Vendo Seat Panda

14 Ago

panda.jpg He oído contar la siguiente historia que describe el talante tacaño y cicatero de su protagonista. Muere la mujer de un individuo y éste acude al periódico local para redactar una esquela. Cuando le preguntan por el texto con el que desea hacer pública la noticia, dice que de la forma más escueta posible. Quiere que la nota diga, simplemente: “Marta, muerta”. El encargado le sugiere que, si lo hace por ahorrar dinero, cinco palabras le van a suponer el mismo costo que dos ya que el precio mínimo permite incluir en la esquela cinco palabras. Después de pensar durante unos momentos, propone el nuevo texto: “Marta, muerta. Vendo Seat Panda”.
Historia elocuente para describir a la persona obsesionada por el dinero. Que las hay. El único sentimiento que merece la pena cultivar para ellas es el del ahorro. Y no me refiero ahora al deseo que muchas personas tienen de enriquecerse sino a esa actitud mezquina, casi miserable, que tiene quien está poseído por la tacañería.
Desde Juvenal sabemos que al tacaño le importa más la bolsa que la fama: “¿Qué importa la infamia cuando queda asegurado el dinero?”, dice en las “Sátiras”. En una novela de Leo Perutz titulada ‘El Judas de Leonardo’, a la que luego haré referencia, uno de sus personajes, el usurero Bocetta dice: “Quien tiene el dinero tiene el honor”.
Hay en la tacañería un componente irracional. El tacaño es aquel que puede decir cuando se encuentra un botón en la calle: ¡Qué mala suerte. Ahora tengo que hacerme un traje”. Un imbécil.
Una de las consecuencias más inquietantes de esta actitud es que suele ser el motor de comportamientos perversos. Voy a ejemplificar esta cuestión a través de un hecho de ficción y de un dramático hecho real. Me refiero, en el primer caso, a la ya citada novela ‘El Judas de Leonardo’, recientemente publicada en España, aunque escrita hace ya muchos años en Alemania por Leo Perutz. En ella nos cuenta cómo un comerciante alemán vende su amor por 17 miserables ducados. (Sacrificio del amor por el dinero). El hecho terrible al que quiero referirme es la decisión del empresario paraguayo, dueño de los grandes almacenes que han sufrido hace pocos días un pavoroso incendio en Asunción. En pleno fragor decide que se cierren las puertas de los almacenes para que las personas que están dentro no se lleven nada del Centro. (Sacrificio de las vidas por el dinero).
Resulta sorprendente cómo se rompe la familia y la amistad por cuestiones del reparto de bienes en los divorcios o de la división de herencias en testamentos. (Sacrificio de la familia y de la amistad por el dinero). Qué decir de los que roban a los otros, de los que explotan a los empleados, de los que convierten en propio con trampas el dinero de los demás? (Sacrificio de la dignidad por el dinero).
La tragedia de estas personas es que también sacrifican la propia vida. “El avaro carece tanto de lo que tiene como de lo que no tiene”, dice Antoine Rivarol. Son esclavas de su dinero o de ambición por tenerlo. Lo dijo magistralmente Juvenal: “Los demás hombres son dueños de su fortuna; el avaro es el esclavo de la suya”.
Cuando hablo de las personas avaras, no pienso solamente en el clásico personaje que describieron con maestría Molière (El avaro) y Shakespeare (El mercader de Venecia). Me refiero a personas que encontramos cada día en la calle, a personas cercanas, que toman una cerveza en un bar o que van a la playa a tomar gratuitamente el sol. Todo el mundo conoce a personas de este tipo. Nunca tienen dinero para pagar una ronda de cañas, siempre se hacen el remolón cuando hay que pagar un servicio, piden prestadas cantidades minúsculas que nunca devuelven, ahorran de forma enfermiza, se suelen olvidar el dinero en casa (o eso dicen, al menos), se apuntan a cualquier invitación…
Si van a un restaurante eligen el menú mirando el costo de los platos. Si van al teatro piden la entrada más barata. Si compran unos zapatos se deciden por el par más económico. No porque no tengan dinero para realizar otras opciones sino porque no quieren gastarlo. Ni un gasto superfluo, ni una invitación a un amigo, ni un gesto generoso…
Se dice de esas personas que tienen el puño cerrado de forma tan fuerte que se hacen sangre con las uñas. Aristóteles decía que la tacañería hace gastar el dinero “de gota en gota”…. El tacaño no tiene sentido de la proporción. Puede ser multimillonario y se muestra tan ansioso respecto al dinero que le cuesta horrores desprenderse de él. Decía Juvenal en sus Sátiras: “Es locura manifiesta vivir precariamente para poder morir ricos”.
Se cuenta de un multimillonario que era muy tacaño al dar propinas en los hoteles, restaurantes y diversos lugares por los que p pasaba. Un hijo suyo, por el contrario, era magnánimo con las propinas. Un buen día le preguntaron al padre por qué se mostraba tan cicatero mientras su hijo era generoso y desprendido:
– Es que yo no tengo un padre millonario, contestó.
No depende pues la actitud del dinero de que se disponga. Depende del talante de cada uno. Hay personas que tienen tal grado de tacañería que viven obsesionadas por el gasto. Incluso el que debe hacerse por necesidad. Se trata de una enfermedad porque, lejos de procurar satisfacción y felicidad hace al individuo desgraciado.
La tacañería es la falta de generosidad en lo que concierne al gasto. Tiene, pues, dos dimensiones. Una está relacionada con la administración del dinero en beneficio propio. Las personas tacañas no gastan ni para sí mismos. La otra tiene que ver con los demás. La persona tacaña sufre cuando otros pueden beneficiarse de su dinero.
En este abrasador verano, en plenas vacaciones (sé que algunos no disfrutan del necesario descanso, no lo podemos olvidar), aparecerán numerosas ocasiones de practicar la generosidad. ¿Por qué no sentir la alegría de ver disfrutar a otros porque nosotros hemos hecho el pequeño milagro de convertir unos euros en la alegría de la amistad compartida a través de una generosa invitación?

3 respuestas a «Vendo Seat Panda»

  1. mi papa es un tacaño y un avaro cn el dinero…ya casi nadie lo aguanta x eso..hasta mi mama ya esta cansada de su maldita forma d ser.—

  2. ES HORRIBLE SER TACAÑO, PORQUE PIENSO, QUE A UNO NO LE VAN A HECHAR NADA EN EL CAJON, ADEMAS UNO NO VA A HACER USO DE LAS COSAS MATERIALES EN EL MAS ALLA, NI SIQUIERA VA A UTILIZAR PAPEL HIGIENICO…..NO CREEN?

    JAJAJAJAJA

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