1.- La Figura.-
Esa figura que ven ahí es una Cara de Piedra. Lo que ahora ven es la fotografía que hice, no hará ni una semana, de una forma pétrea en una zona de la Cueva del Tesoro, que suelo visitar y sobre la a veces hago comentarios o intuyo «cosas». E incluso creo, en ocasiones, «descubrir» otras. Pongo lo de «descubrir» entre comillas porque pienso que, mucho antes que yo, otros han podido ver no sólo lo que yo veo, sino otras muchas cosas que a mi se me pasan por alto, pues por mucho que se mire, no siempre se ve…
En el momento presente ignoro si algún estudioso ha reparado en esta forma pétrea que hoy comento, y que, vista al natural, cobra aún más parecido con un rostro humano. Realmente diría que es un rostro humano de piedra, formado por el mar. Es una Cara de Piedra.
Hablo de la figura que arriba se reproduce. Apenas pongan ustedes algo de atención en las formas, verán que semejan un rostro humano : Tiene esa piedra los perfiles propios de una cara, si bien la parte que correspondería a la mejilla derecha (:a la izquierda de la imagen, para nosotros), es menos ancha que la parte de su izquierda (para nosotros, a la derecha).
Hay también, como pueden ustedes observar, restos de pintura rojiza en partes del rostro : esos restos de pintura, ya sí que están hechos por la mano del hombre prehistórico, pero la figura en sí, no : estamos ante un relieve natural de piedra caliza que sin duda se fue formando cuando la gruta era aún una especie de laberinto submarino. Pero miren una y otra vez la forma de arriba, y no tardarán en reconocer ese curioso rostro humano, que mira de frente.
En su obra «Sombra y luz en el arte paleolítico», Marc Groenen comenta los casos que él ha estudiado sobre estas cuestiones que aquí tratamos ahora. Pueden ustedes acudir a la página 80 de la obra citada, donde se lee :
«No es raro que masas rocosas naturales sugirieran formas antropomorfas o zoomorfas, y los hombres del Paleolítico debieron muy probablemente integrarlas en su construcción simbólica, sin sentirse obligados a acabar aquello que la naturaleza les ofrecía.» /…/ «…algunas de estas formas naturales se señalan con trazados poco visibles.»
El profesor M. Groenen, docente en la Universidad Libre de Bruselas, estudioso de las representaciones grabadas, pintadas y esculpidas en las cuevas de Europa Occidental durante el Paleolítico Superior, «abre una ventana hacia otras posibilidades interpretativas poco o nada desarrolladas hasta el presente», leemos en la contraportada de su obra, traducida an Ariel Prehistoria por Xavier Mangado en octubre del 2000. El título original del estudio de Marc Groenen : «Ombre et lumière dans l’art des grottes», publicado en 1997 en la Section d`Histoire de l`Art et d’Arqchéologie.
2.- Descripción de la Figura.-
Se distingue con claridad la frente, una larga nariz, muy afilada, y algo rugosa, bajo la cual se pueden observar unas protuberancias que serían los labios, poco anchos, como si tuviera la boca encogida, a modo de lanzar un silbido, y la barbilla : una barbilla que está casi a continuación de esos labios. A la altura del entrecejo, donde se inicia esa larga y muy afinada nariz, se pueden observar los ojos, que son dos pequeñas ranuras que discurren sobre la figura en sentido horizontal. Los ojos parecen algo rojizos, y hay también leves restos de ese mismo color a la altura de los labios, boca y barbilla.
Cuando logramos verla a la figura, parece que nos mira. O me lo parece, a veces. Otras veces parece que, con los ojos entrecerrados, mira al vacío. O quien sabe si a eso que llamamos «futuro» y que, ante esa imaginada mirada, somos nosotros. Pero esto es otra cuestión que ahora no hace al caso, conque volvamos a ceñirnos a nuestra descripción de la figura.
Esta forma que podemos con poco esfuerzo, – yo diría que sin ningún esfuerzo-, identificar con un relieve de rostro humano, no es producto de una talla realizada por medio humano alguno. Es natural, está formada por el mismo «hacedor» (que no es otro que el propio mar) de tantas otras imágenes naturales que hay en el interior de esta caverna prehistórica, como el Águila de la Sala a la que da nombre, o como la que semana atrás comentamos donde se veía una gran cabeza de toro o vaca en el techo de la misma sala o domo, o, en fin, como el gran BETILO que llamamos «NOCTILUCA» y que también da nombre a otro domo.
Ese tal «hacedor» no es sino el propio mar : allá, hace eones, cuando esta Cueva, hoy del Tesoro se formaba bajo el mar, y las aguas saladas tallaban, por así decirlo, todas sus formas a veces espaciosas, a veces laberínticas. Formas que un día un señor, (amigo y también alumno de mi padre, don Manuel Laza Palacio), don Alfonso Canales, visitando y viendo las salas y formas de la Cueva exclamó :
– «¡Es como si estuviéramos visitando un Museo de esculturas abstractas, don Manuel!»
Vuelvan ahora si quieren a mirar esa figura, y que ese vuestro mirar sí que sea, además, ver. Y piensen : si los hombres prehistóricos pintaron partes concretas de esa figura, debe estar bastante claro que habían reparado en ella : la miraron, y también vieron una cara.
Creo conveniente volver sobre este tema y, en ocasión futura, poner otras perspectiva de la misma forma pétrea : a fin de que puedan ustedes captar en su totalidad el enorme parecido que esa roca tiene con un rostro humano. Al fin y al cabo, es una figura en tres dimensiones, no exenta ( pues está como saliendo de la pared de una galería pero sin despegarse de la pared ) y con una nariz que, vista de perfil, resulta no sólo bastante grande sino además algo ganchuda y muy prominente.
Habíamos comenzado con un texto de René Magritte, y volveremos a ver textos de Magritte. La conexión (posible, a mi entender) entre algunas cosas del surrealismo y el arte de los hombres de la prehistoria es un tema a explorar. Trataré de hacerlo, desde los medios no muchos, pero sí suficientes, de que dispongo.
Y más : en algunos textos que están por venir ( antes, tienen que fraguarse…) deseo poder ante los lectores cuadros de pintores de hoy, de la actualidad, que son muy parecidos a cosas que ya se hicieron tanto en el surrealismo ( en el que muchos aún siguen ) como en tiempos muy lejanos : en la prehistoria. Miren, vean, y juzguen : cuando llegue el momento de presentar esos cuadros y plantear esos hechos. Gracias.
La obra citada en nuestro texto, «Sombra y luz en el arte paleolítico», de Marc Groenen, es de un extraordinario interés. No me cabe la menor duda de que los estudios y las maneras de ver el arte de los hombres prehistóricos del profesor de la Universidad Libre de Bruselas van a marcar un antes y un después en muchos aspectos.
La vida nos vino del mar, pero…, ¿también muchas formas de arte nos han venido del mar?
En el interior de esta gruta de origen marino, pese al largo tiempo que ha estado expuesta a diversos tipos de expolio, unos intencionados y otros no, quedan una gran cantidad de detalles, figuras, formas, signos cuya interpretación se nos escapa y muy posiblemente nunca logremos descifrar.
Lo que mejor se conserva son, obviamente, los techos, que el visitante usual sólo alcanza con la mirada. Y, claro es, se conserva muy bien cuanto siga enterrado en ella. ¡Larga vida a lo que esté bajo esas tierras!
Gracias, Armando, por pasarme tu observación sobre el parecido entre esta «Cara de Piedra» y el rostro de Henri Michaux que me has proporcionado. Con tu permiso haré mención de ese detalle cuando me ocupe de Michaux y su obra. Espero contar con tu aquiescencia.
En próximo comentario les pasaré el link donde pueden ustedes ver el rostro de Henri Michaux, que se encuentra en el Reina Sofía.
Este es el link :
https://goo.gl/images/BQ7p9w
Ahí se observa la imagen de Michaux, by Germaine Montero.
Si pican en ese link, encontrarán una imagen de H. Michaux que, sorprendentemente, tiene un gran parecido con la que se ha puesto en esta entrada en el blog, y hemos dado en llamar «Cara de Piedra».
A veces las sorpresas de los días nos llenan la vida de muchos más días.
(Gracias, Armando, por tu indicación, que me ha permitido hacer esta comparativa y estas reflexiones).
Esa pintura del poeta y pintor belga nacionalizado francés en su día tiene un indudable interés desde varios puntos de vista. Los comentaré cuando me ocupe de la obra de H. Michaux.