Nombres y cosas

27 Ene

Esa roca que ahí arriba ven la llamamos «El Águila», y da nombre así a la sala o domo de la Cueva del Tesoro, donde se encuentra. Esa roca ha adquirido pues un nombre, y ya es, por así decirlo, «otra cosa diferente» a lo que era antes de que se le llamara «águila». Las cosas, de algún modo, son lo que son. Nadie duda de eso. Pero cuando a las cosas se les adscribe tal o cual nombre, cambian, se modifican, y aunque siguen siendo lo que eran, pasan a ser algo más : ese «algo más» lo adquieren en virtud del nombre. Ya volveré sobre esto, que antes hay que explicar algo : habría que pensar en un Águila Blanca.

Como verán ustedes por la forma, incluso por ese color como más blanco que el del resto de la zona de paredes calizas rocosas donde se encuentra, se puede adivinar o imaginar la imagen de un pájaro grande, un ave de presa, como lo son las águilas, en el preciso instante en que se va a lanzar en picado sobre una presa. Aún están las patas del ave apoyadas en el risco desde el que se van a lanzar, pero despliega ya sus alas para iniciar ese vuelo. Y lo del color no hay que insistir más en ello : es caliza especialmente blanca la que se ve en esa forma.

Como ya no diré al final de este texto, un tiempo atrás llegué a pensar que tal vez en un lejano pasado algunas manos humanas quisieron como pulir esa forma y dar más blancura a la forma de la «roca-ave de presa». No lo sé, pero estoy en la idea de que llegará un tiempo en que, merced a los avances tecnológicos y de la ciencia, el ser humano podrá saber más aún de lo que en un pasado muy lejano hicieron otros seres humanos. Hoy, sólo podemos imaginar la posibilidad.

La «cosa-roca» que sólo era eso, roca, antes de que la viéramos los que visitamos esta Sala de la Cueva del Tesoro como un águila, (u otra posible ave grande de presa), ya no es «roca» únicamente, sino que pasa a ser «águila de roca más blanca» que, además, por sí misma se basta para dar nombre a toda la sala (esos grandes, espaciosos domos que conforman la Cueva) de esa zona. ¿No está claro que el nombre se une a veces a la cosa, y al ocurrir eso, la cosa se modifica? 

En algunos de sus libros o diálogos ( en el Fedro; en el Filebo, por ejemplo ) dejó Platón una frase que tiene en sí notable fuerza. Decía esa frase lo que es «escribir en el alma». Y ¡qué gran metáfora nos regala el maestro griego de Aristóteles!

Ahí es nada : con las palabras, expresamos pensamientos, ideas, modos de sentir. Y esas expresiones, de alguna manera, «nos escriben en el alma». 

Decía Emilio Lledó en un libro sabio que ya cité en anterior ocasión que las palabras nos moldean. Con las palabras nos apropiamos de las realidades materiales que están fuera de nosotros, al integrarlas en nuestro pensamiento gracias a los nombres. Es una apropiación metafórica pero de gran efectividad, porque (otra vez aquí Platón) «nos escriben en el alma».

Ahora, lo que únicamente quiero preguntarme es si aquellos antecesores humanos nuestros que habitaron y pintaron y dejaron sus huellas en esta gran Cueva, vieron también lo que hoy vemos en esa roca : una gran ave de presa que se lanza a volar.

Muy cerca de ese espeleotema (así se le llama técnicamente) de que estoy hablando hay unas como rayas hechas en la pared, a las que en anterior texto comenté también y a las que llamé ( a mi modo de verlas ) «rayas chamánicas«, como si hubieran sido hechas por chamanes. Las tales rayas están en un rincón oculto muy cerca de esta «cosa-roca-águila» que he comentado.

Hay también un pez, éste pintado en negro sobre una pared colgante, pero esto es ya otro tema, que dejo para otra ocasión. Como dije en el texto donde hablé de las tales rayas, se les atribuye una antigüedad que puede estar por encima de los 20.000 años. Ahora dejo esto aquí no sin recomendar una muy instructiva lectura «Las raíces del mundo», de André Leroi-Gourhan.

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2 respuestas a «Nombres y cosas»

  1. La Sala del Águila es visitable por el público, y esta roca en forma de ave de presa que pueden ver en ella tiene un considerable tamaño. Las rayas de que hablo no están en el ave, sino en un divertículo que hay en la misma sala, un poco más adelante, y como escondido de la vista de quien por allí pase. Y el pez, pintado en negro, se ve en la misma sala en una roca muy centrada en el paso de la misma, y a la altura de la vista.
    A la derecha, según se entra, y frente a la zona del espeleotema que he llamado «Águila blanca», hay unas marcas en rojo, hechas con los dedos son duda, y sin que podamos darles hoy día un sentido tal o cual : ignoramos qué podrían significar para el hombre prehistórico que las hizo. Nos queda mucho por saber de aquellos seres humanos de hace unos 20, ó 25, ó 30 mil años…

  2. Hay una notable cantidad de anécdotas en torno a esta sala (o domo) que llamamos «del Águila». En otra ocasión los comentaré, no sin antes solicitar de los protagonistas de tales hechos, unos de índole para mi juicio «positiva», otros en cambio de carácter «negativo». Sólo diré ahora que aquellas cosas que atañen al modo de tratamiento y conservación de un lugar tan excepcional como es esta Cueva, de momento las abordaré en su debido lugar y de manera estrictamente legal : tal y como la Ley del Patrimonio Histórico y Artístico exige.

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