¡Lo que puede cambiar en un segundo! El cambio más consistente y definitivo es la muerte. Puede sobrevenir en unos instantes. Éramos y, en un segundo, dejamos de ser. Estábamos bien y, de repente, todo se acabó. Pero sólo nos preparamos, en el mejor de los casos, para la vida. De la muerte nunca se habla. En la muerte nunca se piensa.
En un segundo puede cambiar la vida de forma decisiva, puede dar un giro en la dirección exactamente opuesta a la que llevábamos. Una cabezada provocada por el sueño mientras conduces, hace que el coche se salga de la carretera y provoque un fatal accidente. Un giro brusco del volante para ahuyentar la mosca que se ha colado por la ventanilla produce un choque frontal con otro vehículo.
Después de vivir una arriesgada situación de peligro en El Cairo, me cuenta un amigo la historia bien cercana a su familia de una pareja de novios que llega a dicha ciudad para su luna de miel. Mientras cargan las maletas en un taxi del aeropuerto, el conductor sale disparado con el vehículo en el que ya se había sentado la novia, dejando al novio (ya marido) sin su mujer para siempre. El trabajo de la policía resultó infructuoso. Las pesquisas que hizo un detective privado siguieron el rastro a un negocio de trata de blancas cuya pista se perdía en el desierto. Un segundo fatal.
Hago frecuentemente este ejercicio mental: ¿qué hubiera sucedido de haber atropellado a ese peatón que cruzó la calzada de forma imprevista e inoportuna? ¿Qué habría pasado de no haber controlado el coche en ese volantazo que me obligó a dar un conductor despistado? ¿Qué hubiera sucedido de haber pasado unos instantes antes debajo de ese alero que se desprendió sobre la acera?
En un segundo te pone el atracador un cuchillo al cuello para arrebatarte el móvil (recuerdas, ¿amigo René?). En un segundo se produce el traspiés en la escalera. En un segundo explota la bomba que los terroristas colocaron debajo de un coche. En un segundo rozó la rueda de la moto el bordillo de la rotonda (verdad, ¿querida Montse?), en un segundo te informan de un diagnóstico fatídico. En un segundo que dejaste de mirar al niño, éste se perdió entre la multitud. En un segundo te arrebata la vida de un ser querido un infarto totalmente imprevisto (lo sabes bien, amada Lourdes).
Me he referido a cambios dramáticos. También pueden producirse giros radicales de manera instantánea en el sentido positivo. En un segundo se cruzaron las miradas de quienes compartieron luego toda una vida de amor y de felicidad (no es verdad, ¿entrañable amigo Carlos?). En un segundo cantaron el número de la lotería que te convirtió en multimillonario. En un segundo te dijeron que te habían elegido en aquella complicada selección de personal.
Antes de ese segundo todo era diferente. Después de ese segundo todo será radicalmente distinto. ¿Cuántas veces desearíamos volver al instante anterior a ese hecho inesperado (o, quizás, esperado y temido)? Sin embargo, no disfrutamos de lo que somos y tenemos, agobiados por pequeños, a veces insignificantes problemas o contratiempos.
La rutina es anestesiante. Nos deja sin capacidad de reflexión y de sensación. Vivir intensamente el presente se convierte, pues, es una inteligente actitud ante la vida y ante nosotros mismos. La palabra presente tiene varias acepciones. Según el diccionario de la RAE es “el tiempo en que actualmente está alguien cuando refiere algo”. En otra acepción se refiere a presente para decir “que está delante o en presencia de alguien o concurre con él en el mismo sitito”. Una tercera, que es a lo que voy, dice que presente es “obsequio, regalo que alguien da a otra persona en expresión de su reconocimiento”. El presente que disfrutamos es un regalo maravilloso de la vida. El presente es un magnífico presente.
Recuerdo haber leído (y regalado a una querida amiga que estaba hospitalizada con un pronóstico fatídico que pronto se cumplió) un libro que hace referencia a este significativo entramado semántico: “El presente precioso”, se titula. Su autor es el afamado Spencer Jonson. Habla del tiempo como un regalo, como un precioso presente, en uno y otro sentido. El paquete adornado con cintas de regalo que figura en la portada te introduce en una fábula encantadora y sencilla que combina los conceptos de presente temporal y dádiva maravillosa.
Cuando el presente es bueno debemos disfrutarlo y celebrarlo. Cuando es malo conviene buscar la forma de mejorarlo. No sólo el nuestro, claro está. Hablo desde una visión comprensiva de la humanidad. El dolor ajeno no puede resultarnos indiferente.
No somos conscientes de nuestra vulnerabilidad. De la propia y de la ajena. La inconsciencia es un mal de nuestro tiempo. Nuestra vida pende de un hilo, pero nosotros seguimos jugando como si la eternidad fuera nuestra. Arrastrados por la prisa, los trabajos, los ruidos y las cosas, pensamos poco en lo que somos y en lo que hacemos.
La inconsciencia, que es propia de niños y de enajenados, nos acompaña en nuestro devenir como si los años no nos hubiesen dado la madurez necesaria para pensar lo que somos y para saber lo que hacemos con nuestra vida.
Un segundo es suficiente para ponernos contra las cuerdas de nuestra realidad. ¡Zas! Y todo fue distinto para siempre. Nunca lo habíamos pensado.
Ojalá que la reflexión sosegada nos permita hacer el descubrimiento de lo esencial. Ojalá que, a través de la cordura, tengamos la vivencia que el psicólogo Katz llamaba del “¡ah!”. “¡Ah, ya caigo!”. Esa vivencia que nos permite descubrir de pronto lo que es verdaderamente esencial.
lo pasado ha huido,lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo. (provervio arabe) Un abrazo y gracias por tus palabras
Por eso el segundo es lo segundo, ya que lo primero si es lo primero. La vida es lo primero y, si despues de un segundo sigue la vida de alguna manera, habra que seguir con ella; es ley de vida. Si pensamos en la muerte, que sea menos de un segundo y sigamos dedicando el tiempo (de vida) a la vida. El presente es un presente, pero no debe ausentarnos a los demas ni de los demas; tambien es ley de vida. Es peligroso con tanta psicologia individualista ser propicio a la vida, que en definitiva nos incluye a todos y con todos. Mis problemas son nuestros problemas y nuestros problemas son tus problemas. Los problemas se solucionan a base de vida, de darle vida y echarle vida. En educaion, que es vida, hay que echarle mucha vida para que sea viva.
Un vital saludo y gracias, Miguel Angel.
La aceleración vital en la que metemos, nos cierra a veces la mente para captar cosas esenciales. Algún golpe de la vida o algún artículo como éste nos hace recapacitar. Gracias al autor.
Tempus fugit. Sólo tnemos presente aunque estemos cargados de recuerdos y de proyectos de futuro. Por eso es necesario aprovecharlo. Este artículo es un canto al Carpe diem.
Acabo de leer que una suicida de Viladecans (Barcelona) se ha arrojado desde un octavo piso a la calle, con tal mala fortuna que ha matado a uno de los transeúntes que caminaba con su pareja. En un segundo. Ella también ha fallecido. Qué razón tiene el artículo.
Me alegra saber que no soy la única que se detiene en pensar: ¿Qué habría pasado si…? Es un ejercicio que hago con frecuencia y que me ayuda a reflexionar sobre mis acciones.
¡Gracias por compartir tus palabras, MA!
Si, yo también pienso con frecuencia como habvrían cambiado las cosas en el caso de que hubviera ocurrido algo grave en un determinado momento. Cuánto daráimos por volvder al momento anterior en el, quizás nos quejábamos, pero deberíamos haber estado tan felices. ¿Por qué hemos de esperar a que se tuerza la vida para darnos cuenta de todo lo que teníamos? Otra del club de los ejercicios mentales con el autor y Sfn.
A los que pensáis en qué hubiera pasado
si a ese segundo cualquiera
siguiera otro distinto al vivido,
me gustaría preguntaros,
¿qué habéis concluido?
Pensadlo por un segundo
Miguel Ángel, gracias por el segundo en que esta mañana, a la puerta del colegio, me has hablado de los «adioses» , de no haber sido por eso no estaría felicitándote por tu artículo en este mismo segundo.
Pues, si vemos el presente como un punto, se es ido y acabado,
daremos lo no venido por pasado…
No se engañe nadie, no pensando que ha de durar lo que espera, más que duró lo que vio. (J. Manrique)
En contestación a José Luis quiero decir que cuando pienso en lo que me podría haber pasado y no valoro mucho aquello que tengo, sea salud, tranquilidad, bienestgar… A veces se trrata de cosas tan simples como poder estar en casa, cenar tranquilamente, ponerme el pijama y ver la televisión… Digamos que, con ese ejercicio mental, las rutinas adquieren una relevancia enorme.
…Y yo nunca hubiera entrado a este foro de no haber sido porque conocí a Miguel Ángel Santos Guerra en un Congreso que se dictó en mi país hace años, en San Francisco, Córdoba…Tendría varios amigos menos, y no hubiese hecho tantas reflexiones…Y no hubiese aprendido un montón de cosas que aprendí de sus enseñanzas, siempre tan simples y a la vez tan profundas. Una vez más, gacias Maestro M. Ángel.