Lo que le sucede a la derecha española es que cree que el poder le corresponde de forma natural. Cuando no lo tiene, se ve en la obligación de demostrar que algo artificial ha sucedido, algo anormal, algo perverso. Como el poder es suyo, cuando no lo tiene, es que se lo han robado. En nuestro país la derecha explica, una y otra vez, que si no se hubiera producido el atentado terrorista del 11M, los socialistas seguirían en la oposición. A su juicio, es su lugar natural. Están hartos de decir que España tiene un “presidente accidental”. Eso es. Los millones de votos que lo llevaron a la Presidencia son fruto del azar o del terror, no de la reflexión de los electores. Así entienden la democracia. Ahora bien, cuando el PP se queda solo, se niega a pactar (LOE, frente antiterrorista, Estatuto catalán, Comisión de Investigación del 11M…), dice que se le aísla y que se está despreciando a sus millones de votantes. Esos votos no son accidentales sino esenciales. No son fruto del miedo, o del engaño, o del despiste sino de la clarividencia y de la responsabilidad. Sus votos son de otra naturaleza.
Las recientes declaraciones del senador popular de Melilla, señor Carlos Benet, en las que dice que “Pavía entró en el Congreso a caballo, Tejero con pistola y el señor Zapatero en tren de mercancías” (por cierto, ¿por qué se ha saltado a Franco?), son tan miserables que no merecen comentario alguno. El señor Acebes le ha exigido que pida disculpas, pero esta tesis ha sido y sigue siendo utilizada insistentemente (no con la misma grosería) por el partido de la oposición. Cacharro ha dicho que lo piensan millones de españoles. Que es así, aunque no está bien decirlo Y el señor Soria, presidente del PP canario, dice que Zapatero pretende cargarse la democracia, como hizo Tejero. Qué bien.
Augusto Monterrosso escribió un libro titulado ‘Cuentos, fábulas y lo demás es silencio’. En él incluye la fábula ‘El sabio que tomó el poder’. Permítame el lector que se la recuerde, porque tiene mucho que ver con lo que estoy diciendo. El poder es, por naturaleza, del León. Y cuando lo tiene el Mono sucede lo que sucede. La fábula dice así:
Un día hace muchos años, el Mono advirtió que entre todos los animales era él quien contaba con la descendencia más inteligente, o sea el hombre. Animado por esta revelación empezó a estudiar un gran lote de libros arrumbados desde antiguo en su casa y, a medida que aprendía, a conducirse como ser importante frente a las situaciones más comunes. Fue tal su empeño que en poco tiempo hizo enormes progresos, aconsejado por la Zorra en política y en saber por el Búho y la Serpiente
De esta manera, ante el asombro de los inocentes, pronto inició su ascenso a la cumbre, hasta que llegó el día en que amigos y enemigos lo saludaron como secretario del león. Sin embargo, durante un insomnio (en los que había caído desde que sabía que sabía tanto) el Mono hizo aún otro descubrimiento sensacional: la injusticia de que el León, que contaba únicamente con su fuerza y el miedo de los demás, fuera su jefe; y él, que si quisiera, según leyó no recordaba dónde, con un poco de tesón podía escribir otra vez los sonetos de Shakespeare, un mero subalterno.
A la mañana siguiente, armado de valor y aclarando una y otra vez la garganta, durante más de una hora expuso al León con largas y elaboradas razones la teoría de que de acuerdo con la lógica más elemental los papeles debían cambiarse, pues para cualquiera con dos dedos de frente era fácil ver cómo lo aventajaba en descendencia y, por supuesto, en sabiduría. El León, que intrigado por el vuelo de una Mosca en ningún momento había bajado la vista del techo, estuvo conforme con todo, en ese mismo instante le cambió la corona por la pluma y, asomándose al balcón, anunció el cambio a la ciudad y al mundo.
De ahí en adelante, cuando el Mono le ordenaba algo, el León, siempre de acuerdo, asentía invariablemente con un zarpazo, y cuando el Mono lo regañaba por alguna orden mal entendida o por un discurso mal redactado, con dos o tres; hasta que, pasado poco tiempo, en el cuerpo del nuevo rey, o sea el Mono sabio, no iba quedando sitio del que no manara sangre, o cosas peores. Por último, el Mono casi de rodillas, rogó al León volver al anterior estado de cosas, a lo que el León, aburrido como desde hacía mil años, le respondió con un bostezo que sí, y con otro que estaba bien, que volvieran al anterior estado de cosas, y le recibió la corona y le devolvió la pluma, y desde entonces el Mono conserva la pluma y el León la corona.
Acusan al Gobierno de que todo lo hace para mantenerse en el poder. Si pacta con Esquerra Republicana de Cataluña, si negocia el Estatuto, si propone negociar con ETA… es que está obsesionado por el poder. Y eso es muy malo, claro está. Si el señor Rajoy pretende (como es lógico y necesario) acceder al poder, eso es bueno, ya que el poder recuperaría así a su legítimo dueño.
Piensa la derecha que sólo ella puede gobernar con seriedad, coherencia, responsabilidad y sentido patriótico. Porque, eso sí, a patriotas no les gana nadie. (Debe ser porque poseen más patria). Cualquier manifestación en la que participan (da igual que sea para defender las clases de religión que para combatir el matrimonio entre homosexuales) nos permitirá ver ondear la bandera patria como si fuera la del partido.
Tienen el sistema nervioso. Y eso explica el ya tedioso alud de descalificaciones sobre el partido socialista y sobre su presidente. Yo no sé qué pensará el señor Rajoy de los votantes y de los socios y de los simpatizantes del partido socialista. Sin duda los considera tan estúpidos que brindaron apoyo (y lo siguen brindando) a quien “no sabe qué hacer con España” (y si lo sabe, es que desea destruirla), a “quien tiene una cobardía sin límites”, a “quien es el verdadero problema de España”, a “quien pone al Estado de rodillas ante ETA”, a “quien alegremente rompe el pacto antiterrorista”, a “quien tiene una política exterior errática”, a “quien es un irresponsable”, “a quien no tiene vergüenza”, a “quien es inmaduro”, a “quien es un chisgarabís”. Esos planteamientos tan poco racionales sólo pueden proceder de tener el sistema nervioso. No son propios de quien está sereno, tranquilo y razonablemente equilibrado. Deben tener el sistema nervioso porque se les olvida decir qué es lo que ellos harían para terminar con el problema del nacionalismo (dicen que es un problema perversamente inventado por el presidente del Gobierno, como si antes no existiera) o con el terrorismo, o con la política exterior…
No sé si ese tipo de política consigue quitar votos a quien tiene el poder. Seguro que no da votos a quien hace esa crítica tan abiertamente crispada, tan aburridamente repetitiva, y tan poco creativa y aportadora de soluciones. ¿Por qué iban a apoyar los electores a un candidato que lo único que hace bien es insultar al adversario?
Tienen el sistema nervioso
21
Ene