Me dice una amiga (reproduzco sus palabras textualmente): “Cuando yo tocaba el violonchelo tenía un novio dentista que, cuando me oía tocar me decía dulcemente: ¡qué bien desafinas!”. No me sorprendí. Es el lenguaje de la ternura. La ternura es una actitud que convierte los desajustes armónicos en hermosas melodías. La actitud hostil hace los milagros en sentido contrario: encuentra disarmonía donde sólo hay belleza.
Podemos clasificar a las personas en tiernas y hostiles. Ya sé que propongo una dicotomía radical, pero creo que se puede trazar una raya y situar a unos de un lado de ella y a los demás del otro. Aunque haya una gama interminable de matices en los comportamientos concretos de cada persona. Las actitudes son disposiciones permanentes que se concretan en acciones de forma recurrente. Hay personas amables y personas con mala uva. Es el talante.
La vida está hecha de grandes acciones pero, sobre todo, de pequeños detalles. Las horas de cada día pueden hilvanarse con sonrisas, gestos amables, detalles sencillos. En casa, en el trabajo, con los amigos, con los viandantes… Me duele el endurecimiento de la vida. Los insultos casi inevitables de cualquier tertulia televisiva, la chabacanería en las formas, la agresividad de los conductores en las calles, la intemperancia, la falta de paciencia, la irritación por cualquier minucia… No es igual encontrar un gesto amable detrás de una ventanilla que alguien que te escupe con la mirada por el hecho de estar vivo. No es igual acudir al trabajo con una sonrisa franca que con un gesto de perdonavidas. No es igual llegar a casa con un pequeño regalo que con un gesto desabrido.
Se está descuidando mucho la cultura del detalle. Los buenos modales, el saludo cortés, pedir las cosas por favor, dar las gracias, ceder el asiento, informar sobre una calle lejana… Alguien puede pensar que se trata de hipocresía cuando no acompaña el afecto a todos esos gestos. Creo que las buenas formas proceden del corazón noble pero creo también que ayudan a que se forme, a que ese corazón crezca y se ennoblezca cada día.
La ternura está hecha de afecto, de sensibilidad, de dulzura. Se sustenta en la observación y en la preocupación por el otro. Se perfecciona con el ingenio. Se corona con el humor. Se concreta en pequeños detalles. Una caricia, un beso, un regalo, una frase, un recuerdo, una palabra cariñosa.
Cuenta Enrique Mariscal, en su libro ‘Enamorarse de nuevo’, la historia de un niño que se detuvo ante un cartel con un llamativo título: ‘Cachorritos en venta’. Esta clase de anuncios siempre atrae a los niños. El pequeño entró en la tienda y pregunto:
– ¿Qué precio tienen?
El vendedor, distante, contestó:
–Entre 30 y 150 euros.
El niño lo miró absorto, metió la mano en su bolsillo y sacó unas monedas. Dijo apesadumbrado:
– Sólo tengo 3 euros.
El hombre silbó y de la trastienda salió una perra corriendo seguida por cinco crías. Una de ellas se quedó muy atrás. El chico observó al perrito rezagado, que cojeaba, y emocionado preguntó:
– ¿Qué le pasa?
El vendedor le explicó que había nacido con la cadera defectuosa y que caminaría mal el resto de su vida.
– ¡Quiero ése! Es el cachorro que quiero comprar.
Entonces el hombre replicó:
No vas a gastar en ese perro; si realmente lo quieres, yo te lo regalo.
El chico se disgustó y mirando al hombre a los ojos, dijo:
– No quiero que usted me lo regale, él vale tanto como sus hermanos y le pagaré el precio completo. Le voy a dar mis 3 euros cada mes hasta que lo haya pagado completo.
El hombre contestó:
– No querrás comprar ese animalillo, hijo. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.
El pequeño se agachó y, levantando su pierna derecha torcida e inutilizada, soportada por una aparato de metal, dijo:
Yo tampoco puedo correr muy bien, y él necesitará de alguien que lo comprenda..
El hombre, emocionado, sonrió y dijo:
– Espero que cada uno de estos perritos tenga un dueño como tú
Así es la ternura. No hace falta hacer méritos para conquistarla. El novio de mi amiga pensaba que ella desafinaba a las mil maravillas. Al niño que elige al perrito cojo le parece éste más encantador que cualquier otro. La ternura lo tiñe todo de bondad.
Si tienes tiempo en este verano caluroso, al lado del mar, lee despacio las pequeñas historias de ‘El libro de los abrazos’ que hace años escribió Eduardo Galeano. Sentirás avivada la ternura que anida en el corazón humano. La ternura que tapan las prisas, las trampas, las hostilidades de la vida.
La carrera que emprendemos para llegar a tener algo y a ser algo en la vida nos hace olvidar la importancia de los pequeños detalles. Es agradable ser importante, pero es mucho más importante ser agradable. En el libro ‘El Dios de las pequeñas cosas’. dice Roy Arundhaty sobre uno de los personajes: “Ella sentía lo delicada que era para él”. Eso es la ternura.
En el Hospital Universitario de Salamanca leí un mensaje escrito en un despacho: “Comienza tu día con una sonrisa. Verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”. Hay personas que son así, que se han hecho así: sonríen a la vida y hacen sonreír a los otros. Aunque estén doloridas, aunque estén atravesando una crisis.
Tenía el corazón lleno de ternura aquel anciano de Corella que diariamente recorría las calles del pueblo repartiendo caramelos a los niños, mientras decía: “Toma, el de hoy y el de mañana. Y mañana otra vez”. Y porque la tenía la podía repartir. La de hoy y la de mañana. Y mañana otra vez. Eso es lo que hay que hacer con las sonrisas, con los abrazos, con las palabras, con los detalles, con la amistad, con el amor. Contra violencia, ternura.
¡Qué bien desafinas!
28
Ago
De este artículo, lo que más me ha emocionado ha sido la historia del cachorrito. Creo que relatos como ese que rebosan ternura, ablandan el corazón de las personas y provocan un enorme crecimiento. Soy partidaria firme del reparto de amabilidad y simpatía -qué mejor forma de empezar y acabar cada día-.
Un saludo al autor y mis felicitaciones por escribir tan bien y tan interesantes opiniones.