termino matizando tu último pensamiento: «Mis mejores deseos de que sean ustedes muy evaluados». Yo digo: «Que sean ustedes bien evaluados, con respeto, con amor y con justicia».
Saludos y gracias.
MAS
C’est d’ailleurs unee erreur que certains expriment en demandant dee
manière récurrente des recognitions par des professionals ou des
comités restreints: uune manière de supprimer l’effet grand nombre» qui me semble-t-il est la pressure majeure du processus Wikipedia. http://charlesfilterproj1.com
Magnífico artículo Miguel Ángel, que nos hace reflexionar a todos sobre el verdadero sentido que le estamos dando al proceso de enseñanza. Yo el otro día nada más leer el mismo, intenté aplicarlo en mis clases. Lo único que hice fue hacer un pequeño paréntesis entre ejercicio y ejercicio, haciéndoles llegar una visión de lo que habían hecho. Y el resultado fue muy positivo, la vedad. Algo parecido ocurre con la evaluación, nos centramos en pasarle unas pruebas que después correlacionan con una calificación. Nos centramos en enseñar los contenidos sin detenernos en pensar en la calidad de esa enseñanza que estamos dando. Creo que lección aprendida, más vale poco contenidos, pero de calidad, que se asienten bien, que pasar por encima de muchos. Esa es la base del aprendizaje significativo.
La evaluación en educación ha sido fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos. Ha sido sinónimo de una calificación que marca diferencias entre unas personas y otras y que prepara a los niños para que compitan entre sí por ser los mejores. Pero pasa lo de siempre, que esta competición en muchos casos también es desigual, cosa que también hay que enseñarles, porque no siempre el mayor de los esfuerzos realizados ni el mayor conocimiento, obtiene el mejor resultado.
Un abrazo
Querido Oscar:
Me alegra mucho tenerte como comentarista asiduo del blog. Tus opiniones nos enriqueces a todos y a todas quienes te leemos.Me parece estupendo también que lleves a la práctica aquellas ideas que puedan mejorarla, como cuentas que has hecho. Enhorabuena.
Tenemos un curriculum kilométrico pero, como dices, de poca profundidad.
Creo que la escuela debería ser una institución contrahegemónica, es decir, que fuese contra la corriente establecida. Pero es verdad que muchas veces la enseñanza, la evaluación y la misma escuela se convierten en una correa de transmisión del sistema.
Un gran abrazo. Suelo decir que solo a los peces muertos los arrastra la corriente.
Es una pena que no podamos vernos el sábado en natación con Carla ya que viajaremos a Londres.
MAS
Pingback: Prosopagnosia y evaluación - 10 tipos de personas
Estimado Manuel:
Gracias también por entrar en el blog y leer, Hace más el lector por el autor que a la inversa.
Gracias, pues.
MAS
Por aquí se le cita, profesor: «Prosopagnosia y Evaluación»
http://www.dieztiposdepersonas.es/prosopagnosia-y-evalucion/
¿ves a todo tu alumnado con la misma cara?
¿puede un cocinero evaluar a una acróbata?
Espero que sea de su agrado.
Estimado Manuel Jiménez:
Interesantes reflexiones. Muchas gracias por el envío del texto.
MAS