El Marqués hiperrealista

31 Ago

La remodelación de la Alameda y sus aledaños está resultando ser un goteo de cosas extrañas que hacen que cada día se convierta en una quimera mental para el ciudadano interesado por su ciudad.

Hace unos días se debatía al respecto de la idoneidad proyectada de cambiar de orientación el conjunto escultórico del Marqués de Larios.

Según los expertos, tras las modificaciones propias, la estatua del Marqués debería mirar hacia calle Larios.

A simple vista resulta algo lógico. Claro. Que mire a su calle y no a la Alameda Principal. Pero ante este tipo de cambios sustanciales siempre resulta interesante investigar un poco más para comprender el sentido de la obra.

Es por eso que, desde la propia fundación de Benlliure se ha alzado la voz para poner en cuestión la opción municipal. ¿Es normal que se plantee un cambio de esa magnitud estética en un eje histórico y crucial sin consultar al menos el proyecto original?

Puede suceder que, aún habiéndolo consultado –nunca hay que pensar mal- se haya considerado mejor idea la de seguir adelante aún alterando el planeamiento originario del autor.

Según la Fundación Benlliure en su comunicado oficial: “La Alameda principal tiene orientación de este-noreste a oeste-suroeste, igual que ella se orienta al monumento al Marqués de Larios de Benlliure. Así, la estatua en bronce de la alegoría del Trabajo recibe el sol de la mañana, y desde primera hora de la tarde son la estatua, también en bronce, del Marqués y la marmórea que representa la alegoría de la Caridad las que se iluminan con la luz solar.

En el proyecto de reforma aprobado por el ayuntamiento se traslada el monumento desde el eje de la Alameda a la embocadura de calle Larios, y se reorienta según su eje, es decir, norte-sur.

De esta forma, las estatuas del Marqués y la Caridad mirarán al norte y se verán siempre a contraluz, por lo que difícilmente se podrán apreciar, además de contradecir el proyecto original de Benlliure, que estudiaba y valoraba tanto el lugar como su orientación”.

Tras esta llave de karateca que desde la familia del creador del enclave lanzan al ayuntamiento, resulta curioso observar cómo son mínimas las voces que se alzan ante esta modificación tan extraordinaria.

Aquí no suena nada. La gente ni se inmuta. Básicamente porque le da igual. Le importa un pimiento hacia dónde mire el Marqués siempre y cuando tengan una tienda de bragas en plena plaza de la Constitución y un bar chungo para comer lagrimitas de pollo congeladas malservidas por un muchacho de ultramar.

Quizá se esté escondiendo demasiado el asunto. O puede que seamos nosotros los que no nos estemos preocupando por conocer qué va a ser de la nueva alameda principal y en qué niveles se va a desarrollar el proyecto.

No sabemos qué grado de peatonalización real tendrá. Desconocemos los materiales del pavimento con los que se va a terminar uno de los enclaves más importantes de la ciudad o si por él podrá transcurrir con normalidad el paso de las hermandades en Semana Santa, una hipotética cabalgata de reyes o si lo que se está haciendo es habilitar un gran salón para que se sigan haciendo ricos los cuatro monopolistas de la hostelería local.

Es una incógnita en parte propiciada por nuestra desidia suprema. Y tienen que venir cosas peores. Porque hace relativamente poco se comentaba ya el interés de los responsables de colocar una escultura de estilo hiperrealista en el lado opuesto oeste de la alameda para que fuese a juego con el estilo urbano y moderno del Soho. Sí. El Soho. Una cosa que ha sido un verdadero fracaso y del que nadie ha sacado fruto salvo dos o tres sigue estando en la agenda de algunas cabezas de esta ciudad.

¿Cómo se puede seguir potenciando algo que no funciona y no existe? ¿Cómo se puede seguir gastando dinero en algo que ha quedado probado que resulta catastrófico?

No hay motivo sensato para entender que nuestra ciudad quiera comprar a un artista una escultura de un realismo extremo en un lugar tan importante como ése.

Pero claro, si no te tiembla la mano en defender la construcción de un cipote metálico en pleno puerto que modificaría para siempre la imagen de la ciudad… ¿Qué te va a importar colocar un palustre de cinco metros en mitad de la alameda?

Aunque ya puestos podrían hacer algo con el apoyo de alguna empresa local y así se puede usar la coletilla esa de “y además genera empleo y riqueza”.

Yo pondría un salchichón de Málaga gigante. O un espeto enorme. O una loca de siete metros de diámetro. O mejor aún, podrían poner un nazareno descomunal. Si total. Lo importante es llamar la atención. O al menos eso apuntan los que mandan.

Curioso cacao el que van a montar en lo que fue ensanche moderno, bonito y elegante para acabar siendo una avenida más de pueblo común. Una pena. Un tropezón de los que es difícil levantarse pero que no nos queda más remedio que asumir.

Si el Marqués se levantara de su tumba en las Hermanitas y fuera a pie hasta la alameda y se encontrara con la escultura hiperrealista y con su cara al trasluz cogía los bártulos y se iba a otro lado. Y con razón.

Pero no pasaría nada. Porque colocarían un cubo chiquitito de colores. Un algo de la cerveza de Murcia. Dos cosillas de lunares blancos y rosas y a volar.

Que eso está to guapo pa un cerfi.

Qué horror.

Viva Málaga.

Una respuesta a «El Marqués hiperrealista»

  1. La desidia malagueña es algo que viene de lejos, y por eso nos pasa lo que nos pasa; no es la primera vez que veo a unos “guiris” mirando estupefactos la “escultura” (?) situada en un lateral de la calle Larios y que seguramente se preguntarán si significa algo o es simplemente “un mojón”. Al parecer lo único que nos mueve son el fútbol -yo por el Málaga (o el Real Madrid) MA-TO- y los desfiles profesionales. Ahí sí que tiene que hilar fino el Ayuntamiento para contentar a cofradías y público en general a la hora de acometer alguna actuación urbanística o peatonal. ¿Sabremos muchos lo que en realidad significan el tío con el pico al hombro y la madre con el niño en brazos? ¿Que al marqués no se le ve la cara por el contraluz? Se le pone un farol al lado y punto.

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