Aquí sólo corre el viento

17 Mar

Caracol.

En un recóndito paraje de Punta del Este (Uruguay) he leído este reclamo publicitario que invita a comprar una vivienda para vivir felizmente: “Aquí sólo corre el viento”. Es decir, que las personas no estarán sometidas en ese terreno a la ansiedad de las prisas, a la presión de la rapidez, a la angustia de la aceleración incesante.
El problema es que llevamos la prisa en el corazón. Y, aunque nos escondamos en un paraje solitario e idílico, sentiremos esa agitación que la sociedad nos ha inculcado. La prisa se ha adueñado de las personas y las impone un ritmo frenético. “Cualquiera que observe el ritmo de nuestras ciudades verá una vorágine de sujetos corriendo desesperadamente de un lugar a otro”, dice José Luis Trechera en un reciente libro significativamente titulado “La sabiduría de la tortuga. Sin prisa pero sin pausa”. El subtítulo aclara muchas cosas sobre el contenido: “Hay que cambiar el reloj por la brújula para tener el norte claro”.
Las carreteras permiten recorrer un trayecto en un tiempo hace poco impensable. Los trenes de alta velocidad acortan de manera incesante el tiempo de desplazamiento. Los aviones te llevan a otro continente en unas horas cuando hace no muchos años se necesitaban muchos meses de peligrosa travesía. El correo electrónico pone una noticia en pocos segundos a miles de kilómetros mientras que una carta tardaba semanas en llegar a su destino. Las fotocopiadoras reproducen instantáneamente un libro que un copista tardaba media vida en transcribir.
Podríamos deducir que, como consecuencia de todos estos avances, disponemos ahora de más tiempo y que, por consiguiente, vivimos más sosegadamente. Pues no, la sensación es que ahora no tenemos tiempo para nada, que ahora tenemos menos tiempo que nunca. Nos desespera el tiempo que tarda en llegar el ascensor a la planta en la que esperamos y nos agobia la lentitud del ordenador cuando estamos buscando una información urgente.
Vivimos en la era de la velocidad. Las personas se agitan para hacer más cosas por año, por día, por hora, por minuto. Nos acomete la prisa porque se ha instalado en las personas la sensación de que no hay tiempo para nada.
Vi hace unos días a un hombre corriendo desesperadamente en un aeropuerto, visiblemente angustiado, sudando a chorros, con una maleta en cada mano, una mochila a la espalda y el billete de avión en la boca (sic). Me hubiera gustado filmarlo. Era el perfecto símbolo del hombre moderno.
He tenido alumnos cursando varias carreras a la vez, con más de veinte asignaturas en un cuatrimestre. ¡Qué locura! ¡Qué gran equivocación! Harry Lewis es decano de la escuela para estudiantes no graduados de Harvard. A comienzos de 2001 acudió a un encuentro en el que invitó a los estudiantes a que aireasen sus quejas acerca del personal de la Universidad. Uno de los estudiantes organizó una protesta memorable. Quería Licenciarse en Biología y Lengua y Literatura inglesas, embutiendo todo el trabajo en tres años en lugar de cuatro. Estaba exasperado porque el tutor no encontraba la manera de cuadrar un horario que hiciese viable su deseo. Mientras escuchaba la protesta del alumno, Lewis tuvo la sensación de que se le encendía una bombilla en la cabeza.
– Espera un momento, dijo, necesitas ayuda, pero no de la manera en que crees. Tienes que tomarte tiempo para pensar en lo que realmente es importante., en vez de buscar la manera de meter todo lo que puedas en el menor tiempo posible.
Después de la reunión, Lewis empezó a reflexionar sobre cómo los estudiantes del siglo XXI se han convertido en discípulos de la prisa, en pacientes (mejor dicho, impacientes) que sufren la enfermedad del tiempo. En el verano de 2001, el decano envió una carta abierta a todos los alumnos de primer curso de Harvard. Era una petición apasionada de un nuevo enfoque de la vida en la Universidad y fuera de ella. Era también un compendio de las ideas que subyacen en la filosofía de la lentitud.. La carta, que ahora reciben los nuevos alumnos de Harvard todos los años, se titula “Ir más despacio”. A lo largo de siete páginas Lewis argumenta la conveniencia de obtener más de la Universidad y de la vida haciendo menos.. Insta a los alumnos a pensarlo dos veces antes de avanzar a toda prisa por los cursos. “El tiempo desocupado no es un vacío que debe llenarse, dice el decano. Es lo que te permite reordenar de una manera creativa las demás cosas que están en tu mente”.
Esta agitación les llega a los niños. Tienen que hacer deberes en la casa después de salir de la escuela, ir a ballet, practicar piano, aprender inglés y alemán, hacer judo… Los pobre empiezan a sentir el aguijón de la prisa desde muy pequeños. No disponen de tiempo para jugar, de tiempo para “perder”. Hay prisa porque aprendan a leer cuanto antes, porque haya estimulación precoz, aprendizajes acelerados…
No hay sexo lento, ocio tranquilo, ternura reposada, aprendizaje pausado, convivencia relajada, comida tranquila… Nada de lo que acabo de decir se puede hacer bien con prisas. Es necesario ser “amantes con la mano más lenta”.
Por eso está teniendo tan éxito el llamado “movimiento slow”. Se trata de un fenómeno mundial que desafía el culto a la velocidad. Lo explica con tino Carl Honoré (periodista canadiense afincado en Londres) en su libro “Elogio de la lentitud”.
Uno de los defensores de la desaceleración es Carlo Petrini, el italiano fundador de Solw Food, el movimiento internacional dedicado a la idea de que es preciso cultivar, cocinar y consumir alimentos de manera relajada. El manifiesto del grupo es una llamada a las armas contra el culto a la velocidad en todas sus formas: “Nuestros siglo, que empezó y se ha desarrollado bajo la insignia de la civilización industrial, primero inventó la máquina y luego la tomó como el modelo de vida. Estamos esclavizados por la velocidad y todos hemos sucumbido al virus insidioso: vivir rápido, una actitud que trastorna nuestros hábitos, invade la intimidad de nuestros hogares y nos obliga a ingerir la llamada comida rápida”.
No es ésta una llamada a la pereza, a la falta de esfuerzo y de tensión. No es tampoco un acto de rebelión o protesta contra el desarrrollo tecnológico. Es, fundamentalmente, una invitación a buscar el equilibrio y la cordura. Dice Carl Honoré: Las personas descubren energía y eficiencia allí donde quizá menos lo habían esperado: en el hecho de hacer las cosas más despacio”.

13 respuestas a «Aquí sólo corre el viento»

  1. Encantadora lectura para comprender el mayor mal de nuestra epoca.
    Mientras leía me asaltaban recuerdos de lo escrito por Michael Ende en “MOMO”, donde el personaje más impresionante era una tortuga y unos hombres de negro que compraban minutos de tiempo a todas las personas.

  2. La pregunta es para que corremos. cual es la finalidad de esa vorágine en la que nos sumerjimos. Como madre y como educadora estoy convencida que dado que el promedio de vida es de 80 años,niñas y niños tienen que pasar los primeros años de vida jugando. Solo jugando. Todas las legislaciones educativas apuntan a un comienzo cada vez más temprano de la escolarización y ahora el último maléfico invento son los jardines maternales donde desde los 2 años se encuentran los niños en una institución, que si bien es para jugar, es pautada, con reglas, horarios y límites.
    En esta era donde en instantes nos comunicamos con los más remotos lugares de la tierra, en la que nos vemos aunque estemos a miles de kilómetros, como si estuvieramos al lado, quizás pasan meses en encontrarnos con ese amigo que vive a la vuelta, y si lo hacemos, es para decirnos que no hay tiempo.
    Que lindo es “perder” el tiempo, quizás porque en esa expresión se encierran las cosas que más nos gusta hacer.¿Porqué no se dirá:ganar el tiempo?
    A veces cre que esa carrera que hacemos de nuestra vida es para no encontrarnos con nosotros mismos, para no sentir la soledad interior que hemos ido conquistando a fuerza de estar ocupados, negándonos el único lugar importante, el espacio para amar.

  3. Conforme avanzaba en la lectura del artículo me veía más y más reflejaba en lo que en él se dice. Soy una de esas personas aguijoneada por el mal de la prisa. Siempre voy corriendo de un lado para otro, y siempre con la sensación de que llego tarde. Por suerte, tengo personas a mi alrededor que, como Miguel Ángel, me recuerdan aquello de \

  4. \me recuerdan aquello de “Vístete despacio si tienes prisa”.
    Para mí fue muy significativa la petición que me hizo mi novio una vez: “Quiero que perdamos el tiempo juntos”.

  5. hola Miguel Angel, que otros libros y/o autores puedo leer que aborden sobre este tema,,, estoy haciendo mi tesis de facultad acerca de ello, y estoy muy entusiasmado con este proyecto \

  6. El cartel que mencionas se encuentre en la entrada de un pueblo llamado José Ignacio a media hora de Punta del Este. El lugar es hermoso, y se lo considera como “el primer pueblo slow” (pero no se si de Uruguay o de Latinoamérica). Saludos.

  7. Gracias por escribir algo así y compartirlo con todo aquel que no tenga demasiada prisa. Últimamente no paro un segundo, y hoy que me he dado un respiro (buscaba por curiosidad la foto de un caracol…) me encuentro con esta lectura. un placer. Soy maestra, y mañana mismo se lo leo a mis niño@s.

  8. Una felicitacion y una sugerencia. La felicitacion es por difundir a traves de tu blog la nueva cultura de la lentitud, es decir, ese nuevo impulso hacia el “tiempo justo” que cada cosa reclama como mas apropiado. La sugerencia es que utilices textos propios para expresar las ideas que te inquietan, o bien le des el credito debido a los autores que lees sobre el tema, pues has transcrito sin entrecomillar parte del texto de Carl Honore, ocasionando que la gente pueda creer que tu eres el autor de esas lineas. En concreto, y por ejemplo, lo del aeropuerto y lo de la carta del dean de Harvard. A ningun autor le gusta que utilicen sus textos (o parte de ellos) sin que se les brinde el credito debido. Aun cuando lo mencionas, es necesario entrecomillar sus palabras y brindarle a tus lectores los datos bibliograficos completos. Gracias y saludos.

  9. En el texto trascribes parrafos del capitulo 10 del libro Elogio de la lentitud. Y en el se refiere a la carta de Lewis, sabes donde se puede conseguir una version completa y en español de esa carta, titulada Ir mas despacio?

  10. Hola Miguel Angel, leo este post cuando hace ya tres meses que he publicado el libro “Elogio de la Educación Lenta” en Graó editorial. Cuando tu lo escribías, estaba yo haciendo los primeros esquemas del libro que, finalmente y al cabo de dos años, he terminado. No sé si tienes la oportunidad de conseguirlo. Si no fuera así, mandame un correo con tu dirección postal y le diré a la editorial que te lo mande.
    Nos vimos en las Jornadas de escuelas 0-12, en Bellaterra, hace tres años aproximadamente. Estaba organizando las Jornadas junto con Paco Imbernon, y tu pronucniaste la conferencia inaugural.

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