La bandera es la piel

17 Nov

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La llamada guerra de las banderas es tan absurda como las demás guerras. Ahí tenemos a una parte de la ciudadanía atizando con el mástil en las espaldas o en la cabeza de quienes se niegan a utilizar o a sentir la enseña nacional.
Sé que el ser humano utiliza símbolos. Sé que en una democracia existen leyes. El artículo 3.1 de la Ley 39/1981 dice: «La bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado». Por si fuera poco hay también una sentencia del Tribunal Supremo, del 24 de julio de 2007, que dice lo siguiente: «La bandera debe ondear diariamente con carácter de permanencia, no de coyuntura, no de excepcionalidad sino de generalidad y en todo momento». Esta claro. La ley es terminante.

Pero hay que interpretar la ley con cautela y sabiduría. Y aplicarla con flexibilidad y criterio. Porque la ley está para favorecer la convivencia, no para destruirla. Y si es peor tener una ley que no tenerla, pues debe interpretarse adecuadamente, cambiarse o suprimirse. Como propone sensatamente el Partido Socialista (para escándalo de algunos medios y de algunos puristas) en la Asamblea de la Federación de Municipios y Provincias. Y la explicación es de sentido común: «No podemos obligar a millones de ciudadanos a sentir de una determinada manera los símbolos».
Lo que pasa es que la derecha se ha apropiado de la bandera como si fuera un patrimonio suyo. Y del sentido de la patria. Por eso en sus manifestaciones y en sus mítines, hay banderas nacionales sin cuento. Ellos son más patriotas que nadie. Probablemente porque tienen más patria, es decir, muchas más propiedades. Ellos sienten mucho «la idea de España», pero no tanto a los españoles que no piensan como ellos. Hay que ver con qué desprecio hablan muchos de estos patriotas de los «otros españoles», de quienes defienden la memoria histórica, el matrimonio homosexual o la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Tengo que confesar que no me tiemblan las piernas ni se me acelera el corazón, ni se me ponen los pelos de punta cuando veo izar la bandera española en un evento político, deportivo o social. ¿Será una enfermedad? Y si es así, ¿cómo se cura? No me emociona la bandera, pero sí las personas pobres, hambrientas, enfermas, oprimidas, humilladas e ignorantes. Me conmueve un niño desnutrido de Somalia, una mujer maltratada de Marruecos y un adulto destripado en la guerra de Irak. No son españoles, pero me conmueven más que algunos portadores y defensores acérrimos de la bandera nacional.
Siempre me ha llamado la atención que, al dar noticia de un accidente aéreo, de un secuestro masivo o de una catástrofe, la principal apostilla que se haga sea la siguiente: «entre los damnificados no había ningún español», «entre las víctimas no había ciudadanos españoles». Bueno, si no hay españoles o españolas, ¿por qué vamos a condolernos?
Me siento ciudadano del mundo y mi bandera es la piel del ser humano. Por eso las fronteras me parecen muros que aíslan y enfrentan. ¿No resulta terrible lo sucedido en estos últimos días con la muerte de un inmigrante a manos de gentes que militan en partidos que difienden un Estado sin inmigrantes? ¿No fue terrible la agresión a la chica ecuatoriana en un tren de Barcelona por un joven xenófobo que anda a estas horas libre por las calles de este dichoso país? La identidad es como una pantera que se puede domesticar, pero que cuando es hostigada, mata. Eso dice Amin Maalouf en el estupendo libro ‘Identidades asesinas’.
En nombre de la Patria se han cometido las mayores atrocidades de la historia. Si nuestra patria hubiese sido el mundo, ¿cuántas guerras, cuántas muertes, cuánto dolor se habrían ahorrado?
Se tacha a algunos nacionalismos de fanáticos, de radicales, sin darse cuenta de que todos las nacionalistas lo son. Si se anexionase España, por la fuerza, a un Estado Europeo negando la identidad de quienes tan profundamente se sienten españoles, ¿qué sucedería? Si para decidir que puedan ser españoles argumentan quienes tienen el poder que eso depende de la decisión de todos los europeos, ¿qué dirían los españolistas? ¿Por qué no son capaces de entender a los otros?
Me gustaría debatir en qué consiste ser ciudadano de este país. ¿Es buen español quien pasea la bandera «con orgullo», pero elude pagar impuestos? ¿Es buen español quien defiende la aplicación de la Ley de banderas pero es insensible con quienes son pobres o ignorantes? ¿Es buen español quien habla sin cesar de España pero desprecia a todos los que piensan en España de forma diferente?
Estoy cansado de oír a patriotas como el señor Aznar despotricar fuera de España del Gobierno de su país, desalentar a los empresarios que quieren hacer inversiones en España o jactarse de que España tenía con él un gran protagonismo porque contribuyó a meter al mundo en un guerra. ¿De qué patriotas se trata?
Liliana Cavani filmó en el año 1981 una película de nacionalidad italofrancesa titulada ‘La piel’. Narra con buen pulso y descarnado talento la liberación del pueblo italiano por los aliados. Es una película conmovedora. Viene a decir que la piel es la verdadera bandera. Recuerdo aún la tremenda escena final en la que un tanque aplasta a un ciudadano en el desfile triunfal. Una muerte tan triste como absurda.
La piel es la bandera y el ser humano es la patria. El mundo es la casa que habitamos y en la que tenemos que convivir. Y la tarea que que debemos afrontar es el aprendizaje de la convivencia pacífica que se fundamente en la justicia, en la solidaridad y en la libertad.

11 respuestas a «La bandera es la piel»

  1. Si la piel es la bandera, siempre habrá quien crea que la bandera blanca sea superior a la negra o a la de otro tono.
    Vamos a quedarnos en que la bandera sea la de ser humanos y que el mundo sea la tierra de todos. Las fronteras son las excusas para enrejar a los ciudadanos del mundo.

  2. Hermosísima bandera la tuya, Miguel Ángel, que por supuesto comparto como ciudadana del mundo que soy. Aquí venimos a vivir, a convivir con personas, a enriquecernos con experiencias compartidas, a respetar, a amar, a aprender, a enseñar…y todo ello debemos realizarlo con las personas que llenan este mundo sin importarnos su bandera, su color, su procedencia… sino su corazón.
    Muchas gracias por tus humanas reflexiones, amigo.
    Un beso.
    Mª Ángeles Peláez.

  3. Las fronteras son solo líneas imaginarias… No existen en la naturaleza. Si es cierto que a veces se utilizan accidentes naturales para trazarlas. Creo que más que sentimientos patrioticos limitan intereses económicos. La tierra nos va quedando chica, y es tan linda y que bueno sería poder vivir donde más nos guste sin sentirnos extranjeros en ninguna parte. Para mi la patria es el corazón de las personas que amo. Todos los habitantes de la tierra tendríamos que tener los mismos derechos de vivir, amar y ser felices en el lugar que más nos guste. Algún día será…
    Pero todos los habitantes de este planeta tienen el derecho a la libertad de pensar como prefieran y de ser respetados y de respetar a los que piensan diferente.
    Que a mi no se me mueva un pelo ante la bandera no quiere decir que tenga derecho a criticar a los que si se emocionan ante ella…

  4. Estimado y admirado MAESTRO.

    Ud conoció mi emocionalidad en una reunión de despedida.

    Mi bandera me identifica y en Fiestas Patrias converso del cumpleaños (historia) de Chile en mi familia , mientras en el balcón de mi casa flamea una inmensa bandera frente al Oceano PacíficO, que me regalaron mis amigos.

    Cuando izamos la bandera me emociono, junto a mis nietos que cantamos el himno patrio con alegría , optimismo , esperanza y compromiso por ser mejores patriotas y servir a todos los hermanos del mundo con una visión de reflexion , paz , armonía , tolerancia y respeto .

    El pais es de todos nosotros y cada hogar de mi pais colaborará en ser cada dia mejor en lo personal, familiar y socialmente, para recibir ahora a tantos hermanos inmigrantes , como ustedes nos han recibido con nuestras banderas en las manos y darnos esa educación tan fraternal.

    Estoy de acuerdo con vivir sin fronteras , pero eso es tema nuevo, planteados por los europeos y usted lo enseña con admirable realidad y objetividad .

    Si hoy Europa tiene su emblema , pronto America tambien lo tendrá y llegará el día en que la HUMANIDAD tendra su propia bandera .

    No me cabe duda que la EDUCACION juega el papel fundamental en la confeccion de la BANDERA DE NUESTRO MUNDO.

    GRACIAS MAESTRO POR HACERNOS REFLEXIONAR

  5. Muy buena su reflexión como siempre, estoy de acuerdo que ser ciudadano es mucho más que sentir orgullo por la bandera, pero para los argentinos este símbolo esta cargado de gran emotividad, de significados y patriotismo, tal vez sea por nuestro pasado…

  6. Somos habitantes de un sólo planeta, un planeta que nos necesita a todos. Pongámonos en un mismo sentir… La vida es muy corta y somos tan infimos en el universo.
    Saludos Maestro… Es la primera vez que dejo mi comentario, desde el Corazón de América del Sur… PARAGUAY.

  7. Plenamente de acuerdo. Como viene a cuento, me atrevo a participar escribiendo la letra de una canción que compuse en octubre del 2000 y que se titula, precisamente, MI PATRIA:

    Mi patria no puede ser
    un territorio, un lenguaje,
    un «erre hache», un paisaje,
    un folklore o una fe.
    Tampoco puede tener
    ejército ni bandera,
    muros, cercados, fronteras
    que impidan a otros venir
    o a mí no me dejen ir
    cada vez que yo lo quiera.
    Mi patria es la dignidad
    de aquellos seres humanos
    que la reclaman en vano
    sin poderla conquistar.
    Mi patria es la libertad
    de buscar en cualquier parte
    cien razones importantes
    para luchar y vivir,
    anhelos que compartir
    marchando siempre adelante.
    Mi patria es el corazón
    que me hace un hueco a su lado,
    la voz que me ha acompañado
    entonando una canción.
    Mi patria es esa emoción
    que, con alguien compartida,
    ha hecho latir nuestra vida
    un instante en sintonía;
    soledad en compañía,
    remedio a cualquier herida.
    Mi patria, lágrima amarga
    que derrama el inocente,
    el sudor de cualquier frente
    que no resiste la carga.
    El terror que siempre embarga
    a todos los perseguidos,
    esos niños afligidos
    por trabajos imposibles,
    los agravios insufribles
    que sufren los excluídos.
    Por eso me considero
    español y americano,
    indio, albanés o africano,
    aunque del Sur lo primero.
    Nacionalismos rastreros
    nunca podré yo aceptar;
    ni «señas de identidad»
    ni «rasgos diferenciales»;
    cualquier ser humano vale
    en todas partes igual.

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