Estoy sorprendido y preocupado por el escaso éxito que tienen en este país los procesos de negociación. Algunos se ponen en entredicho, como sucedió (para mí inexplicablemente) con la negociación del Gobierno para acabar con el terrorismo. La oleada de críticas fue feroz. ¿Por qué? Es detestable matar pero sentarse con quien mata para que deje de hacerlo es muy loable. ¡Qué maravilloso sería poder decir a nuestros hijos que lo que no lograron las armas lo pudo conseguir la palabra! ¿Quién esta más con las víctimas que quien hace todo lo posible para que no haya más? ¿Por qué se dio por fracasado el proceso de paz porque hubiera un atentado? ¿Es que no los hay cuando la lucha se limita a la persecución política y policial? ¿Y ésta no fracasa entonces?
En el libro “El arte de la negociación”, de Maurice Bercoff, se dice que “hay dos formas extremas de ver la negociación…: como una relación de fuerza en la que el más fuerte, el más astuto es el que manda en detrimento de su adversario o, por el contrario, como un proceso de intercambio, una oportunidad para imaginar y construir en común las soluciones”.
Hubo hace poco otro pacto imposible que fue planteado por el Ministro de Educación a todos los agentes sociales y políticos. Un pacto por la educación que califiqué de imprescindible. No se pudo alcanzar. ¿Por qué? ¿Es que el interés común no puede anteponerse nunca a los intereses partidistas? ¿No es posible alcanzar ningún acuerdo sobre financiación, sobre la formación de los docentes, sobre la estructura del sistema educativo…? Ya hay muchas cosas que la investigación ha demostrado y es inadmisible que intereses, excusas, suposiciones, agravios, intereses particulares y errores queden por encima del bien común.
Acaba de fracasar el proceso de negociación para consensuar los términos de una reforma laboral, al parecer urgente y necesario. Dos años sin alcanzar un acuerdo a todas luces imprescindible. Gobierno, patronal y sindicatos han dedicado horas y horas a conseguir un inalcanzable acuerdo. Ante el evidente fiasco los tres acusan ahora a los demás del fracaso. El Gobierno no tiene capacidad de liderazgo, dice la oposición. Los sindicatos no son capaces de ceder un milímetro, dice la patronal. Los empresarios quieren llevarse la tajada mayor, dicen los sindicatos. ¿Y qué dicen los ciudadanos y las ciudadanas? Pues que están al borde del hartazgo si no lo han sobrepasado ya.
¿Por qué no son capaces de llegar a un acuerdo que sería beneficioso para todos? Me preocupa esta falta de flexibilidad, de ingenio, de generosidad, de escucha, de habilidad que supone tanto fracaso. Me preocupa que nadie sea capaz de hacer autocrítica viendo la parte de mezquindad o de torpeza que le corresponde en el fracaso. ¿Es razonable atribuir las culpas en exclusiva a los demás? ¿Ninguno de los negociadores puede ni siquiera lamentar la desgracia del desacuerdo?
En cualquier negociación están presentes intereses, actitudes, principios, estrategias, relaciones, alianzas, ritmos presiones… Sé que no es fácil. Sé que los negociadores tienen que explicar luego a sus representados por qué han cedido o por qué no lo han hecho. Y tienen miedo de llegar con las manos vacías.
No puede exigirse en una negociación que ceda uno sólo, que ceda en todo y que ceda siempre. Pero todos tienen que ceder algo en aras del bien común. ¿Es tan difícil de entender? ¿Es tan imposible de hacer?
Para que haya una negociación exitosa es preciso también agudizar el ingenio para buscar propuestas imaginativas ideas nuevas, soluciones creativas. No se trata de sentarse en la mesa y repetir de forma machacona aquello a lo que no queremos renunciar.
Hace tiempo leí un hermoso libro de Malba Tahan, seudónimo con que el profesor Julio César Mello e Souza se dio a conocer fuera del aula por sus numerosos libros, en los que crea una didáctica propia y divertida, ingeniosa y amena. El libro se titula “El hombre que calculaba” y en él se narran los numerosos desafíos que afronta Beremiz Samir, matemático persa, en un antiquísimo Irak habitado por califas, jeques y visires. En cada uno de los relatos Samir demuestra su extraordinario dominio sobre los números, que siempre va acompañado por la razón ética, por la justicia y por la paz entre los seres humanos
He elegido una de las historias para demostrar cómo el ingenio consigue solucionar problemas que su ausencia mantiene o agrava. Cito de memoria. Se trataba de solucionar mediante una negociación un problema que parecía irresoluble. Un hombre quería hacer testamento en favor de sus tres hijos. Al mayor quería dejarle en herencia la mitad de sus bienes, al segundo, la tercera parte y al pequeño la novena parte. Tenía un rebaño de diecisiete ovejas de extraordinaria calidad y no quería matar ni vender ninguna. No le salían las cuentas. Quiso negociar la solución con un sabio y éste le dijo:
– – Le voy a regalar a usted una oveja, aunque sea extraordinariamente cara, como me dice.
– – ¿Y eso resuelve mi problema?
– – Sí porque ahora ya tiene usted dieciocho. Le da al mayor la mitad, es decir, nueve. Al segundo le da la tercera parte, seis. Y al pequeño le entrega en herencia una novena parte de dieciocho, es decir, dos. Nueve y seis, quince. Quince y dos, diecisiete. Me devuelve la oveja que le había regalado y tiene usted resuelto el problema.
–
Las negociaciones se suelen plantear bajo este lema: si tú ganas, yo pierdo y si tú pierdes, yo gano. No siempre es así, como puede verse en la negociación que se realiza en esta historia. Ninguno de los dos perdió. El resultado de las negociaciones fracasadas a las que he hecho referencia es que todos hemos perdido. Es una pena. Pero bueno, si somos inteligentes, queda la esperanza de aprender de los errores y de la torpeza.
Hace falta mucho diálogo, mucha escucha, mucha generosidad y mucha inteligencia para saber negociar. En un momento en que priman precisamente los valores contrarios a la negociación: intransigencia, egoísmio e insolidaridad no es fácil llegar a acuerdos, aunque estos fueran beneficiosos para todos. Y a negociar se aprende. Hay que ejercitarse. Gracias por el artículo.
Nada es sencillo y aún menos negociaciones en que ideologías y concepciones pueden estar en las antípodas por no mencionar si los momentos son los más oportunos, al menos para que no se generen lecturas de posibles oportunismos. ¿Qué condiciones deberían cumplirse para fomentar una negociación a varias bandas?
a) Documento de consenso, rehuyendo los “lugares comunes”. Estariamos ante una negociación artificiosa, en los que los acuerdos no iban a conducir a cambios significativos.
b) Que todas las partes implicadas estén convencidas de la necesidad de negociaciones y por lo tanto, del cambio. No se puede cambiar por cambiar ni cambiar sin sentir la necesidad de que dicho cambio es necesario.
c) No se pueden dar plazos ni fechas para alcanzar posibles consensos: es obvio que los esfuerzos que se realicen para el consenso deben pasar por muchas etapas, con fomento constante de la participación. Y los agentes sociales que deben consensuar puntos de vista y actuaciones deben tener su tiempo para la reflexión en espacios comunes, compartidos donde estén todos ellos.
d) Evitar las opiniones interesadas y subjetivas en el proceso. No tiene sentido que en el transcurso de las negociaciones, cada parte esté, de cara a los medios públicos, dando opiniones subjetivas y contrapuestas. El ciudadano podría percibir que en el fondo no se habla de los problemas o cuestiones a tratar, sino simplemente, de idologías, sin más.
e) Entrar en el fondo del asunto: si hay disfunciones sociales, es evidente que deben ponerse sobre la mesa desde el primer momento y a partir de ellas, buscar consensos. Negar lo innegable sólo conduce a callejones sin salidas.
f) No desdeñar a los verdaderos protagonistas que permiten que esos cambios puedan materializarse, contar con las opiniones de éstos. Y éstos son los profesionales. La consulta, en forma de macro encuesta u otro medio debe ser preceptiva. Podría ocurrir que los profesionales no se sintieran identificados con ninguno de los agentes sociales que participan en las negociaciones.
Creo que se podrían añadir muchas más. Sin embargo, creo que las expuestas pueden ser relevantes, en torno a los ejemplos del artículo, de que quizás ninguna de las partes implicadas haya tenido en cuenta estas premisas básicas.
Y nada más. Cuando las negociaciones fracasan, finalmente, los culpables son todos los implicados en las mismas. Buen fin de semana a todos/as, a pesar de los tiempos que corren.
Creo que en la capacidad de hablar es inherente a la de escuchar. La empatía tiene sentido en situación contrarias a la intolerancia. Las sinergias negativas arrastran lodos y torpezas. Supongo que al mal tiempo; educación.
Las metáforas del artículo deberían ser valijadas al ministerio.
Parece que en este país tenemos una enorme desgracia,no hay espíritu de negociación ni de consenso; es al contrario, siempre hay ganas de instalarse en el conflicto, como si eso diera ” vidilla”.
Hay personas que siempre quieren ganar y no se han dado cuenta que a veces para “ganar también hay que perder ” y que lo que se gana es mucho mas satisfactorio que lo se pierde.
Para mí en este tipo de personas hay una sobredosis de egoismo, falta de inteligencia y por supuesto no saben en que consiste la evolución.
Un saludo Miguel Angel, me encantan tus artículos.
– Negociar no implica llegar a acuerdos aunque estesea el fin de la negociación; en ocasiones las negociaciones rotas también son fructíferas .
– Llegar a acuerdos implica acercar posturas.
– Acercar posturas implica que las partes han de ceder en sus pretensiones en mayor o menor grado.
– Cualquier tipo de negociación resultará estéril sin al menos un mínimo de interés común.
Gracias por regalar tanta sabiduria, a quienes con tanta ansia la buscamos.
Hay que practicar mas la negociaciçon. En las clases, en la politica, en la vida. Porque negociar exige dialogar, ceder, argumentar y compartir… No sabemos y, a veces, no queremos negociar.
Para negociar hay que saber defender y hay que saber renunciar. No se puede ir a una negociacion tratando de imponer el propio criterios y los intereses exclusivos. La negociacion es un sano ejercicio democratico. Pero hay que saber practicarla.
Nunca pude entender por qué tanta crítica y tanto rechazo a la negociación con ETA. Hasta la iglesia estuvo en contra. Increible actitud de quien defiende el diálogo y la paz. El rechazo violento se debía a intereses políticos.
Nunca pude entender la saña con la que se atacó al Gobierno por negociar con ETA>. Lo hizo a las claras y con el apoyo del parlamento. Quines criticaban decían tener amor a las víctimas y, en realiad, sólo se movían por intereses políticos.
He de reconocer que para mí lo sorprendente e “inexplicable” es la sorpresa e incredulidad del autor de este blog sobre el diálogo con ETA. La defensa de la negociación como método de apacigüamiento no tiene porqué estar reñida con la no-negociación cuando ésta no ha lugar.
Soy partidario de la negociación en general, pero estoy radicalmente en contra de la negociación con ETA y por ende también estoy en contra de los que ven esta negociación como otra más, como si fuera la negociación de un convenio colectivo por ejemplo. Es mezclar churras con merinas y es un discurso frustrante, sobre todo para la inmensa mayoría de las personas que han sufrido en carne propia la violencia etarra.
Yo puedo negociar con un empleado, con mi jefe, con mi cliente, con mi proveedor, con mi vecino, etc. si hay una honesta voluntad de entenderse por ambas partes.
Yo puedo negociar con el atracador que me está amenazando solamente para intentar salvar mi pellejo: es una negociación impuesta y urgente, nunca buscada y que parte de una situación injusta. Yo no quiero negociar con mi atracador pero me veo forzado a hacerlo como penúltima salida.
ETA no es una contraparte ni legal, ni noble, ni nada que se le parezca. Emplearán la negociación de forma 100% hipócrita si con ello creen que van a sacar algún tipo de tajada. Pero ETA no quiere negociar, solo quiere imponer su tiranía. Frente a eso hay que discernir el talante siempre negociador que uno tiene que tener frente a conflictos estándar y darse cuenta que eso es un chantaje deleznable y que solo se impone su neutralización con los medios legales de los que nos dotemos.
Si me diagnostican de cáncer yo no quiero negociar con él, quiero eliminarlos de mi cuerpo !!
Lamento profundamente que tras disfrutar bastante con los sensatos artículos que he leído en el pasado en El Adarve, me encuentre con esta postura tan frustrante.
Estimado Ignacio:
Me alegra que seas partidario de la negociación. Y me sorprende que hagas una excepción en este caso. ¿Hace falta estar dentro de la legalidad para negociar, dentro de la bondad, dentro de la nobleza? Si se trata precisamente de que esa parte ilegal deje de serlo, se trata de que esa parte innoble deje de serlo, se trata de que esa parte asesina deje de serlo… Es malo matar, es horrible. Pero sentarse con quien mata para que deje de hacerlo no sólo no es malo sino que es loable.
De verdad que me ha soprendido la virulencia con la que se ha descalificado la negtociación con ETA. Sabes bien que ha habido casos en los que la negociación con asesinos y terroristas ha alcanzado la paz.
Dices que equiparo esa negociación con otras. No, esta es especial. Porque es más importante que un contrato laboral. Y nadie como las víctimas debería saber lo importante que es QUE NO HAYA MÁS VÍCTIMAS.
Comprendo que quien ha sido víctima directa (porque de forma indirecta todos lo somos) sienta repugnancia por hablar con los asesinos. ¿A quién le gusta? Pero hay que evitar el dolor y la muerte por todos los medios lícitos. Y este lo es. Y lo fue especialmente en nuestro país porque la negociación tuvo el respaldo democrático del Parlamento.
Hablamos de una negociación, no de un chantaje. Por eso la negociación se rompió. Porque no se aceptaron los chantajes. Hablamos de una negociación, no de una imposición.
Si yo pudiera negociar con el cáncer para que dejara de actuar, ¿no lo haría? Lo quiero eliminar, claro, pero no puedo. Si pudiera librarme de él por otro camino, ¿no sería positivo hacerlo?
Lamento que no compartas la opinión en este caso y, de cualquier manera, agradezco el tiempo que en alguna ocasión me has dedicado.
Un abrazo
Miguel Angel Santos Guerra
No soy muy amigo de convertir la sección de comentarios de un blog en una agonía de alegatos ni nada parecido, pero creo que debo hacer uso de un turno de réplica, más que nada para que quede constancia de la idea que quiero expresar a todo aquella que venga después a leer todo esto.
Aunque entiendo la fría lógica de sus argumentos Sr. Santos, su aplicación al “mundo real” me parece bastante fuera de lugar e incluso un sinsentido. Intentaré explicarme:
Entiendo que un proceso de negociación se inicia a raíz de un conflicto de intereses que es posible resolver siempre que cada una de las partes tenga que CEDER en algo, de tal modo que el nuevo reparto de pérdidas/beneficios resulte justo para todas las partes.
Yo cada día negocio con clientes y proveedores. Quieren que yo ceda, por ejemplo, en un coste y yo a cambio pido que cedan en otras posiciones, incluyendo una moderación en sus demandas. Es un proceso de negociación sano, ya que cada una de las partes expresa de forma correcta la defensa de sus legítimos intereses.
Pero claro, ahí no hay discusión. El tema espinoso está en las negociaciones “no sanas”, en negociar “con los malos”.
¿Qué se negocia con los malos? O mejor dicho ¿cuándo se negocia con los malos y por qué?
Yo creo que la negociación en esas condiciones se realiza (o se debería realizar) SIEMPRE como solución extrema en caso de riesgos inminentes extremos (está en juego la vida de rehenes, por ejemplo) y que, una vez resuelto ese riesgo, dar por nula dicha negociación (una vez los rehenes son libres, se va a por el criminal sin miramientos). En resumen, esa negociación es una farsa, una pseudonegociación. No se negocia con los malos porque uno tenga una vocación veraz de llegar a un acuerdo amistoso con ellos, se imposta para conseguir un objetivo posterior, que es el real (neutralizarlos).
AHORA BIEN, intentar siempre buscarle 3 pies al gato y tratar de encontrar siempre justificaciones morales para iniciar una negociación veraz “de igual a igual” con los Malos me parece un discurso más bien fraudulento. Argumentos del tipo “Si negociamos ya no habrá más víctimas, ¡merece la pena!” o similares son una trampa intelectual en mi opinión.
¿Por qué? Porque a cambio de esa negociación, el Malo obtiene un gran poder, un premio que consolida su táctica y que le llevará en el futuro a realizar aún más fechorías y peores.
¿Qué tal si a partir de mañana, por ejemplo, dejo de pagar a todo el mundo, me vuelvo “malo”? Siempre podré reclamar que es mejor que negocien conmigo, porque si no, seguiré sin pagar a nadie y todo será peor. No faltará en salir quien diga que es mejor que mis acreedores negocien conmigo, que algo bueno sacarán a cambio, etc etc. que es ni más ni menos que el discurso que creo que está defenciendo Sr. Santos. Un discurso que ligado a otro similar y también espinoso como el célebre RELATIVISMO, conduciría con casi toda probabilidad al Caos, donde TODOS resulten netamente perjudicados.
Creo en definitica que existen líneas rojas detrás de las cuales hay herramientas que ya no se deben considerar. En este caso, ETA hace ya tiempo que está mucho más allá de esa línea y por lo tanto cualquier incluso conato de negociar algo con ellos (negociación “sana” de la del principio) me parece sencillamente una fruslería totalmente fuera de lugar, y en cualquier caso un muy mal ejemplo para ilustrar el talante negociador que todo ciudadano debería tener “instalado en sus sistema” para convivir con los demás.
Mañana asistiré a un juicio rápido provocado por una persona extremadamente intolerante con la que es imposible negociar. Con todo y eso, intentaré percibir algún cambio en esa actitud, alguna grieta. Si no, muy a mi pesar pero sin atisbo de duda, tiraré por la vía penal con todas las consecuencias…