En el año y medio que llevo trabajando en el Congreso de los Diputados he aprendido muchas cosas. Hoy voy a escribir sobre la que más puede interesar al gran público.
Soy poco amigo de las teorías conspiranoicas. No creo en las manos negras, ni en que unos cuantos poderosos se reúnan en un hotel a ver qué hacen con el mundo en los próximos meses. Sólo hay que leer Cañones de agosto para darse cuenta de que los grandes acontecimientos globales se parecen más a una piedrecita que empieza a rodar por la ladera de una montaña para ir incorporando nieve y más nieve a su masa que a una marioneta con hilos.
Han existido sociedades semisecretas como la Golden Dawn, la Sociedad de la Niebla o los Rosacruces. Poco influyentes en el mundo pero atractivas por sus ritos y sus imaginarios. Yo he pasado grandes momentos leyendo sus historias. Dan Brown ha sido más listo y se ha forrado con sus cócteles literarios sobre estos asuntos. Pero toda su acción real pertenece a ámbitos reducidos y son propias del estudio de románticos o aficionados a temas misteriosos
Pero en el Congreso de los Diputados he dado con una conspiración pública, a plena luz. La de los patriotas de sede.
Tengo el honor de que el Grupo Parlamentario de Ciudadanos me haya designado como portavoz en la Comisión de Control de RTVE. Allí he visto en primera persona cómo el Partido Popular y el Partido Socialista forman una férrea alianza para mantener el control de la radiotelevisión pública española. Maniobras y estrategias conjuntas para evitar que se elija al presidente y Consejo de Administración de RTVE mediante un concurso público, pudiendo seguir eligiendo por concurrencia de amiguetes a los dirigentes de los medios de comunicación pagados por todos.
Lo mismo ha ocurrido con la elección del Consejo General del Poder Judicial. PP y PSOE son hermanos de sangre cuando de evitar la independencia de los jueces se trata. A pesar de que desde Europa ya nos han dado una seria advertencia, el bipartidismo en aras del interés general de sus sedes, se niega a dejar libre de sus garras al Poder Judicial.
Estamos sin presupuestos porque el PSOE no quiere entenderse con el PP en esa materia. La pantomima escénica aquí no afecta a las sedes, sino a los que habitan fuera de ellas. Los del PP acaban lanzar loas a la responsabilidad y sentido de estado de los nacionalistas del PNV. Responsabilidad y sentido de estado que crecen regados por miles de millones de euros que sustraen de las personas para darlos en función del territorio. Parece que el contribuyente es el musgo.
Y luego está la más sangrante conspiración a plena luz y sin disimulo: la Ley Electoral. A pesar de la funesta forma de calcular el valor de los votos de esta norma fundamental, los viejos partidos se niegan a tocarla.
Saben que hace desiguales a los ciudadanos. Saben que propicia que estemos una y otra vez en manos de los nacionalistas. Saben que muchos de los males que hoy soportan los españoles vienen por haber dependido de Pujoles para tener Gobierno. Saben que los españoles sufren desigualdad por las aritméticas diabólicas que surgen de esta norma. Saben que no hay un gobierno constitucionalista en Cataluña por la Ley Electoral.
¿Y por qué no hacen nada? Porque también saben que la sobrerrepresentación bipartita depende de este cálculo injusto. Y ¿qué es España frente a Génova y Ferraz?