Compartir las experiencias es un magnífico camino para el aprendizaje y para la motivación. Estamos habituados a comentar con los demás sinsabores, dificultades y problemas, pero no las cosas emocionantes que vivimos. Estoy seguro de que si conociésemos todos los proyectos, esfuerzos, vivencias y alegrías que los educadores viven en las escuelas recibiríamos un impulso irrefrenable de entusiasmo. No estamos solos. Hay una legión de profesionales empeñados en transitar el camino de la educación, es decir, del conocimiento, de la liberación y de la convivencia. La educación es la ciencia de la paz. Miles de educadores en el mundo viven cada día experiencias emocionantes de enseñanza y de aprendizaje. Y hacen posible el aprendizaje de los saberes y de las relaciones.
Mi amigo argentino Horacio Muros es un converso a la educación. Ingeniero de profesión, decidió un buen día dedicarse a la educación en cuerpo y alma. Porque descubrió a través de lecturas, experiencias y reflexiones que la educación es la piedra angular de la mejora para los individuos y las sociedades.
Hoy es director de una escuela pública humilde pero llena de ambiciones educativas en la provincia de Mendoza. Hace unos años me pidió que aceptara el honroso y comprometido nombramiento de Padrino de la Escuela. Acepté gustoso, agradecido y emocionado. Fui a la escuela para asumir el cargo y recibir el nombramiento ministerial. En una solemne y a la vez sencilla ceremonia, compartí con autoridades, profesores y alumnos unas horas intensas y emotivas. Vi allí una comunidad que trabaja con niños y niñas desfavorecidos, un equipo de profesionales que, con pocos medios, hace milagros, unos niños respetuosos y deseosos de aprender… En el patio del colegio plantamos un árbol del Paraíso como símbolo de crecimiento esforzado de las personas y de los pueblos. Es muy hermosa la metáfora del árbol. Porque el árbol crece para arriba y para abajo. Debe estar plantado en un terreno fértil. El árbol necesita unos cuidados para crecer. Necesita, sobre todo, ser protegido de enfermedades y de plagas destructivas. Y de leñadores interesados.
El escritor argentino Enrique Mariscal, testigo del acto, hace referencia a esta ceremonia en su libro ‘Cuentos para regalar a las personas que más quiero’ en un capítulo que titula ‘Fiesta’ y que se abre con esta hermosa cita de Krishnamurti: “El Paraíso es el melón a punto”. Dice Mariscal: “Hay fiesta en el corazón cuando uno descubre que quiere a otros y se quiere así mismo por el simple hecho de existir, nada más y nada menos. Y Horacio Muros, ingeniero, profesor del área térmica de la Universidad de San Rafael, con el sentido amplio de estas palabras celebradoras, anunciaba al mundo esa mañana que, en el barrio ‘El Sosneado’, a seis kilómetros del Centro de San Rafael, Mendoza, en un contexto empobrecido, formado por familias jóvenes donde abunda el desempleo y la subocupación, la escuela local, con sus ciento cincuenta alumnos, recibía la visita de un educador que había sido elegido, oficialmente, padrino de la institución….”.
En la puerta del despacho de este peculiar director vi escrito el siguiente texto: “Esta puerta está cerrada sólo para que no se vuelen los papeles”. Y, al sentarme, delante de la mesa de su humilde despacho, pude leer esta advertencia que les hace a todos los que acudan a verle: “No me las sé todas”.
Pues bien, este curioso y admirable personaje ha invitado a sus docentes a realizar una evaluación de la escuela a través de un método singular. Escribir una carta abierta a la escuela. Así que todos los docentes se han puesto manos a la obra. Querida escuela. Dos puntos. Y luego han ido expresando sus sentimientos, sus demandas, sus exigencias, sus felicitaciones, sus vivencias sobre la institución en la que trabajan. . Con los textos de todos los docentes han hecho un documento de trabajo para ver qué es lo que pueden mejorar, qué es lo que tiene que cambiar y qué es lo que deben mantener y potenciar.
Tengo delante el documento elaborado para la reflexión y el cambio compartido. Lo introduce el Director diciendo que “la escuela constituye un enorme holograma que debe ser resignificado desde su propia identidad dando respuestas concretas a las demandas de su contexto. Por eso entiendo que todos tenemos algo que decir y algo que aportar a la hora de pensar una instancia de evaluación en donde nos detenemos a pensar sobre lo proyectado, sobre lo que se hizo y lo que queda por hacer”.
Reproduzco algunos textos escritos por los docentes. Elijo precisamente los que abren el Informe que se elaboró para el análisis. Reconforta comprobar cómo, en condiciones muy adversas (los docentes ganan unos sueldos miserables, tienen que trabajar muchísimas horas a la semana, disponen de pocos medios, tienen grupos numerosos…) hay profesionales que viven de forma intensa, optimista y comprometida su tarea educativa. No es ésta una invitación al conformismo sino a la reivindicación más decidida. Pero también es el elogio a esa actitud entusiasta que sabe superar las dificultades e ir más allá de las limitaciones. En beneficio de los alumnos y en el propio beneficio. Debe ser horrible ir a la escuela maldiciendo la profesión que se ha elegido y que, en cualquier caso, se está ejerciendo.
“Quiero que sepas lo feliz que soy dando clases dentro de ti. Es la escuela más pobre, más chiquita y la más arruinada de las que concurro, pero la más rica en esfuerzo, afectos y contención. En 14 años trabajando es la más hermosa escuela que me tocó”.
“Cuántas cosas me unen a ti. En tu seno he crecido como persona y como profesional. He conocido un grupo de personas dispuestas a crecer y a luchar por los sueños de seres pequeños pero grandes en necesidades de amor, de protección y de respeto”.
“Mi querida escuela: qué importante eres para mi vida. Desde hace seis años cada vez que suena el despertador mi cara sonríe a pesar del sueño y el cansancio, al saber que tus puertas están abiertas para recibirme”.
No me cabe duda de que un elemento importante de ese clima, de ese proyecto, de esa comunidad de aprendizaje es el director. Porque es una verdadera autoridad. La palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa hacer crecer. Algunos directores sólo tienen poder. Y el poder silencia, humilla, aplasta, amenaza, reprime y hace sufrir. No conviene olvidarlo: tiene autoridad aquella persona que ayuda a crecer.
Querida escuela
14
Oct
Estimado Miguel Ángel: Me parece sorprendente que no hay ningún comentario a este artículo tuyo. ¿No lo leyó ningún colega? Es verdad que a veces hay silencios muy sonoros. Me has dado una idea: voy a proponer una Memoria Final de Curso en en sentido que cuentas. ¿Me atreveré? ¿Qué ocurriría? ¿La aceptarán mis 55 compañeros y ñeras del claustro? ¿Qué dirá el Inspector? Prometo informarte.
Quisiera que hubiera más directivos con esa apertura y compromiso.
qué hermoso!!!!!!!!!!!!!!!