Una de las más enigmáticas cosas, (y por ello de las de más arduo estudio), que suelen «envolver» lo que es un ser humano mientras está vivo, es sin duda «un algo» que reside en su interior. De esa cosa incógnita, y cosa o «algo» no visible que nos envuelve, creemos que nacen, con casi total seguridad, las filosofías, las formas diversas del arte, las ideologías, los pensamientos… Y hasta puede que el lenguaje también, aunque esto último no lo tengo ya tan seguro.
Ahora nos vamos a centrar en las cosas que solemos llamar «sueños», y que muchas veces no son exactamente eso, sueños, sino que son como «iluminaciones», que diría un poeta, o «visiones interiores», que podría decir un hombre sabio como lo fue JUNG. Porque bien sabido es que no todo lo que soñamos son realmente sueños, y no todo lo que pensamos son realmente pensamientos.
Pero esto es algo que nos llevaría muy lejos del sencillo propósito de ahora : conocer algunos de los sueños que nos relató el propio C. G. Jung, y que constituyen un material de muchísimo valor para poder valorar y apreciar el legado del genial médico y psiquiatra, estudioso de mil y una cosas que atañen al ser humano, y a la vez estudioso de sí mismo.
Si echamos la vista atrás en este mismo blog, podremos recordar cómo referimos aquel episodio de la vida de R. Descartes donde refiere él mismo cómo, estando un día en soledad tuvo una serie de tres sueños que le valieron o sirvieron como punto de partida para lo que con el tiempo iba a ser su gran obra filosófica. También hemos hecho mención alguna que otra vez de sueños de científicos, como el ruso Dimitri Ivanovich Mendeléyev (1834 – 1907), vinculado a la Universidad de San Petersburgo, donde impartió clases de Química luego de haber sido alumno en la misma Universidad.
Tomó nota de un sueño que tuvo este capital científico, cuyas palabras reproduzco : «En un sueño vi una tabla donde todos los elementos encajaban en su lugar. Al despertar, tomé nota de todo en un papel.» este hecho, que él mismo relata y que consideró de carácter extraordinario, ocurrió cuando se encontraba afanado en la tarea de ordenar los elementos por familias y de acuerdo con sus propiedades químicas.
Hemos hablado también de Federico Augusto Kekulé, que en dos ocasiones tuvo sueños (¿o mejor «iluminaciones»?) sobre algo que estaba tratando de desentrañar : la estructura molecular del benceno. El primero de sus sueños lo tuvo en Londres, y el segundo y más definitivo ya siendo él profesor de la Universidad de Gante, donde pensando en la aún no resuelta estructura de ese elemento, se quedó dormido y volvió a tener el sueño que primero había tenido siete a los atrás en Londres, sólo que ahora más completo, y vio serpientes que se mordían la cola, ese símbolo famoso de la Alquimia que se conoce como Ouroboros, (que significa : «serpiente que se muerde la propia cola»), y en su sueño resolvió la estructura el anillo del benceno. Es uno de los sueños más famosos de la Historia de la Ciencia, este fantástico – en alemán- «Kekulés Traum«.
El libro cuya contra-portada se reproduce en parte al comienzo de este texto ha tenido y tiene una muy larga e interesante historia : desde sus inicios, cuando el propio Jung acepta escribir lo que en el propio libro se describe como «autobiografía interior de Jung», hasta las muy numerosas ediciones y reimpresiones de la obra : ¡¡¡ Recorre gran parte de la segunda mitad del siglo XX, y casi las dos primeras décadas del siglo actual, el XXI !!!
Desde la edición inicial (Panteón Books, Nueva York, 1961) luego traducida del alemán por Mª Rosa Borrás en 1964, y editada en Edit. Planeta y también en Seix Barral desde ese año de la primera edición castellana de 1964, como dije, hasta la vigésimo primera impresión, en enero del pasado 2016.
Por ahora, sólo voy a citar una palabras del autor, (C. G. Jung) que pueden leerse en la página 264 :
«A través de mi trabajo científico fui asentando paulatinamente mis fantasías y los temas del inconsciente sobre terreno firme. Sin embargo, la palabra y el papel no me bastaron; necesitaba algo más. Tuve que reproducir en la piedra mis ideas más íntimas y mi propio saber, o hacer una confesión en piedra.»
Sobre ello tendré que seguir, y por dos razones principalmente : la una, el interés intrínseco del tema mismo en relación con los fantásticos descubrimientos de Carlos Gustavo Jung; y la otra cosa es esa idea que me asalta alguna vez y me dice interiormente (aunque ahora la plasmo aquí en palabras públicas) :
¿Y si en buena medida a más de uno y más de diez pintores de las cavernas no les ocurría lo mismo que a Jung, y tenían que plasmar en piedra sus fantasías y sus ideas y temas más íntimos?
Que el lector me dispense, y si loco por esto que digo me considera, para sí mismo se lo guarde.
Las palabras que he citado del autor de estas «Memorias íntimas» o especial «Autobiografía» que están en la página 264 se titula, como capítulo, «EL TORREÓN».
Jung a este respecto dejó escrito lo que sigue : «…o hacer una confesión en piedra. Tal fue el principio del torreón que me construí en Bollingen. Puede parecer una idea absurda, pero así lo he hecho y significa para mí no sólo una satisfacción asombrosa sino también una culminación del espíritu.»
Vuelvo a decir : ¿no son las pinturas rupestres, pinturas de las cavernas que en absoluto parecen estar concebidas para ser vistas, también a su modo una culminación del espíritu de aquellos tan lejanos tiempos? Juzgue cada lector por sí, que yo para mí ya tengo también mi propio juicio.
¿Alguna vez ha pensado algún estudioso de las obras de arte de las cavernas si había o no había algún tipo de «ritual restrictivo» sobre este tipo de acto, la pintura en paredes de animales y seres diversos? ¿Era una actividad «lícita» para todo el clan, o estaba reservada a sólo unos pocos elegidos? Si así fuera, algunas cosas un tanto enigmáticas podrían quedar más claras. Por ejemplo, que se pintaran en lugares de difícil acceso…
Porque no creo que sea una idea muy descabellada eso de que existen en los seres humanos «cosas interiores» que en cierto modo «nos envuelven». La imagen lingüística que con estas expresiones suscito sin duda parece contradictoria : ¿algo interior me va a «envolver»?
Son aparentes contradicciones tan sólo : sí , algo de adentro te puede tener absolutamente envuelto, algo interior «te ha rodeado por todas partes», y por lo tanto «te envuelve» : ni más ni menos a como ciertas creencias se apoderan de algunas personas. ¿Y la pena, o la alegría o el amor o cualquier otro sentir intenso? ¿No son sentires interiores que nos pueden llegar a envolver de manera absoluta?
Como Jung a lo largo de su obra fue dando una serie de pautas y nombres para aquellos fenómenos que se iba encontrado, ahora, cuando nos refiramos a ellos, tendremos que acudir a tales conceptos con la misma significación que el propio investigador les confería.
La terminología que fue creando el propio Jung es de por sí bastante significativa. Debemos tenerla en cuenta, en su debido lugar.
Por lo pronto hay que considerar lo que él mismo refiere que tuvo que hacer para lograr una cierta «independencia vital» que pudiera poner un espacio propio entre su trabajo con sus pacientes y su propia mente : «el torreón».
Ya explicaré a qué me estoy refiriendo.