El tesoro de Penabranca

11 Nov

Medio llena o medio vac?a

La actitud que tenemos ante nosotros, ante los demás y ante lo que sucede en el mundo es una parte importante de la realidad. Porque lo que esperamos, lo que soñamos y lo que deseamos está en la raíz misma de lo que vamos a ser y a conseguir. Una postura desesperanzada es el mejor aval de la derrota. Una visión pesimista de la realidad es la parte oscura de la misma. Por contra, una actitud optimista hace que nos veamos mejor, que nos sintamos más felices y que alcancemos más fácilmente aquello que pretendemos.
Álvaro Cunqueiro, escritor y poeta gallego, fallecido en 1981, calificado de neotrovador, cuenta en su libro ‘Tesoros y otras magias’ la siguiente historia, cargada de hondos y hermosos significados.
“Esta es la historia, dice, en la que hombre, que sabía que había un tesoro en un lugar llamado Penabranca y no encontrando el sitio, compró una fanega de monte y en la escritura le puso Penabranca, y le pedía a todos que le llamasen Penabranca al lugar y, pasados algunos años y cuando ya lo de Penabranca estaba en todos y nadie le llamaba de otra forma, fue allí y encontró un tesoro. El tesoro de Penabranca que él sabía que había en Penabranca”.
Es así, aunque parezca mentira. El tesoro está allí donde soñamos que está. Allí donde queremos que esté. El argumento se hace creíble cuando lo invertimos. Si en un lugar hay un tesoro y no creemos que esté allí, no lo buscaremos y no lo encontraremos. Es como si no estuviera.
Aplicaré la historia al quehacer de los educadores en las escuelas. Si pensamos que en nuestro trabajo, en nuestra institución educativa, en nuestros alumnos está escondido un tesoro, allí lo buscaremos y, con seguridad, lo encontraremos. Porque buscarlo es una parte importante del tesoro. Así lo explica el llamado ‘efecto Pigmalión en la escuela’. Pigmalión, según la mitología, modeló una estatua de una mujer perfecta, llamada Galatea. Se enamoró de ella y, a ruegos de Pigmalión, la diosa Venus le dio vida a la estatua haciéndola realidad viva. Se denomina ‘efecto Pigmalión’ al hecho de que generalmente las expectativas que tenemos sobre las personas, cosas o situaciones tienden a realizarse.
Hago estas consideraciones ante la avalancha de pesimismo que niega a la escuela su potencialidad educativa, ante el aluvión de críticas que reciben los docentes y, sobre todo, ante el desánimo de algunos profesionales de la educación que se atormentan y acobardan por las indiscutibles dificultades existentes.
Tan equivocado es pensar que todo puede hacerse desde la escuela (que todo depende de ella), como que en la escuela no se puede conseguir nada verdaderamente relevante para los individuos y para los pueblos. Tan engañoso es pensar que los alumnos lo aprenden todo en la escuela como que en ella no aprenden nada importante.
El protagonista de la historia de Alvaro Cunqueiro opera con la lógica de los optimistas. Al creer que puede existir la felicidad hacen que la felicidad exista, al pensar que el tesoro puede estar allí, consiguen que acabe apareciendo.
Luis Rojas Marcos escribió hace unos años un libro titulado ‘La fuerza del optimismo’. Dice el famoso psiquiatra sevillano que durante siglos se ha investigado mucho sobre la enfermedad física y mental, pero poco sobre aquellas fuerzas, sobre aquellos elementos, que nos hacen mejores y más felices. Uno de ellas es el optimismo.
Alice Calaprice, en su libro ‘Las citas de Einstein’ (1966) reproduce este significativo diálogo:
– Havelock Ellis: El lugar donde más florece el optimismo es en los asilos de lunáticos.
– Albert Einstein: Pues yo preferiría ser un optimista loco que un pesimista cuerdo.
Susan C. Vaughan, en su obra ‘Medio vacía, medio llena’ (2000) dice : “El optimismo es como una profecía que se cumple por sí misma. Las personas optimistas presagian que alcanzarán lo que desean, perseveran, y la gente responde bien a su entusiasmo. Esa actitud les da ventaja en el campo de la salud, del amor, del trabajo y del juego, lo que a su vez revalida su predicción optimista”.
Se han realizado numerosas investigaciones sobre la influencia de una actitud optimista en la salud y su restablecimiento cuando ésta se ha perdido. El psicólogo experimental Christofer Peterson estudió la relación entre optimismo y longevidad en más de mil hombres y mujeres durante ochenta años. Los resultados, publicados en 1988, revelaron que los pesimistas prematuramente con más frecuencia que los optimistas, incluyendo accidentes y muertes violentas. No es de extrañar que las personas con mayor nivel de pesimismo estén más propensas al suicidio. Así lo probó la psicólogo estadounidense Lyn Abranson en ensayos publicados entre 1998 y 2000. Lo decía Séneca en su Hipolitus, en el año 50 antes de Cristo: “El anhelo de curarnos constituye la mitad de nuestra salud”.
Lo mismo sucede en las relaciones, en el trabajo, en el amor, en el deporte, en la política, en los negocios y, en definitiva, en la vida.
Numerosos estudios revisados hace poco por el profesor de Psicología Edward C. Chang sugieren que para disfrutar y tener éxito en el trabajo, además de aptitud y motivación para desempeñar la tarea se requiere un nivel razonable de optimismo. La disposición optimista ayuda a confiar en la propia competencia, a poner empeño en la labor, a no rendirse ante las dificultades y a conservar una apariencia de seguridad.
Cada persona argumenta a su manera, desde su lógica. Hay quien sólo ve los agujeros en el queso. Claro que los tiene. Otros no se fijan tanto en ellos y disfrutan más del queso. Creo que son más inteligentes. Como Thomas Friedman que justificaba de esta ingeniosa forma su optimismo: “Yo soy optimista por naturaleza porque soy bajo de estatura. La gente baja tiende a ser optimista porque puede ver la parte de la botella que está llena y no llega a ver la parte vacía”. Otros estarían atormentados por no medir un palmo más.

Una respuesta a «El tesoro de Penabranca»

  1. Hola:
    Me ha parecido muy interesante tu artículo. Gracias por compartirlo con gente como yo, buscadores,que nos entretenemos aprendiendo con gente como tú.
    Un gran saludo.
    David.

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