Un catedrático de la Universidad de Nottingham, George Brown nos contaba, hace ya muchos años, una historia que nos ponía a los colegas contra las cuerdas de la reflexión.
Dos viajeros hacen una travesía en globo. Después de varias horas de vuelo, uno de los dos viajeros le dice al otro:
– ¿Reconoces el lugar donde estamos?
– No, ya hace un rato que estoy desorientado.
– ¿Por qué no buscamos información?, dice el colega.
– De acuerdo. No hay nada más estúpido que avanzar a buena velocidad en la dirección equivocada.
Hacen una maniobra de descenso y llegan a un campo de golf en el que hay varios jugadores. Uno de los viajeros le pregunta al jugador más cercano al globo:
– Por favor, señor, nos hemos perdido. ¿Nos podría decir dónde estamos?
El jugador se queda observando el panorama detenidamente y, después de varios minutos, les dice a los viajeros:
– Miren ustedes, su globo está a 25 metros de altura sobre el hoyo número 18 del campo de golf. Una línea recta que se lanzase ópticamente desde el globo al hoyo 12 y otra al hoyo número 18, formarían un ángulo de 45 grados. En relación al meridiano de Grenwich su globo describe un ángulo de 60 grados…
Sin dejarle terminar, el viajero le dice al jugador:
– Muchas gracias, señor, muy amable.
Inician el ascenso. Cuando ya no les pueden oír, un viajero le dice al otro:
– Mira, un catedrático de Universidad.
– ¿Lo conoces?
– No, claro que no.
– ¿Cómo puedes saber, entonces, que es un catedrático de Universidad? Ni por la indumentaria que lleva, ni por el deporte que practica, ni por lo que nos ha dicho, se puede deducir qué profesión tiene o a qué se dedica en la vida.
– Tú no lo has deducido, pero yo sí. Es un catedrático de Universidad porque nos ha dado una información técnica, una información precisa, una información abundante…, pero completamente inútil. No nos ha servido para nada.
La historia que antecede nos remite a la reflexión sobre la naturaleza, selección y secuenciación de los contenidos del curriculum. ¿Qué es lo que se enseña y se estudia? ¿Qué es lo que se aprende? ¿Para qué sirve? ¿Quién lo decide? ¿Qué criterios se utilizan para hacer la selección?
Bourdieu y Passeron advertían hace ya muchos años de que la selección del conocimiento que se transmitía en la escuela no era inocente, no era cultura pura y dura. Había un filtro por el que unos conocimientos pasaban y otros no. Quien hace la selección es el poder. No sólo de lo que se estudia sino del cómo se estudia, se aprende y se evalúa. ¿Para qué sirve el conocimiento que se transmite en la escuela?, ¿ayuda a pensar?, ¿ayuda comprender el mundo?, ¿ayuda a descifrar los enigmas del ser humano?, ¿ayuda a convivir?, ¿prepara para ejercer un trabajo?, ¿sirve para conocerse uno a sí mismo?, ¿nos hace mejores personas?…
Muchos escolares se lo preguntan a los padres y a los profesores: ¿por qué tengo que ir a la escuela?, ¿por qué tengo que aprender todas estas cosas? Este es un fragmento de diálogo extraído del excelente libro recientemente publicado por Daniel Pennac con el título «Mal de escuela»:
– ¿Qué significa que los profes os comen el tarro?
– ¡Nos comen el tarro, y punto! ¡Con sus cosas, que no sirven para nada!
– ¿Qué cosas no sirven para nada, por ejemplo?
– Bueno, todo. Las asignaturas. ¡La vida no es eso!
Después viene otra pregunta endiablada: ¿es así como se puede aprender todo aquello que se nos dice que tenemos que aprender? ¿No habrá otras formas de aprenderlo más eficaces, más dinámicas, más creativas, más interesantes, más motivadoras? Y una última cuestión: ¿Así es como se puede comprobar que se ha aprendido?, ¿se puede saber de esta forma si los aprendizajes han sido eficaces y si van a ser duraderos? Mientras se aprende, mientras se evalúa, se aprenden muchas cosas que, de forma oculta, se amarran al curriculum. No es una cuestión baladí.
Ya sé que el conocimiento que se trabaja en la escuela no es, como antaño, el único que reciben los escolares. Ya sé que hoy disponen de muchas otras fuentes de conocimiento. Será imprescindible, por consiguiente, ayudarles a buscar el saber por sí mismos. Y, sobre todo, a discernir qué conocimiento tiene rigor y cuál está adulterado por intereses políticos, económicos, propagandísticos, publicitarios o religiosos.
Me preocupa, sobre todo, saber si los escolares valoran el conocimiento por lo que les enriquece, les ayuda a comprender el mundo y a desenvolverse en la vida. Es decir, si le encuentran un sentido a lo que estudian. Si ese conocimiento que adquieren es para ellos significativo y relevante. O si, por contrario, se esfuerzan en adquirirlo porque, independientemente de su valor, cuando demuestran que lo han adquirido se lo canjean por una nota, que es lo que realmente buscan.
La mejor manera de saber lo que piensan es preguntarles. Creo que los alumnos tienen muy poca voz en el sistema educativo. Son meros receptores de lo que otros piensan y ordenan. Son destinatarios de lo que los demás deciden que deben hacer. Por su bien, eso sí. Por eso es verdad que en la escuela todo es para los alumnos, pero sin contar con ellos.
Si aumentase la participación de los alumnos y alumnas, se incrementaría automáticamente la motivación y la implicación. Por eso hay que liberar su voz para que puedan expresar lo que piensan y lo que sienten. Antes, durante y después de desarrollar el curriculum. De esa manera, todos podríamos aprender cómo mejorar la selección de contenidos, la metodología con la que se trabaja, la evaluación de los aprendizajes y la organización de la institución.
Qué lujo leer estas opiniones. Cuando acabas una carrera no sabes casi nada. Por ese afán de hacer obligatorios muchos conocimientos innecesarios dejamos atrás a muchas personas que no saben, o no quieres aprender cosas carentes de significado para ellos y les obligamos a ser seres sin una profesión, parados o en el peor de los casos delincuentes.
La verdad es que no salgo de mi asombro.
Desde 1981 estoy en la enseñanza (como profesor, como cargo directivo) y año tras año vengo escuchando la misma cantinela: la escuela no enseña para la vida, el profesor tiene que bajar de la tarima, al alumnado no se le tiene en cuenta, hay que potenciar la participación de las familias,…
Con todos mis respetos, cuando hablamos de educación, al menos en España, estamos hablando de un derecho obligatorio. Como tal derecho puede ser asumido y aprovechado o no; y como tal obligatoriedad habrá alumnos que se sientan a gusto dentro de las aulas y habrá otros que preferirían hacer otras cosas (incluso los habrá que preferirían no hacer nada).
La escuela no enseña para la vida, pero ¿qué es la vida? Miles de filósofos se lo han preguntado a lo largo de la historia. Por poner un ejemplo claro: tengo cincuenta años y todavía no sé lo que quiero ser de mayor.
El profesor tiene que bajar de la tarima. A las alturas de esta historia de leyes educativas en este país la única tarima que queda es la de saber cuánto va a durar la última normativa publicada. La última “tarima” que tuve que derribar, fue hace poco, para bajar de ella a unos alumnos que, ignorando la autoridad de la profesora, se dedicaban a bailar encima de las mesas mientras otros se lanzaban las sillas. Por otra parte, como es el caso, hay profesores que mejor sería que se dedicaran a otra profesión.
Al alumnado no se le tiene en cuenta, es verdad a medias. Seamos serios, no todo el mundo tiene aptitudes para el estudio, sin embargo, nos empeñamos en escolarizar a todo el mundo impartiéndoles unos contenidos que no asimilarán nunca. Esos alumnos son lo que se suben a la tarima que mencioné en el párrafo anterior.
Potenciar la participación de la familia: ¿qué familia? ¿La que viene a coordinarse con el profesorado? ¿Cómo hacemos, qué autoridad tenemos, para coordinarnos con las familias que jamás viene por la escuela, a cuyos hijos no se les está enseñando para la vida, “no son tenidos en cuenta”, que se suben a la tarima?
Pero vamos a ver: Si le preguntamos al alumnado qué contenidos quiere recibir no hay que ser muy listo para concluir que van a querer más de lo mismo porque es lo que conocen: ver «Gran Hermano», gameboy,… ¿Es que queremos hacerlos todavía más dependientes del aquí te pillo aquí te mato? Cómo demonios te van a pedir que les hable del ciclo del agua si no saben que existe. Se supone que los «viejos del lugar» eran los portadores de la sabiduría. Ni eso nos creemos ya los adultos, no estamos seguros de nada. De ahí la falta de autoridad.
Lo de la administración (catedráticos incluidos) es más de la historia. Esos “viejos del lugar” no están en primera línea de juego y eso les permite diseñar estrategias (porque no tienen que estar corriendo de clase en clase y apagando fuegos) que, por muy bien intencionadas que sean, normalmente adolecen de falta de recursos para ponerlas en práctica con garantías de éxito.
Ojo, no soy pesimista, no todo es así, afortunadamente para la salud de muchos alumnos, profesores y familias. Hay muchas cosas que funcionan muy bien, me niego a ser derrotista pero, es que se trataba de hablar de lo que hoy planteaba el Profesor. ¿Ven? no es tan malo discurrir sobre lo que plantea un profesor, no tienen por qué ser siempre contenidos que propongan los alumnos ya que, en mi opinión, podemos llegar al «egoismo cultural», a saber, o se habla de lo que yo quiero o me pongo a otra cosa mariposa.
Saludos cordiales.
Me encantaría ver a los que toman las decisiones entrando a una clase cualquiera de la ESO.
Me encantaría que dejaran de hablar de los profesores como si todos fuésemos iguales.
Me encantaría que se oyera más la voz de los estudiantes, porque significaría que tienen voz propia, y tampoco son todos iguales.
Me encantaría que algunas familias funcionasen mejor porque tampoco son todas iguales.
De verdad usted maestro nos pone contra las cuerdas , y es lindo que se nos llame a le reflxión permanentemente.
A mí me gustan los desafíos. Todo el tiempo me planteo: ¿Para qué servirá esto? ¿Hará mejor persona al educando?
Me gusta escuchar a mis alumnos, que son niños de 11 años pero saben lo que quieren, razonan, opinan y justifican sus opiniones.
A nosotros, los maestros, no sólo nos corresponde seleccionar qué deben estudiar,de qué manera, sino cómo lo aplicarán después a otra circunstancia o a la vida, ¡menuda tarea!
Como dije ya en otros comentarios, debemos «señalar caminos», y para ésto no basta con estudiar permanentemente, sino que debemos tener clarividencia, cierta filosofía de vida que no se encuentra en los libros, algo que todo maestro debiera tener y que se llama VOCACIÓN,eso que te sale al paso cuando parece que se te queman los libros y que vos no sabés de dónde te viene. Creo que ser maestro es la tarea más bonita que existe sobre la tierra, pero es algo muy delicado, pues se nos han confiado los «niños», es decir, lo mejor de la especie humana.
Cordial saludo desde el Centro del Sur del Mundo.
Que curioso suena lo de derecho obligatorio. Si la educación es un derecho no tendría que ser un deber…
Siempre pienso que lo mejor que aprenden los chicos y chicas en las escuelas es todo lo que aprenden mientras aprenden. Esos espacios maravillosos de compartir y convivir. Ese tiempo único y mágico de amigos, amigas y amistad.La parte más importante del aprendizaje escolar no siempre aparece en los curriculos. El tiempo de la escuela es un tiempo de dsifrutar sin preocupaciones, de ser felices, de encuentros, de bromas y alegrías- En este espacio y tiempo únicos, la escuela inunda la vida de niños y adolescentes de contenidos y angustias… Faltan motivaciones muchas veces para convertir al tiempo escolar en el mejor de los tiempos de la vida.
No importa cuales sean los contenidos, importa la forma de presentarlos de manera que atrapen,entusiasmen y enamoren… Y esto es un desafío personal, que va más allá de todas las politicas educativas y todos los curriculos.
Hola de nuevo, Miguel Angel!!
Suscribo tus palabras. Pero también, por analogías, el comentario de Gregorio P.V. Y propongo un simil: cuando el profesorado cierra la puerta de la clase y comienza su tarea junto/frente a su alumnado, a mi me recuerda cuando después del brindis, el torero despliega su muleta y empieza su faena: sólo, sin más armas que su arte y su forma de entender lo que ese toro necesita, los pases adecuados, la forma necesaria. Y cada alumnado es diferente como cada toro. Unos necesitan banderillas negras, otros la vuelta al ruedo. Pero en medio de un infernal ruido, es asunto únicamente del torero y su toro, del profesorado y su alumnado. Y aunque el público no esté satisfecho, aunque no haya entendido lo que el torero ha realizado, es éste al final el único que decide qué faena realiza en función de cómo ha entendido el carácter de su toro. Y esto no es fácil y además peligroso. También la labor del profesorado es árdua, costosa y peligrosa en el tipo de sociedad y tiempo que nos está tocando vivir. Pero al final, a pesar de todo y de todos, tú estás ahí, solo/a, con tu alumnado, dispuesto a realizar la mejor faena posible.
Mañana, es lunes. Suerte y al toro!!
A veces tendemos a pensar que las instituciones son lo que son por origen divino, atentas siempre a unos fines solidarios de desarrollo humano. Esta afirmacion pese a su aceptacion popular no deja de ser de una gran ingenuidad, la escuela desde luego no se ha planteado pensando en las necesidades reales de las personas sino del sistema y de los grupos de poder con intereses particulares que legitimar. No nos engañemos, el sistema educativo resulta ser tan irracional como perverso, lo que explica en buena parte las dificultades con que se encuentran los buenos profesores a la hora de desarrollar su labor. Lo peor de la escuela no es que no te forma para la vida sino que te discapacita para la misma, etiquetandote como discapacitado mental o aun peor te explota como un producto fungible, sobre lo primero un buen ejemplo es la afirmacion de Gregorio: «Seamos serios, no todo el mundo tiene aptitudes para el estudio, sin embargo, nos empeñamos en escolarizar a todo el mundo impartiéndoles unos contenidos que no asimilarán nunca.» me supongo que esa afirmacion la hace por inercia coorporativa aunque ella carezca de todo rigor cientifico, en el caso de que no sea asi, le aconsejo que en vez de seguir la epistemologia patética de Piaget y las teorias racistas de Murray o Watson leyera si de verdad le preocupa la educacion, algun estudio serio sobre las posibilidades reales de ser humano (Vigotsky y Sternberg podian ser un buen comienzo).
Sobre lo segundo citare la anectota de la escuela de aparejadores de la Universidad de La Laguna donde los alumnos organizan actividades para recaudar fondos con los que pagarse las clases de autocad que imparten los profesores del propio centro, en el mismo, y fuera de su horario lectivo, esas clases basicas para la formacion de cualquier aparejador bien podian haber sido incluidas en una asignatura de libre eleccion, pero esta claro que entonces se les chafa el negocio.
Estoy de acuerdo con Miguel Angel se necesita que los estudiantes y las comunidades participen de la escuela, pero eso es imposible si antes estas no se abre a dicha participacion, las escuelas en la actualidad no son centros publicos son empresas privadas gestionadas por funcionarios publicos, atentos a las finalidades economicas de mantener la cuota de mercado (numero de alumnos para evitar el traslado)los recursos financieros (mejoras salariales) y la calidad en el servicio (reduccion de jornada).
Hola a todos!
¡Vaya cosa candente!
es un tanto extraño ver en estos espacios de opiniones esta polémica, entre quienes comentamos y hacia Miguel Ángel, me parece que casi siempre se le felicita y se está de acuerdo, creo.
Pero para no quedarme atrás jeje… hace poco en un encuentro con profesores en calidad de madre levanté una feroz protesta hacia lo que considero mala actuación docente y me respndió una profesora con igual furia, lo que siempre dtesto escuchar: «la solución está en la Administración…» y de ahí se soltaron de diferentes bandos, diferentes puntos de vista. Complicado, delicado, sensible, vulnerable y de más que es el tema, el quehacer del docente lo es pero a mi me enseñó esa lección que tambiñen tengo que aprender a ser más sutil,menos soberbia, menos visceral, a tener tactopues, pues pese en estar en desacuerdo con la profesora que me respondió, quizá la manera de expresarme haya herido su sensibilidad, y no quiero eso. En el caso de Gregorio, recuero que ese día hablé de «los profesores quemados» y hablaba de esta actitud que él muestra y creo que es verdad, el término es hiriente. Gregorio tendrá sus razones para hablar pero tambièn como funcionario que recibe una nómina del estado, tiene la obligación de esccuchar, y entre esa escucha estamos los «contrapartes» (que no debería haber contrarios sino alianzas…humanos somos)que pensamos y actuamos desde la esperanza,la ñoñería, la utopía, la ilusión, la ingenuidad, el buenismo, lo progre etc, etc…sin poner etiquetas,al menos intentándolo, lidiando también con chicos y chicas que quitan aliento, sueño, provocan mareo,nos hacen rabiar y llorar…dándonos de topes con las familias…en tensión con los compañeros…en fin,todo eso que sabemos muy bien pero luschando por mantener esa AUTORIDAD que sólo es válida cuando se forja con paciencia, con humildad, con tacto. Seamos realistas (yo también os pido!!) ¿a dónde irán a parar los Exluidos del sistema, de las aulas, del apregio y de la gracia delos profesores? ¿de esas familias que porque quierer y/o porque no pueden, se detatienden de ellos? ¿fracaso escolar? ¡vulnerabilidad de ka juventud, dijo un profesor muy sabio por ahí!
Ahora, Piaget merece respeto… tampoco estoy de acuerdototalmente con sus planteamientos pero no me parece justo ni sensato el desprecio que le escupe Ernesto y ojillo, que hay muchas autoridades más en estos temas jeje, estoy de acuerto tambén con optras cosas y en fin…¡¡uuufff!! ¡¡he vuelto a exaltarme!!
Siempre estamos dándole vueltas a lo mismo. Me explico. Extrapolamos las teorías sin saber a qué se refieren. Manejamos los términos y textos fuera de contexto y así nos va. Todos tenemos razón, pero tenemos que dialogar más para poder saber de qué se está hablando. Hace más detreinta años, escuché (no oí) hablar de Freinet y hasta de Vigotsky por primera vez, porque este «solar» patrio era sólo eso, un «solar pedagógico» dentro de un buen desierto cultural. Poquito a poco, fui dándome cuenta de que se podía escuchar a los niños y niñas, sin ponernos colorados, de que podíamos aprender de ellos, porque lo necesitábamos y no por tal o cual teoría, aunque la teoría nos sirviera para probar qué podía pasar. Claro, eso sí, poquito a poco, sin bandazos ni bandidajes pedagógicos. Pienso esto en alta voz, porque es menester saber algo más y saber en qué momento y con qué edad de alumnos se puede trabajar y hacer qué trabajo, aunque el «Menesterio» diga palabras bonitas (que no está mal en incorporar a nuestro vocabulario) y eche balones fuera y nos quedemos sin saber con qué jugar. Lo malo está que el «Menesterio» se resiste a trabajar los temas y su Ministerio se dedica sólo a administrar sin escuchar a nadie. Mal ejemplo, porque los súbditos enseguida se contagian. Se hizo oídos sordos a la reivindicación del Magisterio como carrera de cinco años, se obvió el que la Logse tuviera aciertos y todo el mundo se enrocó en su esquina del tablero y todavía hacemos «tablas» y «leyes» y sin saber qué va a pasar. Quizás tengamos que recordar, aunque sea una pena, a Labordeta cuando nos cantaba: «Ni tú ni yo ni el otro lo lleguemos a ver; pero habrá que empujarla para que pueda ser».
Adelante, Miguel Á., y danos de qué hablar.
AY MAESTRO!!!HACE POCO EN UN TALLER DE CAPACITACIÓN DOCENTE,DISCUTÍAMOS SOBRE COMO TRAER AL NIÑO NUEVAMENTE AL CENTRO DEL APRENDIZAJE…PERO SI CADA VEZ LO SACAMOS MÁS DE ALLÍ…SI ENSEÑAMOS COSAS QUE NO LE SON SIGNIFICATIVAS…MIS PROPIOS ALUMNOS VIVEN CUESTIONÁNDOME POR QUÉ ESTO,PARA QUÉ AQUELLO,CUÁNDO LO VOY A APLICAR EN LA VIDA,EN QUÉ MOMENTO…NO DIGO QUE NO SEAN NECESARIOS LOS CONTENIDOS CURRICULARES,PERO NO ESTAMOS OYENDO,COMO UD. BIEN LO DICE,LAS VOCES DE NUESTROS NIÑOS.CREO QUE ASÍ NUNCA VOLVERÁN A SER EL CENTRO DE LA EDUCACIÓN.
Y ES COMO QUE YA QUIEREN SACAR A LA ESCUELA DE LAS COSAS QUE A ELLOS LES GUSTA…UN DÍA,ME CONTABA MI HERMANA,TAMBIÉN DOCENTE,QUE MANTUVO ESTE DIÁLOGO CON UN ALUMNO SUYO:BUENO MANUEL,LE DIJO,CUALQUIER COSA QUE TE OLVIDES DE ALGUNA DE TUS TAREAS,ME PREGUNTAS Y TE LA PASO POR EL CHAT…JAJAJA…SABE QUE RESPONDIO MANUEL? EL CHAT SEÑO,NO ES PARA COSAS DE LA ESCUELA,ES PARA COSAS MEJORES,MÁS INTERESANTES.
CREO QUE NO HACE MÁS FALTA SEGUIR OPINANDO.
Aunque soy una lega en este sacro tema de la educación he disfrutado como nunca de todo los comentarios. Todos preciosos, todos encierran verdades, todos muestran una realidad, todos desean el cambio. Que es difícil, que es arduo, que parece imposible. Pero que siempre se puede. Es cierto que el sistema responde a gobiernos de turno e intereses políticos, es cierto que los currículos están alejados algo de la vida real, es cierto que hay maestros que equivocaron su profesión, es cierto que hay niños que se suben a las»tarimas», es cierto que los que enseñan necesitan preparación, continua capacitación y vocación, es cierto que sería mágico si las familias se acercaran a trabajar codo a codo con las instituciones en beneficio de sus hijas e hijos… Pero es cierto también que cada docente cuando cierra la puerta puede hacer muchas cosas con libertad. Puede crear un espacio que ayude a crecer y a disfrutar. Puede buscar la vuelta para que alumnas y alumnos se enganchen hasta en las cosas más aburridas. Diganme sino quién no guarda en su corazón el recuerdo del gusto por alguna materia preferida y si hacen un poco más de memoria ese recuerdo seguro que va unido al recuerdo de algún buen profesor o profesora que se las hizo gustar.
Cada enorme esfuerzo que se haga en la búsqueda del cambio será un mínimo grano de arena, pero no olvidemos que la inmensidad de la playa está hecha por muchos de ellos juntos.
Otra vez más, y van muchas, me quedo atontado. Cuantas verdades en tan pocas líneas. Todo el tiempo pasado a ciegas y seguimos igual.
Me ha recordado que hace pocas semanas me tropezé con un video montaje en un blog de tecnología en la escuela que tiene que ver con todo esto, y los nuevos tiempos tecnológicos. Es de una profe, también de profes, de Murcia, Rosa Bernal. Trata de una visión de los alumnos sobre el papel de la escuela y los profes en los tiempos modernos. Está subtitulado en castellano sobre un original ingles, pero se entiende perfectamente el mensaje.
A ver si este enlace sirve: http://materialesvirtuales.blogspot.com/
y dentro de él, mirar el video UNA VISION DE LOS ESTUDIANTES…
Gracias, desde Canarias.
¡Ah! y me olvidé de decirlo: me gusto mucho que alguién alguna vez baje del pedestal a Piaget… Me encanta Vigotsky…
Ya hace tiempo que se instauró como método los centros de interés. Más aún si pensamos en el método mayéutica de los griegos… Si el alumno/a deduce que «penta» significa cinco porque ya conoce el pentágono y si llega a analizar que la gramática se refiere a la escritura, podrá concluir por sí mismo/a que un pentagrama son «cinco escrituras» o cinco líneas…
A partir de una obra musical consensuada por el alumnado (y también por el docente a fin de que especialmente su letra sea educativa) es posible crear un centro de interés sobre el que aprender y disfrutar. La obra se dividirá en varias partes (y será entonces necesario comprender qué es un musicograma), y tendrá probablemente distintas intensidades (y podremos ejecutar y entender qué es un «crescendo», por ejemplo) y, por fuerza, tendrá un final que acabaremos denominando «coda»…
Se pueden, pues, establecer los contenidos en función de los intereses de los discentes y lograr un aprendizaje significativo de verdad (cito a Ausubel, si se me permite).
También -pido permiso análogamente- no viene mal atender a los aspectos positivos del Estructuralismo (Titchener), de la Escuela de la Gestalt (y su concepción holística), del Constructivismo (Piaget, Vigotsky, Ausubel…), del Conductismo incluso, en lo que concierne a los refuerzos positivos (Watson, Skinner…) o de la Psicología Humanista (Maslow, Rogers…).
Por cierto, que he leído recientemente que Miguel Ángel Santos Guerra conoció personalmente a C. Rogers, lo cual me alegra y me proporciona cierta información con la que entiendo aún más su forma de pensar.
En resumen, pretendo comunicar que aunque personalmente me decante por la Psicología Humanista, no puedo desdeñar otros saberes, otras experiencias que pueden -aunque sean parcialmente- resultarme útiles.
Considero que aún no tenemos recetas ni métodos mágicos ni infalibles. De hecho, la Psicopedagogía ha demostrado que un método que funciona en un momento determinado con un educando, no tiene por qué servir a otro, ni siquiera al mismo educando con el que proporcionó resultados positivos si se aplica en un momento o contexto distinto.
Saludos cordiales a todos ustedes y muchas gracias por las reflexiones que aportan.
Y muchas gracias, querido amigo y maestro Miguel Ángel por este valioso artículo. Aprovecho la ocasión para comentarte que sigo estudiando tu asignatura (aunque no tengamos ya vinculación académica). Comencé este verano por el artículo de Sandra Nicastro que creo recordar que se titula «Trabajar de director o sobre un hacer en situación» y ya voy concluyendo los últimos artículos que me recomendaste, con lo que puedes confirmar que no estudiaba por la calificación. (Por cierto, en uno de esos artículos es donde leí que conociste a C. Rogers). Un abrazo.
Muy buena historia que ya escuché en un curso sobre técnicas docentes que nos diste en Mallorca.
Sólo decirte que en esta ocasión:»Inician el ascenso. Cuando ya no les pueden oír, un jugador le dice al otro:
– Mira, un catedrático de Universidad».
(donde dice jugador debe decir viajero).
Sigo encantada leyendo tus articulos!!!!
Un afectuoso saludo. Lourdes
Hace 24 años que trabajo en educación y no sé si afortunadamente o desafortunadamente cada vez me ratifico más en la necesidad de que la escuela tiene que servir para algo más que transmitir conocimientos, que dicho sea de paso, a veces no cumple ni siquiera esa función. Soy pedagoga de profesión (orientadora de Equipos de Psicopedagógicos). He tenido la enorme suerte de trabajar con los alumnos (educación especial, compensatoria, aulas de enlace, integración y ahora con adultos)y siempre he tenido claro que valoran y lo valoran mucho aquellos aspectos colaterales de la educación que desgraciadamente tan poca importancia parece que tienen para el profesorado (los valores, los afectos, la autoestima, las experiencias, la participación compartida…etc). Ha veces trabajar estos aspectos a muchos de ellos les ha servido para volver a «reengancharse» y seguir en la dura batalla de cumplir con los contenidos curriculares(a veces absurdos y carentes de sentido. Corren malos tiempos para la educación en general y especialmente para la educación en Madrid, de la que actualmente soy profesora. Creo que es necesario que vayamos quejándonos menos y reflexionando más, mucho más sobre aspectos fundamentales de educación que van mucho más allá del currículo. Un saludo y enhorabuena por su página y sus reflexiones. Carmen Ballesteros Doncel.
Hace 24 años que trabajo en educación y no sé si afortunadamente o desafortunadamente cada vez me ratifico más en la necesidad de que la escuela tiene que servir para algo más que transmitir conocimientos, que dicho sea de paso, a veces no cumple ni siquiera esa función. Soy pedagoga de profesión (orientadora de Equipos de Psicopedagógicos). He tenido la enorme suerte de trabajar con los alumnos (educación especial, compensatoria, aulas de enlace, integración y ahora con adultos)y siempre he tenido claro que valoran y lo valoran mucho aquellos aspectos colaterales de la educación que desgraciadamente tan poca importancia parece que tienen para el profesorado (los valores, los afectos, la autoestima, las experiencias, la participación compartida…etc). Ha veces trabajar estos aspectos a muchos de ellos les ha servido para volver a “reengancharse” y seguir en la dura batalla de cumplir con los contenidos curriculares(a veces absurdos y carentes de sentido. Corren malos tiempos para la educación en general y especialmente para la educación en Madrid, de la que actualmente soy profesora. Creo que es necesario que vayamos quejándonos menos y reflexionando más, mucho más sobre aspectos fundamentales de educación que van mucho más allá del currículo. Un saludo y enhorabuena por su página y sus reflexiones. Carmen Ballesteros Doncel
Embarcado. (A propósito de “Una cena con los amigos”)
También se me ocurre una metáfora, casi una historia, aunque en mi caso no sobre la relación entre un profesor/a y su alumnado, sino entre docentes, o mejor dicho, los docentes finales y los que organizan a los docentes (se supone que algunos de ellos también forman parte del gremio) .
Os explico: asimilemos un centro educativo a un barco, un velero. El velero en cuestión surca los mares, para eso fue pensado, puede transportar mercancías de aquí para allá, llevar personas de un lugar a otro, … un centro educativo, ciertamente, no surca mares, pero aceptemos el símil: también «transporta» a las personas desde una etapa de su vida a otra, podría decirse que se ideó para facilitar el viaje a través del conocimiento.
Cada centro educativo tiene su propio bagaje, su propia historia, atraviesa determinados ciclos superando los escollos que surgen, abandona ciertos puertos en los que estuvo anclado, e intenta poner proa hacia nuevos horizontes. Y he aquí una curiosa cuestión, una vez embarcado, hasta un simple marinero de agua dulce, suele tener idea del rumbo que seguirá la nave, el puerto donde es necesario hacer escala, o al menos una borrosa idea sobre las lejanas tierras que la tripulación ansía descubrir. Para iluminar esos inciertos caminos se inventaron las historias de capitanes intrépidos, de aguerridas tripulaciones, parte de la literatura romántica del siglo XIX, y esta metáfora. Pero llegados a este punto mi historia hace aguas. No encuentro capitanes intrépidos, ni marineros aguerridos, que sumar a mi narración, ni hay puerto al que dirigirse. Aún se comenta que hay quien tiene una idea sobre la ruta que un velero debería seguir, pero esos visionarios no están, por ahora, ni cerca del timón de nuestra nave en cuestión. ¿Quién lleva el timón? ¿Hacia donde va este barco? Pregunto. «No lo sé», me responden, uno por uno, cada miembro de la tripulación, «todo va mal, nada es como debería ser, o como era antes». También pregunto al capitán ¿sabes a dónde nos llevas?. «Yo solo me ocupo de que esto siga a flote, de tapar los agujeros, y bastante hago» me responde. «Eso no debería preocuparte», responde el capitán de mi capitán cuando le hago la misma pregunta, «nosotros estamos aquí para hacer bien nuestro trabajo, el rumbo lo marcan otros».
Bien tapemos agujeros, ¡Buena idea!, mientras, a alguien se le ocurrirá algo, me digo.
Pero también en eso mi intento de encontrar sentido a esta kafkiana historia hace aguas: no sopla viento, tan solo el del norte (desde la vieja Europa), y las cartas de navegación que el alto mando nos entrega no solucionan ninguno de nuestros problemas, ni nuestra incertidumbre. Hace poco recibimos la «ley del buen marinero. «¡Más trabajo!, aun así la tripulación no se subleva, por lo que el capitán de mi historia recibe una medalla, una palmadita en el hombro y esboza una sonrisa autocomplaciente, convencido de que esto es lo más parecido a atravesar los siete mares.
Soy Jefe de Estudios en un centro de Primaria, un cargo que se ha tornado un tanto extraño, en uno de estos centros educativos que esta varado en medio de ningún sitio, esperando, con más miedo que entusiasmo, las nuevas noticias que el correo electrónico nos depara, nuevas instrucciones sobre como tapar agujeros. Mi tripulación enmudeció, se sienten contentos por pertenecer a la marina, una garantía en época de crisis, quizás con la salvedad de su salario, que podría ser mejor, pero no van a iniciar una guerra por ello (como cualquier otra batalla, la dan por perdida de antemano). Ahora debemos aprender lo que es un trinquete, subir el ancla en menos de seis segundos y desplegar las velas de manera coordinada (esto han de resolverlo los equipos docentes, nos dice el capitán, porque así se lo han hecho saber los jefes de su jefe). Bien ya tenemos nuevas
órdenes. ¿Alguna noticia sobre el rumbo? Nada. Nada por ahora.
Un padre nos asedia, mientras cierto medio de comunicación nos lanza balas de cañón en nombre del acoso escolar, pero resistimos, seguimos a flote. Poco después sufrimos el ataque de un teórico de la universidad, pero nos refugiamos a tiempo en la bodega, y el ataque cesa. En la mar comienza un nuevo día, un día más, con o sin esperanza, según el caso, sin noticias de una nuevo mundo por descubrir, ni un puerto al que dirigirnos.
No hay viento, y no lo habrá durante cierto tiempo, me dice un amigo “destituido”. ¿Por qué? Le pregunto. «He vivido en palacio, me dice, y he observado un alto número de mediocres/as calentando asientos en los despachos. Los que, según tu tripulación, deberían cambiar las cosas, están demasiado ocupado buscando alguna idea con la que justificar su nombramiento, algún nuevo invento, llamémosle … «proyecto». A su manera están, de nuevo, tapando agujeros, es lo que han aprendido a hacer, no saben diseñar cartas de navegación, y además, no los han contratado para eso.»
¡Me bajo, abandono el barco!, digo a mi amigo, ¡esto no tiene sentido!. Él no muestra piedad, y me responde con la frase de moda: «Nadie es imprescindible, puedes abandonar cuado quieras, tu también perteneces a la categoría de los «tapa-agujeros» y cualquier otro te sustituirá, apenas un número limitado de alumnos notará la diferencia, pero sus opiniones no son tenidas en cuenta».
Ciertamente tiene razón, y después de tanto tiempo embarcado, incluso yo he perdido mi espíritu aventurero… ¿qué haría si volviera a tierra firme?, al fin y al cabo para hacer cuatro chapuzas, yo también valgo, lo cual me garantiza una plaza en este barco.
Y he aquí el final de mi estúpida historia. El mensaje de la misma, por si algún alma incauta aún no lo hubiese percibido, es bien sencillo: el profesorado actual no sabe cual es el papel que la escuela debe cumplir, no encuentra sentido a su trabajo, y por encima de él, en este país (España), nadie es capaz de redefinir la función social de la Escuela.
Hay excepciones, por supuesto, a la vista está este foro, pero esta vez he decidido, con mi metáfora, rendir un homenaje a la mayoría.