Estas marcas rojas que se ven en el centro de la fotografía, y en la zona más alta, están hechas con los dedos. Son las más nítidas a simple vista, pero no son las únicas : hay otras, más oscuras, hacia abajo y la derecha de la imagen. También se puede observar que se ha remarcado en color negro, casi en el centro de la imagen, una especie de líneas que se cruzan y configuran una especie de X : aprovechando la propia estructura de la pared de roca de la cueva, algo habitual en los artistas de la prehistoria, como es bien sabido por los estudiosos del tema.
Nunca sabremos qué sentido pueden tener estas pinturas o marcas, aunque sepamos de ellas dos cosas, al menos, de por sí ya importantes : la una, que fueron realizadas por los seres humanos que ocuparon esta cueva hace muchísimo más de unos 20.000 años ; y la segunda, que fuere cual fuere el sentido que tenían estas «señales o marcas», -sentido que nosotros hoy ignoramos-, «significaban».
Aquí ese «significar» quiere decir sobre todo que no fueron fruto del azar, sino que en estos signos o marcas o líneas impresas en la pared de la cavidad subterránea, tenían la intención de decir algo, aunque ese «algo sígnico» no nos diga a nosotros lo que a aquellos lejanos ancestros les decían. ( A nosotros sólo nos dicen algo así como «aquí estuvimos»… )
Pero el tema de hoy se va a centrar en otra cuestión : en líneas muy generales, ¿en qué sentido podemos hoy admitir esa idea que expresó René Magritte de que las pinturas rupestres eran una osadía de unos seres dotados de una gran fuerza mental, fuerza que les permitía manifestar algún tipo de rebeldía contra el poder establecido? Es en su escrito titulado «El verdadero arte de la pintura» donde Magritte expresó estas ideas, que ya comentamos en anterior texto. Ahora vamos a intentar hallar una explicación a esa idea, que a algún lector le podría parecer «rara». No lo es : tiene su razón de ser.
Un estudioso de los mitos, Joseph Campbell, en una obra que se tradujo a nuestra lengua en el año 2014 y se publicó en Editorial Kairós, explicó con total claridad una serie de cosas que ahora procede tener en cuenta. El estudioso estadounidense asocia el nacimiento del mito al de la humanidad, y esto es para nosotros una idea clave :
Es tan clave esta idea por razones varias, pero ahora, en este texto de hoy, nos vamos a centrar sólo en dos : la primera cosa es que la humanidad no existe a partir de la invención de la escritura, (cosa que parece ser tuvo lugar en la antigua Mesopotamia), sino a partir de las narraciones de mitos. Mitos o leyendas, mitos o relatos, mitos o historias, que ahora no abordamos esa cuestión.
Y la segunda cosa es algo que se deriva de la primera : debemos suponer que los mitos, antes de pasar a ser escritos, fueron narrados. Los mitos circularon durante muchos siglos de boca en boca. ¿Cabe suponer que durante las largas noches en torno al fuego el clan, la tribu, el grupo humano «equis», no se contaban historias? Pues eso, lo de contar historias en torno al fuego durante las largas noches del invierno, es algo que muy bien pudo estar ocurriendo desde, al menos, hace medio millón de años. Leamos lo que nos dice Yves Coppens en su obra «Últimas Noticias de la Prehistoria» (Tusquets, junio 2012) :
«En los acantilados de Saint-Colomban, pero también en los de La Trinité-sur-Mer, a veces se encuentran piedras talladas. Uno de mis colegas de Rennes, Jean-Laurent Monnier, describió a lo largo de toda la costa armoricana restos de una cultura que hace 500.000 años, tallaba cuarzo y sílex, y dominaba el fuego. La llamó (cultura) colombaniana, por el nombre de su primer yacimiento, descubierto y excavado cerca de Carnac.» (Pág. 47 de la obra citada).
Vamos terminando por hoy : sabemos que en las costas del sur de Europa, en concreto desde Almería hasta Gibraltar, por lo menos, y también en las costas del Norte de África, convivieron durante una período de tiempo que podemos cifrar en unos 10.000 años, las dos principales especies de «homo» más conocidas : el homo sapiens neandertaheliensis y el homo sapiens sapiens (otros lo llamaron durante un tiempo «cromañón», término hoy en desuso).
También sabemos que llegaron a estas costas mucho antes : hace bastante más de esos 18.000 a 20.000 años que se les calcula a las pinturas de Altamira y Lascaux. Pero hay algo que solemos pasar por alto : lo que podríamos llamar «el tiempo de los tiempos míticos». ¿Realmente no somos capaces de aceptar que la humanidad se inició hace mucho más que esos «ridículos» 20 mil años, cuando la ciencia tiene ya constancia de que el género humano cuenta con, por lo menos, casi dos millones de años de existencia en el planeta Tierra? ¿Y tanto nos cuesta admitir que el arte de pintar en las cuevas y abrigos y paredes de acantilados es mucho más antiguo que esos 20.000 años, sólo que aún no se han hallado las pruebas porque es aún muy poco lo que se conoce de aquellos tiempos?
Hay que plantearse seriamente esta cuestión. Pensemos que hace apenas unos 300 años, algunos «ilustres» pensadores creían que la humanidad había nacido de las manos de Dios hacía unos 4000 o como mucho unos 5000 años. Luego, todo se ha replanteado y sabemos muchos más sobre el tema, pero ¿no será aún muchísimo más lo que aún ignoramos?
Los primeros testimonios literarios escritos como son los textos del Poema de Gilgamesh, ya nos invitan a pensar que en aquellos lejanos tiempos de Ur, de Enkidu, de Gilgamesh, de Siduri…, ya se tenían noticias de unos primitivos hombres salvajes, cuyo origen se perdía en el fondo de los siglos pasados. ¿Es descabellado pensar que los mitos no sólo no nos mienten, sino que en forma de leyenda nos dan noticias que contienen veracidad? ¿Y qué, si aceptamos que esos mitos, u otros similares, se relataban al amor del fuego en las noches de los crudos inviernos hará unos cuantos cientos de miles de años, por ejemplo, 500 mil, o puede que incluso 800 mil años?
Si pensamos que Lucy ya tenía hueso hioides, (un hueso muy pequeño pero necesario para poder articular lenguaje al modo como lo hacemos aún hoy), y se le calcula entre unos 3,2 y 3,5 millones de años… ¿Desde cuando hablaban los ancestros nuestros, aquellos «abuelos» de Lucy? ¿Desde hace 8 e incluso unos 10 millones de años? Las cifras pueden parecer mareantes, pero la ciencia acabará por certificar que son reales.
Aunque muchas de las cosas que se afirman puedan parecer excesivas, no lo son. En general, los prehistoriadores son muy cautos, y apenas si se atreven a dar un paso en sentido no ya contrario, sino «diferente» del que marquen los tiempos. Pensemos que una autoridad como es Leroi-Gourham, fue objeto de críticas. Y otros como David Lewis-Williams, siguen siendo muy fuertemente criticados por los partidarios de teorías diferentes a las que ellos mantienen. Lean por ejemplo lo que dicen Jean Clottes y David Lewis-Williams a partir de las páginas 121 de su obra «Los chamanes de la prehistoria», donde reproducen las críticas infundadas que despiertan en otros especialistas sus hipótesis, por muy razonables que sean dichas hipótesis. Otros, los «copian» sin casi citarlos…
Digamos que es un tipo de ciencia, la del estudio de la Prehistoria, donde por las razones que fueren, a cada paso se suscitan polémicas : ¡si hasta nació esta ciencia con polémica, allá cuando a fines del XIX don Marcelino Sanz de Sautuola tuvo que soportar que se dijera que las pinturas de Altamira, por él descubiertas en 1879 (gracias a una hija suya, que le llamó la atención sobre «los bueyes» que había en el techo de la Cueva) eran una falsificación urdida por él!
La cerrazón mental de cierta parte de los seres humanos es de tal magnitud que causa asombro para una mentalidad razonable y abierta.
Ya abordaremos las razones que le llevan a René Magritte a hablar de «osadía» y «fuerza mental» por parte de los artistas de la prehistoria : porque su actividad, como suele ocurrir con los artistas innovadores, atentaba contra el orden establecido.
En otros textos trataré de entrar en cuestiones que algunos tal vez consideren inabordables : ¿qué pretendían hacer los «artistas prehistóricos» con esas pinturas y marcas? ¿Para qué pintaban? ¿Eran rituales, eran señales chamánicas, era un modo de marcar el territorio? Esto último es difícil de entender : la población mundial era baja en número, podían extenderse por territorios muy amplios, y lo de «marcar el territorio» no deja de ser una idea del hombre «moderno», con su afán de poseer, que no tanto una del hombre primitivo de la prehistoria, con su necesidad de cooperar…
Sin embargo, este arte tiene «su» sentido como intentaremos hacer ver. ¿Quieren descubrir ese sentido? Yo, desde luego. Y lo intentaré.
Si el mito es un modo de explicar el mundo ¿a quién beneficia? A la comunidad que lo fabrica. Pero si el mito es un modo de «sancionar», en el sentido de «dejar bien asentado» un modo de estar el hombre en el mundo, sólo se benefician los que crean los mitos : porque se convierten en los «conocedores» del por qué de las cosas. Conque…¿y si el pintor prehistórico lo que hace es mostrar que un hombre puede hacer cosas que no ha hecho antes ningún dios, ningún otro hombre? Entonces se está mostrando como es en realidad : un ser que sobre la realidad que ve y conoce con todos los demás, pone, coloca, inventa y realiza una «visión» de la realidad que al ser «su visión», le sitúa al margen del grupo en un sentido positivo pero (puede que) a la vez «cainita», que despierta envidia y tiene la osadía de «retar a los dioses»…
En ese sentido con el mito no sólo se inaugura la era del hombre en la tierra, sino también la respuesta del hombre, a través del arte y del mito, a las ideas que sobre su estar en el mundo le transmiten. Y entonces reacciona «modificando mitos» y «creando nuevos mitos» : se desplatonizan ( : se despegan de Platón) los viejos mitos.