Muchos habrán leído, sin duda, `Lo pequeño es hermoso´, el interesante libro de Schumacher y el apéndice del mismo `Lo pequeño es posible´. Muchos, sin duda, habrán pensado en la gran importancia que tienen las pequeñas cosas, el trabajo de cada día hecho con ahínco, con perfección, como si se tratara de un arte constantemente innovador.
Contra esta visión se halla la de quienes sólo valoran las grandes efemérides, los acontecimientos de relumbrón, las acciones merecedoras de primeros titulares de prensa. Pocas veces aparece en la cabecera del periódico la referencia al trabajo cotidiano realizado con mimo y esfuerzo por un ciudadano de a pie. Son precisamente esos ciudadanos y ciudadanas quienes construyen la historia verdadera (que no siempre coincide con la que reseña la prensa y reconstruyen los libros de historia).
Existe hoy un peligro que nos hace olvidar esa dedicación exquisita y perseverante: La referencia a los escándalos que algunos famosos nos brindan con excesiva frecuencia. (La generalización de las corrupciones tiene un efecto devastador. No es cierto que todos los políticos sean iguales. No es cierto que todos sean corruptos. No es cierto que a los ciudadanos, si nos consideramos tales ciudadanos y no solo clientes o súbditos, sólo nos quede el papel de lamentarnos y de sufrir). El peligro, decía, consiste en pensar que si ellos son tan irresponsables en las cosas grandes, cada uno puede serlo impunemente en las cosas pequeñas. “Quien piensa a lo grande, se equivoca a lo grande”, dijo Heidegger. Sería algo parecido a decir que los elefantes se equivocan enormemente.
El peligro está también en pensar que las cosas sencillas que hacemos cada día no tienen relevancia para la sociedad. Sin embargo es ese trabajo concienzudo, responsable, hecho con ilusión y esmero lo que levanta la moral de la ciudadanía en una sociedad democrática. El médico que opera como si estuviese en juego la propia vida, el profesor que ayuda al alumno a descubrir la verdad con esfuerzo y respeto, el oficinista que atiende con eficiencia y cordialidad en cualquier ventanilla de la administración, el constructor que cuida los detalles de cada obra como si se tratase de un examen decisivo para su carrera… He ahí la forma de mejorar la sociedad.
Esta vieja historia me hace pensar en las cosas hechas con perfección y entusiasmo. Rachatsima, un viejo pintor tailandés, cayó en desgracia de su rey, el viejo y honorable Kompong, el cual le condenó a muerte. Mandó que lo colgaran del cuello con una cuerda de nudo corredizo. Aunque cruel, o quizás por demasiado cruel, con el fin de prolongar la agonía del reo permitió que éste pudiera sostenerse con sus manos de dos argollas; cuando flaqueasen sus fuerzas, el nudo entraría en acción. Tal vez para distraerse en aquellos últimos minutos, tal vez porque tenía una fe que sus verdugos no compartían, Rachatsima, mientras se sostenía con una mano, quiso con la otra grabar sobre la pared, valiéndose de las uñas, dos ratoncillos. Los hizo con el mayor esmero, con enorme cuidado, con tanta perfección que les insufló vida. Las figuras, en efecto, una vez terminadas, comenzaron a moverse, saltaron de la pared a la cuerda, y allí se dedicaron a roer el esparto hasta que la rompieron. El pintor cayó al suelo y huyó.
No le llegó la libertad al pintor por la magnanimidad del rey sino por la ilusión y el empeño de su acción. Las argollas son la rutina; la desesperanza, la sumisión, la torpeza. El trabajo bien hecho, el entusiasmo en la acción cotidiana, el empeño por hacer las pequeñas cosas primorosamente, puede romper las ataduras del aburrimiento y de la opresión.
No resto importancia a la dimensión estructural, ideológica y política de la sociedad. Lo que sostengo es que una parte sustancial de esa dimensión es el compromiso cotidiano con nosotros mismos, con el trabajo y con las personas que nos rodean.
La impresión de que todo depende de quienes gobiernan, de que la esperanza está fuera de nuestro alcance, es una trampa. A los políticos hay que exigirles eficacia, transparencia y honradez. Cuando carecen de estos atributos, no tenemos todos licencia para imitarles. Los pilares éticos de la sociedad no los mueve media docena de irresponsables o de mangantes. Ni un millón.
La regeneración moral de la sociedad está en nuestras manos. Porque en ellas está el trabajo cotidiano. Una sociedad integrada por ciudadanos honestos hace que se desmorone la podredumbre que aparece en la parte más elevada y ostensible. El interés general y no el de unos pocos es la nueva búsqueda del Grial, como afirma Alain Minc en su libro `La borrachera democrática´.
Un barco hacía una larga travesía cuando le sorprendió y zarandeó una impresionante tormenta que le puso a la deriva. La tripulación perdió el rumbo y estuvo muchos días navegando en busca de orientación. Escaseaban los víveres y, sobre todo, el agua. La situación adquirió tintes de extrema gravedad. Algunos marineros comenzaron a sufrir los efectos de la sed y enfermaron de gravedad. El barco comenzó a lanzar un S.O.S. desesperado:
– Necesitamos agua.
Nadie respondía. Todos empezaban a temer por sus vidas cuando recibieron un cable con un mensaje sorprendente.
– Echad los cubos al agua.
Pidieron de nuevo información al barco que había enviado aquel indignante e inútil comunicado. No se hizo esperar la aclaración:
– Echad los cubos al agua. Estais navegando sobre agua dulce.
No lo sabían. Creían que el agua tenía que venir de fuera. O de arriba. Les sucede a muchas personas cuando buscan las fuentes de la moral en extraños o cotidianos maestros. Les sucede a los que buscan expertos fuera de las fronteras (experto es el que viene de otra ciudad o de otro país con un `power point´). Les sucede a los que piensan que todo hay que esperarlo de quienes saben o creen que saben, de los que pueden a creen que pueden. Aunque, claro está, la responsabilidad última no es de los salvadores de las patrias o de las conciencias, sino de los que creen en ellos. La verdad es que resulta más cómodo echar las culpas a otros, dejar en sus manos toda la responsabilidad de las decisiones. Ellos dirán qué es lo que está bien o lo que está mal. Ellos mandarán lo que hay que hacer o lo que se debe evitar.
Pero la libertad no es sólo un derecho. La libertad es un deber. El derecho nos legitima para exigir las libertades. El deber nos exige buscar la verdad, actuar de forma libre y responsable, hacer las cosas de cada día con perfección y ayudar (exigir cuando se trata de los responsables políticos) a que todos actúen de forma justa y equitativa.
Muchas veces pensamos que las personas que vienen de afuera traerán las soluciones a nuestros problemas. Hace algunos años tenía como directora una persona que nos decía: ¿Para qué traer alguien de afuera, si somos nosotros los que conocemos nuestros alumnos y sus necesidades? En aquella oportunidad, pensamos entre todos y salieron hermosas propuestas, que luego se llevaron a cabo. Las pequeñas cosas que se realizaron todos los días, nos demostraron que somos capaces de producir mejoras en nuestra institución, siendo responsables, comprometidos y dedicados en nuestra diaria labor.
Ayer en las jornadas institucionales nos tocó devatir sobre violencia. Entre muchas cosas que se dijeron en el grupo quiero compartir una frase de nuestro director: No podemos contra la sociedad en la que vivimos, con los grupos marginales. La culpa de lo que pasa la tienen los grupos dirigentes… No son textuales las palabras, pero es la idea. Repliqué que podía tener algo de razón, pero que si se podía el cambio, y que sí se podía desde lo individual. Yo quiero un mundo mejor y no se lo pido a nadie, lo hago cada día en todo lo que me toca hacer. Y preparo a mis hijos e hija para lo mismo. ellos son cuatro. Y aquí entre en juego esa expresión que tanto les gusta a quiénes hablan en educación: el efecto multiplicador. Si yo lo hago con los míos y vos con los tuyos y así tantos otras y otros que como yo quieren hacer de este planeta un lugar grato para vivir y ser felices. Un largo camino, dicen, empieza con un paso… Somos muchos y muchas las personas que pensamos así. Pasa que esto no tiene prensa.
perdón: debatir
EFECTIVAMENTE PROFESOR
EL EXITO DEPENDE DE CADA UNO DE NOSOTROS EN LA MEDIDA QUE TODO LO HAGAMOS CON VERDADERO AMOR, DEDICACIÓN Y ÉTICA.
EL MUNDO ES EN LA MEDIDA QUE NOSOTROS SEAMOS Y SEREMOS MEJOR EL DIA QUE EXIJAMOS A LOS DEMAS DE ACUERDO EN QUE NOS EXIJAMOS NOSOTROS MISMOS .
SEAMOS RIGUROSOS Y ENTREGADOS Y ASÍ TAMBIEN EXIGIREMOS A LOS MEJORES QUE NOS REPRESENTEN DEMOCRÁTICAMENTE EN ESTOS GOBIERNOS TAN INSÓLITOS, ASOMBROSOS Y DISCREPANTES.
Es importante saber que las cosas dependen de la actitud con que se plantean .
Todo tiene un origen, un sentido y una intención o quisas una meta ; pero siempre la actitud es la que guia las acciones.
No importa si es grande o pequeño porque la playa es inmensa pero esta formada por minusculos granitos de arena
Estimado Miguel: me gustaría enviarle unas fotos de San Nicolás, donde estuvimos junto a Ud. en las conferencias y el almuerzo, con un grupo de Inspectoras. Espero la dirección del correo, ya que no pude subir las fotos a su blog. Además, le quisiera decir, que Ud. nos dejó el alma lleno de paz…y la convicción de que aún nos queda mucho por hacer en esta profesión… Maravillosos sus mensajes. Muchas Gracias, un cariño, Diana
HACERNOS CARGO CADA UNO, NO HABLANDO,HACIENDO Y SIENDO
LOGRAREMOS CAMBIAR DESDE LO SIMPLE Y COTIDIANO.”NO CON COSAS EXTRAORDINARIAS,SINO HACIENDO LAS COSAS EXTRAORDINARIAMENTE BIEN”CUIDARSE DEL PECADO DE OMISIÓN,DAR LO MEJOR DE MI SIN MEDIR A QUIÉN,CAMBIAR PASA POR CADA UNO DE NOSOTROS,SI ESPERO DEL OTRO NO EXISTE CAMBIO POSIBLE Y YA AHORA.