Consistencias : ciudades y seres

12 Mar

Puerta de Viru (Tallin)

Las cosas tienen consistencias propias, como las tienen los seres y los lugares. Y sabiendo que consistencia significa básicamente lo que hace que una cosa sea firme y  que tenga un fundamento, podríamos decir que pasando del valor inicial del término, que nos viene del latín, y alcanza a significar cosas como «existir, vivir», podemos decir que al tiempo que las cosas materiales, también las que carecen de materialidad patente han de tener su consistencia. Las ciudades invisibles que ideara Italo Calvino, eran – y lo son – ciudades consistentes : están en la propia ideación del escritor, co-existen con el propio autor. Pero dejando esa interpretación (algo extrema, podría ser) volvamos a lo nuestro.

Las ciudades se hacen una misma cosa con los seres que las viven y habitan, y los seres que pasan por las diferentes ciudades del mundo, durante un tiempo, «consisten/coexisten» con ellas. Son ambos, seres y ciudades, consistentes y co-existentes. Existen conjuntamente. Ahí arriba podemos ver la entrada a la llamada «Ciudad Vieja», o por mejor decir, «Antigua». Es Tallín, la puerta de entrada a la ciudad germinal, la consistente desde la Edad Media. Porque de alguna manera la palabra «consistir» nos lleva -y no hablo sólo ahora de la etimología última del término- a una idea de «existir junto con» : es un «cum existere».

No importa que sea durante unos días, un mes únicamente,  : ¿qué es un mes en una vida humana? Pues depende : puede ser mucho, y cambiar muchas cosas, o ser algo que se olvida por completo. Ya trataremos de estos aspectos de la memoria y sus entresijos, desde cosas que nos dejó dicha Platón a otras que le debemos a ese gran sabio de nuestros días que es Emilio Lledó.

Ahora volvamos a «eso» del tiempo, para decir : no importa eso. «Eso», es «sólo tiempo». Unos días en sí, un mes, incluso más, tomados en sí mismos, y sin ninguna «carga de actos y experiencias», tiempo son tan sólo. Ahí, en la práctica, no tenemos co-existencia alguna con nada. La Musa Mnemosine ( guardiana, por así decirlo, de la memoria) sólo nos asiste cuando co-existimos con las cosas, los seres, las ciudades. Por eso, porque co-existen, consisten. Y por eso, porque «consistimos» con el mundo, somos mundo…, y algo más : somos lo que al coexistir con tantas y tantas cosas del mundo y de los seres y de los que vivieron y dejaron de vivir, los «en-almamos», esto es, le damos algo de nuestra alma. Con todos ellos somos, en-almados, uno sólo.

 

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5 respuestas a «Consistencias : ciudades y seres»

  1. Apurando algo las cosas, pensemos que en realidad no sólo co-existimos con lugares o con otros seres, personas como nosotros o no, sino que sobre todo co-existimos con nuestros propios pensamientos, con nuestros sueños, aunque estén éstos entrados en un perpetuo olvido, lo que suele ocurrir. Hay pensamientos que nosotros mismos cultivamos (por así decirlo), o sea, propiciamos y son pensamientos voluntarios, por lo tanto. Pero otras veces nos vienen pensamientos que no son queridos ni buscados ni propiciados por nosotros. A veces estos pensamientos son desagradables, y a pesar de eso, no siempre nos los podemos quitar de la mente. Pues bien : también con esos pensamientos tenemos que co-existir.
    Y es cosa obvia : las co-existencias -que en cierto modo son consistencias nuestras también- pueden ser «pacíficas», o no serlo. Si no lo son, debemos controlar todo lo que podamos dichas «consistencias», pues de nuestro control puede depender nuestro bienestar, y el de nuestro entorno.

  2. Entrar en la Tallin tradicional y aún teñida de un cierto aire medieval es en sí una experiencia extraordinaria. Durante instantes nos parece estar en un tiempo pasado que no es el nuestro, nos trasladamos a un mundo que antes de dicha experiencia no podíamos imaginar. Me pregunto a veces qué tenemos los seres que pasamos gran parte de nuestra vida como «nadando en el océano de la memoria», qué tenemos adentro que nos permite a veces estar como a punto de re-conocernos en otra época, en otras tierras, y entre otras gentes y lenguas a quienes aunque no conocemos, sabíamos que existían, que existieron. Mi pregunta carece de respuesta. Al menos, hoy por hoy.

  3. Es curioso : la palabra «desalmado» la conoce mucha gente. Decir de alguien que es un desalmado es algo que todo el mundo entiende. Pero, ¿por qué ya no pocos entienden el término «en-almado». Ser alguien un enalmado es lo contrario de ser alguien un desalmado. Pero lo primero (en-…) no se usa apenas, y lo segundo (des…) si que se usa. ¿Vivimos acaso en unos tiempos que están un tantico más de la cuenta «desalmados»?

  4. En otro orden de cosas podemos también adelantar que para mejor dejar en claro el concepto de lo que llamamos «consistencias», habremos de acudir a la obra de Carl Gustav Jung.

  5. Para entender bien ciertas cosas es buen camino conocer bien las palabras que las nombran. Luego, comprobar hasta qué punto los significados de las palabras y la realidad de las cosas que nombran se corresponden. Es un proceso no muy complicado, pero hay que hacerlo.
    Aquello de «OTAN de entrada, no» tenía la trampa en el «de entrada», que ponía el «no» entre paréntesis…

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