He leído en el excelente libro de Ken Bain «Lo que hacen los mejores profesores universitarios» una preciosa metáfora sobre lo que hacen, sienten y piensan esos profesores excepcionales. Dice el autor que cuando uno de estos docentes comienza una experiencia de aprendizaje con sus alumnos es «como si un amigo invitase a sus amigos a cenar y no como si un alguacil sentase en un banquillo a un acusado».
¿Qué sucede con la cena de los amigos? Que quien no va se la pierde. Ni come, ni dialoga, ni disfruta de la compañía, ni aprende cosas nuevas.
¿Qué pasa con quien no se sienta en el banquillo? Que no es juzgado, que no sufre, que no es humillado. Quien no se sienta en el banquillo se libera.
He visto el símil como un auténtico programa para docentes. Cada uno se puede preguntar: ¿es mi aula una mesa para el banquete de amigos o es un banquillo para sentar a los acusados?
Los alumnos pueden decir muchas cosas al respecto. Pueden decir cómo se sienten cuando acuden a las clases, cuando están dentro de ellas, cuando la sesión ha terminado.
Los amigos se respetan, se ayudan, se quieren. Los acusados son juzgados y, probablemente, castigados. El propio banquillo ya es un castigo.
Ya sé que el aprendizaje requiere esfuerzo. Ya sé que es preciso sacrificarse para mantener una atención intensa, para comprender lecciones complejas y para realizar tareas difíciles. Pero el sacrificio que tiene sentido, que se realiza en un ambiente relajado y con ayuda de otras personas es de diferente naturaleza al que se realiza sin sentido y en un clima hostil.
¿Cómo puede el profesor crear un ambiente comparable a una cena de amigos? ¿Cómo puede conseguir un clima en el que el aprendizaje sea una aventura placentera?
– Queriendo a los alumnos, tratándolos con respeto, esforzándose por ser mejor.
– Disfrutando con aquello que hace, mostrándose feliz por participar en esa experiencia compartida.
– Conociendo el nombre de cada uno de sus alumnos o alumnas, sabiendo quién es cada uno, interesándose por sus dificultades.
– Haciendo fácil la formulación de preguntas, invitando a todos a preguntar lo que no entienden, haciendo ver que quien pregunta no impide el avance sino que lo promueve.
– Dando cabida en las clases al humor, tanto por su parte como por la de los alumnos.
– Llegando puntual (la puntualidad es un signo de respeto) y pidiendo disculpas y dando explicaciones cuando no lo hace.
– Reconociendo las limitaciones y los errores, manifestando humildemente que no es omnisciente ni omnipotente.
– Invitando a la participación de todos y todas en la elaboración del programa y en su desarrollo y evaluación.
– Estando abierto a las críticas que formulan los alumnos y dispuesto a realizar los cambios propuestos cuando los considere razonables.
– Exigiendo a todos el máximo respeto a las intervenciones de cada uno.
– Estando abierto al diálogo tanto con cada alumno como con el grupo en general.
– Mostrándose cercano y accesible, tanto en el aula como fuera de ella, especialmente en la tutoría.
– Convirtiendo la evaluación en un proceso de aprendizaje y no sólo en un mecanismo de dar calificaciones.
– Dominando la asignatura y mostrándose dispuesto a ser también un aprendiz con sus alumnos y de sus alumnos.
– Ingeniándoselas para convertir las clases en experiencias atractivas y apasionantes.
Para que haya una buena cena, tiene que haber un buen anfitrión, pero también tienen que ser buenos los comensales. Y, por supuesto, extraordinarios en calidad y condimento los alimentos.
Se ha insistido poco en la necesidad de que haya buenos alumnos para que pueda haber buenos profesores. Si los comensales son displicentes, groseros, perezosos y antipáticos es difícil organizar una buena cena.
Reproduzco este curioso diálogo entre Isabella y David en la voluminosa novela de Carlos Ruiz Zafón «El juego del Ángel»:
– Es usted el peor maestro del mundo (dice Isabella).
– Al maestro lo hace el alumno, no a la inversa (apostilla Martín).
Pienso en una relación asimétrica marcada por la influencia del maestro, pero se ha olvidado muchas veces la importancia que tiene para el ejercicio del buen magisterio el hecho de que haya buenos alumnos.
Hace unos años pedí a mis alumnos, al comienzo de curso, que me escribieran un texto sobre la siguiente cuestión: ¿Cómo me defraudaría mi profesor en este curso? Lo hicieron. Pero yo les escribí a ellos otro titulado: ¿Cómo me defraudarían mis alumnos durante el curso? Cuando leímos nuestros comentarios acabamos concluyendo que deberíamos redactar juntos un nuevo texto: ¿Cómo nos defrauda el sistema a ambos? Y así lo hicimos. Todos aprendimos.
Siguiendo con el símil de la cena, no podemos dejar al margen la calidad, la cantidad, la variedad y la condimentación de los alimentos. Me refiero a la riqueza de los contenidos del aprendizaje, a la coherencia y a la capacidad nutritiva del curriculum. Pierde mucho valor una cena a la que acuden comensales con apetito pero que no tienen nada sabroso y abundante que comer. Es probable que acaben diciendo:
– Hubiera sido preferible hacerme un bocadillo y no moverme de casa.
La clave está en el amor y el conocimiento. Esa mezcla única cuyo resultado es la sabíduría. ¿Quién no recuerda alguna asignatura que nos gustó de manera especial en nuestra edad adolescente? Ahora sabemos que no eran los contenidos específicos. Detrás de ello había una profesora o un profesor que sabía y que amaba lo que hacía.
Días pasados ayudaba a mi hija a sintetizar el proceso de la fotosíntesis. ¡Que palabras difíciles! Le pregunté si entendía lo que estaba diciendo. No importa me contestó, lo repetimos de memoria y la profesora dice que está bien. Huelgan los comentarios.
¡Sería tánto más fácil de repetir si se entendiera lo que se está diciendo! Sé que soy reiterativa en esto. Pero hace demasiados años que me preocupa y no veo cambios. Los libros tendrían que estar siempre abiertos en las clases…
A veces tengo la sensación de que la educación en nuestro país, bueno no solo la educación, está bañada de mediocridad.
Pero quiero ser justa. Hay excelentes maestras y maestros que están enamorados de lo que hacen, que dejan lo mejor de si en sus lugares de trabajo. Que saben, que piensan, que aman. También yo los he tenido…
…hoy necesito un maestro que me dè la consigna para ponerme a pensar..tan profundo y tan cierto este texto compartido… HOY APRENDÌ MUCHO.. de tì MAESTRO MIGUEL ANGEL
HOLA MAESTRO, USTED ES CADA SÁBADO UNA FUENTE DE INSPIRACIÓN PARA MÍ, Y SI UN DÍA YO ME DIERA CUENTA QUE USTED LEE MIS COMENTARIOS Y COMPARTE MIS REFLEXIONES, SERÍA ALGO ASÍ COMO TOCAR EL CIELO CON LAS MANOS.
YO PIENSO QUE LO QUE NOS CORRESPONDE A LOS MAESTROS, ANFITRIONES DE LA MESA DE AMIGOS, ES HACER UN POCO DE MAGIA, TENEMOS QUE ATENDER MAGNÍFICAMENTE A LOS COMENSALES QUE VINIERON SIN INVITACIÓN, PORQUE COMO DECIMOS LOS ARGENTINOS «ES LO QUE HAY».
EN ESO RESIDEN LA CLAVE Y EL SECRETO DE LA BUENA EDUCACIÓN, EN CONVERTIR LO QUE TENEMOS EN ALGO MARAVILLOSO, ES COMO EL MILAGRO DE LAS MADRES POBRES, QUE SABEN HACER PAN DE LA NADA.
CORDIAL ABRAZO DESDE CÓRDOBA, ARGENTINA.
¡Gracias!!
Como contraste complementario, véase la página del «Movimiento para el Derribo de la LOE» (M.O.D.E.L.O).
http://movimientoparaelderribodelaloe.blogspot.com
Saludos.
Emilio de Fez
Presidente de «M.O.D.E.L.O»
Acabo de leer su texto «Una cena con los amigos». Y los comentarios de otros lectores. Ciñéndome al texto suyo, profesor Santos Guerra, aplaudo: eso que usted plantea es poner un dedo en la llaga lacerante de una enseñanza muy mediatizada, poco atendida de verdad desde ciertas instituciones, y sin embargo, plena de posibilidades en cuanto aparece una figura como la que su actitud representa y sugiere. Enhorabuena, Miguel Ángel. Nota.- En mis años de estudiante, tuve la suerte de tener algunos profesores como veo que es usted para sus alumnos: críticos a la vez que amables. Reitero: gracias. Por su ejemplo.
Afortunadamente, hay profesores que consiguen que sus clases sean todo un banquete, en el que se puede y se sabe disfrutar de los alimentos incluso cuando el profesor no está. Gracias por predicar con el ejemplo, MA.
¿Debo estar agradecida de haberme encontrado con profesores de este tipo, que han sido amigos sinceros? No será que por esta cuestión de recordarlos melancólicamente que hoy los profesorados no son capaces de construirlos? Si es tan claro que ese es el camino, porque ha pasado más de medio siglo y todavía tenemos que estar agradecidas o agradecidos de habernos encontrado con docentes de este tipo.
Encuentro muy interesante (como siempre) el artículo y sobre todo muy alentador y realista, me he inspirado tanto que decidí iniciar mi nuevo blog «Reflexiones sobre la enseñanza y el aprendizaje» (http://educaciondebate.blogspot.com/) debatiendo este artículo.
Gracias MA.
Continuando con el símil, añadiría que es difícil que un único cocinero prepare platos muy distintos -casi exclusivos, a veces- para comensales que necesitan menús individuales.
Las aulas cada vez se parecen más a las unitarias, en tanto que la heterogeneidad es creciente. El problema reside en que -a tenor de lo dispuesto en la legislación vigente en España en lo que concierne a las unitarias- la ratio se establece en quince alumnos/as por docente en aulas compuestas por educandos pertenecientes a la misma etapa y en doce discentes en el caso de que coexistan dos etapas distintas.
Cada vez más, debido fundamentalmente -a mi juicio- a la inmigración, se suman a los centros alumnos/as de diversa cultura e idioma, sin obviar el tradicional concepto de prevalencia, por el cual no pueden olvidarse los educandos que presentan necesidades educativas especiales.
Si se pretende calidad en la enseñanza, si se quiere calidad en el menú, el espacio y el tiempo son imprescindibles. No se puede cocinar con prisas porque no hay tiempo para preparar platos para 28 personas, considerando que la mayoría de ellos han de ser distintos.
Aún así, a pesar de ésta y de otras muchas dificultades, merece la pena emplear las especias de amor, de entusiasmo y de ilusión.
¡Muchas gracias por esta nueva cena!
Vaya, esa imagen me suena 😉 Es el avatar que suelo usar desde hace años. Le leo don miguel…y me gusta.
Gracias Miguel Ángel, maestro, por este blog.