El loro que pedía libertad

16 Mar

La hipocresía es detestable. Querer aparecer ante los demás siendo quien no se es, manifestar con la palabra unas convicciones que niega la forma de vivir, resulta una falsedad odiosa. es tolerable. La falta autenticidad es un clamoroso engaño hacia los demás y, a veces, hacia uno mismo.

El loro gritaba pidiendo libertad pero, cuando se le abrió la jaula, prefirió el cautiverio.

Todo el mundo conoce a personas que niegan con los hechos aquello que predican, reclaman y aconsejan con la palabra. Dicen que es muy importante la libertad pero están atenazados por mitos, estereotipos, mandatos y esclavitudes de diverso tipo. Dicen que es muy importante luchar contra la injusticia pero son ellos mismos quienes la siembran por doquier. Dicen que es fundamental el respeto a las mujeres desde una óptica de igualdad, pero ellos se pasan la vida agrediendo a su pareja.

Se trata de personas que dicen que es muy importante la solidaridad pero que no son capaces de desprenderse de un euro acogiéndose a las disculpas más diversas. Que hablan de la responsabilidad pero que no son capaces de actuar con un mínimo sentido del deber. Que sermonean sobre la importancia del esfuerzo pero que no son capaces de levantarse puntualmente.

Se trata, en definitiva, de personas que hilvanan un discurso coherente y fundamentado sobre los valores pero que no son capaces de llevar a la práctica aquellas ideas y propuestas que tenían tanta consistencia y tanta belleza en los labios.

Es el caso de los sacerdotes que predican desde el púlpito la castidad y que están instalados en odiosas prácticas de pederastia. De los políticos que hablan de justicia y tienen las arcas rebosantes de lo que han robado a sus conciudadanos. De los profesores que invitan a sus alumnos a ser apasionados lectores y son incapaces de leer un libro de cincuenta páginas. De los médicos fumadores, de los jueces venales, de los ecologistas pirómanos, de los policías corruptos y de los banqueros ladrones… Mejor sería que se callasen. No, mejor sería que hubiera coherencia entre los hechos y los mensajes que lanzan a los demás. ¿Qué sentido tiene un discurso que contradicen los hechos? ¿A quién puede persuadir?

Quiero ejemplificar lo dicho hasta aquí con una historia que leí hace tiempo en el libro “Aplícate el cuento”, de Jaume Soler y M. Mercé Cananglia.

Es la historia de un loro muy contradictorio. Hacía muchos años que vivía en una jaula muy cómoda que su propietario, un anciano acomodado, mantenía limpia y con el agua y alimento necesarios.

Cierto día el anciano invitó a un amigo suyo a su casa para compartir un sabroso te de Ceilán. Los dos hombres estaban en el salón de la casa, situados muy cerca de la ventana, al lado de la jaula donde estaba el loro. De pronto cuando ambos estaban tranquilamente tomando su te, el loro se puso a chillar con insistencia:

– ¡Libertad, libertad, libertad!

Todo el tiempo que estuvo el invitado en la casa, el loro no dejó de reclamar libertad de forma desgarradora. Hasta tal punto influyó su grito, que el invitado ya no pudo saborear su te con tranquilidad y decidió acabar su visita. Cuando salía por la puerta seguía oyendo el vehemente grito del loro:

– ¡Libertad, libertad, libertad!

Pasaron los días y el invitado seguía pensando en aquel desgraciado loro prisionero. Tanto y tanto le preocupó el estado del animalito, que decidió liberarlo. Sabía a qué horas hacía su compra el anciano y decidió aprovechar su ausencia para sacar al loro de la jaula.

Así lo hizo. Se apostó al lado de la casa y, cuando salió el anciano, entró de forma sigilosa. Llegó al salón donde el loro seguía chillando desgarradoramente:

– Libertad, libertad, libertad.

Se acercó a la jaula y abrió la puerta de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó hacia el lado opuesto de la jaula aferrándose con el pico y las uñas a los barrotes. Y negándose a abandonarla.

El invitado se marchó confuso y apenado. A pesar de tener la puerta de la jaula abierta, el loro continuaba quieto en el fondo de la misma y seguía chillando una y otra vez:

– ¡Libertad, libertad, libertad!

El loro solo hablaba de libertad, pero no la quería. El loro gritaba pidiendo libertad pero, cuando se le abrió la jaula, prefirió el cautiverio. El loro pide libertad, pero prefiere seguidad y comida. Clama por la libertad, pero se siente más cómodo entre los barrotes. La historia del loro que pedía libertad tiene dos vertientes igualmente importantes. Una se refiere a la necesaria coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y la otra a la coherencia entre lo que se aconseja y lo que se es. Lo que el loro debería decir, según esa actitud manifestada al ver la puerta de la jaula abierta es:

– ¡Seguridad, seguridad, seguridad!

Si el loro pudiera entendernos le diríamos (ahora pienso en algunos destinatarios que las entenderían de punta a cabo):

– Anda, cállate, no seas cínico. Tú no quieres la libertad, tú solo hablas de ella. No nos engañes. Quédate en la jaula con tu comida, tu bebida y tus cuidados. Eres un falso, eres un hipócrita. O un estúpido que te engañas a ti mismo. Pero si te engañas a ti mismo, allá tú. No nos metas en el juego de tu falsedad. No nos hagas creer lo que no es.

Ese doble discurso de la palabra y de los hechos, esa flagrante contradicción entre lo que se predica y lo que se hace, resultan muy dañinas para la sociedad. Porque hacen que se instale en el tejido social una corriente de hipocresía y de cinismo.

Le oí decir a Humberto Maturana, en una visita que hace años hizo a nuestra ciudad: “Yo creo que cuando uno tiene que enseñar algo, es porque ese algo no surge solo en la vida… Tenemos que enseñar porque aquello que enseñamos no lo estamos viviendo. Yo creo que ese es el verdadero problema con los valores”.

La consecuencia del mal ejemplo no es solo la escasa eficacia para el aprendizaje de aquello que se pretende enseñar; es, sobre todo, la generación de un clima de hipocresía que conduce al desprecio y a la explícita o solapada hostilidad. Esa doble forma de ser y de vivir, despierta un rechazo y una condena contundentes en aquellos que son catequizados.

En efecto, cuando uno ve a personas con esa cara durå (cata de feldespato, diría yo) siente desprecio y agesividad. Porque ellos saben lo que hacen y son conscientes de que sus palabras nada tienen que ver con los hechos. Saben perfectamente que sus comportamientos desmienten sus mensajes. Deberían, cuando menos, callarse.

Lo dice claramente el refrán español: una cosa es predicar y otra dar tirigo. En algunos de los casos que comentamos, no solo es que esas personas hipócritas que lanzan un discurso tan maravilloso no dan trigo sino que expanden la porquería a raudales. Habría que pedirles, para empezar, algo muy sencillo:

– Cállense, por favor.

21 respuestas a «El loro que pedía libertad»

  1. Estas contradicciones me ponen enferma. El que alguien pretenda hacerse pasar por un predicador de los valores y los atropella de forma descarda me parece de un cinismo indecente.
    A veces se descubren esas contradicciones de forma brusca. Y alguien que parecía una mosquita muerte resulta ser un maltratador de tomo y lomo.
    Habría que ser implacables con quienes hacen ewto en política. Hay que mandarle a su casa sin contemplaciones,

  2. Si hay algo que verdaderamente detesto es la mentira, y no digamos la hipocresía, que es un caso extremo de lo anterior. Quisiera, en este caso, traer a colación un aforismo del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, que se encuentra en su libro «Aflorismos» (del pensamiento que aflora), y que dice así:
    «No hay pecados. Si los hubiera, se resumirían en uno: la mentira. Adán -el primero- mintió a Dios al desobedecerle».
    Cuidado: Castilla del Pino era ateo y si utiliza la cita bíblica es de manera metafórica.

  3. Querido Aureliano Siempre ´certero en tus comentarios. Gracias por leer (porque me honra) y gracias por participar (porque me enriquece). Un abrazo desde Bogotá.

  4. Es inevitable no sentirse un poco aludido luego de leerlo a usted Dr, Santos. Yo pienso que cada ser humano en algún momento de su vida ha jugado a ser quien no se es, tal vez por querer parecer interesante frente a otros, sencillamente para gradar, sencillamente para decirle al otro lo que quiere escuchar. Considero que hace parte de la vida esa hipocrecía de la que usted nos explica en esta publicación, pero también considero que es deber del ser humano romper esa barrera y dejar de cometer tan estúpido error.

  5. La hipocresia es consustancial al ser humano. Digamos que todos y cada uno de nosotros está marcado por esa ambivalencia que nos caracteriza según la situación, el momento, el contexto, en el que dejamos de ser el que eramos y de repente, somos otra persona. Nada peor, en este sentido, aquel que acusa al resto de los mortales de hipocresia, olvidándose que él mismo forma parte de esa contradicción moral de la que inevitablemente, hacemos gala en algún momento. Otra cosa distinta es el ejercicio de dicha hipocresia de una manera constante, como una marca de identidad. La clase política, al menos en España, obviamente, que no quiere enterarse de que al ciudadano le repugna ver a personas que parecen haber dejado la moral muy atrás. Sólo recuerdo un caso de honestidad, en la política, que fue el ministro Pimentel, quizás lo recordeis. Un gota de agua en el desierto. Por lo demás, no debemos confundir creencias religiosas con hipocresia. El que profesa una religión se debe a los dogmas de la misma. Naturalmente, el que esté lejano a dichas creencias, no las entenderá nunca. De ahí la importancia de un marco de concordia al respecto. Creo que hay más intolerancia y posturas radicales entre los agnosticos que entre las personas religiosas. Saludos.

  6. Estimado Anton Freixas:
    Quisiera hacer unas observaciones al comentario que has realizado en este artículo de Miguel Ángel Santos, y lo expongo en distintos puntos para que se pueda leer con mayor claridad.

    Sobre eso que indicas de que la hipocresía es consustancial al ser humano y para no alejarme de Castilla del Pino, el autor que yo he citado, te traigo otro de sus aforismos:
    “Hipocresía: se dice que toda vida social requiera hipocresía. Es falso. No es hipocresía controlar la expresión del sentimiento adverso que se experimenta ante aquel con quien no simpatizamos; lo que es hipocresía es expresar el sentimiento amistoso, al que no estamos obligados. Una cosa es el tratado de paz, absolutamente necesario, y otra, muy distinta, el que los enemigos se hagan pasar, sin que nadie se lo exija, por amigos del alma”.
    Personalmente, creo que nadie está obligado a exteriorizar la intimidad o ese “escenario íntimo que tan bien estudió este brillante psiquiatra.

    ¿De dónde has sacado que se haya relacionado, sea en el artículo o en los comentarios, hipocresía con creencias religiosas? Vuelve a leerlos otra vez y te darás cuenta de que no hay tal relación.

    ¿De dónde sacas de que uno que no profese creencias religiosas no las llegue a conocer? Que yo sepa las creencias religiosas se transmiten a través de la familia y de la sociedad en la que se nace. No conozco ningún caso que un niño haya nacido “agnóstico” o “ateo”. Es más, te apunto que difícilmente un adulto razonable admitiría las creencias o dogmas si intentaran trasladárselas cuando ya tiene la personalidad formada.

    Pero el colmo del prejuicio (en el sentido de afirmación cargada de juicios torcidos ) es cuando dices textualmente “Creo que hay más intolerancia y posturas radicales entre los agnósticos que entre las personas religiosas”. ¿Cómo puedes demostrar esa afirmación? ¿No es acaso el miedo de fondo lo que te impulsa a descalificar a personas que, en principio, han tenido que hacer una profunda reflexión y ser verdaderamente sinceros consigo mismos?

  7. Llevar una doble vida es una práctica detestable. La que se quiere presentar ante los demás es maravillosa. La de verdad es detestable.
    Se trata de un engaño bien tramado para aparecer ante los demás como una buena persona.
    A veces se descubre cuando alguien es descubierto en un hecho horrible. «Parecía una persona maravillosa», dicen la gente. Ahí está la clave: parecía, pero no era.

  8. Todo está dicho. Simplemente practicar la honestidad, la transparencia, en una palabra «blanquear». Conozco un hombre, un ídolo que se fue a vivir a la montaña en comunidad, que está intentando con otro grupo de personas un mundo nuevo y mejor, y que muchos lo ven como un bicho raro, un bohemio loco. Les aseguro que es muy difícil hacer en lugar de predicar, pero de verdad se puede. Ese bohemio loco es mi hijo del que me enorgullezco y al que quisiera poder imitar, pero las estructuras son tan fuertes, se crearon desde hace miles de años y pocos se atreven a romper con ellas, porque brindan seguridad y comodidad, tal como la jaula del loro del relato.
    Actuar en lugar de hablar. Es SIMPLE Y DIFÍCIL.

  9. Estimado Aureliano: dudo que alguien si fe en cualquier religión pueda llegar a comprender la misma. Por lo tanto o se tiene fe o no se tiene, ergo o se profesa una religión o no se profesa. Ergo, se comprende la misma o resulta totalmente ajena. Es obvio. En cuanto a la intolerancia, nunca he leido artículo ninguno, escrito por creyentes, descalificando a los que no lo son. Sí proliferan, a mansalva, toda clase de prejuicios desde las capas agnosticas de la sociedad que, recordemos, es absolutamente minoritaria; las 3/4 partes de la población mundial profesa una u otra religión. No sé donde están los «prejuicios torcidos», salvo quizás el intento de ser objetivo en mi aportación. Que no profese con intereses ideológicos, Aurealiano, no debe cegar el juicio crítico de nadie. De nada, aquí estamos para aprender unos de otros. Saludos.

  10. El artículo de Miguel Ángel es una invitación a la coherencia entre lo que decimos y pensamos y nuestros actos. No creo que nadie defienda lo contrario. Sí, nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos y a buscar las incoherencias que probablemente tengamos todos en mayor o menor grado.
    El profesor dice al alumno que llega tarde a clase que hay que ser puntual, pero él se queda charlando en la sala de profesores y sube tarde al aula, o decimos a noestro hijo/a que coge el coche: guarda las normas de velocidad y nos ha visto a nosotros conducir saltándonoslas, etc., etc.
    Si nos metemos en el ámbito religioso cristiano, diría que la incoherencia está asegurada. Jesucristo pide la perfección y eso es un objetivo al que se llega en más o en menos. Ya en su tiempo dijo refiriéndose a sus dirigentes religiosos:»No hagáis lo que ellos hacen, pero sí lo que dicen.» ¿No se puede decir hoy lo mismo en montones de casos?
    Y no digamos de los políticos…
    Personalmente me quedo con la invitación que me hace Miguel Ángel para buscar mis incoherencias y no ver sólo las de los demás. Saludos

  11. Antón: Que yo sepa era la inquisición quien quemaba a los herejes y no los herejes a los inquisidores.
    La intolerancia es mucho mayor de los crewyentes a quienes no lo son.
    Las campanas tocan todos los días anunciando a Dios y no pasanada, pero si pasa un autobús con un rtexto que dice: Quizás Dios no exista, se prepara una revuelo monumental.
    Y ya sabes lo que ha pasado con quienes non iban a misa en los opueblos… y con las madres solteras…y con los homexuales…
    ¿Quién ha sido intransigente con quioén?

  12. Para aquellos lectores que quieran acercarse, libre de prejuicios y de miedos, un poco al pensamiento laico y humanista les recomendaría los siguientes autores y lecturas:
    Gonzalo Puente Ojea: para comprender el cristianismo como fenómeno histórico. Sus numerosas obras son accesibles ya que todos sus libros están publicados en nuestra lengua.
    Karlheinz Deschner: excelente historiador y teólogo de origen alemán. Algunas de sus obras están traducidas al español.
    Richard Dawkins: etólogo y zoólogo. Recomendable “Los espejismos de Dios”.
    Christopher Hitchens: filósofo, periodista y escritor inglés. Recientemente fallecido. Tiene dos de sus obras más relevantes publicadas en castellano.
    André Comte-Sponville: filósofo francés. Muy recomendable “Pequeño tratado de las grandes virtudes”.
    Michel Onfray: filósofo francés, con varios libros traducidos al español.
    También podría incluirse a Fernando Savater por su libro “La vida eterna”.
    Esto que he realizado no es un ejercicio de erudición, sino una breve referencia para quien no esté cargado de prejuicios y que desee ampliar su visión con la que tienen otros sobre temas referidos al ámbito de las creencias personales.
    Si alguien en estas obras encuentra insultos o desprecios a quienes no piensan como ellos, le agradecería sinceramente que me lo comunicara, pues creo que los alejaría de mis lecturas.

  13. VOCACIÓN DE SERVICIO PÚBLICO

    A eso antes le llamaban latiguillo, muletilla o similar, pero ahora la cosa es más moderna: se llama mantra. Si ciertos iluminados van ataviados luciendo cabeza rapada y envueltos con una túnica color zanahoria , éstos lucen unos caracolillos muy engominados en la nuca y corbatas color fosforito mientras ellas suelen ir muy embutidas en dos tallas menos. Sí, no se me despiste, hay otros que ni corbata ni colágenos ni siliconas muy elaboradas: el peligro es precisamente ése, que van de normales aunque no carecen de pulseritas.
    Es la apoyatura moral de aquellos , que con la que cae en estos últimos tiempos, muy henchidos, una vez instalada la alcachofa cerca del gaznate o de la cámara cercana al mentón, se jactan de afirmar coreando a diestro y siniestro el susodicho: “créame que yo en mi trabajo ganaba mucho más y si estoy en política es sencillamente porque tengo vocación de servicio público”.
    Si las folklóricas se debían a su público, éstos, sin sonrojo, se pliegan a los deseos de sus ciudadanos, nuestros votantes y otras zarandajas al por mayor.
    Y eso qué es, nos preguntamos los agraciados por tales ardientes vocaciones de un ecumenismo tan cegador.
    Porque quienes realizan tales asertos, en la mayor parte de los casos, vienen realizando el pastoreo, discúlpenme las hermanas ovejas, legislatura tras legislatura de tal modo que muchos jamás han tenido un puesto de trabajo anterior distinto de este sacerdocio sobrevenido de tal suerte que así otros viven de la comisión de servicio per saecula saeculorum.
    Somos un pueblo cruel por el trato cucañero y desagradecido con estos verdaderos animadores socioculturales.
    Usted no lo sabe, pero este personal trabaja denodadamente a partir de la del alba, es más a alguno les quita el sueño verbigracia el problema del paro juvenil con lo cual comienzan su jornada con ciertos hándicaps emocionales.
    Su proyecto de trabajo no se limita a un máximo de ocho años por un suponer, no. Mire, si el partido sigue ganando elecciones, a ellos les cae el maná divino de otros cuatro años y los que vengan porque los procesos son lentos.
    Usted es que no se entera, pero ellos están aquí porque son imprescindibles en esto de la lucha por todo aquello que signifique una sociedad más solidaria, libre e igualitaria. En estas lides se necesita mucho músculo intelectual y ellos tienen todo el día para entrenar.
    Usted trabaje, si tiene ese privilegio, como un bestia para llegar a final de mes, empéñese hasta que no toque fondo para que su familia salga adelante con cierta dignidad y si llega a anciano sin problemas de degeneración macular será un afortunado porque podrá reconocerlos haciéndose, entonces, unas monterías o unos hoyos.
    Sí, son esos que se han pasado toda su puta vida levitando entre moquetas y acariciando maderas muy nobles, que brindaron a nombre de usted en los mejores salones donde a base de lingotazos arreglaban el país. Y ni lo dude, ellos están para todos nosotros full time. No tienen vida familiar: ni la quieren y serían incapaces de mantenerla. Los sacrificios que impone la vida de partido: España y yo somos así señora.
    Estos desvelos merecen, cuando menos, uno o dos sueldos, dietas de todo pelaje, representaciones en los muy variados consejos de administración, la pensión oficial asegurada tras unos cabezazos en la bancada de turno, los cachorros bien instalados y muy cristianamente afirmando en los pequeños e íntimos círculos aquello que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer …y detrás su señora”.
    Los que, lamentablemente, no se dieron por amortizados son ciertos de sus acólitos. Esos sí que están por servicio público. Aquellos milicianos que creían en esta guerra particular de la utopía de una sociedad mejor y hacían presencia allí donde se precisaba sin atender a horas ni fines de semana, luchando en las asociaciones de barrio, enarbolando las banderas , arropando en los mítines, nutriendo las mesas electorales,…
    Decía el poeta que no hay otro oficio ni destino sino aquel que enseñe al hombre a ser hombre. De igual manera no hay otra vocación de servicio público que aquella que sea un instrumento para hacerte el mejor de ti mismo, entregándose al otro para enriquecerle haciéndole la vida más llevadera.
    Todos los oficios, desde funcionarios de todas las clases, cirujanos, científicos, hasta los de más humilde condición que no por ello menos importantes, todos aquellos que con su labor cotidiana, silenciosa, abnegada, las más de la veces ni siquiera reconocida socialmente,…estos son los verdaderos servidores públicos porque a la postre son los hacedores los que hacen que este país progrese. Estos se levantan cada mañana con la ambición de hacer no de ser.
    Si algún día por ventura tienen el displacer de escuchar cerca a alguno/a de esta especie, no echen a temblar ni huyan , dense el placer de acorralarle/a y encárense de modo que antes de balearles verbalmente exíjanles desde el tierno arrullo su necesidad de que les expliquen muy despacito aquello que acaban de autonombrar y que se denomina “vocación de servicio público”.
    Luis Eugenio Utrilla
    19 de marzo 2013

  14. La doble moral está de moda. Frases y apariencias hermosas y realidades horribles. Hay que desenmarcaras a los hipócritas. Esos sepulcros blanqueados que pretenden engañar presentándose como corderos cuando en realidad son loboss crueles. Esa falsedad les hace pasar por lo que no son.

  15. Estimado Jesús Menéndez, que el pasado no ciegue al presente. Admitiendo las aberraciones, de todo tipo, que el ser humano ha cometido en nombre de «su Dios», a lo largo de la historia, la inmensa mayoría de las religiones, actualmente, vienen a coincidir en potenciar la espiritualidad de los respectivos creyentes. Repito, esa espiritualidad se asienta sobre axiomas que varían de unas religiones a otras. O se aceptan o no se aceptan, no hay posibles términos medio y sus fieles van buscando lo que subyace, en realidad a todo ser humano: un camino al Humanismo, esa necesidad básica de encontrarse con uno mismo, lo que no significa que profesar una religión, sea la que fuere, sea el único camino para ello. Sin embargo, como ya comenté en una aportación anterior a este foro y creo que es un dato conocido, las 3/4 de la población mundial profesan alguna creencia religiosa. Es decir, la mayoría de las personas necesitan un «corpus» ordenado afin a su fe. Los que no, digamos que son minoría, hecho éste que debería ser un motivo de reflexión. ¿Concordia entre creyentes y no creyentes? Es lo ideal, en pleno siglo XXI. Absurdo parece hablar del pasado, de la inquisición y de tiempos que el tiempo enterró definitivamente como burdo argumento ideológico. En definitiva: el que quiera creer, que crea (la mayoría). El que no, que respete a los que sí creen. Saludos.

  16. El pasado es necesario para entender el presente. Algunos les gusta ir al pasado solo cuando interesa. Y, así, la misma Iglñesia insiste mucho en acudir al pasado, a los orígenes.
    No comparto esa idea de que «o se aceptan o no se aceptan». Porque se pueden aceptar en parte y otras se pueden querer cambiar.
    El que haya muchos que profesan la religión no quiere decir absolkutamente nada respecto a su bondad o a su verdad. Durante siglos toda la humnidad pensó que el sol giraba alrededor de la tierra. Error compartido. Claro que es motivo de reflexión el que haya muchos creyentes, pero para todos.

  17. La semana que ha pasado, tuve el gusto de conocer al Dr. Miguel Ángel Santos en un congreso de Educación que se realizó en la ciudad de Bogotá, quien muy a pesar de la apretada agenda y las extensas jornadas, se ganó el aprecio y admiración de gran parte de los asistentes, gracias a su increíble empatía y capacidad narrativa. En la sesión final lleno el auditorio a tope; muy por encima de las mesas de trabajo de Brunner, Pineau y Carlos Calvo (el de la educación Prohibida).

    Debo confesar que me había leído todos los artículos de El Adarve, de octubre para acá… Y personalmente le tildé de mentiroso al no recordar ningún artículo que narrara la fábula de una lora hipócrita que pedía libertad. Oh gran error mío, jamás se me ocurrió que era el artículo a publicar ese mismo fin de semana. Me excuso sinceramente…

    A propósito del Congreso, de loras enjauladas, de la educación de Latinoamérica y la de mi país Colombia… He de confesar que los barrotes de las jaulas son más difíciles de traspasar de lo que uno piensa… A veces no existen los barrotes porque se han deslegitimado, y aun así nos quedamos inmóviles frente a discursos de poder que nos obligan a callar y no permiten expresar lo que sentimos y lo que tenemos que dar a conocer a pesar de tener un criterio con fundamento. Lo peor de todo es que lo aceptamos, lo admitimos…

    Lo manifiesto porque aún me genera malestar la manera en que los protocolos afectan nuestros objetivos y me refiero explícitamente a la forma en que tuve que terminar mi ponencia. Por los aportes que me hicieron muchos asistentes al terminar la sesión y por las múltiples invitaciones a realizarla en otros escenarios, sé que se logró cautivar la atención y generar reflexión sobre el rol del educador, al proponer alternativas educativas diferentes a las establecidas a partir de la didáctica… Sin embargo y por inconvenientes logísticos en la organización del evento, no se pudo exponer la propuesta de cómo trabajar los entornos de inclusión y diversidad empleando nuevas tecnologías con miras a la construcción de estrategias estructuradas, viables y adaptables a las políticas públicas… Que era la tesis y el cuestionamiento fundamental de la ponencia, y la parte más profunda, impactante y emocional del video.

    “Absolutamente NADIE y bajo ningún criterio, tiene derecho a impedir que manifestéis vuestras opiniones e ideas” fueron las palabras del Dr. Miguel Ángel Santos antes de iniciar la última sesión de las mesas de trabajo. Dada esta premisa aun me pregunto… ¿por qué legitimé un discurso de poder basado en el tiempo y no tuve el valor de continuar con mi ponencia a pesar de creer sinceramente en los fundamentos y en lo que quería expresar?, ¿por qué a veces nos gana el respeto y no nuestros ideales y convicciones?… Yo no quiero ser así… ¿Qué debo hacer para dejar esos prejuicios, sin ser impertinente y procurando ser asertivo? Son cuestiones que aún me atañen en la cabeza, con las que tengo que pelear día a día, con las que de una forma u otra acepto la cotidianidad, y dejo de lado mi razón de ser.

    Por otro lado, con gusto le comento que tuve la oportunidad de conocer a Claudia, “la muñeca de trapo”, dado que conocí a la madre durante las vivencias magistrales del congreso y debo confesarle que es el caso más sorprendente que he observado de adaptación de una persona con Síndrome de Down a un entorno profesional. Si replicáramos estas didácticas una y otra vez, la inclusión social dejaría de existir y empezaría a ser parte de nuestra realidad. Imagine lo grandioso que sería para las sociedades aceptar la individualidad a partir de la diversidad.

    Dr. Miguel Ángel, muchas gracias por ser mi maestro por dos días, apropósito de lo grandioso que es agradecer diariamente a nuestros maestros http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2013/01/26/los-musculos-y-los-huesos/ . Les agradezco a Carla y a su familia la oportunidad de habérnoslo prestado por un ratito en nuestro país regalándonos un poco de la magia que tanta falta nos hace a los adultos adoctrinados.

    Finalmente, os solicito el favor me relacionéis el ISBN del libro que me habéis recomendado para mejorar la narrativa, dado que lo he preguntado en varias librerías y no me han dado información. Agradezco la dedicación y consagración que proferís y dedicáis a vuestros lectores.

    Con admiración

    Michael Steven Sánchez Navas
    Mike.sanchez@outlook.com
    Estudiante Ciencias de la Educación
    Universidad la Gran Colombia

    • Estimado Michael:
      Gracias por tus hermosas y GENEROSAS palabras.
      Creo, en efecto, que no se debe cercenar la libertad de expresión en ningún sitio y, menos aún, en una Universidad.
      Fue un error mío hacer referencia a un artículo como si estuviera publicado a, en realidad, se iba a publicar en breve. Las disculpas deben ser mías.
      El libro al que te hice referencia está publicado por la editorial Homo Sapiens. Rosario (Argentina). El título exacto es: La estrategia del caballo y otras fábuklas para trabajar en el aula. Tiene varias ediciones.
      ISBN-10: 950-808-503-7
      ISBN-13: 978-950-808-503-0
      Por cierto, tu ponencia fue estupenda.
      Un abrazo.
      Miguel A. Santos

  18. Cuánta incoherencia.
    Cuánta gente que tiene una cara por fuera y unos hechos que contradicen las buenas imágenes.
    Lo que más me repugna es que eso pase con los políticos. Cuando salen esos casos de corrupción que muestran el robo de dinero público o la fuga de capitales… ¿Cómo es posible tanta hipocresía?

  19. La historia del loro es muy ilustrativa. La palabra que grita podría cambiarse por la consigna que se prefiera. Y la acción que niega el contenido de la palabra podría imaginarse fácilmente.
    EWl problema que yo veo es cómo eliminar este tipo de hipocresía social que envenena la sociedad.
    En el caso de los polìticos habría que mandarles para casa. Por eso no me explico que haya polìticos corruptos que sean votados una y otra vez en las elecciones. ¿Qué nos pasa?

  20. Etíca, dice Savater, es aquello de lo que carecen los demás. Lo que quiere decir que muchas veces, cuando se habla de estas cosas siempre miramos para los demás. Si cada uno fuese auténtico, coherente y honesto, todo estaría solucionado
    Si vas por la calle y preguntas a cada uno si es honesto, todos dirían que sí. Entonces, ¿dónde están los corruptos?

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