El pasado día 25 de noviembre se celebró el día internacional contra la violencia de género. Lamentablemente nos quedan todavía muchos años para que no sea necesario este recordatorio. Todavía siguen siendo muy profundas las raíces del sexismo en las sociedades de la tierra. Todavía hay muchas personas (hombres y mujeres, de forma aislada o en asociaciones religiosas y profanas) que tienen interés en regar esas raíces podridas que producen luego frutos envenenados.
Afortunadamente hay también en el mundo personas que luchan contra esa situación discriminatoria que condena a las mujeres a la muerte, al sufrimiento, a la ignorancia, a la sumisión, a la discriminación y a la pobreza. Una de esas heroínas que nos ha causado un fuerte impacto y una ilimitada admiración es la joven pakistaní Malala Yousafzy.
Cuando tenía quince años fue tiroteada en la cabeza por un talibán al regresar a su casa en el autobús escolar. Los fundamentalistas le negaban, como niña, el derecho que sí respetaban para los varones de ir a la escuela. Malala, que había recibido amenazas de muerte, se jugó la vida valientemente para defender ese derecho fundamental.
Este año ha recibido del Parlamento Europeo el premio Andréi Sajarov, un premio creado hace ahora cinco lustros por iniciativa del diputado liberal francés Jean–François Deniau para distinguir a personas o asociaciones destacadas por la defensa de los derechos humanos y la libertad de pensamiento. “Nadie se lo ha merecido más que ella”, dice Fernando Savater en un hermoso artículo titulado “Regreso a Estrasburgo”, publicado en El País el pasado 28 de noviembre. “Cuando empezó a hablar en el Parlamento Europeo, su figurilla apenas asomaba tras el atril en el hemiciclo imponente, pero su voz era más firme que el trueno del cañón”, añade el filósofo que también recibió en su momento dicho premio como miembro del movimiento antiterrorista “¡Basta ya!”. Malala, en su alocución ante el Parlamento, dijo: “No hablo en nombre de los niños que quieren otro smartphone o una videoconsola, sino en el de los que piden un maestro, una pluma y un libro”.
Ella ha narrado su gesta, con la ayuda de Christina Lamb, en un emocionante libro titulado “Yo soy Malala” (libro, por cierto, censurado en Pakistán, como nocivo), publicado en España hace unas semanas por Alianza Editorial. Lo tengo delante de mí. En su portada, el rostro sereno, amable y expresivo de Malala, la joven pashtun, nos habla de su determinación ante el fanatismo talibán.
Malala explica al final de la obra los motivos que le han llevado a escribir: “Mi objetivo al escribir este libro ha sido alzar mi voz en nombre de los millones de niñas en todo el mundo a las que se niega el derecho a ir a la escuela y a realizar su potencial. Espero que mi historia anime a las niñas a elevar sus voces y a descubrir la fuerza que reside en su interior. Pero mi misión no acaba ahí. Mi misión, nuestra misión, exige que actuemos de forma decisiva para educar a las niñas y empoderarlas para cambiar sus vidas y sus comunidades”.
He leído el libro casi de un tirón. Sin poder separar la mirada del relato de esta admirable luchadora. Porque su acción heroica no consiste solo en ser tiroteada sino en mantener una persistente y decidida actitud ante quienes coartan la libertad de las mujeres. El padre de Malala, otro luchador empedernido, era propietario de un escuela (precisamente de la escuela en la que estudiaba, entre otras niñas, su hija). En el libro se cuenta cómo un mal día reciben en la casa a un mulá que le dijo a su padre:
– “Represento a los buenos musulmanes y todos pensamos que su escuela de niñas es haram (prohibido en el islam) y una blasfemia. Tiene que cerrarla. Las niñas no deben ir a la escuela. Una niña es tan sagrada que debe observar el purdah (segregación o aislamiento de las mujeres) y tan privada que en el Corán no hay ningún nombre de mujer, pues Dios no quiere que se las mencione”.
El hostigamiento de las autoridades religiosas del islam respecto al hecho de que las niñas acudieran a la escuela, de que entrasen por la misma puerta que los varones, de que llevasen vestidos de colores llamativos, siguió siendo cada día más intenso y amenazador.
La sociedad en la que vive Malala es cruelmente machista. El general Zia había promulgado leyes islámicas que reducían el valor del testimonio de una mujer ante un tribunal a la mitad del de un hombre. “Las cárceles –cuenta Malala en su libro- no tardaron en llenarse de casos como el de una niña de trece años que había sido violada y estaba embarazada. Se la encarceló por adulterio porque no pudo presentar a cuatro hombres que ratificaran el delito”.
Malala recibe de su padre el encargo de escribir un diario destinado a la BBC con el fin de que todo el mundo sepa lo que está sucediendo en Pakistán con los talibanes. Firmar con el nombre encerraba un riesgo gravísimo. Por eso adopta el sobrenombre de Gul Makai. La primera entrada del diario aparece el 3 de enero de 2009 y se titula “Tengo miedo”. En ella cuenta que tenía miedo de ir a la escuela por el edicto talibán y que miraba a sus espaldas todo el tiempo.
Las amenazas se cumplieron. El martes, 9 de octubre de 2012, dos encapuchados detienen el autobús escolar y uno de ellos, armado con un revólver, pregunta:
– ¿Quién es Malala?
Seguidamente, hace tres disparos a bocajarro en su rostro. Se salva de milagro. Yo lo digo literariamente. Ella lo piensa religiosamente. Pasa por cuatro hospitales, el último situado en Birmingham, y múltiples operaciones. Gracias a ese traslado a Inglaterra logra hacer una rehabilitación que le permite reconstruir la cara y recuperar el oído y la sonrisa.
La extraordinaria historia de Malala Yousafzai la ha llevado en un trepidante periplo desde el hermoso valle de Swat, en el norte de Pakistán, hasta las Naciones Unidas en Nueva York. A su corta edad se ha convertido en un símbolo global de la protesta pacífica contra la discriminación de la mujer y es la nominada más joven para el Premio Nobel de la Paz. El día que cumplió dieciséis años se encontraba en Nueva York para hablar ante las Naciones Unidas. Allí dijo: “Tomemos nuestros libros y nuestros lápices. Son nuestras armas más poderosas”. Admirable Malala.
En el epílogo del libro Malala dice: “No quiero que se me vea como la joven a la que le dispararon los talibanes sino como la joven que luchaba por la educación”.
Le voy a pedir prestadas a Fernando Savater las palabras con las que cierra su artículo: “Y yo pensé que el día de la apoteosis definitiva los maestros más gloriosos -Shakespeare, Mozart, Velázquez, Madame Curie, Orson Welles, Hannah Arendt…- se sorprenderán un poco cuando, desde luego muy respetuosamente, sean introducidos en el Palacio de la Cultura por la entrada de servicio. Porque las puertas de oro se abrirán solo para ella, la niña valiente cuya reivindicación dio sentido a todo lo demás. Cruzará el umbral y heredará el reino”.
Querido amigo y maestro:
Como sabemos, a veces el derecho positivo dista un abismo del derecho natural. Y el derecho positivo de la sociedad en la que vive Malala no tiene nada que ver con el derecho positivo de otras culturas como la nuestra, mucho menos con el derecho natural…
Aunque es un asunto controvertido, con sus múltiples vertientes, creo que, en este caso, la globalización (circunscribiéndome solo y exclusivamente al concepto de unificación de las culturas a través de la creciente implementación mundial de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, sin entrar en matices políticos que dividan), puede ser un arma muy poderosa para acabar con este tipo de discriminaciones. En una primera fase, instando a la sociedad global a poner en valor el derecho de las mujeres, conllevando en otra fase posterior a la derogación de las leyes que limitan o anulan su maravilloso potencial.
Pienso que estamos en un buen camino, pero lo afirmo porque este camino ya está iniciado, con la esperanza de que el desarrollo de las telecomunicaciones cumpla la función de potente medio de concienciación.
Tenemos el deber moral de seguir luchando por estas causas, poniendo en valor a Malala y lo que su persona simboliza (que tengo entendido que, a pesar de todo, sigue estando amenazada). Si me permites enlazar con Fernando Savater, tus palabras me han recordado otro libro suyo escrito en 1997, titulado “El valor de educar”, que presentaba con una doble concepción:
– El valor de educar como un hecho valioso en sí mismo.
– El valor como la valentía, el coraje, que se requiere para poder educar.
Quizás podría aplicarse a Malala: el valor que posee la defensa de derechos que mantiene y la valentía que demuestra al arriesgar su vida en defensa de la vida, con plenos e iguales derechos.
Un fuerte abrazo, MÁS.
Feliz semana a todos/as.
Si miramos a países islámicos como Pakistán, patria de Malala, nos damos cuenta del inmenso camino que hay que recorrer en pos de la igualdad entre el hombre y la mujer.
Pero ello no es obstáculo para que no sigamos luchando, paso a paso, día a día, en nuestro país y los de nuestro entorno sociocultural hacia ese objetivo, pues los avances que se producen aquí son también un acicate para que se den pasos en aquellos lugares en los que a las mujeres se les niega algo tan esencial como es la enseñanza.
Creo, por otro lado, que todos los que estamos en el ámbito educativo debemos tener este libro, leerlo y comentarlo con nuestros alumnos y alumnas. Seguro que aprenderemos mucho con él.
Muy cierto su comentario, Aureliano.
Como muy bien expresa, el camino es inmenso en países islámicos como Pakistán. Es una visión realista. Existe una gran distancia cultural.
Sin embargo, transmite una actitud optimista para seguir luchando. Esa actitud ya es, por sí misma, una batalla ganada.
Decía Lao-Tsé que “la travesía de mil millas comienza con un paso”. Y ya llevamos unos cuantos…
Muchas gracias por compartir su experiencia, así como por la recomendación del libro. Tomo nota.
¡Feliz semana (en el blog, suelo tomar como referencia el sábado como “inicio de la semana pedagógica”) y que disfrute del puente, que aún queda!
Saludos.
Querido profesor: Muchas gracias y enhorabuena. Como soy maestro me identifico totalmente con su exposición.
Da la casualidad que también acabo de terminar ese libro y me he quedado impresionado de la valentía de Malala.
También se recoge en el libro: “… Al darme esta altura para llegar a la gente, también me ha dado grandes responsabilidades. La paz en cada hogar, en cada calle, en cada aldea, en cada país… ése es mi sueño. Educación para cada niño y cada niña del mundo. Es mi derecho poder sentarme en una silla y leer mis libros con mis amigas del colegio. Ver en cada ser humano una sonrisa de felicidad es mi deseo.
Yo soy Malala. Mi mundo ha cambiado pero yo no”.
Debería ser un libro obligado en los institutos para que los adolescentes y nosotros aprendiéramos.
Durante la mayor parte de la historia,a las mujeres se las ha considrado de segunda clase y su lugar estaba circunscrito al hogar. Sólo en los últimos 150 años, y en nuestro mundo occidental, se fue eliminando su posición de subordinación de los códigos legales. Hasta ese tiempo no podían dedicarse a cualquier profesión, ni votar, ni presentarse a cargos electos, el acceso a la educación era muy limitado y las casadas eran más bien consideradas como posesión de sus maridos. Hasta 1918 no se les concedió el derecho al voto en Gran Bretaña y en Estados Unidos hasta 1920, y en España hata 1931.
De entonces -que es ayer- a acá, en nuestro mundo occidental, han cambiado mucho las cosas y hoy se considera a las mujeres con los mismos derechos que los hombres, aunque a la práctica haya todavía discriminaciones.
Creo que en la cultura Talibán la mujer pinta en la actualidad lo que aquí pintaba en la época medieval. Malala es una pionera que ha iniciado un camino irreversible donde las mujeres, en todo el mundo tengan los mismos derechos y deberes que los hombres, para esto no debe haber sexos, sino seres humanos en igualdad.
Triste me parece, que en nuestra Epaña, se vuelva a separar por sexos la educación. Es un retroceso. Eso lleva fácilmente a otras separaciones.
Los cambios culturales son muy lentos. Entre nosotros todavía hay hombres que se consideran en menos si hacen las labores del hogar, que la mujer las siente como connaturales, ¿por qué no también el hombre?
No he leído el libro “Yo soy Malala”, pero me han animado.
Saludos, Miguel Ángel, y a tus lectores.
Pingback: “No quiero que se me vea como la joven a ...
Pingback: “No quiero que se me vea como la joven a la que le dispararon los talibanes sino como la joven que luchaba por la educación” | Espacio de Jorge Soto
Pingback: Un maestro, una pluma y un libro | El Adarve | ...
Queridos Juan Miguel, Aureliano, Mateo y J. Alvarez:
Gracias por vuestros valiosos comentarios que inciden sobre dos cuestiones para mí fundamentales: el derecho a la educación de todos los seres humanos (aunque yo prefiero hablar del derecho a tener éxito en la educación) y cde la lucha contra la discriminación de la mujer.
En ambas causas deberíamos comprometernos con fuerza porque, mientras no se alcencen esos objetivos, seguirá habiendo víctimas.
Cordiales saludos.
Maravillosa historia que sive de ejemplo para tantas personas que no valoran lo que tienen, que no dan importancia a su privilegio de poder estudiar.
Ojalá se conozca y se valore la histortia de esta pequeña luchadora pakistaní.
Saluods y gracias.
No copnocía el caso de Malala.
Me ha impresionado su valor y su ejemplo.
La verdad es que con muchas personas con esta capacidad de lucha y de claridad de ideas podremos avanzar en la buena dirección
Buen ejemplo para el día contra la violencia de género. Esta historia nos hace ver que todavía queda mucho camino por recorrer. Todavía existe mucha discriminación en el m,undo. Y las religiones siguen ahí manteniendo el androcentrismo más repugnante.
Pero también hay motivos de esperanza. Porque existen personas como Malala.
Leeré este libro. Y creo que deberían leerlo muchos adolescentes que van alas aulas como si fueran depositarios de una maldición.
No valoran la fortuna que supone poder estudiar, tener acceso al conocimiento.
La hisotira de Malala es ejemplar. Ojalá fuéramos tan valientes como ella.
Una vez tuve la oportunidad de asistir a un curso de Miguel Angel Santos, esto ocurrió en Adeje, Tenerife en el año 2009. Me incribí en un curso llamado “Educar para la igualdad: ¿tienen sexo las profesiones? y confieso que me inscribí atraida por saber como se podría educar en la igualdad referida al sexo. Desde que comenzó aquel curso, me enamoré del contenido del mismo y de las palabras de sus ponentes, pero en especial de Miguel Angel a quien no tenía el gusto de conocer pero a quién todos esperaban como la estrella de los ponentes, pronto supe porqué era tan esperado, desde que se presentó y comenzó su ponencia fue imposible pestañear, aquellas anécdotas de su vida, estas conversaciones como la que mantuvo con el taxista, sumada a otras muchas experiencias me hacían mantener la atención cada día hasta ser capaz de intentar convencer a dos amigas que se habían inscrito en otros cursos de la universidad, para que se cambiasen al mío porque una de ellas era profesora de geografía e historia y yo creía que debería estar aprovechando el curso al que yo asistía atónita.
Con el tiempo, este título del curso, educar para la igualdad ha ido formando parte de mi día a día pero desde el punto de vista de la diversidad y en relación al artículo “los descuajeringadores” que no me deja hacer una entrada, quiero decir que tengo un niño maravilloso de 8 años, diagnosticado con déficit de atención,que no ha sido medicado nunca, e indico esta custión porque entiendo que si tenemos una dolencia muscular, por ejemplo y no nos prescriben ningún analgésico, tendremos que recurrir a otro tipo de cuidados como pueda ser unos estiramientos musculares para que poco a poco desaparezca este dolor.
Mi hijjo está repitiendo segundo curso de primaria, hoy está
en casa porque las clases han sido suspendidas por un temporal en Canarias,él está muy pendiente de si habrá clases mañana o si se quedará en casa nuevamente. Le he preguntado si quiere ir mañana y dice que no, que su maestra le ha dicho que él no avanza, que siempre está donde mismo y que su maestra de inglés (que era su maestra del año pasado) le ha dicho varias veces que como siga así va a repetir el próximo curso. Al oir estas palabras de quien se esfuerza cada día por mejorar, de quien sabe y se conoce diferente a los demás, de quien a diario intentas reforzarle su valía, de quién desde luego, sabes de sobra tiene dificultades para el aprendizaje que no le motiva, porque sabes de sobra que cuando encuentras la manera divertida de enseñarle un contenido concreto es capáz de aprenderlo, se te viene el mundo encima y dices ahora me toca a mi explicar a su maestra que así con estos mensajes no va a aprender nunca y que su autoestima se viene abajo y que sin autoestima no se puede avanzar.
También quiero resaltar que las personas con problemas de aprendizaje tienen la dificultad para algunos contenidos concretos y que tienen excelentes facilidades para otros contenidos.
Ojalá todos tuviésemos capacidad de ejercer la empatía, lo entenderíamos casi todo.
Querida Angeles:
Gracias por tus hermosas y generosísimas palabras respecto al curso de Adeje.
No sabes cómo te entiendo cuando me hablas de tu hijo de 8 años. Siento tu dolor y, cómo no, tu queja respecto a esas actitudes que manifestamos algunas veces los docentes cuando, en lugar de animar, desalentamos.
Estamos ahí para ayudar a crecer, no para desanimar.
Estamos ahí para ilusionar y, como dices, hacer atractivo y apasionante el aprendizaje.
Creo que, en muchas ocasiones, no hay niños hiperactivos sino escuelas hipoactivas.
Menos mal que estás tú ahí. Tú no te desalientes. Si algunos docentes no creen que tu hijo puede, tú sí puedes creer en él. Ya sé que, en esos casos, el esfuerzo ha de ser más grande.
Creo que la profesión docente aumenta su autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña.
Afortunadamente tú estás ahí.
Muchos besos.
Mucho ánimo.
Y un gran abrazo para ese pequeño-gran aprendiz que tienes en casa.
Miguel A. Santos
¿Por qué no puedes enviar comentarios al artículo Los descuajeringadores?
Me gustaría que se conociera tu opinión.
Hay que ser positivo. Si una realidad tan castiza, valga la expresión, como ha sido el rol de la mujer en España, al menos hasta mediados de la década de los ochenta, como consecuencia de los avatares históricos propios de nuestra historia, ha sido capaz de cambiar radicalmente en un espacio de tiempo relativamente breve, nada impide que otras sociedades, con su especial idiosincracia, sin duda a largo plazo, procedan a dichos cambios. Recuerdo a mi madre y a la inmensa mayoría de las mujeres de la época reciente: amas de casa o sus labores, cuidado del hogar, de los niños y generalmente pseudo analfabetas, que no podían sacar dinero del banco salvo permiso expreso y por escrito del marido…. Tiempos no tan lejanos.
Muchas gracias Miguel Ángel por tu amable respuesta.
El artículo “los descuajeringadores” no permite más comentarios, así que ya que me pides mi opinión al respecto, voy a darla.
Con el diagnóstico de mi hijo con déficit de atención he entendido el calvario que puede suponer no disponer de las capacidades establecidas para el aprendizaje, algo incompresible en ocasiones para quien posee estas capacidades de manera innata, pero ¿y qué hay de aquellos que no las tienen?, pues que si no se trabajan lo más lógico es que se produzca el abandono por el aprendizaje por doloroso y frustrante que puede llegar a ser. A raiz de mis observaciones y preguntas un día me plantee por qué yo escondía las horas interminables y excesivas que dedicaba al estudio para conseguir un aprobado o un notable que a otro estudiante hubiese llevado a una matrícula de honor. Esto me lleva a no exigir a mi hijo a que llegue de cualquier manera al nivel de aprendizaje cronológico establecido, sino que llegue a su ritmo y en su momento biológico. Un día me pregunto: ¿pero por qué los niños de mi clase leen tan, tan , tan rápido?¿y yo tan, tan, tan, lento? entonces le comenté porque todos no somos iguales, unos somos más rápidos y otros somos más lentos, pero los lentos al final llegan a leer muy rápido. Al final dijo: Ah!!!!!!. Ahora Miguel Ángel, recapacito y haciendo uso del título de tu maravilloso artículo “Los descuajeringadores”, me digo a mi misma: ¿ha tenido que venir un hermoso DESCUAJERINGADOR, a hacerme recapacitar sobre la diversidad? y me respondo: pues sí ha venido a enseñarme muchas cosas que quiero aprender.
Un abrazo a todos los DESCUAJERINGADORES, porque todos somos diferentes aunque nos empeñemos en que no.
Querida Angeles:
He colgado tu comentario en el artículo “Los rescuajeringadores”.
La escuela es una institución homogeneizadora. Este hecho conlleva el problema de que se enseñe a todos lo mismo, de la misma manera, en los mismos tiempos y en los mismos lugares. Pero cada uno tiene una capacidad, un ritmop, un estilo y una disposición para el aprendizaje. Además de un contexto diferente.
Este hecho, que me parece tan lógico, se niega todos los días en la práctica.
Hace años escribí un artículo sobre atención a la diversidad que se titulaba “La gallina no es un águila defectuosa”. Y eso lo tiene que saber quien cuida a ambas para no exigir lo que no pueden dar y lo tienen que saber, sobre todo, la gallina y el águila.
Pero, no hay que olvidar, que los diagnósticos no son siempre infalibles. Y alguien a quien se calificó de gallina vuela después majestuosamente…
Tú tienes que creer en tu hijo y tienes que ayudarle a que él también crea en sí mismo.
Pienso que haces bien en no someterle a la pesión de que tiene que leer como todos o hacer las cosas como todos.
Un beso para ti y otro muy grande para él.
La historia de la humanidad ha sido una lucha permanente para la dignidad. Personas aisladas, grupos, países han ido conquistando cotas cada vez más altas en esa lucha, El caso de Malala es un ejemplo fehaciente.
Escribo este comentario ante la muerte de Mandela. un lider que luchó por los derechos de los negros. Después de 27 años en la cárcel llegó a ser el primer presidente negro de su país.
Gracias a todos y a todas los que nos han hecho avanzar en la buena dirección.
En la Provincia de Córdoba, República Argentina, con motivo celebrarse el día internacional contra la violencia de género, todas las escuelas de la Provincias fueron invitadas a participar con un trabajo que podía ser de fotografía, dibujo, pintura, vídeos o cualquier otro tipo de presentación.La Dirección de la Escuela nos designó a los dos 4º Grado para que realicemos y presentemos a concurso el trabajo. Las pautas eran muy pocas, la directora con gran acierto nos dio una idea y allá fuimos mi paralela y yo a informarnos, reflexionar, y comenzar, de manera muy consensuada por todos los alumnos el reparto de personajes, guiones, interpretaciones, iluminación, musicalización,efectos, sonido.Lo hicimos todo con mucho amor, a conciencia, en tiempo récord. Tuvimos muchos inconvenientes, pues ningún personal especializado en filmes nos orientó. Logramos armar y enviar un corto cinematográfico de 8 minutos, en el que ningún alumno quedó fuera de la obra. Y saben qué? Pasaron varias semanas, cada vez que mis alumnos preguntaban:¿Quién habrá ganado el premio? yo les respondía: Nunca debemos trabajar pensando en la recompensa, al premio mayor ya lo hemos recibido y fue todo lo que aprendimos y disfrutamos durante esa instancia de aprendizaje que constituyó el logro del film. Ya nos habíamos olvidado, cuando desde la dirección llegaron al aula a comunicarnos que ´”ERAMOS LOS GANADORES DEL PRIMER PREMIO” La alegría nos invadió a todos, el aula los pasillos y la escuela estaban de fiesta. Nunca nuestra escuela había recibido un primer premio a nivel provincial. Fue una especie de broche de oro para el final de un ciclo lectivo lleno de incertidumbres, cambios, órdenes, contraórdenes,en fin un ciclo normal, tal vez el último de mi carrera. Estamos felices. Despedimos el año con un sueño cumplido. ¿Qué más se puede pedir?
¡¡Felices vacaciones, alumnos y docentes de Córdoba de la Nueva Andalucía!!!