Buscar trabajo (y, sobre todo, encontrarlo) se ha convertido en una tarea complicada. No es muy satisfactorio hacer una carrera, gastarse mucho dinero en ello y emplear mucho tiempo, para luego permanecer en el paro o trabajar en un empleo que no necesita esa preparación prolongada. Tampoco es muy rentable para la sociedad preparar profesionales cualificados que después desempeñan puestos que no necesitan esa preparación.
La falta de trabajo es especialmente dolorosa para los jóvenes, ya que se produce en una edad en que la persona necesita saber y sentir que vale para algo, que todo su esfuerzo no ha sido baldío. Hace años, los hijos se sentían valiosos porque pronto empezaban a ser una ayuda para los padres.
Resulta especialmente dura la búsqueda de trabajo para aquellas personas que tienen alguna discapacidad. Cuando el mundo empresarial y la sociedad se endurecen quienes parten con desventaja corren el peligro de quedarse injustamente fuera de la carrera.
Sé que también hay especiales dificultades cuando se es mujer. Se cobra menos por los mismos trabajos, se accede con dificultad al poder, se sufre la aplicación de estereotipos humillantes y se reciben preguntas que no se formulan a los varones: Y usted, señorita, ¿desea casarse? ¿Cuántos hijos piensa tener? ¿Qué idea tiene de la familia?
Quiero hacer algunas consideraciones en estas líneas sabatinas para todos aquellos y aquellas que estén en busca de un trabajo.
– No van a traer los hados a casa, en una bandeja de plata, un trabajo atractivo y bien remunerado, mientras el interesado permanece sentado confortablemente ante la televisión. Hay que buscar casi febrilmente. Buscar en competencia con muchos otros. Sin desalentarse cuando se cierre una puerta y otra y otra… Sin sacar la falsa conclusión de que “eso me pasa a mí solamente porque tengo mala suerte o porque no valgo para nada”.
– Es preciso que quien busca confíe en sí mismo. No es igual buscar trabajo pensando que quien te contrata ha tenido mala suerte frente a la buena que nosotros hemos tenido, que pensar lo contrario. Quien ha tenido suerte, una suerte inmensa, es la empresa que te contrate.
– ¿Por qué se presenta usted a este puesto?, le preguntaron a un magnífico profesor, buen amigo mío, cuando buscaba trabajo en un Colegio de Barcelona.
– Porque soy el mejor profesional que pueden encontrar para él y, si me eligen, lo van a poder comprobar.
Quizá parezca petulante. Él se lo creía, desde luego. Y los contratadores, al parecer, también le creyeron. No era un farol. En su trabajo, respondió a las expectativas.
– Hay que saber dónde hay oferta de trabajo. E, incluso, inventarla. Contaré lo que me dijo una psicóloga amiga mía hace ya algunos años cuando le pregunté por el trabajo. Habían creado una cooperativa en la que ella era relaciones públicas. Integraba la cooperativa un pequeño grupo de ingenieros. Iban a una gran empresa o a un gran complejo organizativo y hacían el siguiente planteamiento: Nosotros revisamos su instalación eléctrica de forma gratuita. Si todo está perfecto, nos vamos. Si no, hacemos gratuitamente las modificaciones y ustedes nos pagan con el ahorro de los dos primeros años.
Me dijo que no daban abasto. Las empresas no soltaban un céntimo y, a partir del segundo año, ahorraban una importante cantidad de dinero.
– Hay que saber anunciarse, presentarse y venderse. Entiéndaseme. Hay que ser ingenioso en la entrevista, claro en las pretensiones y eficaz en la demostración de lo que se sabe y de lo que se sabe hacer. O de lo que se puede aprender a hacer.
Acabo de leer una curiosa historia. Acuden a una empresa tres candidatos en busca de un puesto. La prueba que les tienen que realizar consiste en decir lo que les gustaría oír en su velatorio.
El primero de ellos dijo: Me gustaría que dijeran de mi que fui un trabajador competente, buen compañero y leal colaborador, constante en el esfuerzo y creativo entusiasta…
El segundo, dijo: Me gustaría que dijeran de mí que fui una buena persona, marido fiel, padre responsable y amantísimo, amigo de mis amigos y, por encima de todo, una persona honrada…
El tercero, por contra, dijo que lo que más le gustaría oír en su velatorio era lo siguiente: Me parece que se está moviendo y que sonríe…
El trabajo fue para este último candidato. No podía haber dicho nada más sensato, deseable, creíble y original.
– Hay que empezar en actividades que acaso no son plenamente satisfactorias ni coherentes con la preparación.
La ventaja con la que juega el empleador es que si alguien deja un trabajo, hay miles de personas esperándolo. Es una ventaja perversa. Porque provoca sumisión, resignación y rabia contenida. No se puede hablar con libertad ni exigir mejoras razonables porque es fácil que quien las pide sea contestado con acritud: “Si no está usted contento, váyase”.
En algunas empresas se producen situaciones irregulares que quedan tapadas por el silencio. La valentía se paga muchas veces con el paro y la miseria. La falta de libertad es tan obvia que no se puede hablar claramente ni siquiera cuando uno es preguntado. Lo decía sin tapujos aquel empresario: A mí me gusta que mis trabajadores me digan la verdad aunque eso les cueste el puesto.
Algo parecido sucedió con un empresario que invitó a sus trabajadores a una comida de fraternidad. Cuando llegaron los postres se levantó para pronunciar un discurso. Durante el mismo contó un chiste que, al ser oído, provocó grandes carcajadas en todos los trabajadores, menos en uno. El empresario le preguntó, sorprendido por su inhabitual seriedad:
– ¿Es que a usted no le ha hecho gracia?
– A mí me ha hecho la misma gracia que a todos los demás, contestó el perspicaz empleado, pero es que yo me jubilo mañana.
Es que yo me jubilo mañana
10
Feb
No tener empleo o encontrar empleos precarios son problemas que tienen mucha relación con la planificación y la definición de objetivos, y con el conocimiento y la aceptación de la realidad. La mayoría de los que hemos hecho estudios relacionados con profesiones con muchos demandantes de empleo y poca oferta, debemos planificar y especializarnos con mayor sistematicidad. Y una vez que estamos dentro del problema, los consejos ya nos suenan como las verdades del barquero, como obviedades, como comento en http://www.yoriento.com. La clave no es saber que el empleo está muy malito, o saber qué hay que hacer (consejos varios)…sino hacerlo, lo que conlleva un camino duro. Un saludito¡ 🙂
Hablan de lo duro que es hallar empleo, de lo importante de saberse vender, como si fuéramos marcas registradas, en suma de destacar lo que se sabe y lo que sabemos hacer. Ahora bien, yo les pregunto y ¿una vez obtenido el empleo? ¿Tanto esfuerzo de marketing para qué?
El salario se ha convertido en un mendigar por los pasillos diciendo “triste es pedir pero más triste es tener que robar”. La colección de títulos que tienes no vale en el mercado de valores ni ¡1.000 euros! Pero lo peor está por llegar.
Sabes hacer muchas cosas, pero acabas trabajando como Charles Chaplin en tiempos modernos, haciendo de pintor de carreteras, (con respeto hacia ellos pues últimamente ¡todo el mundo al citarlo, se ofende!). Es decir, da igual que hagas la línea recta o torcida, da igual que te dejes el cubo de pintura 4 Km atrás, lo importante es ir pasando los días, sin dar muchos quebraderos de cabeza, pues tu jefe no te juzga por lo que sabes hacer ni mucho menos por lo que sabes, sino por reírle las gracias, por callarte sus descomunales errores, por ser hipócrita, pues él ha llegado ahí de esa forma. En suma, ver, oír y callar, calentando la silla, porque tu trabajo es tu tesoro.
En el mundo laboral actual, la inteligencia es una mal, ¡una enfermedad! Es necesaria para conseguir el empleo después arrójala (envase no reciclable). Ni siquiera hace falta la tan de moda inteligencia emocional, tan sólo el viejo servilismo, la hipocresía como muleta para los mancos de inteligencia, trajes caros con corbatas horteras, y saber jugar al golf mientras nos hacemos los expertos en sommeliers de aguas.
Tengas títulos o no, pues no cabe despreciar a esa gente que sin ser avalados por los denostados papeles de decoración, también sufren, y padecen no rentabilizar sus cualidades, cualidades que son inconvenientes. Nadie habla de ser objetivo, de ser riguroso o exigente, fíjense en la NASA perdieron un satélite de miles de millones ¡por un error de unidades!
El trabajo se ha convertido en un sin vivir, un cáncer para el alma inquieta, un tumor para la inteligencia, un insoportable dolor de cabeza, por ello nos tenemos que vender como marcas, pues somos elementos de consumo, del tanto te vendes tanto vales, de las mil caras ante los distintos consumidores pues ser uno mismo es un pecado, debe uno ajustarse a la oferta y la demanda, tener un envase bonito y ser un efímero producto (a partir de los treinta empiezas a estar ¡fuera!)
Y sin deseo de que estas palabras sean un debate de generalizaciones, o que alguien me responda que me ponga a trabajar por mi cuenta, permítame para despedirme, parafrasear a Pessoa: “porque pensar es no comprender…El mundo laboral no se ha hecho para pensar, pensar es estar enfermo, el mundo laboral se ha hecho para acatarlo y estar de acuerdo…”
Permítaseme el comentario de que para mí el trabajo no es un sin vivir ni un cáncer para el alma inquieta, ni mucho menos. Quizá sea que tuve la suerte de poder hacer de mi afición un oficio, pero aunque así no hubiera sido, creo que ayuda más la disposición optimista hacia la propia valía y hacia el puesto de trabajo en sí, que la visión derrotista de que el trabajo es peor trance que uno tiene que resignarse a pasar. Me tomo las líneas de Miguel Ángel, más que como consejos fáciles de decir y difíciles de hacer, como pequeñas dosis de ánimo para afrontar la búsqueda de trabajo. Una vez más, ¡GRACIAS!
Recogiendo palabras del Sr. Felipe González, les diré “no soy pesimista soy realista”, imagínese si somos optimistas los miles de trabajadores que denunciamos el trato recibido en el trabajo que nos levantamos todo los lunes a que nos vilipendien. Piense en esos trabajadores que se desplazan cada días durante dos horas o más por menos de 1.000 € si son optimistas que siguen un kilómetro más. Consideren detenidamente lo optimistas que somos que después de humillarnos con frases de tipo castrense (Tipo “usted está aquí para trabajar no para pensar”) seguimos sin abandonar. Estudien a esos miles de ciudadanos que tienen contratos precarios y nimios salarios, si son optimistas que cada mañana antes de que salga el sol creen que atraviesan un túnel y no una cueva. Mediten sobre las miles de mujeres que hacen labores de casa que son sancionadas en la Renta por hacer pluriempleo el cual necesitan para llegar a los ansiados 1.000 €.
Ya les previne de las generalizaciones, nuestro mapa no es el territorio, pero les vuelvo advertir sobre los males de los juicios rápidos, ¡ya lo advierten los catedráticos de derecho! Son esos mismos juicios a los que nos condenan con demasiada facilidad nuestros superiores.
Yo mismo puedo decirles que también tengo un oficio, hice la vieja formación profesional, he finalizado tres licenciaturas, pero saben lo duro que es estar haciendo un examen y que le comuniquen la muerte de su madre. Saben lo que es encerrar a un hijo chiquitito en una biblioteca en vez de jugar padre e hijo, mientras uno se prepara los exámenes. ¿Y luego saben qué? Toda su lucha se va al traste con esa enorme facilidad que hay para descalificarnos. Todas esas horas no dan intereses. Todos esos momentos no dan el tanto has luchado tanto obtienes. El sueño americano a muerto en Irak, aunque no se equivoquen en los bolsillos no llevo piedras, pero parafraseando a Machado: “En el corazón tenía la espina de una desilusión, logré arrancármela un día y ya no siento el corazón”.Y seguro que cada uno tendrá sus historias, otras más alegres que otras, realidades que jamás conoceremos, ahora bien, no me acentúen pues yo sigo luchando, no me penalicen pues no me abandono a un conformarme y sigo estudiando aún que no sea para obtener un trabajo mejor, y sigo aprendiendo, aunque a veces quisiera sentarme.
Me alegra conocer que hay quien está satisfecho, pues es rumbo a seguir, es luz de faro a compartir, aguas tranquilas donde fondear, pero ¡Por favor! Escuchen a sus semejantes con atención, no los condenen a las oscuras mazmorras de lo que ustedes consideran es ley. Sufran con ellos, vean otros mundos y ayúdenlos a que vean otros cuadros. Abandonen los rápidos y fáciles disparos de adjetivos calificativos. No es una actitud optimista etiquetar las palabras de los demás mediante un análisis superficial. Seguro que aceptan, que sí lo es aportar nuevos puntos de vistas, que sí lo es mostrar una realidad allí donde otros ven una habitación oscura. De esa forma llegaremos más lejos, pues su mundo no es el mío, ni el mío es el suyo, ¡es el nuestro!
Les recomiendo un artículo del país, titulado “!ojalá cobrará mil euros!” (Si no lo hayan se lo remitiré muy amablemente). Estoy convencido que si lo lee el Presidente del Gobierno que supera los 60.000 euros tildará a sus protagonistas como exagerados, estoy convencido que si lo lee la Presidenta del TC, la cual vela por nuestros derechos fundamentales y que también supera los 60.000, nos dirá que son extremadamente inconformistas. Ver no es consentir, aceptar no es no denunciar, levantarse cada día con una sonrisa no es renunciar al podría ser mejor.
Y yo también le doy las gracias al tendido: a usted por estimularme a escribir, a él por estimularme a leer, a vosotros por estimularme a estar vivo, a ellos por alimentarme mi ¡no me conformo!
Acepto las dosis de ánimos como animal de compañia, las agradezco como trinaranjus de limón para pasar la sed, las comento como juego para el saber…
Que podrán decir los cientos de miles de trabajadores pertenecientes a lo que el capitalismo arbitrariamente llama tercer mundo, C
cobrando magrísimos sueldos que tantas veces no responden a la capacitación, preparación y necesidades… sueldos que son en “negro” sin seguros sociales, y que en tantísimos casos no alcanzan ni para comer.
no importalo que hagas, si importa el entusismo que pongas en ello. el amor, la alegría, el optimismo…
Necesito mi sueldo, pero soy conciente que lo que cobro no paga mi trabajo. amo lo que hago y lo disfruto. Mil veces me ha tocado hacer cosas que no eran de mi agrado, pero las he hecho con gusto y entusiasmo. ayuda a que el trabajo no sea una carga.