Define el diccionario el concepto de ‘cita’ como “nota de ley, doctrina, autoridad o cualquier otro texto que se alega para prueba de lo que se dice o refiere”. La Academia es la casa de las citas por excelencia. Pero también es una casa de citas la Universidad, un libro, el periódico y hasta un simple pasquín. Le propongo al amable lector hacer un catálogo de citas según una determinada tipología. Verá que las hay de todo pelaje. Hay citas de autoridad con las que el autor quiere demostrar que tiene razón porque alguien famoso piensa como él, hay citas de pura erudición, otras pretenden ridiculizar al citado, otras se traen a cuento para rebatirlas, algunas pretenden hacer reír, otras están manipuladas hasta el escándalo, algunas están inventadas…Citar es demostrar que has leído, aunque no siempre el que cita demuestra haber entendido nada.
A veces se cita para poder ridiculizar, desmontar, combatir a una persona. Para decir que sus palabras no tienen ni pies ni cabeza. Son citas que se utilizan para desprestigiar al autor que se trae a cuento, para hacer tiro al blanco. Hay citas que se hacen de memoria y que son completamente apócrifas. Se transmiten de generación en generación y no pertenecen a la obra de aquella persona a la que se atribuye. Existen libros de citas. Recopilaciones de frases que se repiten (resulta increíble) en uno, en otro y en otro libro.
Hay quien cita sin leer. De memoria. O por referencia de referencias. De tal manera que se deforma hasta tal punto el pensamiento original que el verdadero autor no lo reconocería.
Mención aparte merecen los que plagian. Es decir aquellos que se atribuyen el pensamiento de los otros, como si no existiese la propiedad intelectual. Entran en jardines ajenos, roban las flores (y los frutos) y se van. Luego las venden como suyas.
La cultura de las citas tiene sus leyes. Hay citas que no tienen más pretensión que dar ocasión al engreimiento del autor que las utiliza. No tienen mucho sentido porque se trata de obviedades que podía haber dicho cualquiera. “Buenos días”, como dijo Platón. Pues sí, lo dijo. Y millones de personas cada día, en cada país, a lo largo de la historia. ¿Qué sentido tiene hacer una cita de este tipo?
Por la lectura de la bibliografía de un libro o artículo se puede saber quién es el autor. Porque el autor se autocita con facilidad y frecuencia. Sin ton ni son. Sin duda, tiene un buen autoconcepto y una mejor autoestima.
Hay también fobias y filias incomprensibles desde la lógica. ¿Ningún autor español merece ser citado por un autor inglés? ¿Ningún autor portugués merece ser citado por un autor español? Y luego están las fobias y filias domésticas. Te puedes jugar el sueldo a que un determinado autor no cita a otro aunque sea éste una autoridad mundialmente reconocida en la materia. Porque pertenece a otras escuela, porque está en otro bando.
Cada uno da valor a los autores a quien aprecia. Sin el análisis riguroso de la cita que utilizan. Hice en una ocasión un curioso experimento. Me inventé una cita (si es que una cita se puede inventar, ya que la cita hace referencia a un texto de otro autor) que atribuí a dos políticos contrapuestos en su ideología. El texto en cuestión lo firmaban Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Pedí luego a los asistentes que expresasen su grado de acuerdo o desacuerdo con la frase. Pues bien, las personas se dejaban llevar más del nombre del autor que del análisis del contenido. Lo mismo podría plantearse con la misma frase citada por el Papa y por Fidel Castro, por Saramago y Vargas Llosa…
El juego del ‘Yo te cito, tú me citas’ tiene muchos adeptos. Quien hace el favor de citar a otro tiene la recompensa de ser citado por él.
Algunos pretendidos autores son solamente hilvanadores de citas, más o menos auténticas, más o menos apócrifas. Su discurso consiste en poner una cita tras otra. No tienen un discurso propio. Enlazan lo que dice un autor con lo que dice otro, sin un leve comentario.
Hay numerosos libros de citas. Unos están clasificados por temas, otros por autores, otros son meras recopilaciones de frases ingeniosas. Tengo sobre mi mesa varios. Uno de ellos comienza (abre el libro de citas con una cita) diciendo: “Decía el famoso orador ateniense Isóstenes que una colección de bellas máximas es un tesoro más apreciable que las riquezas”. Unos son meras recopilaciones (es curioso que coincida la selección de frases elegidas por unos autores y por otros). Otros son más originales porque se puede percibir en ellos una elaboración del recopilador. Pienso por ejemplo en el delicioso libro ‘De jardines ajenos’, del que es autor Adolfo Bioy Casares. De él recojo la siguiente cita:
Algunas citas hacen referencia a “las últimas palabras de un personaje célebre” (las últimas palabras de Paul Claudel fueron: “Doctor, ¿cree que habrá sido el salchichón?”), a la dedicatoria de un libro, a un anuncio por palabras, al texto de un grafiti, a un epitafio (el epitafio que aparece en una tumba de un cementerio de Georgia: “Te dije que estaba enfermo”, a un célebre insulto (el crítico Alfredo Marqueríe escribió: “Ayer se estrenó una obra de Alfonso Paso. ¿Por qué?”)…
Muchas de esas citas son breves y, por definición están descontextualizadas. No sé cuántos autores se reconocerían en una cita sacada de su contexto. Algunas veces se utilizan en el sentido opuesto al que inicialmente fue expresado por el autor.
Hay citas en cadena. Una cita de una cita de una cita de una cita. Resulta casi imposible llegar al origen.
Algunas citas célebres están compuestas de un breve diálogo, de una respuesta ingeniosa o mordaz.
Mrs Astor: Mr Churchill, si yo fuera su mujer, envenenaría su café.
Mr. Churchill: Si yo fuera su marido, me lo tomaría.
Otras están compuestas por un diálogo entre distintas personas anónimas. Recuerdo aquel ya famoso grafiti: “Vamos a matar al cerdo de Carrillo”, que algún gracioso completó con esta apostilla: “No sabía que Carrillo tuviera un cerdo”.
“Buenos días”, como dijo Platón
22
Jul
Soy opositora-novata de Educación Primaria por Andalucía aunque me diplomé en Educación Física. A mi preparador le pregunté que me dijera el nombre de algún pedagogo andaluz para poner una de sus citas en todas las conclusiones de mis temas.Perdón por mi atrevimiento y gracias por existir.
Buenos días.
Estoy buscando a una mujer que se llama Susana González Molinillo, que fue compañera de instituto y a la que desearía contactar, igual que la persona que le ha dejado un comentario.
¿Sabría decirme su e-mail para poder contactar con ella? Muchas gracias y saludos
Soy Inspectora de Educación Primaria en Argentina y muchas veces lo he citado para pensar junto a las directoras los modos y las formas de actuar para mejorar el servicio que brindan las escuelas y a la vez para encontrar gratificación en ese hacer.
Muchas gracias