Modificar la idea que se tenga sobre las cosas en general, la vida, el bien y el mal, la historia, la humanidad…, y el propio ser de uno, no es una tarea fácil. Muchas veces ni nos damos cuenta de que pensamos como una gran mayoría de nuestros contemporáneos; o que, por el contrario, pensamos diferente sólo por el hecho, (hecho que no solemos advertir con nitidez), de que al hacerlo lo que en realidad estamos buscando es diferenciarnos de ellos, de «los otros». Darse cuenta de esto, tampoco es tarea fácil.
Y ni tan siquiera atendemos a esta otra cosa : que buena parte de nuestros pensamientos y valoraciones de los hechos ya están como prefigurados en el lenguaje mismo que desde niños hemos aprendido. Porque esto es algo que se sabe desde hace tiempo : con el modo de nombrar las cosas estamos también introduciendo en nuestra mentalidad la manera de valorarlas. Quienes estudian el lenguaje desde el punto de vista filosófico y antropológico saben muy bien esto : tal como nombramos el mundo, así lo vemos; o a la inversa : tal como vemos al mundo, así lo nombramos. Ahí están los estudios de Eduardo Sapir, y de su discípulo Benjamin Lee Whorf.
Si a esto añadimos lo que la visión del mundo nos suele aportar en un sentido muy amplio, podremos comprender mejor que los seres humanos cambiamos a lo largo de nuestra vida, y más allá de eso a lo largo de la historia, no por impulsos ni por simples modas, sino por la urgencia misma de lo que se vive y experimenta : eso pesa en nuestro más íntimo modo de aprehender la realidad, y ese peso nos modifica. Y llegados aquí hay que decir que la Ciencia, sus planteamientos y descubrimientos, sus explicaciones e hipótesis, es algo que tiene un considerable peso a lo largo de la Historia para ayudar a que esos cambios de visión de las cosas, del mundo, de la vida y demás, cambie. Observen que he escrito con mayúscula «ciencia» e «historia» : porque me refiero ahora a su esencia, la de ambas, ya sea de manera conjunta, ya de forma separada.
Ahí arriba pueden ver ustedes la imagen de un Betilo ( : palabra que procede del hebreo y que viene a significar «Piedra sagrada») que otras veces he usado como ilustración de lo que luego iba a escribir, ya fuera relatando o ya razonando. Ahora, ni voy a relatar ni voy del todo a razonar : razonaré, obvio es, pero lo haré suponiendo, imaginando, presumiendo una serie de hechos en relación con el tal «símbolo de una divinidad» : Noctiluca, esto es, «La que brilla en la noche». Doy a continuación algunas de mis suposiciones :
Quien primero «visualizó» la imagen de esa divinidad y en uno de su artículos lo explicó y razonó fue mi padre. Él halló, en sus indagaciones en la Cueva, un montón de cenizas a los pies del Betilo, y tras de recoger esas cenizas, las llevó a su hermano Modesto Laza Palacios, farmacéutico, para que las analizara. El resultado de esos análisis fue que se trataba de restos ya quemados de cenizas de huesos de mamíferos, lo que le llevó a pensar que estaba ante un altar prehistórico, conocido en las referencias que la tradición ha conservado hasta la actualidad, y dedujo que se trataba de la Diosa Noctiluca, consagrada a la Luna. Un tipo de culto que fue común en gran parte del Mediterráneo, desde Fenicia y Creta hasta las costas de Iberia.
Y ahora viene el meollo de lo que personalmente yo veo en esta zona de la Cueva, no sólo en este Betilo, sino en un más amplio conjunto : estos amplios domos, estas formas algunas de las cuales son auténticos espeleotemas, donde vemos además de la imagen (con su altar bicorne en la base, como pueden ver ahí arriba), figuras como un águila, una cabeza de toro o vaca que ocupa una gran parte del techo de la sala anterior a la de la Diosa de la Noche ( : la Luna ), y unas (aún por desentrañar) rayas hechas por la mano del hombre que han sido localizadas en otros lugares del viejo mundo, en Sudáfrica, pongo por caso, y cuyo significado está, como digo, por desvelar. Pues bien : todas estas cosas, muchos siglos antes que nosotros, fueron contempladas y sin duda veneradas por los sapiens que conocemos hoy como Neandertales.
Que esto es así podemos razonarlo aún más, con datos de reciente descubrimiento y también con deducciones de indudable peso. Que el hombre del valle del Neander era un ser inteligente y ya usaba instrumentos que él mismo fabricaba, practicaba enterramientos y se comportaba como lo haría a su vez el que coexistió un tiempo en él y conocemos como cromañones, o sapiens modernos ( : nuestros lejanos antepasados directos), es algo que ya los actuales investigadores reconocen y estudian. De estas cosas seguiremos hablando en próximos textos.
Esta actual visión de lo que significó la especie humana que conocemos como Neandertales es muy reciente. Hasta hace apenas un decenio, o incluso menos, se le consideraba como muy poco desarrollados, pero ya se sabe que además de dominar el fuego y fabricar instrumentos, de los que se servían, convivían en grupos, y migraban por extensas zonas, realizando incluso a veces largos periodos de cohabitaciones con la otra gran especie con la que coexistió más de 15000 ó 20000 años : el cromañón sapiens, esto es, el sapiens moderno. Hoy, ya sabemos que gran parte del arte rupestre fue obra de ellos, de los Neandertales, antes de haber sido este arte practicado por los modernos sapiens. ¿No es esto un cambio trascendental para la actual paleo-antropología?
Hay un libro de gran interés, en este caso en relación con el lenguaje, del que nos ocuparemos en próximo texto : «El Lenguaje, ese desconocido», de Julia Kristeva. De ahí entresacaremos cosas que nos serán de utilidad también para mejor entender a quienes en el tiempo nos precedieron hace milenios : nuestros muy lejanos antepasados de la especie humana.
Recuerdo las explicaciones que oí de mi padre cuando refería la gran similitud entre ese altar bicorne que pueden ustedes ver en la imagen de este texto, y los que Glotz describe que había en la cultura cretense. A partir de ello, se ponía una vez más de manifiesto que hubo una cultura mediterránea antigua que iba desde el actual Oriente Medio hasta las costas andaluzas.
Recuerdo las explicaciones que oí de mi padre cuando refería la gran similitud entre ese altar bicorne que pueden ustedes ver en la imagen de este texto, y los que Glotz describe que había en la cultura cretense. A partir de ello, se ponía una vez más de manifiesto que hubo una cultura mediterránea antigua que iba desde el actual Oriente Medio hasta las costas andaluzas.
El arqueólogo Joao Zilyao, que ha estudiado el tema de los Neandertales durante decenios, señala que en realidad no se extinguen, sino que eran muy pocos (unos 20.000 en toda Europa) y cuando llegan los nuevos pobladores desde África (cerca de 1.000.000) se mezclan en situación de desventaja.
El arqueólogo Joao Zilyao, que ha estudiado el tema de los Neandertales durante decenios, señala que en realidad no se extinguen, sino que eran muy pocos (unos 20.000 en toda Europa) y cuando llegan los nuevos pobladores desde África (cerca de 1.000.000) se mezclan en situación de desventaja.
Un arqueólogo portugués que ha estudiado durante varios decenios los restos y yacimientos de Neandertales afirma que esos “sapiens” eran mucho más inteligentes de lo que se creía.
De esto trataremos en un próximo texto