Se pone uno a contar los días y da susto. Se mide el tiempo por las horas y le faltan minutos. Se anuncian los decretos-leyes y sobran sobresaltos
Vivimos en una película de catástrofes sobrevenidas. Pero ya no están de moda. En España sí. Algunos, mientras cuentan, se suicidan. Otros, pierden los ojos en la carretera con el manos-libres. Y hay quien se acomoda en los días del futuro, tocando el Cielo, en una tierra llamada La Moncloa. Los hay también enfrascados en su particular debacle, contando votos propios para recomponer a un PP desecho. El presidente parlamentario también los tiene contados. Un par de años y puede que otros cuatro, es cosa de la aritmética del tiempo electoral. Los secesionistas catalanes manejan bien esas cuentas. Siguen despejando una incógnita sencilla. La República vendrá y nadie la parará. Todos, sin embargo, tienen los días contados… ¿quién no?
Alemania les ayuda. Tras Núremberg, los tribunales son frágiles, tímidos, amigables. Mientras sacan sus cuentas a diario, los neonazis viven. Si uno de sus Lander se subleva, esperamos que no se refugien en España, como en 1945. Pobre frau Merkel, tan cerca de Rusia y tan lejos de Mr. Trump. Allí se queda, por ahora, Carles Puigdemont, quien va contando sus días sin barretina ni butifarra.
Hay excesivas violaciones, que, según las circunstancias, la Ley puede calificar de una simple agresión. El gobierno quiere cambiar el Código Penal, para que sea siempre violación a menos que haya consentimiento previo por parte de la mujer. El problema es contar con ese ‘Sí quiero’ y probarlo ante un tribunal. Habría que tener una confesión escrita y notariada con testigos, para que el acto sexual fuera claramente consentido. Difícil cuenta para tal acuerdo previo. El socialismo, punta de lanza del ‘amor libre’, ahora pide un acta notarial. Los días están cantando canciones imposibles.
La Academia está inquieta. Las mentes militantes del feminismo, que gobiernan a España, quieren que la RAE revise el texto constitucional para adecuarlo a estos tiempos de igualdad de género. Tanto monta, monta tanto uno, como una. Algunos académicos amenazan con abandonar sus sillones. La Constitución española se quiere parecer al texto de la bolivariana. Españoles y Españolas, ciudadanos y ciudadanas, y así. Se comienza por la letra y se termina cambiándola. El futuro de los días está contado. Esto podría convertirse en la III República con varios naciones libres asociadas, un País de países. La cuestión es cómo darle la vuelta al régimen, días por contar.
Para ese horizonte, los días se están contando. En tal escenario se acaba de abrir una puerta, que dinamita a la monarquía. Corinna Zu Sayn-Wittgenstein –que va disfrazada de princesa–, relacionada con la intimidad del ahora rey emérito, Juan Carlos I, acaba de tirar de la manta real. Todo lo que ha grabado y difundido por los medios de medio mundo, parece verdad. Faltan las pruebas judiciales para los tribunales. Una mano negra atenaza a la monarquía española.
Para el combustible diésel (un 40% del parque automovilístico español), los días están contados, afirma el nuevo gobierno español. El sector empresarial, los propietarios de coches particulares y del transporte de mercancías, no quieren que se cuenten esos días tan rápidamente. Aplicar tal prohibición, por la loable tarea de contaminar menos el poco aire puro que queda, tiene que estar bien planificada. Las prisas pueden dejar consecuencias nefastas. 40.000 empleos están en esos días contados. Las fábricas podrían trasladar sus cadenas de producción a la Europa del Este. Contar los días tan velozmente traerá resultados graves. La ministra que anunció eso, debería releer a los romanos clásicos: ‘Las prisas es cosa de plebeyos’.
La OTAN, garante de la seguridad europea, está amenazada por su principal socio americano. El magnate-presidente quiere que aquí den más dinero para ese emporio militar. El presidente español acepta, con gesto arrugado, un 2% del PIB. La Educación, la Cultura, las Pensiones, las ayudas Sociales, pueden esperar a contar otros días más propicios. La OTAN no. EEUU saca bien nuestras cuentas.
El otro que tiene los día contados es un cadáver, que parece más vivo que nunca en la Memoria Histórica de estos tiempos. Tal como la asignatura Religión. Pesa como esa misma losa que cubre aquellos restos de ingrato recuerdo. Volvemos a la casilla de salida. Tras la Transición, que fue un contar los días hacia delante, ahora vamos al revisionismo del pasado con actos punteros. No hay que olvidar nuestra historia. Pero hay que contarla bien. Un acontecimiento de tan extrema gravedad no se puede aparcar en una cuneta. Remover los escombros puede originar derrumbes inesperados. Tanto el fallecido en 1975, como dicha materia educativa, tienen los días más que contados.
En este verano suave, los días se alargan a la sombra de un chiringuito playero. Sí, los días están contados, cada quien lleva su cuenta sin saber cuántos quedan. Los que gobiernan sí parecen tener prisas por contarlos apresuradamente. No conviene, en los tiempos que corren, tener prisas. Y sí, poner el acento donde más hace falta. Aún hay aquí, señor presidente parlamentario, algo más de 3 millones de desempleados. Gustaría mucho, para tranquilidad de los ciudadanos, saber cuál es el plan a seguir por su gobierno para reducir ese paro y en qué plazo.