Josefina o la ley del péndulo

5 Ene

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Noche de Reyes. La magia de los sueños infantiles que se hacen realidad a través de la cartera de los padres. ¿Quién decide hoy la magnitud de los sueños? Los niños y las niñas. Ellos manejan la varita mágica del dinero que no ganan. Hubo un tiempo en que eran los padres quienes decidían qué regalos querían, debían y podían comprar. Y los niños, a callar. Hoy mandan los niños. Y vemos a los padres corriendo de Carrefour al Corte Inglés y del Corte Inglés a Toys’R’us en busca del último capricho creado por la publicidad. Pues bien, ni una cosa ni otra. Esa es mi tesis.
Hace unas semanas me encontraba en la terraza de un bar del Puerto de la Cruz (Tenerife). De pronto llega un grupo de personas mayores, algunas de las cuales traían instrumentos de cuerda: laúdes, bandolinas, guitarras… Era un grupo musical que, no sé si por costumbre o de manera accidental, amenizó la sobremesa de los comensales que estábamos en la terraza. Con entonación y buen ritmo comenzaron a cantar y a tocar canciones melódicas de la tierra… Era una hermoso espectáculo. No pedían dinero. Sencillamente compartían el rato divirtiéndose en el hermoso menester de cantar y tocar juntos.
La letra de una de las canciones me llamó poderosamente la atención. Tanto, que me acerqué al grupo y le pedí a una de sus integrantes que me la dictase. Decía así: Al ladito de mi casa/vive una nueva vecina/con su papá y su mamá:/una muchacha divina./ Ayer andaba barriendo,/yo le hablé y me contestó./ Agarrada de la mano,/ pronto su madre le habló:/¡Josefina!/¿Qué?/ Y nuestro amor terminó.

La canción siguió con otras estrofas que también copié. Aprendí la melodía y alguna vez que otra me sorprendo tarareándola. Pero, ¿qué es lo que me llamó la atención de la letra? La contundente autoridad de la madre que, con sólo pronunciar el nombre de la hija, consigue terminar con una posible relación indeseada. Le basta decir con énfasis ¡Josefina! para que no haya más que discutir.
Eran otros tiempos. Hoy sería impensable. Hoy son los hijos quienes deciden, convirtiendo a los padres en meros testigos (más o menos complacientes) de esas decisiones. Si les gusta, bien. Y si no, también. Cuando una chica quiere iniciar una relación, los padres se callan o, a lo sumo, expresan una preocupación o un temor. Pero de ahí no pasan. Es más, algunos piensan que oponerse es aumentar la intensidad del empeño en mantener la iniciativa. Los hijos (y las hijas) llevan a su pareja a la casa, se hacen invitar a comer y hasta se van de viaje juntos contra la voluntad paterna.
Pues, ni una cosa ni otra. Creo que la tentación es practicar la ley del péndulo. Como el autoritarismo es inaceptable se pasa a la permisividad. Pero es fácil que, cuando la permisividad comience a dar frutos indeseables, como está sucediendo, se pase de nuevo al autoritarismo.
De una etapa en la que los padres imponían a los hijos la persona con la que se tenían que casar se ha pasado a otra en la que los padres no pueden ni siquiera opinar sobre lo que les parece un error de gravísimas consecuencias. De una etapa en la que los padres no permitían hablar a los niños («tú te callas, que están hablando los mayores») se ha pasado a otra en la que los padres no pueden abrir el pico mientras sus retoños parlotean ante la complacencia de los adultos. De una etapa en la que los padres decidían qué hacer durante el fin de semana se ha pasado a otra en la que son los niños quienes imponen su criterio o su capricho. O, como decíamos: De una etapa en la que los padres decidían sin consulta previa qué regalos se compraban por Reyes se ha pasado a otra en la que los niños deciden a su antojo qué es lo que les tienen que comprar los padres. Más ejemplos en los que se puede comprobar quién impone su ley: programas de televisión que se ven en la familia, ropa que se viste, viajes que se hacen, cosas que se compran…
Me acuerdo de cómo mis abuelos imponían su criterio sin que nadie pudiera rechistar. Cuando alguien entraba sin saludar en el comedor había que salir de nuevo a la calle, volver a llamar y entrar de la forma debida y con los saludos preceptivos. A nadie se le ocurría desobedecer o llevar la contraria. La severidad era extrema. El maestro tenía una vara y con ella imponía el orden y repartía instrucciones.
Y de ahí se pasó a la permisividad más absoluta. Se invirtieron los papeles y empezaron a mandar los menores. La mala conciencia, el temor a crear traumas, el rebote de aquellas prácticas despóticas llevaron a un cambio de papeles. El padre recoge los juguetes que el hijo deja tirados por el suelo, el niño da órdenes y profiere amenazas, el pequeño dictador dice que si no se le da lo que quiere se negará a comer…
Como estamos probando algunos frutos amargos de la permisividad, corremos el riego de volver a las andadas del autoritarismo. Ese sería, a mi juicio, el error. El péndulo no se detiene en el medio, salvo cuando se avería. Esa ley pendular es, a mi juicio, una peligrosa tentación educativa. Pienso que el equilibro es un criterio más adecuado para conseguir lo que se pretende.
El restablecimiento de la autoridad supuestamente perdida no se produce a través de la vuelta a formas pretéritas de respeto o del endurecimiento de las sanciones. El presidente Sarkozy, por tantas futilidades conocido, ha escrito una larga carta a los maestros franceses en la que pide, entre otras muchas cosas, que los alumnos se pongan de pie cuando entre el profesor en el aula. Creo que no es ese tipo de prácticas las que consiguen el verdadero respeto de los alumnos hacia sus profesores. No son esas prácticas las que producen auténtica formación.
No es aceptable pasar de la permisividad al autoritarismo. Tampoco es sano mantener una autoridad de pacotilla que resulta ridícula. Un padre discute con su hijo sobre la hora de volver éste a casa. Como no llegan a un acuerdo el hijo le acaba diciendo al padre.
– ¿Sabes, papá, a qué hora voy a volver a casa? A la hora que me de la gana.
Y el padre, muy en papel de autoridad oficial, replica con un gesto de aparente dureza:
– Pero ni un minuto más tarde, ¿eh?

7 respuestas a «Josefina o la ley del péndulo»

  1. Miguel Angel, buena reflexión¡ Pero creo que dejar las cosas en un punto intermedio entre la autoridad y la permisividad, como dices, es dejarlas en ningún sitio¡ 🙂

    La autoridad no debe provenir de los padres como tales, ellos en todo caso pueden aplicar o no ciertas correcciones. La autoridad proviene de las normas compartidas y asumidas entre padres e hijos, y eso desde el principio.

    Como en Supernanny, es bueno que las normas estén escritas o claramente explicitadas para toda la familia¡ Lo autoridad sólo es negativa en sí misma cuando es arbitraria, ¿no crees? Un saludo cordial

  2. Querido Miguel Angel, desde que me diste la dirección,suelo visitar el Adarve habitualmente los fines de semana. Admiro tus reflexiones, cada semana, sobre asuntos de la vida cotidiana, que contribuyen, a su vez, a reflexionar a la gente. Igualmente la ironía y la forma de escribir. Sin embargo, no he hecho comentarios antes.

    Tocas esta semana el tema de la autoridad, con motivo del día de Reyes. Noto una cierta mirada, también en tu caso, ponderada, sobre si en algunos casos, no fuimos demasiado lejos, para volver al «justo medio» que decía Aristóteles como el lugar de la virtud.

    A mi me gusta mucho el analisis de Hannad Arendt sobre el tema (a aplicar también a algunos colegas nuestros pedagogos):
    «Ese absurdo de tratar a los niños como si fueran una minoría oprimida que necesita ser liberada, que se aplicó en las modernas prácticas educativas. Los adultos desecharon la autoridad y ésto sólo puede significar una cosa: que se niegan a asumir la responsabilidad del mundo en el que han traido a sus hijos».

    Y sin «responsabilidad por el mundo», no hay mundo alguno que enseñar y, en ese caso, «huelgan» los padres y los maestros.

    Un abrazo
    Antonio Bolívar

  3. La ley del péndulo es muy peligrosa y la del punto medio también. Las dos ignoran que el medio es un espacio flexible y que es amigo de los procesos. Y en ese proceso de la administración del «in medio, Virtus» está el arte de educar. Con padres y maestros cariñosos y empáticos, también entre ellos hay educación, pero no con niños mimados o maltratados. La ley del péndulo hizo no entender la Logse, cuando en el espacio flexible del centro se podía trabajar. Se maltrató la Logse por parte de los maestros, padres y administración y surgieron todas las rebeldías y desafueros legales, que basculaban del «todo a la nada» y así estamos. El arte de educar necesita más formación y más inteligencia educativa por parte de los maestros, los padres y entre los padres y maestros, de modo que la política y la administración también se eduquen.
    Muchas gracias, Miguel Ángel, por tus temas e ideas.

  4. Miguel Angel: he leído este artículo tuyo y estoy de acuerdo con tu reflexión.
    Cada día por uno u otro motivo me acuerdo de cuando las cosas eran de otra forma y efectivamente, en casa mandaban los abuelos, padres, los hermanos mayores y en el cole quién se atrevía a rechistar al profesor mirándote amenazante con su vara recién afilada . Ay! de aquel niño o niña que llegase a casa con una carta del profesor, no había paredes por donde subir, si, si… yo he vivido esa época.
    Pero recuerdo que tenía mucho miedo, adoraba a quienes me criaban, pero, tenía pavor y vivía en la desesperación de no equivocarme, de ser buena de no mover una pestaña a deshoras… me pregunto si eso era vida?, no podía hablar con mi madre de casi nada, todo era tabú, las puertas en casa, estaban cerradas, todo era pecado. Este es el gran problema, que la mayoría de los padres y madres de ahora hemos vivido una gran represión y me niego a darles esa vida a mis queridísimos hijos, quiero que sean muy felices y ahí está,también el error, que ni corto ni cortijo, la felicidad mal entendida, sé que tengo la culpa yo, que no he puesto los límites necesarios y que he dado confianza, que como siempre, das la mano y se toman el brazo.
    Efectivamente ellos deciden que quieren, que se ponen, con quienes van, aunque particularmente, no me puedo quejar y aún domino la situación porque mis hijos son especiales.
    Pero conocozco quien no consigue dominar esa situación, la permisividad nos ha llevado al caos, a unos mas que a otros, pero en definitiva a todos.

    No me gusta lo que veo ahora, pero no me gustaba lo que había entonces, así que, que puedo hacer?, dónde está ese término medio?.

    Ah! De la supernany, habría mucho sobre lo que hablar.

    Un saludo.

  5. No es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cada momento tiene su encanto. A veces la sociedad en la que estamos inmersos nos envuelve y nos arrastra.Pero está en nosotros no dejarnos llevar. «Solo a los peces muertos los arrastra la corriente…» Como padres o educadores tenemos que saber que persona queremos que sean nuestros hijos o alumnos y sobre ello trabajar. El amor hace que se pongan los límites necesarios para lograr aquello que queremos. La dedicación y el ejemplo ayudan. Y los adultos podemos, si queremos, hacer que no se pierda la magia de los magos que un día dejaron en el pesebre de Jesús oro, incienso y mirra.

  6. Creo que el autoritarismo extremo basado en la «varita mágica» ha sido superado, afortunadamente.

    La Constitución Española de diciembre de 1978, en su Título I (De los Derechos y Deberes Fundamentales), ha supuesto un avance muy importante, si bien el desarrollo legislativo de dicha ley marco ha de evolucionar mucho todavía (por ejemplo en lo que concierne al Código Penal). Al igual que existe el conocido «paraíso fiscal», también se sabe que España es un «paraíso penal» -especialmente lo difunden muchísimos delincuentes extranjeros que vienen aquí, porque en este país se paga muy barato el delito-.

    Ahora vivimos tiempos de permisividad. La Constitución que citaba consagra en su artículo 12 que la mayoría de edad se establece a los 18 años. El art. 27 defiende los derechos de los tutores legales de los menores en el ámbito de la educación. Pues bien, ¿cómo es posible que los niños/as decidan sobre su formación en materia religiosa o en la alternativa a esta área que ofrece nuestro sistema educativo? Hablamos de valores, de la formación que va a marcar a los educandos para toda su vida, de su concreto y distinto proceso de enseñanza-aprendizaje.

    Recuerdo hace unos cuatro cursos que de un grupo amplio de 1º de E.S.O., sólo un alumno se matriculó al curso siguiente de religión católica. Respetando todas las posturas, ¿cómo es posible que los niños/as decidan su futuro si aún no están formados? (sea en uno u otro sentido). Pues así es. Muchos pequeños/as lo controlan absolutamente todo, como se extrae del artículo publicado.

    Al igual que existen planteamientos legales de obligaciones de los padres, madres y tutores/as legales, con respecto a sus hijos/as, también deben ser aquellos los que los orienten en su vida y los que decidan qué es lo que más les conviene.

    Sí creo que deben marcarse unos límites en su educación. Considero que debe de haber normas, pero cargadas siempre de razonamientos que poco a poco les vayan haciendo entender que las actuaciones, pequeñas o grandes, han de sustentarse en el sentido común y en los valores humanos.

    Volvemos, pues, al eje clásico que vertebra las influencias en las interacciones: a los agentes socializadores. Aún cuando la escuela y las familias van de la mano, si no somos capaces de influir en los grupos de pares en los que se integran nuestros discentes, si dejamos que sean ellos quienes controlen el tiempo y la calidad de relaciones con los mass-media, difícilmente podremos educar.

    «Se necesita una tribu entera para educar a un solo individuo». «Y una buena tribu para que se conceda una buena educación», ¿no?

    En nuestra tribu, en nuestra sociedad, se está produciendo en exceso una cultura en la que todo vale, con un cierto predominio de tomarse las cosas a broma. Reirnos demasiado de todo sólo puede conducir a la creación de un hábito donde se relativice la noción de respeto. Pienso que es demasiado peligroso, en todos los sentidos. En todo trabajo, en toda acción, ha de procederse con responsabilidad. Es fundamental que cada sujeto cumpla con sus obligaciones, sea el campo que sea.

    Evidentemente influyen otros muchos factores y circunstancias. En todo caso, quede constancia de mi agradecimiento a Miguel Ángel Santos Guerra por este nuevo artículo, así como a los que han realizado comentarios. A mí me ha servido de análisis para reflexionar un poco más sobre educación. Muchas gracias a todos/as.

  7. Estimado Miguel Ángel, qué reflexión más profunda es la del autoritarismo. Pienso que estamos en un momento de crisis educativa en todos los ambitos. Los políticos no saben qué ley quieren porque no se ponen de acuerdo porque si uno entra, cambiará todo lo que hizo el anterior, grave error, creo.
    Antes, no se sabía nada, hoy se sabe mucho, antes nos aguantábamos porque fuimos educados bajo unas directrices de «en casa se hace lo que digo yo,…», hoy es complicado tener una mínima parte de autoridad pues parece que los niños ya nacen con la lección aprendida. Quizás la educación va por ciclos; antes nos encontrábamos con una autoridad muy fuerte dentro de la familia y el profesor era como tu segundo padre cuando éste no estaba. Pienso que hoy se le ha dado tanta libertad de normas a los niños/as que ni siquiera son ya normas, pues no las cumplen nunca y nos vemos obligados en la escuela a reestablecer aquellas que parece que han sido borradas de un plumazo dentro de cada familia.
    ¿Volverá algún día el respeto a las personas? Pienso que en el momento que nos tengamos respeto padres,madres hijos/as y maestros/as, encontraremos un punto de equilibrio entre el autoritarismo y la permisividad absoluta y entonces cada actor encontrará exactamente su papel dentro de la película de «La educación».
    Reciba un cordial saludo.

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