No me he comido la letra “t” al escribir el título. He escrito intencionadamente lo que está escrito. Porque no voy a decir nada sobre el intrincado tema del enamoramiento súbito, del amor que surge a primera vista (“yo me enamoré a primera vista de mi marido; quizá debería haber echado otro vistazo”, decía una decepcionada esposa). Voy a ocuparme de esa paradoja que constituye el amor interesado. El amor que tiene su epicentro no en el corazón sino en la cartera.
Me cuesta creer que haya gente que se guíe por lo crematístico cuando de buscar compañía para compartir la vida se trata. Eso hacía aquel pragmático agricultor que escribió el siguiente anuncio por palabras: “Joven agricultor desea establecer relaciones con una mujer dedicada a la agricultura y que posea un buen tractor. Manden foto del tractor”.
Roto el amor, la codicia sigue viva e, incluso, agudizada por el odio. Cuántas veces me he sorprendido al ver esas luchas terribles por el reparto de bienes, por la avidez de dinero y de casas y de coches. ¿Dónde se puede encontrar a las personas en medio de esa montaña de intereses?
Lo curioso es cómo se puede fingir hasta tal punto, cómo se puede esconder la codicia debajo de sutiles declaraciones de amor y de manifestaciones apasionadas de entrega absoluta.
Me molestan las personas interesadas. Esas personas que no dan puntada sin hilo, que siempre buscan salir ganando, que antes de actuar tratan de responderse a esta pregunta: ¿qué voy a sacar en limpio de aquí? No sólo de las situaciones, también de las personas. Saben a quién arrimarse con el fin de sacar partido. Saben cómo actuar para beneficiarse.
En los diversos lances de la vida se interesan por lo que pueden sacar, no por lo que pueden dar. En el trabajo, en el ocio, en la familia, en las relaciones… Incluso cuando dan, están pensando en recibir. Si dan es porque esperan recibir multiplicado lo que ellos ofrecieron.
Si se dedican a la política es porque piensan enriquecerse. Por eso me produce tanto rechazo la corrupción política. La corrupción de esas personas a las que la ciudadanía ha elegido para gestionar sus bienes y que, aprovechándose de esa confianza que se les ha concedido, acaban esquilmando a quienes les votaron.
Si se hacen docentes es por lo que van a ganar. Me repugnan (y a la vez las compadezco) esas personas que sólo pretenden tener en la enseñanza un “modus vivendi”. No les importan los alumnos, no les importa la profesión, no les importa la sociedad. Sólo les importa poner la mano a final de mes para percibir un sueldo.
Si se emparejan con alguien es porque saben que la persona elegida tiene dinero, casas y propiedades. No es el amor lo que les impulsa, sino un interés disfrazado de amor. ¿Cómo es posible camuflar la codicia bajo esa capa de aduladoras promesas de fidelidad?
Decía Groucho Marx: “¿No es usted la señorita Smith, hija del banquero multimillonario Smith? ¿No? Perdone, por un momento pensé que me había enamorado de usted”.
Algunas parejas en las que se ha terminado el amor, permanece exclusivamente le pragmatismo. ¿Cómo y por qué renunciar a tantas comodidades, a tanta seguridad como da el dinero? ¿Cómo emprender el camino de las carencias y de la inseguridad?
– Si yo no tuviera tanto dinero, ¿me seguirías queriendo?, le pregunta la esposa al marido.
– Claro que sí, cariño, y te echaría mucho de menos.
Frente a esa actitud acaparadora se encuentra la de quienes tienen, sienten y ejercitan la generosidad. Quienes sienten amor por las personas y por las tareas. Hay quien puede considerarlos tontos, o ingenuos o ridículos. Algunos les pueden tachar incluso de orgullosos. Porque les importa más dar que recibir. Son más una fuente que una bolsa. Yo les admiro. Porque transforman todo lo que tocan. Porque hacen más felices a las personas con quienes se relacionan, sea en la política, sea en el trabajo, sea en el amor.
Enrique Mariscal cuenta esta pequeña historia en su libro “Cuentos para regalar a las personas que aman”: “Un hombre, llegó una noche preocupado a su casa; era su cumpleaños. Al entrar lo sorprendió su hijita con una gran caja de regalo, inesperada, cuidadosamente presentada.
Con la mala situación económica familiar que sobrellevaba, el hombre abrió ansioso el brillante envoltorio; miró en su interior y reprendió duramente a la niña por la broma: la caja estaba vacía. Era una burla de mal gusto y una desesperanza más.
– Papaíto, la había llenado de besos, gritó la niña entre lágrimas, y corrió ofendida a su cuarto”.
Necesitamos vivir, sí. Y para ello se necesita el dinero. Pero el dinero no puede ser el fin sino el medio para una vida digna. En cuántas trampas nos metemos.
No sé dónde leí esta historia que realmente nos pone contra las cuerdas de la reflexión.
Un hijo de dice a un padre:
– Papá, me he enamorado.
– ¿De quién, hijo?, inquiere, sumamente intrigado, el padre.
El hijo dice el nombre de su amada. Y el padre, lleno de asombro y de indignación, exclama:
– Pero, hijo, ¿cómo eres tan estúpido?, ¿cómo te ha podido suceder semejante desgracia? Esa familia no tiene dinero, ni propiedades, ni posición alguna.
– Ya lo sé. Pero estoy seguro de que solamente con ella puedo ser feliz.
– Ser feliz, ser feliz, dice el padre. Y eso, ¿para qué te sirve?
Cuantas veces ponemos en el centro de una aspiración el dinero, nos equivocamos de punto de mira. Porque ahí no encontraremos la felicidad. Y está claro que la inteligencia es la capacidad de aspirar a la felicidad a través de la condición de ser buenas personas. Lean, para corroborar lo dicho, el libro de José Antonio Marina “Inteligencias fracasadas”. O el que acaba de publicar en la editorial Anagrama: “Culturas fracasadas”. No se arrepentirán.
Bonito artículo, señor Santos.
Un saludo, y muchas gracias.
En esta época, esos amores se han puesto muy al descubierto…..ya sabemos » cuando el dinero sale por la puerta, el amor sale por la ventana». Gracias.
Todos los seres humanos queremos amar y ser amados. Algunos lo sabemos, algunos no. Y entonces cuando no tenemos o cuando no lo encontramos buscamos compensar ese vacío con cosas. Y como las cosas no llenan los vacíos de la necesidad de amor, corremos detrás de poseer más cosas, para calmar la sed que todos tenemos de amar y ser amados. Y a veces queremos comprar también el amor y nos olvidamos que no tiene precio, que es totalmente gratis.
Es positivo movernos y actuar impulsados por el amor de conseguir el bienestar propio y de los demás.
Quiero a mi pareja, no por lo que tiene, pero egoistamente, si por lo que me aporta y lo que yo le puedo aportar. Las relaciones de amor hacia nuestra pareja o hacia nuestro trabajo siempre tiene un interés propio(sea por conseguir algo material o porque nos apasiona o autogratifica el desarrollo de nuestras acciones).
He llegado a tener mi trabajo movida por un cúmulo de circunstancias casuales; me gustaría haberla elegido y buscado por el amor, pero no ha podido ser así; cuando empecé a trabajar creí quererla, por el concepto positivo que tenía de ella, porteriormete la odié ya que no cumplia mis expectativas y me creaba ansiedad, actualmente estoy volviendome a enamorar tímidamente de ella; me gustaría poder enamorarme más. Un saludo.
El amor está lleno de trampas. ¿Por qué no leer el excelente libro de Charo Altable titulado «Penélope o las trampas del amor? Es interesante relexionar sobre estas cosas tan importantes que a todos incumben. Saludos al autor del artículo y a los lectores y lectoras.
Alejandro García, creo que el verdadero amor no pone trampas, al menos, no voluntariamente. Por demás, la vida está llena de trampas, tramposos y autotramposos; y es una pena.
Saludos
«Hay quien por tener mucho dinero piensa que es rico» (Jokin, periodista Radio Valdivielso, domingo 14.18 horas). A continuación lee este poema de Eduardo Galeano, que escucho con emoción.
Pobrezas
Pobres
lo que se dice pobres,
son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar,
como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen el derecho de respirar mierda,
como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres,
lo que se dice pobres
son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que son siempre muchos y están siempre solos.
Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no saben que son pobres.
Cuántos errores garrafales cometemos en la vida. Uno de ellos es el de considerar que el dinero nos traerá la felicidad. Incluso frente al amor, al trtabajo, al esfuerzo, a la honestidad. Qué errores más dramáticos. Porque nos jugamos en ellos la vida.
Gracias Miguel Ángel:
Acabo de descubrirle gracias a la Unir y ya le siento próximo, aunque solo sea en la forma de pensar (aun distante en la forma de expresarme).
Creo en el progreso de la humanidad, en que las personas cada vez vamos o de debemos ir mejorando… pero lo cierto es que tengo cierta desazón, preocupación, tal vez… desesperanza.. al ver el rumbo que toma nuestra sociedad, cada vez más falta de valores, de moral… creando personas vacías, solo cascara, sin bases fuertes, faltos de intimidad, de valorar lo realmente importante de la vida.
Además de sentirme educador, estudio para ser profesor de primaria y creo, como usted, que la buena educación es pieza fundamental para la formación de una sociedad con valores y preparada para ser feliz. En esa dirección debemos actuar todos… padres, maestros, familia, amigos… el pueblo entero.
Gracias por su trabajo, por darse, por compartir y por alentar a quienes deseamos mejorar.
Un abrazo!!
De esos amores hay muchos por desgracia, de los que tienen el epicentro en la cartera…hoy se valora tanto lo material que hemos dejado tantas cosas de lado..aunque soy de los que piensa que todavía existe el amor desinteresado
Creo que es importante esta condena del pragmatismo. Todo lo que no sea dinero y beneficio material no importa. Vivir bajo ese lema es un modo rápido y certero de arruinar la vida. Gracias por la reflexión.
Lo que yo digo, que el dinero tendría que caducar. Qué diferente sería el mundo bajo esta perspectiva, ¿no creéis?
El título me parece muy sugerente. Lo dice todo. El ratículo denuncia el mercenariado. Se ve en todo. Por ejemplo, los jugadores sienten los colores del equipo que mejor les paga…
El dinero mata muchas veces el amor, el trabajo, las amistades y hasta a las familias. Hemos entrado en una dinámica en la que nada tiene valor sin dinero y sólo el dinero tiene valor.
¿Cómo podremos revertir la situación?
¡Qué bonito poema de edusrdo galeano que nos ha regalado hoy nuestra amiga Isabel!. Me ha inspirado.
Riquezas:
Ricos, lo que se dice ricos,
son aquellos que no tienen un techo y pueden acostarse el uno junto al otro bajo el cielo y regalarse estrellas.
Ricos, lo que se dice ricos,
son aquellos que no pueden regalarse nada más que un poema de amor en el día de su aniversario .
Ricos, lo que se dice ricos,
son aquellos que no pueden salir a cenar a un restaurante y se besan tomando mate con criollos en el patio de su humilde casa.
Ricos, lo que se dice ricos,
son los que viven juntos y felices hasta que la muerte los separa, aún sin tener dónde caerse muertos.
Ricos, lo que se dice ricos,
son los que no pueden pagar el pan, entonces hacen un horno de barro con las manos y en él hornean el pan amasado con sus propias manos.
Ricos, lo que se dice ricos,
son aquellos que no pueden comprar el azúcar y sin embargo sus hijos les dicen: -Ma, Pa, ¡qué rica está la leche hoy!
Ricos, lo que se dice ricos,
son aquellos que no saben que son ricos.
Mmmmh,por eso aun sigo soltera por no haber encontrado el amor,ese amor que escriben y cantan los bohemios pero,el no haberlo encontrado,no me merchito,sino que en uso de conciencia he disfrutado mi libertad,mi soledad y mi poco dinero.
Amor y dinero a veces van de la mano.