A un albañil, ya mayor, le llegó el momento de su jubilación. Así que fue a ver a su jefe con el que había trabajado durante muchos años, y le comentó sus planes de dejar el negocio de la construcción para llevar una vida más placentera con su esposa y poder disfrutar de su familia y su jubilación.
El jefe sentía ver que su buen empelado dejaba la compañía y así se lo dijo pidiéndole, como favor personal, que construyera una última casa. El albañil accedió, pero su mente y su corazón ya no estaban allí así que utilizaba materiales de mala calidad, no estaba atento a lo que hacía y su trabajo dejaba mucho que desear. Era una desafortunada forma de acabar su carrera.
Cuando el albañil finalmente acabó la construcción su jefe fue a inspeccionar la casa, y al finalizar la visita, cogió las llaves de la puerta principal y se las tendió al albañil:
– Tu última casa… este es mi regalo para ti.
Tiene mucha importancia hacer bien las cosas, poner en su realización toda la ilusión y el empeño. Lo cual requiere, en primer lugar, competencia. Pero, con ser importante, no basta. Hace falta también poner la máxima atención y el máximo afecto.
Lo que me más importa de este pequeño relato, que he leído en el libro “Aplícate el cuento”, de Jaume Soler y Mercè Conanglia, es subrayar la desmotivación del veterano albañil. No es igual hacer la casa con entusiasmo y atención que hacerla de cualquier manera.
Y a eso voy en estas líneas. A recalcar la importancia que tiene hacer las cosas con perfección, con cuidado, con amor. Como he dicho en el título, a proclamar la importancia que tiene poner el corazón en las cosas que se hacen.
No cabe duda de que el experimentado albañil era una persona con el conocimiento necesario para hacer bien una casa. Lo había ido demostrando a lo largo de su larga trayectoria profesional. Por eso el jefe lamenta perder un trabajador que hace las cosas con un extraordinario empeño. No había padecido “esa calcificación del corazón en nombre del realismo” de la que habla Daniel Pennac en su reciente novela “Señores niños”.
Pero el albañil se toma la prórroga como un castigo y no pone el menor entusiasmo en hacer esa última casa, ajeno por completo a lo que sucederá con su propiedad. Si hubiera sabido que iba a ser el propietario, es probable que su actitud hubiera sido otra.
Y ahí está el criterio que guía un buen trabajo. La competencia, sí, pero también la ilusión. Me pregunto muchas veces si el ejercicio profesional nos va haciendo cada vez más cuidadosos o cada vez más abandonados.
El regalo envenenado que le hace el jefe no es más que el símbolo de la escasa satisfacción que produce hacer las cosas sin tener puesta en ellas la mente. Sin poner en ellas cuidado, atención y mimo.
Saben muy bien los destinatarios del ejercicio de un profesional quién les ha tocado en suerte o en desgracia. Sabe el paciente la importancia que tiene que le toque un médico que pone en el trabajo todo su empeño. Sabe muy bien el alumno o la alumna lo importante que es que el tutor que le corresponda sea un profesional que pone toda la pasión en la tarea.
La rutina, el cansancio, el desánimo, la indolencia, el aburrimiento están siempre al acecho de la obra bien hecha. Sobre todo cuando, desde instancias organizativas externas, no existe ningún control y ninguna exigencia de responsabilidad. Lo que sucede entonces es que da igual hacer las cosas bien que hacerlas mal, da igual esforzarse que no hacerlo, da igual ser un profesional apasionado que un simple mercenario.
He leído con interés el libro “La dictadura de la incompetencia”. En él he leído lo que sigue: “En cuanto a responsabilidades se refiere, hay dos clases de actitudes ante la vida. La de aquellos que creen en la responsabilidad individual y la de aquellos que ponen el acento en la responsabilidad colectiva. Los primeros se basan en un principio relativamente evidente: los actos de los individuos tienen consecuencias. Los segundos creen que las consecuencias son el resultado de los actos de toda la sociedad, o sea, de una nebulosa dentro de la cual es imposible encontrar un responsable”.
Acabo de escuchar a una docente, amiga de mi mujer, que esperará a matricular a su sobrino en un Instituto cercano a su casa hasta que se jubile el Director que actualmente tiene. Sabe que, aunque esté en la profesión, ya se ha jubilado hace muchos años de ella. De lo que es realmente esta maravillosa profesión.
No acreditar la competencia va siempre en contra de quien trabaja, además de perjudicar a los destinatarios de la actividad y a toda la sociedad. Hay quien practica la profesión como si siempre fuera un amateur. Recuerdo que, al comenzar un curso que iba a impartir sobre “Educación para la imagen” pedí a los asistentes que se presentasen para saber cuáles eran sus intereses por el curso. Uno de ellos dijo con manifiesta ironía:
– Yo soy fotógrafo profesional y cura amateur.
Lo que quiso decir, no sin mordacidad, fue que su ocupación de corazón era la fotografía. Ya sé que aquella expresión fue una broma, pero estuvo muy cargada de significado. Y esa broma me ha hecho preguntarme muchas veces por la profundidad con la que las personas viven su profesión. Algunos son convalecientes profesionales y profesores o médicos o carteros… amateur.
Por paradójico que parezca el caso del albañil tiene mucho que ver con el trabajo en muchas profesiones. El regalo de la casa hecha de cualquier manera es la escasa o nula satisfacción que produce hacer las cosas por hacerlas, sin poner en ellas la mente y el corazón.
Está claro que las cosas que se hacen con el corazón,con ilusión y motivación suelen salir en la mayoría de los casos bien, puesto que gran parte del exito se basa en eso mismo, en transmitir ilusión y alegría en aquello que se hace. Yo como docente soy de los que pongo o intento poner todos los días la carne en el asador, y puedo decir que mi trabajo me apasiona, que me divierto dando clases, pero también es cierto que cuando tengo un mal día por cualquier circunstacia, lo noto y mis niños/as lo notan también, notan esa desgana, ese cansancio, ese problema que hace que no sea el de todos los días, por ello intento que esos días sean los menos posibles a lo largo del curso escolar.
También está como muy bien dice el Profesor Miguel Angel, aquellos que se toman su trabajo a broma, que les da igual una cosa que otra, que no les importa nada, que lo que buscan es solo poner la mano a final de mes y llevarse su paguita, desgraciadamente todavía quedan personas así y que son la lacra de la Educación actual. Pero debemos ser optimistas, porque también hay gente muy válida y que pone no solo el corazón en lo que hace, sino el alma también. Un saludo, y como siempre Gran artículo.
HOLA DE NUEVO MIGUEL ANGEL! YO SOY UNA DE LAS PERSONAS QUE PONEN EL CORAZÓN EN MI TRABAJO Y LO REALIZO CADA DIA COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ; PERO,!OJO!, HAY PERSONAS ENVIDIOSAS, MEZQUINAS QUE SOLO TRATAN DE DESPRECIAR A LOS QUE TIENEN A SU ALREDEDOR, HACIENDOLES PASAR MAL, EN VEZ DE OFRECERTE UNA MANO. TE INSULTAN, TE MENOSPRECIAN HASTA EL PUNTO DE SUFRIR ACOSO.UNA COSA LE DIGO MAESTRO, LE DOY TANTA IMPORTANCIA A LO QUE HAGO, PARA MI TIENE TANTO VALOR, ADEMAS DE SER EL SUSTENTO DE MI VIDA ,QUE PASO PÁGINA, Y EL DOLOR QUE SIENTO ME HACE MAS FUERTE A LA VEZ QUE ME AYUDA A CRECER COMO PERSONA, A SER MÁS COMUNICATIVA, A INTENTAR SUPERARME CADA DÍA, A ESCUCHAR A LOS DEMÁS, A SONREIR COMO DELEITE DE LA VIDA, A MEJORAR MIS DESTREZAS, A APRENDER DE TODO Y DE TODOS(POR ESO LE LEO).¿ POR FAVOR DÍGAME SI ESE ES EL CAMINO? SIN MAS SEPA USTED DE MI AFECTO. LE MANDO UN SALUDO.
Primeramente, saludos desde la nevada cordillera de los andes en Chile. ¡mucho Frío!
a los chicos les digo siempre: » quiero que sean buenas personas, lo que hagan lo hagan bien y con gusto, y si son profesionales, que sus responsabilidades siempre las cumplan y bien»… » porque cuando ustedes trabajen, serán el sustento de mi país, y por ende , de mi jubilación cuando esté viejito»…
Poner el corazón, es hacer con prolijidad las cosas, con un fin, con un sentido de devolución , de retribución, poner en juego las competencias tiene que ver además con una visión personal y social, lamentablemente el individualismo de esta época nos coharta poco a poco la posibilidad de ser mejores personas, la esencia de toda actividad es ser una mejor personada cada día, claro en comunidad, la entropia social nos lleva a terminar nuestros días aislados, sin miramientos y sin expectativas más que las de querer descansar,¿¿descansar de que??… conozco dos ejemplos; quienes ansían que llegue el día de jubilar y no trabajar más,vegetando las horas y aquellos que quieren seguir aportando, más allá de su tiempo. pero….siempre hay un pero » lamentablemente en Chile para muchos, jubilar no es nada bueno, comparado con la Europa. ummm, el sistema económico…el 70% de la población jubila con menos del sueldo mínimo,$180.000. un arancel universitario mensual varía entre $140.000 y $260.000 eso, un jubilado con el mínimo, no puede pagarle la Universidad a su hijo… no es justo…
es un tema no menor creo, ya que influye enormemente en cómo en la rutina ponemos el corazón,
Bueno, muy de acuerdo con usted Esteban, soy de aquellos docentes que sigue botando molinos…
humanizar la sociedad es ponerle el corazón a la sociedad del conocimiento.
Saludos Miguel Angel, exelente!! artículo.
Espero que la filosofía del artículo se extienda, aunque sea poco a poco, a toda nuestra clase política hasta que todas y cada una de las personas a la que le damos nuestro voto conciban su actividad en los siguientes términos: como un hecho transitorio, de ida y de vuelta, a corto plazo y sobre todo como ese conjunto de acciones al servicio del ciudadano. Nunca como una actividad profesional en sí misma y aún menos lucrativa. ¿No parece tan complicado, verdad? Por otra parte, en todos los gremios hay de todo, como es bien sabido. Recuerdo a profesores universitarios, de tiempo atrás y del presente, que aupados a sus puestos en virtud de esa nefasta endogamia universitaria que parece no tener arreglo en nuestro país (los méritos para el acceso: ofrecer comidas y agasajos constantes a la par que amistades influyentes), castigaban al alumnado con un ritual de la confusión constante en la medida que no sabían de lo que hablaban. No es que ellos se hubieran «retirado» prematuramente de su actividad universitaria. Es que sencillamente estaban completamente desubicados. Por otra parte, utilizar el navegador para ver sus pretendidas referencias bibliográficas (artículos, investigaciones…) ofrecía invariablemente un desolador panorama. Parece evidente que nunca estaremos en alguna de esas listas de universidades de excelencia, es absolutamente imposible que ello ocurra con profesores universitarios de tan bajo perfil.Lo que no quiere decir que en contrapartida, existan personas en las universidades muy cualificadas. Como las hay en cualquier etapa de la enseñanzas que conforman el sistema educativo: infantil, primaria, secundaria… O en cualquier gremio: fontaneros, pintores, etc., por más que durante todos estos años de neoliberalismo cualquier persona se ofrecía como técnico especializado en pongamos por caso instación de placas solares, independientemente de que jamás hubiera montado alguna. Ya me entendeis. En fin: no podemos aspirar a una profesionalidad profesional y humana generalizada, pero los usuarios sí podemos aspirar a exigirla, estemos en el contexto que estemos, rompiendo esta dichosa inercia, tan española, de no quejarnos a través de los conductos oficiales (hoja de reclamaciones, etc.) y dejarlo todo en simples manifestaciones verbales que no sirven para nada. Para terminar, sueño con un mundo mejor, como decía Luther King. Un mundo de concordia, un mundo de ciudadanía democrática activa, donde tengan tanto valor los derechos ciudadanos como las obligaciones a esa sociedad a la que nos debemos a diario. De esa manera, nadie se sentirá frustrado, nadie se sentirá marginado, excluido. El primer paso para esa profesionalidad de la que habla el artículo es el estado de bienestar social. Y arreglar unos indicadores que han venido a lastrar por completo dicha equidad social debe ser un objetivo político de primer orden. Pero también ciudadano. Nuestros jóvenes deben vernos a los adultos como ejemplo a seguir: que observen a diario nuestro esfuerzo individual, para con nosotros mismos y para los que nos rodean. No se trata de tener más y más. Se trata de trabajar para sentirnos realizados, con nosotros mismos y para con nuestro entorno. Y esa es la esencia de una reconstrucción social en la que todos debemos participar, a diario, con nuestro esfuerzo profesional precisamente. Ofreciendo lo mejor de nosotros mismos: nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra solidaridad a los demás. En fin compañeros y compañeras, feliz mes de agosto.
«La rutina, el cansancio, el desánimo, la indolencia, el aburrimiento»…la ausencia.
Su artículo, profesor, me ha recordado el hermoso poema de Lope de Vega titulado «Ausencia».
AUSENCIA
Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre la tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada, sobre la fe, paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.
Precioso soneto en la voz de Imanol.
http://youtu.be/DM7IBh0OWi4
Poner el corazón en lo que uno hace es…esencial en la vida. Pero, desgraciadamente, son muchas las personas que trabajan en lo que no aman.
¿La sociedad nos educa para dedicarnos a lo que realmente amamos? ¿Nos facilita poder vivir de aquello que es nuestra verdadera pasión? ¿O es mejor ser «prácticos»?
Recuerdo la historia del famoso pintor Van Gogh. En vida casi moría de hambre, en la actualidad, sus cuadros son de valor incalculable. Muchos actores y actrices, por ejemplo, terminan por desistir de su sueño porque el camino es demasiado arduo para poder vivir de su trabajo. Sólo unos pocos lo consiguen. Otros/as llegan a pensar que tienen que comer y pagar facturas y que lo importante es poder hacerlo aunque se dediquen a otra cosa.
Flaco favor nos hacemos a nosotros mismos/as si no ponemos corazón y acción en lo que hacemos porque en ello va parte de nuestra vida. Pero el camino no resulta fácil para muchos/as.
Gracias una vez más por compartir esperanza.
Saludos desde el corazón.
Hola Miguel Angel. Se aproxima ya la finalización de las vacaciones de verano y por tanto el inicio de un nuevo curso. Yo soy profesora en la Comunidad de Madrid y lo que nos espera proximamente es desolador, desmotivante, desesperanzador… y tantos adjetivos más que podríamos añadir. Sin embargo, y a pesar de todo ¿que hacemos? Castigamos a los niños, adolescentes y sus familias por la descerebrada cabeza de los administradores educativos? Siempre he creido que no. Educar es una de las profesiones más bonitas y también más difíciles. En mi experiencia profesional a lo largo de 29 años, siempre, siempre, he recibido con creces por parte de los chicos y de sus familias la respuesta a mi esfuerzo y mi dedicación. Es verdad que a veces cuesta mucho seguir, pero es verdad también que solo son pequeños momentos que se superan cuando ves el agradecimiento en los alumnos o sus familias. Merece la pena hacer bien el trabajo, SIEMPRE. Un saludo y buen comienzo de curso.
Creo que es sumamente oportuna la reflexión. Hacer las cosas de cualquier manera, sin poner en la acción el alma y el corazón es un mal de nuestra sociedad. Cobrar mucho y hacer poco y sin mucho esfuerzo es el lema de muchas personas. Para su propia insatisfacción
Considero que es muy importante la que todos los trabajos realizados ya sea a nivel profesional universitario o mando medio el resultado depende de que se lo realice con ganas y desde los más profundo del corazón.
ES MUY IMPORTANTE QUE TODAS LAS PERSONAS TRABAJADORAS REALICEN CON AMOR,ENTUSIASMO Y EMPEÑO SUS TRABAJOS, QUE DEMUESTREN PROFISIONALISMO EN SU MATERIA, ENTONCES NO TENDRÁ TIEMPO PARA EL OCIO Y SE PREOCUPARÁ DE SI MISMO Y NO DE LOS DEMÁS.
Las cosas que se hace con el corazon siempre sale bien y sin embargo,lo que hace con envidia. con maldad siempre termina mal.
prof.Miguel Angel su articulo fue interesante soy de concepcion- Py
ES MUY SIGNIFICATIVO HACER BIEN LAS COSAS PARA PODER LLEGAR A UN OBJETIVO CLARO PORQUE HACIENDO BIEN LAS COSAS, UNO ES RECONOCIDO Y ES VALORADO POR SU TRABAJO.-